viernes, 26 de mayo de 2006

Intelectuales

Tras leer la Introducción de “Historia de las dos Españas” de Santos Juliá (Taurus, 2004).

Dice Juliá que dice Sartre que intelectual es todo aquél que, aprovechándose de la notoriedad alcanzada en su campo, interviene en cuestiones que no tienen relación directa con la materia a la que específicamente se dedican. El caso más habitual es el de los novelistas (me viene inmediatamente a la cabeza Mario Vargas Llosa); es tan frecuente que pareciera que todo autor de ficción está obligado a mantener (y expresar) posiciones ideológicas sobre cualquier asunto de interés político, social ...

Pero más específicamente –sigue diciendo Juliá- un intelectual es quien crea un discurso de índole política (sobre la nación, el pueblo, los valores cívicos, etc) capaz de prender en un público amplio, capaz de convertirse en referencia del debate ideológico. La época de los grandes relatos elaborados por intelectuales abarca desde la Revolución Francesa hasta el hundimiento de los regímenes comunistas (unos 200 años, no está mal).

Pero en estas últimas décadas la figura del intelectual ha perdido toda preeminencia, parece que ha hecho mutis. Estoy plenamente de acuerdo con Juliá en que, de momento, no se espera que retorne ni tampoco se desea. La cuestión que me interesa es si los intelectuales están muertos o dormidos, porque lo tengo claro es que en estos tiempos son muy necesarios; aunque no sean bienvenidos (o, entre otras razones, justamente por eso).

Para Fukuyama el fin de la historia (su fin de la historia) equivale al fin del debate ideológico, toda vez que han quedado histórica e irremisiblemente demostrados los triunfos del liberalismo en lo político, del capitalismo en lo económico y del consumismo en lo cultural. Al margen de que una concreta sociedad se haya convertido o no en una exitosa sociedad neoliberal, lo que ya carece de sentido es que se mantengan pretensiones ideológicas sobre formas diferentes de organización social. El fin de la historia se manifiesta, sobre todo, en el plano de las ideas.

Naturalmente, si comulgamos con esta teoría, los intelectuales sobran ya que carece de sentido el debate ideológico: sabemos, fuera de toda duda, cuál es la organización social definitiva. Sin embargo, si seguimos confiando en que aún cabe el progreso social, en que se puede y se debe avanzar hacia otro modelo de organización de las relaciones entre los humanos, habrá que reclamar la vuelta de los intelectuales.

Pienso que deberíamos pedir la vuelta de los “relatos” a que se refiere Juliá, porque son ingredientes necesarios para que haya debate, para que se empiece a cuestionar el injusto y abúlico régimen que padecemos. Y sobre todo me encantaría que se iniciaran debates aunque solo fuera para sacudir esa inmunidad arrogante de los culogordos posibilistas. Porque se sienten seguros, en gran medida, debido al silencio que todos mantenemos; es una seguridad muy endeble: basta ver lo nerviosos que se ponen cuando se les cuestiona.

En fin que creo que hoy (y especialmente aquí, donde vivo) importa mucho que despierten los intelectuales, que aparezcan referencias éticas desde el discurso de la razón que puedan oponerse a la arbitrariedad reinante del poder ... Ojalá.

CATEGORÍA: Política y sociedad
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