sábado, 11 de agosto de 2007

Crossroads, by Don McLean

Esta mañana, en el gimnasio, me sonó Don MacLean en el iPod. No suelo escuchar sus canciones con frecuencia por lo que, cuando eso ocurre, salvo con las más conocidas (American Pie y Starry Night), no se produce ese reconocimiento interno mediante el cual el cerebro va anticipando la música y la letra, preparando el nido justo en que el sonido se acomoda. De pronto tocó Crossroads y, mágicamente, empecé a entenderla con casi completa claridad. Verdad es que McLean vocaliza bastante bien, pero no menos cierto que mi inglés deja mucho que desear. El caso es que los primeros versos (I've got nothing in muy mind: nothing to remember, nothing to forget) captaron mi atención sin esfuerzo y me llevaron suavemente hasta el final envuelto en la melodía de un piano melancólico.

Luego, en casa, he conseguido la letra de la canción y, más tranquilamente, he comprobado que la había entendido con aceptable aproximación. Algo se me escapó del final, justamente la parte que convierte lo que cuenta en algo distinto de lo que estaba imaginando durante las primeras estrofas. Habla de un hombre (digo hombre porque la canta un hombre, pero podría ser una mujer) que se encuentra en una crisis íntima, ya no es quien solía ser. Pero esa encrucijada (crossroad) le es oscura y dolorosa; por eso pide ayuda a la única (o al único) que puede curarle. Se trata, en suma, de una canción de amor (de amor roto que se añora), nada original.

Sin embargo, al principio no pensaba yo que iría por estos derroteros. Me parecía que esa transformación, pese a sus lastres de oscuridad y dolor, sería catártica. Que el autor escogía al hombre nuevo, que no ansiaba para nada "recomponer" (make me whole) los pedazos de su yo antiguo; pues no. Pese a que hubiera preferido "mi" versión, la canción es agradable y me siguen gustando los versos. Los he traducido pero me es imposible, si soy fiel, darles una mínima melodía en español. Así que me he dedicado a cambiarlos un poco y, ya puestos, amputar las últimas estrofas y tergiversar alevosamente el sentido que les dio el autor. A partir del texto de Don McLean, la variación de lo que a mí me habría gustado que compusiese. Quien quiera la letra original, aquí; la canción, a continuación.



Nada tengo en mi mente.
Nada que recordar, nada que olvidar.
Nada que lamentar, nada que celebrar.

Nadie sabe quien soy, aunque crean conocerme.
Ese yo que está ahí afuera, ya no soy yo.
Mi yo nuevo está encerrado; no sabe cómo salir.

He oído de personas como yo, pero no las he encontrado.
Aprenden que los caminos son engañosos,
que la libertad no aguarda en sus finales.

No hace falta dar la vuelta porque no importa la senda.
Pueden transitarse todas para seguir en el sitio.
Sólo se sabe al llegar a donde estoy.

Desde aquí será un andar silencioso, solitario.
Y, sin embargo, hay quienes lo iluminan;
siempre sin pedir nada a cambio.


CATEGORÍA: Canciones y otras líricas

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