jueves, 24 de mayo de 2012

Prince Albert Hunt (1)

Deep Ellum, 1930 (imagen de Southern Spaces)
Yo tocaba el violín y era bueno, muy bueno. Noche de sábado y actuaba en el Confederate Hall, en el Deep Ellum de Dallas. Mala fama tenía ese barrio entre los tejanos de bien: muchos teatros y salas de bailes, casas de empeño y hoteluchos baratos, camellos de coca y echadores de cartas ... También demasiados negros, claro, y mujeres que sabían lo que querían y lo que uno necesitaba, sin pamplinas hipócritas. Peligroso, sí, así se cantaba en un popular blues de esos años: "si vas a Deep Elm, esconde la pasta en los calcetines, que las mujeres de Deep Elm se aprovechan de los hombres". Pero era donde más vivo te sentías y, además, la capital tejana del jazz y del blues. Aquí actuó hace unos meses la gran Bessie (no contaré lo que hubo entre nosotros, que a los mitos se les debe respeto) y en un par de años vendrá Robert Johnson, pero no podré conocerlo porque estoy muerto y es una puñetera lástima pues me habría encantado tocar con ese negrata que pareciera haber hecho un pacto con el diablo y al que Harmon Clem, el guitarrista que tantas veces me ha acompañado, no le llega a las pantorrillas. Una pena, sí, porque era yo bueno, muy bueno, y tenía cuerda para rato, habría llegado lejos, a Chicago seguro, y más allá.
  
 
Deep Elem blues - Grateful Dead (Reckoning, 1981)
    
¿Conocéis Terrell? No os habéis perdido nada. La ciudad, si así puede llamársela, se creó para aprovechar los beneficios del la vía férrea que iba a California. El nombre le viene de Robert Terrell, el viejo tío Bob lo llamaban, el que hizo el negocio: hacia los setenta del siglo pasado, compró cien acres de tierra en el condado de Kaufman y se los regaló a la Pacific a cambio de que colocaran una base ferroviaria. Interesante el tal Terrell, lo reconozco aunque no fuera mi tipo, ya sabéis, un caballero del Sur. En Tennessee había nacido, de familia dueña de plantaciones y abundantes esclavos, pero salió de culo inquieto y desde muy joven le gustó participar en cuantas aventuras se le ofrecían: caravanas de colonos hacia el oeste, expediciones de caza a las Rocosas, acompañó a Houston en la guerra para independizar Texas y luego fue de espía a México, y por supuesto luchó en el bando confederado durante la guerra civil. Cuando ya la edad no le permitía tanto ajetreo se metió a comerciante, a hacerse más rico de lo que era. De ese tipo le viene el nombre y el origen al lugar en que mi madre me echó al mundo.

1897 Dorris Dos-A-Dos Gasoline (aquí)
Mis viejos se instalaron en Terrell nada más casarse, supongo que a probar fortuna en esa ciudad que crecía al socaire del ferrocarril. Ahí nacimos los cuatro: John Wesley, Geneva, Corbin y el último yo. En esos primeros años vivirían la buena época del pueblo, los años de Ned Green, seguro que de ese sí habéis oído hablar, el hijo vividor de la bruja de Wall Street, bien que disfrutó ese yanqui entre nosotros, primero montando la Texas Midland Railroad y enseguida dedicándose a los negocios y a la política. Ahora, desde que heredó la inmensa fortuna de su madre, vive en el Norte, un gran potentado en su monumental mansión a orillas de alguna bahía de Massachusetts, pero todavía hace pocos años más de uno de los viejos parroquianos de los tugurios del Deep Ellum evocaba sus juergas en Dallas. Mi padre conoció al gran hombre, lo vio en su famoso automóvil, el primero que aparecía por el Estado, con el que viajó de Terrell a Dallas. Eso ocurría en 1899 y el coche, un dos cilindros a gasolina, se lo había comprado Green a George Dorris, el propietario de la entonces recién fundada St. Louis Motor Carriage Company, soltándole a tocateja más de 1.200 dólares, una pasta que la mayoría de los tejanos no ganaba en todo un año. Dicen que el coche alcanzaba los veinticinco kilómetros por hora, demasiado para la bacheada Highway 80 de aquellos años, transitada sólo por carretas de granjeros tiradas por mulas; contra una de ellas casi se empotra, ya llegando a Dallas, y para evitarla giró bruscamente volcando en la cuneta. El primer automóvil en el Estado y el primer accidente, tiene su gracia.

Manasa Emma Lee Skates (ancestry.com)
Me acuerdo ahora, en esta oscuridad vacía, de mi madre. Pobre, ha perdido a su pequeño, el mimado, el que siempre había alegrado la casa. Tan doloroso es perder un hijo que no hay palabra para nombrarlo; huérfana de mí se ha quedado Manasa Emma Lee Skates, a quien tanto quería aunque venga a darme cuenta tan tarde. Era bella mi madre, alta y espigada, pómulos marcados, ojos ligeramente rasgados, labios finos y ese pelo negro brillante, tan sedoso, siempre recogido en la nuca. La veo sentada en su sillón de mimbre, algún verano luminoso de mi primera infancia, yo, un crío travieso, arrobado a sus pies, contemplando extático cómo peinaba, con tan delicada morosidad, su larguísima melena. Pasado un largo rato de espera me alzaba a su regazo y dejaba que sus cabellos me cubriesen, me acariciasen la cara, se resbalasen entre mis dedos. Fueron mis primeros anticipos de la gloria, gozosamente embriagado por esos deliciosos aromas. Era feliz entonces, como nunca volví a serlo, mientras ella me canturreaba extrañas baladas de versos indescifrables. Eran canciones cherokee, me dirían años después los chavales del vecindario, hasta alguno de mis primos, porque ése era el rumor, que mi madre era india y verdad es que sus rasgos algo recordaban a los de ese pueblo. Además, provenía de Alabama. Sin embargo, Emma Skates descendía de colonos ingleses llegados a América en las primeras oleadas. Por parte de padre un tataratatarabuelo Scales llegó a Massachusetts y fue bajando de generación en generación hasta los estados del sur. Y por parte de madre aseguraba descender de los Stubbs, una noble familia de Yorkshire, uno de cuyos miembros, hacia inicios del XVII compró tierras en Virginia. Pero no descarto, por más que me cabreara de niño, que alguno de esos descendientes de la vieja Inglaterra no se hubiera mezclado con una cherokee atractiva. Quizá eso explique que siempre me tiraran las indias, que incluso me casara con una nada más licenciarme el Tío Sam, aunque casi ni fuera un matrimonio de tan poco que duró, de tan poca huella que me dejó aquella chica. Laura, se llamaba Laura, casi no me sale el nombre, qué rápido la olvidé, tanto que ni siquiera me preocupé de divorciarme unos años después, cuando conocí a Mary Mae.
  
 
Wake up Jacob - Prince Albert Hunt's Texas Ramblers (Anthology of American Folk Music, 1952)

7 comentarios:

  1. Precisamente ando escuchando canciones folk de aquellos tiempos y aun anteriores, y creo que daria mi alma al diablo por poder escribir historias asi, como Robert Johnson en aquel cruce de caminos (y sin animo de compararme, claro).

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  2. Wake up Jacob, day is a breaking
    Wake up Jacob, day is a breaking
    I said wake up Jacob day is a breaking
    I wanna go to heaven when I die and I'm on my way
    Yes I wanna go to heaven when I die and I'm on my way
    I got some friends on the other shore
    (chorus: Do love the Lord)
    And I wanna see 'em more and more
    Now when I get to heaven gonna live at ease
    Cause me and God gonna do as we please
    Oh wake up Jacob day is a breaking and I'm on my way
    I said wake up Jacob day is a breaking and I'm on my way
    Oh this is the year of the Jubilee
    (Chorus: Do love the Lord)
    Oh the Lord had set his people free
    Oh wake up Jacob day is a breaking and I'm on my way
    I said wake up Jacob day is a breaking and I'm on my way

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  3. Antonio: ¿También tú venderías tu alma? No sé si compensa, que al pobre Robert no le cundió demasiado, los buenos mueres jóvenes, dicen, aunque no deja de ser una frase hecha, sin mayor fundamento. El tío al que presto mi voz en este post (que continuará) también la palmó demasiado pronto. Los años 30, casi antes de que todo empezara (o cuando estaba empezando). Siempre es bueno volver a los orígenes de nuestros orígenes (en este caso, en gustos musicales).

    Lansky: La canción que he subido es instrumental (ya sé que no te funcionan los reproductores en el trabajo). De hecho, aunque la versión de Prince Albert Hunt y sus tejanos la grabaran bajo el título de Wake up Jacob (que, efectivamente corresponde a la canción religiosa tradicional cuya letra has transcrito y que tengo en versión del simpaticón (y blando) Harry Belafonte), en realidad es más conocida como Wild Horse o Stoney Point. Se trata de un tema tradicional del que, si buscas en internet, comprobarás que hay multitud de versiones.

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  4. Antonio, Miros:

    Como cinéfilos seguro que recordáis que la historia de la venta en el cruce de caminos se cuenta en una bonita peli en la que Ry Cooder versiona la docena escasa de canciones que dejó Johnson, lástima que el prota fuera el blandito niño de karate Kid

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  5. Lansky: No he visto la peli que mencionas. Según veo en internet, más que la historia de Johnson es la de un chaval blanco que quería ser como él y a quien vuelve a aparecérsele el diablo en el mítico cruce de la HW61 para retarle a un duelo de guitarras. Casi me interesa más el disco de la banda sonora, pues me gusta Ry Cooder, si bien salvo la propia Crossroads, no hay temas de Johnson. Quien también actúa en la peli es otro guitarrista notabilísimo y poco conocido que te recomiendo, Steve Vai, quien de muy joven (es más o menos de mi quinta) tocó con el chalado de Zappa.

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  6. Yo no he dicho que sea la historia de Johnson sino (textual): "la historia de la venta en el cruce de caminos se cuenta en una bonita peli en la que Ry Cooder ..."

    El duelo de guitarras es entre un pupilo del diablo (que casualmente toca hard rock) y el niño (que toca blues)

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  7. Conozco la película, aunque no la vi. Tomo nota si dices que te gustó. La dirigió Walter Hill, que suele contar con Ry Cooder para las bandas sonoras de sus películas.

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