miércoles, 10 de septiembre de 2008

Impuntualidad

En estos tres últimos meses, el tiempo que llevo en el nuevo curre que está en La Laguna, creo que todos los días (laborables) he almorzado en esa ciudad. Cojo el tranvía por la mañana temprano y vuelvo a cogerlo de bajada entre ocho y nueve de la tarde. Hoy, por primera vez, había quedado a comer en Santa Cruz con los compañeros de mi antiguo trabajo. La cita era a las dos, así que hacia la una había completado mis tareas y estaba preparado para salir caminando hacia la parada del tranvía. Justo entonces me acordé de que una amiga que trabaja en el Ayuntamiento lagunero probablemente había de bajar. Unas horas antes la había visto y me había parecido que estaba pasando por algún mal rollo. Pensé que estaría bien bajar a Santa Cruz en su coche y, de esa forma, aprovechar el breve ratito del viaje para que me contara lo que le pasaba. La llamé y me dijo que sí, que pensaba ir a su casa a almorzar y que a la una y media salía. Yo le comenté que a las dos tenía que estar en el Cabildo y me dijo que teníamos tiempo. Vale.

A la una y veinticinco me planté a la puerta del Ayuntamiento, esperándola. A las dos menos veinticinco la llamé al móvil: ah, estás ahí, me dijo, ya salgo. Pero no salía y me iba poniendo nervioso. No soporto ser impuntual y me daba cuenta de que ya estábamos en el límite para poder llegar a tiempo a mi cita. Además, no sabía qué hacer: ¿volverla a llamar? No, claro. ¿Seguir esperando? ¿Hasta cuándo? A las dos menos cuarto decidí dar unos pasos hasta la esquina y nada más asomarme a la calle transversal apareció un taxi. Lo paré y me metí. Cinco minutos después, cuando todavía no habíamos llegado a la autopista (a esa hora siempre hay un atasco en las salidas de La Laguna), mi amiga me llama al móvil preguntándome dónde estoy. En un taxi, le contesto, he de estar abajo a las dos. Pero, Miros, dice ella, teníamos tiempo de sobra. Déjalo, le digo porque no quería empezar a discutir. Y ambos colgamos.

No pude evitar pensar sobre la contestación de mi amiga. De entrada, apareciendo a las dos menos cuarto era imposible que llegáramos a tiempo. Teníamos que ir andando al aparcamiento público (unos cinco minutos), bajar, pagar, meternos en el coche y salir a la ciudad (otros cinco minutos), luego llegar a la autopista y finalmente cubrir los diez kilómetros de distancia. A mí el taxi me dejó a las dos y tres minutos, de lo que calculé que, si hubiera ido con ella, habría llegado como muy pronto a las dos y cuarto de la tarde. Así que no, cuando ella salió ya no teníamos tiempo para que yo llegase puntual. Imagino que ella dijo lo que dijo sin pensar, seguramente sin fijarse ni siquiera en la hora que era. Supongo que sentiría una mezcla confusa de culpabilidad por llegar tarde y de resentimiento contra mí por no haber esperado.

Lo llamativo es que, en vez de disculparse, lo único que me dijo (tampoco quise que me dijera más) es que no tenía que haberme ido. De esa forma, supongo que instintivamente, revierte hacia mí la infracción. Es más grave que yo no la haya esperado a que ella haya llegado tarde. Desde su punto de vista (estoy seguro) mi marcha no era una reacción proporcionada a su retraso; al fin y al cabo, ella se ha debido demorar por razones de trabajo que siempre son más importantes frente a que yo llegara un poco tarde a almorzar con unos amigos. Cabrearse por eso (y, desde luego, no ser capaz de esperar cinco minutos más) demuestra por mi parte una actitud bastante poco civilizada (tengo fama de poco tolerante).

Coincido con mi amiga, aunque no lo creería si se lo dijese, en que llegar un cuarto de hora tarde a una cita de ocio no es algo demasiado grave y que está más que justificado si se debe a exigencias laborales. La cuestión, sin embargo, es que ella, y no yo, ha sido quien ha decidido con su retraso que sus obligaciones laborales eran más importantes que mi puntualidad y ella quien ha decidido que mi retraso no debía importarme demasiado. Pero, obviamente, para mí llegar puntual era más importante que que ella acabase la eventual tarea pendiente. Y estoy absolutamente seguro de que, en el caso inverso, no la habría hecho esperar. Pero cada uno somos cada uno y tendemos a juzgar al otro desde nuestra escala de valores. Intento no hacerlo, pero me cuesta evitar, cuando me ocurren cosas como las de hoy al mediodía, sentirme dolido al comprobar la facilidad con que pasan de uno. Como sé que mi percepción no es compartida, que la otra persona no tiene la más mínima mala voluntad, procuro que no note mi malestar. Esa, además de intentar no llegar tarde, fue el otro motivo por el que me fui.

Naturalmente, el error fue mío. Me apetecía charlar un rato con esta amiga y opté por bajar con ella en vez de ir tranquilamente en el tranvía leyendo mi libro. De esa forma le entregué el control sobre mi tiempo y, siendo coherente, había de atenerme a las consecuencias. Ciertamente, ella me había dicho que saldría a una hora, pero el cumplimiento de su afirmación estaba en su esfera de acción, no en la mía; por tanto, no siendo capaz, como no fui, de mantener una impasibilidad serena ante su retraso, me he demostrado a mí mismo que no debí haber acordado que me llevase en su coche. Me interesa progresar en la capacidad de aceptar con serenidad lo que no está en mis manos controlar, conseguir que cada vez me afecten menos esos contratiempos, las más de las veces, de importancia nimia. Simultáneamente, debo ser más cuidadoso antes de entregar a otros el control sobre mi tiempo, mis actos ... Pensar antes de hacerlo si soy capaz de aceptar sin molestarme que esa persona haga algo que no me gusta (y si creo que no lo voy a aceptar, entonces mejor cojo el tranvía).

Aunque todo lo anterior, no quita que mi amiga sea una impuntual.



PS: Esta canción era la que iba escuchando en el taxi, excelente para relajarse y apartar de la mente malos rollos. Compuesta en 1955 por Dolores Silvers, fue Frank Sinatra el que la hizo popular, sobre todo en la versión de 1962 con Count Basie. Quien canta es una deliciosa chiquilla georgiana, criada en Belfast y luego en Londres, que en unos días cumple veinticuatro años; se llama Katie Melua, tiene tres estupendos albumes publicados y la descubrí hace unos meses gracias al blog de Mandarina Azul.

CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas

12 comentarios:

  1. Creo que la puntualidad tiene un gran valor, sobre todo por respeto a los otros. El que alguien nos espere, por que no damos importancia al llegar a la hora, es como jugar con el tiempo de esa persona y decirle que no tiene nada más importante que hacer que quedar con ella. Yo hubiera obrado exactamente como tú. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. No soporto la impuntuaalidad ni la practico, pero tu "culpa" fue el típico y comprensible intento de "matar dos pájaros de un tiro": acudir a la cita, charlar en el trayecto a élla, y eso suele salir mal: "vísteme despacio que tengo prisa", le decía un sabio Lord a su ayuda de cámara.

    He visto que has instalado contador y soy tu segunda visita. Enhorabuena y sigue viajando en tranvía

    ResponderEliminar
  3. Lansky: Tengo instalados desde hace bastante tiempo dos contadores (será que no te habías fijado hasta ahora). El segundo (que es al que imagino que te refieres) cuenta el número de personas que están viendo en ese momento mi blog. Y sí, seguiré viajando en tranvía y leyendo dentro, aun a riesgo de que al salir en la última parada caminando con el libraco (porque me falta un poco para acabar un capítulo) me arriesgue a llevarme una patada.

    el búcaro: Cuánto tiempo que no te veía por aquí. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Pues no creo que el problema de tu amiga sea exactamente la impuntualidad, sino la exactitud. Hoy en día nos hemos acostumbrado a decir "tardo un minuto" cuando realmente vamos a tardar, ya no diez minutos, sino hasta hora y media si es necesario y nos quedamos tan panchos. Tomar decisiones depende mucho de la información con la que contamos, y si tu amiga le diera la justa importancia al tiempo, en vez de decir te que sale a las 13:30 te hubiera dicho exactamente que sale rondando las dos de la tarde, cosa que hubiera hecho que directamente cogieras el tranvía y no hubiera habido problema alguno. Incluso en la llamada que le hiciste al móvil podía haberte dicho que le quedaba un cuarto de hora todavía para terminar, cosa que te hubiera dado la suficiente información para que pudieras tomar una decisión. Lo que está claro es que el que alguien disponga y sepa que llevas más de un cuarto de hora esperando y encima tenga el valor de hacerte sentir culpable me cabrea.

    Es un tema que me toca las narices y hago exactamente lo mismo, no espero a nadie más de diez minutos, de hecho alguna amiga tengo que tiene esa fea costumbre de disponer de mi tiempo y sabe perfectamente que si quiere quedar conmigo, primero no quedamos en sitios públicos, o me recoge en mi casa o la recojo yo a ella. Y segundo que no empiezo a vestirme hasta que llega o hasta que me llama cinco minutos antes de llegar a ella. Y si quiere bien y si no tan felices ambas.

    ResponderEliminar
  5. Solo te ha faltado decir si tus amigos estaban cuando has llegado o has tenido que esperar.
    Me siento totalmente identificada con tu amiga, entiendo que es un defecto y tengo el próposito de enmienda casi a diario.
    Tambien es cierto que cuando no llevas una vida metódica y surgen mil imprevistos el pretender llegar en punto a todo produce ansiedad y me hace sentir mal, así que me tomo la vida con más tranqulidad y llegar llego pero sin estress.
    Cuando digo ya voy, en realidad no miento tengo la intención de ir en el momento pero... te paran, te llaman, y el ya se convierte en 10 minutos... Así que me relajo, atiendo a quien me para y a quien me llama y pido mil disculpas al que espera, aún no me han dejado plantada.
    Es importante ser puntual pero... no es lo único importante. Piensa que hubieras llegado 15 minutos tarde pero habrías charlado con tu amiga, son de esas cosas que a veces nos arrepentimos de no tomarnos la vida más despacio y entender la importancia del tiempo no sólo en la puntualidad sino en saberlo perder. No creo que tu amiga lo hiciera con mala voluntad, habrá creido que lo que estaba terminando tenía que hacerlo y que tus diez minutos no eran tan importantes, te sienta mal, lo entiendo pero creo que la vida no es sólo puntualidad y se puede disfrutar tambien de una espera.
    ¡¡Vaya por lo comentarios soy la única impuntual! Pero si te encuentras conmigo y quieres pararme lo haré aunque llegue un poco tarde a una cita quizás porque piense que tú tambien eres importante, el tiempo es relativo...

    ResponderEliminar
  6. Marta es una manera de verlo, digo el tema de que si te paran haces caso porque esa persona es importante. La cuestión es que en ese momento no mides la importancia de quien espera por ti y al que seguramente tú le has propuesto la hora de llegada. Ya que todos sabemos quién de nuestros amigos es puntual y quién no y a quien no lo es le concedemos la posibilidad de poner la hora precisamente para que vaya con tiempo. En esta vida no se puede estar en misa y repicando y si le damos importancia al imprevisto menospreciamos al previsto. Yo prefiero sobre todo darle importancia a mi palabra y si digo que estoy allí a una hora, por todos los dioses que estoy allí a esa hora, no porque menosprecie a los "imprevistos" sino porque aprecio precisamente a la persona con la que quedo.

    De todas formas la cuestión es muy sencilla porque a la larga todos sabemos "las costumbres" relajadas o no de los que nos rodean.

    ResponderEliminar
  7. Para mí la puntualidad es una verdadera manía (llegar a punto, no veinte minutos antes). Sufro y me reconcomo tremendamente cuando siento que no voy a llegar a tiempo y por eso me he acostumbrado a no depender de nadie cuando hay un transporte público que me haga el avío. Si fuera tú, hubiera sufrido tremendamente esperando a tu amiga y, sinceramente, ya no me compensan esas inquietudes idiotas.

    Por eso, porque tengo fama de ser una persona muy, muy puntual, nunca tengo problemas en encontrar a alguien que me lleve cuando lo necesito. Nadie jamás ha tenido que esperar por mí o desviarse de su camino.

    Besos.

    ResponderEliminar
  8. jajaja, has contado tan bien lo que pasa por mi mente cuando me toca sufrir la impuntualidad de alguien que por un momento pensé que lo había escrito yo.

    Yo sólo hubiera añadido: Me entran escalofrios si me pongo a pensar en el tiempo que he perdido en mi vida esperando por la gente impuntual. Cuántas cosas podría haber hecho.

    Un beso

    ResponderEliminar
  9. Me parece tan curioso este post! Lo menos interesante de toda la historia es el simple hecho de la impuntualidad en sí.

    Me apasiona (e impresiona) la sencillez con que desmenuzas un episodio aparentemente trivial. Cómo analizas sus -piensas tú -impresiones, como analizas tus impresiones. La magnitud que adquieren quince minutos, no el hecho criticable o no de la impuntualidad.

    Después de leer tu post estuve mucho rato pensando acerca de cómo la diferente magnitud que puede cobrar un mismo hecho en distintas personas puede ser, si lo permitimos, un motivo de distanciamiento inevitable. Definitivamente no es la diferencia de actitudes lo que separa a las personas (la mayor o menos puntualidad en este caso) sino la incomprensión sobre la actitud no compartida , que a veces - otras veces no - va de la mano de la falta de transmisión de esa importancia.

    Y tu párrafo acerca de tu error y del control absoluto de tu tiempo..me parece de cine!!
    Impresionada, estoy impresionada.
    Que lo sepas.

    ResponderEliminar
  10. jajajaja, a mi me stresa neterme en la situació e intentar pensar como tú. tanta rigidez en todo. si yo fuera tu amiga te hubiera avisado de que saldria tarde y te daría la opción de irte o seguir esperando, recayendo todo sobre tí, porque era tu elección.
    me gusta ser puntual, pero cuando veo que no puedo serlo, procuro quitarle importancia. me digo a mi misma que habrá una buena razón para llegar tarde, que seguro que es una razón que en ese momento yo no logro ver, algo como el vuelo de la mariposa o era la teoría del caos?, algo simple como que a lo mejor me cruzo con alquien que no me cruzaría si no fuera tarde y que podría ser relevante en mi vida. me invento cosas así cuando no salen las cosas como me gustaría y me quedo tan tranquila.
    por otro lado, muchas veces me ha pasado eso del control que explicas, como aceptar ir con alguien sin haberlo pensado demasiado y descubrir que debería haberlo pensado un poco más, que estoy en sus manos por haber aceptado, lo hice una vez en Marruecos metiéndome en un taxi con un desconocido y finalmente decidí tirarme con el coche en marcha porque me fustraba ´no tener el control de la situación.

    ResponderEliminar
  11. He escuchado varias veces que en Canarias las cosas se toman con mucha calma (solo he estado en Tenerife y mi estudio sociológico es incompleto). De ser cierto, quizá pudiera ser que la puntualidad sea una virtud infravalorada. Pero, tanto da, en las relaciones personales hay una interacción y eso influye a la hora de tratarse mútuamente.

    Es curioso el nombre de la categoría "Irrelevantes peripecias cuotidianas". Pretendiendo quitarle importancia al acontecimiento, posiblemente la próxima vez que quedeis, ella ya sabrá a que atenerse (bueno, y por lo que veo, tú también)

    Greetings

    ResponderEliminar
  12. No digas mas. Eso de lo que querías hablar con tu amiga porque la veías en un mal momento, y tal y cual... es que la ha dejado el novio por impuntual.

    ResponderEliminar