miércoles, 24 de mayo de 2006

la adicción emocional

Acabo de leer un artículo sobre la “adicción al dolor”. Según la autora (María del Carmen Siccardi, imagino que una psicóloga) “somos adictos al dolor porque nos hace sentir vivos, nos llena de energía, incluso nos motiva”. A mí me da la impresión de que esta adicción no es sino un caso particular de otra más genérica y muy frecuente: la adicción a las emociones. Trataré de explicarme.

Hay personas que necesitan “sentir”, vivir la mayor parte de su tiempo en un estado de “excitación emotiva”. Lo de menos es si esas emociones son positivas o negativas, lo importante es la intensidad de las mismas. De hecho, estas personas suelen pasar con relativa rapidez de la euforia a la depresión.

Es sabido que las emociones tienen bases neuronales, aunque todavía estemos muy lejos de conocer y comprender el funcionamiento de nuestro cerebro. Sin embargo, parece ser que en las respuestas neurológicas emocionales intervienen receptores cuyo funcionamiento recuerda en muchos aspectos al de las adicciones a las drogas, incluyendo los síndromes de abstinencia. No me quiero meter en sembrados científicos (porque me lío), pero lo que sí he observado es que la adicción emocional requiere cada vez “dosis” mayores de su droga; esto es, de emociones.

Hoy me han contado que una ex-amiga se ha separado. Y parece (por lo que me han contado) que su matrimonio no ha sido sino víctima necesaria de una situación personal de dolor emocional que llevaba arrastrando ya desde bastante tiempo. Esta ex-amiga es de edad y carácter muy parecido al de mi ex-mujer. Y pienso en ambas e intuyo que nuestras separaciones deben tener muchos puntos en común. Un par de meses después de hacer estallar la crisis de la separación, mi ex-mujer me dijo que ella quería sentir intensamente y conmigo no podía, que yo no podía darle lo que ella quería.

Ha pasado ya casi un año desde la crisis y en este tiempo, por lo que sé, ella está “sintiendo” mucho. Pero yo no la veo demasiado bien; la veo como subida constantemente a una montaña rusas de emociones, pero emociones explosiva y a la vez de poca sustancia. Me da la impresión de que ese sentir es una gran traca de fuegos de artificios: mucho ruido y pocas nueces ...

No sé. A veces me han acusado de no “sentir”. Hoy sé con absoluta seguridad que esa acusación es falsa. Otra cosa es la expresión de los sentimientos, terreno en el cual aún me queda mucho por aprender (pese a que la crisis me ha ayudado mucho). Pero lo que tengo muy claro es que no me gustan esas montañas rusas. Para ser sincero, diré que me dan algo de miedo (reconozco que puede ser una reacción de rechazo a mis vivencias de los últimos años).

Mi ex-amiga y mi ex-mujer, por lo que dicen, están sufriendo mucho. Desde sus torres autárquicas de emociones, hablan como si fueran las dueñas del sentir (y eso jode, a veces). Pero no quieren ver que su sufrimiento (así como sus euforias) son autoinducidas. Les gusta estar así, aunque no quieren confesárselo. Y, consecuentemente, se regodean en sus emociones y buscan alimentarlas, apartando de sí cualquier visión mínimamente racionalizadora. No quieren entender, quieren sentir.

Si al menos de esa forma fueran felices. Pero no lo son, lo pasan mal y buscan fuera sin mirarse hacia dentro, sin sacar lo que han de sacar. Y la única solución es aumentar la dosis ...

Me está quedando muy confuso lo que quiero decir, porque es difícil expresar las ideas que me bullen. Y no obstante intuyo muy claramente que por ahí van muchos tiros. En lo que a mí respecta busco también sentir y expresar mis sentimientos ... y en ello estoy. Pero las formas son muy distintas, así como los objetivos: no fuegos de artificio, sino un motor en combustión mantenida; no las olas de la superficie marina, sino la inmensa masa de agua que está debajo. Lo que no obsta para que, de tanto en tanto, disparemos cohetes y removamos el agua para que no se estanque.

CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM

1 comentario:

  1. Querido Miroslav, es la tercera vez que intento mandarte un comentario, y cada vez escribo algo distinto. A ver qué me sale ahora!

    Me ha encantado leer tu post de hoy porque creo que el tema que abordas nos toca a todos muy de cerca.
    Pienso que todos, en mayor o menor medida, somos adictos emocionales,pero con el tiempo y los inevitables palos que te da la vida, aprendemos a medir, a controlar los sentimientos y a dosificar las emociones.
    Recuerdo una época, demasiado larga en el tiempo, en la que dejé de sentir. Sí, créetelo, mis sentimientos se durmieron y yo misma entré en un profundo letargo emocional cual Bella Durmiente, pero sin Príncipe Azul. Vi pasar ante mí los días, los meses, los años,como si estuvieran encerrados en un espejo, lentos, iguales, monótonos,pero estables y sin preocupaciones.

    Esta actitud ante las emociones es tan nociva y tan poco sana como los estados de euforia a los que te refieres en tu artículo. Los extremos no son recomendables en ningún caso.

    Gracias por compartir tus pensamientos, me sirven para aprender. Por mi parte...seguiré buscando el equilibrio. Besos

    Comentado el Miércoles, 24 Mayo 2006 20:06

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