Rifles y pedagogía
Hace unos días escuché en la radio una de esas historietas estrafalarias típicamente made in USA. El pasado 13 de enero (o el 17, según otras fuentes, lo que es más probable porque el 13 cayó en domingo) una niña de quince años regresa a su casa de Saint Paul, Minnesota, con sus notas de la High School. Va ilusionada la cría porque en el boletín predominan los notables (B en el sistema de calificaciones americano) pero su padre, un tal Kirill Bartashevitch, de 52 años (el de la foto), monta en cólera nada más verlas porque no le parecen suficientemente altas. Ambos se van acalorando hasta que la chica, indignada, le grita que lo odia; rojo de ira, el tío se da la vuelta, saca un AK-47 que se ha mercado hace poco, se lo echa al hombro y apunta a su hija colocándole el cañón a escasos centímetros de la frente. Parece que el arma estaba descargada y que su hija lo sabía, lo cual, imagino, le evitaría el pánico de pensar que estaba a un tris de ser asesinada, así, de pie en la sala de su casa y sin haber tenido tiempo de quitarse el uniforme y merendar. Pese a ello, que con quince años un adulto te encañone de repente por no haber traído sobresalientes, y no digamos si el energúmeno es tu padre, se me antoja una experiencia nada recomendable para el equilibrio emocional, suficiente para hacer añicos algún que otro mecanismo psicológico y condicionar, para mal, la personalidad del adolescente.
Según la versión del suceso que aparece en casi todas las webs en castellano que he consultado, la madre, alarmada por los gritos de la discusión (no se nos aclara si esos gritos cesaron con el encañonamiento), aparece en la habitación y, alucinada-angustiada-histérica digo yo, se interpone entre marido e hija logrando que el primero baje el arma. Luego la señora llamaría a la policía que se presenta en la casa y detiene al tipo. Sin embargo, de las reseñas en inglés, bastante más creíbles, parece deducirse que la madre estuvo presente desde el principio del incidente y que probablemente se puso del lado de la chica durante la discusión (dijo luego que a ella las notas le parecían excelentes) lo que, supongo yo, enervaría más al basilisco antropomorfo. Las crónicas yanquis relatan que la mujer fue también apuntada con el rifle y que, en un momento en que quiso proteger a su hija, fue empujada por su marido tan violentamente que cayó al suelo. Así que imagino que la idílica escena doméstica finalizaría por su propia inercia, cuando el hombre tras su inadmisible exhibición y mandar a la niña castigada a su habitación, volviera a guardar el arma para irse al bar habitual dando un portazo al salir y orgulloso de haber dejado claro quien era el que mandaba.
No fue pues la madre quien llamó a la policía, lo que me hace sospechar que ya estaban acostumbradas a ese tipo de incidentes y hasta que quizá hubiera habido ya anteriores del mismo calibre. De hecho el tipo tenía antecedentes: en 2000 había sido condenado por desórdenes públicos y estuvo un año en libertad condicional (no llegó a ingresar en la cárcel). Que se haya descubierto este suceso, uno entre muchísimos del mismo cariz que nunca salen a la luz, se debió a una cadena de actos bastante azarosa. La niña se lo cuenta a una amiga del cole (sería interesante saber con qué nivel de dramatismo; tiendo a pensar que no demasiado, como algo, si no cotidiano, tampoco extraordinario), la amiga se lo escribe en un chat a otro chaval del instituto, la madre de éste le había puesto un programa espía en el ordenador para enterarse de sus maquinaciones internáuticas (que también ...) y, enterada, va y se chiva a la trabajadora social de la High School. Fue ésta la que hace la denuncia y cuatro días después de los hechos los polis se presentan en la casa del tipo, le preguntan si es verdad lo que les han soplado, él dice que sí (supongo que estaría delante su mujer para impedirle mentir) alegando que tampoco era para tanto porque el fusil estaba descargado, y se lo llevan esposado a comisaría, después de incautarse de dos rifles y abundante munición. Está acusado de dos delitos graves de amenazas, le han impuesto una fianza de 20.000 dólares y se enfrenta a penas de hasta cinco años de reclusión por cada cargo. Aunque en algún periódico estadounidense he leído que el juicio iba a celebrarse el 1 de febrero, no he encontrado noticias de éste y me inclino a pensar que todavía está pendiente. Parece que el individuo se encuentra en libertad con la prohibición de acercarse a su mujer o hija y que esta última ha sido llevada a una casa de acogida o algo por el estilo (el porqué no lo sé).
He tratado sin éxito de conseguir algún dato sobre el tipo, para hacerme una idea de su biografía. Nombre y apellido, así como su apariencia física, delatan claramente su origen eslavo, ruso casi con seguridad (la mayoría de los Bartashevitch de Facebook viven en Rusia y países de la antigua URSS). Fisgando en algunas webs para estos propósitos (whitepages.com, peoplefinders.com, etc) descubro que, aparte de una tal Linda de New Hampshire, este tipo y su hija (que debe llamarse Natalia) parecen ser los único con ese apellido en todos los Estados Unidos. La mujer se llama Olga Rogovitskaya (más rusa que la ensaladilla) lo que, sumado a que me entero de que Minnesota ha recibido una significativo caudal inmigratorio de rusos durante las últimas dos décadas, me sugiere como bastante probable que el individuo haya llegado ya adulto a los Estados Unidos. De otra parte, descubro que este Kirill trabaja (o trabajaba, supongo) en el Media Center (la biblioteca, pero orientada sobre todo a medios informáticos) de una escuela primaria de Minneapolis, con el cargo de "técnico" (se ocuparía de los ordenadores, digo yo). La zona donde vivía es el típico suburbio norteamericano de casas unifamiliares, la mayoría construidas en el primer cuarto del siglo pasado. El entorno no está mal pero para la escala de esos lares me da que es de nivel tirando a bajo (el precio medio de una de esas casas, de dos plantas con ático, unos 600 m2 de parcela y 135 construidos, viene a situarse a poco más de 100.000 euros, lo que es inimaginable en nuestras ciudades). Pero poco más he logrado documentar sobre este padre desaforado.
Foto (tomada del Street View de GoogleMaps) del lugar de los hechos. La casa, salvo error, es la que hace esquina.
Sí sé por lo menos que el tipo declaró haber comprado dos rifles de asalto, el que usó y otro más, pocos días antes en una de las tres tiendas que la cadena Bill's Gun Shop tiene en el área metropolitana de Minneapolis-Saint Paul. Se animó a gastarse poco más de 500 dólares (apenas 400 euros) preocupado, como muchísimos otros norteamericanos, por la tímida advertencia de Obama sobre posibles limitaciones a la venta de armas a raíz de la matanza en la escuela primaria de Sandy Hook del pasado diciembre. Un buen ejemplo de cómo causar los efectos contrarios a lo que se pretende: en cuanto el presidente instó al Congreso a que prohibiera la venta de los fusiles de asalto (como los que se compró Kurill), la venta de éstos se disparató. Del amplio arsenal que se ofrece al ciudadano estadounidense, el más popular parece que es justamente el AK-47 y mira que ya tiene años. Apareció en 1947 diseñado por Kaláshnikov (de ahí el acrónimo) y enseguida pasó a ser el fusil preferido de la infantería soviética y en poco tiempo de la mayoría de la multitud de guerrillas revolucionarias de la posguerra, generosamente surtidas desde Moscú. Todavía hoy, dicen los aficionados (entre ellos Hugo Chávez) que pese a su antigüedad es el mejor fusil del mundo; lo cierto es que se fabrica en multitud de sitios y cuenta con muchas variantes del modelo original. Es ligero (unos 4 kilos), fiable, robusto, rápido (puede disparar hasta 600 balas por minuto) y, sobre todo, barato, lo que hace que se venda (legal e ilegalmente) como rosquillas, calculándose que hay unos 70 millones en todo el mundo (diez de ellos en los USA). No es de extrañar que Bartashevitch lo eligiera, máxime siendo un producto ruso.
En fin, lo llamativo de este "suceso menor" es, sin duda, que un padre haya amenazado con un arma de fuego a su hija. Lamentablemente, no lo es tanto (y mucho menos en Estados Unidos) que el tipo tuviera en su casa, legalmente adquirida, esa herramienta para matar. Un arma, como todo instrumento, es para ser usada. Yo diría más: un arma reclama ser usada; todo instrumento lo hace (es su naturaleza), pero mucho más las armas de fuego, poseedoras de una intensa y malsana capacidad de seducción. Los defensores del "derecho" de los ciudadanos a disponer de estos juguetitos alegan insistentemente que se funda en la autodefensa y autoprotección. Es fácil, desde esa paranoia, imaginar escenas en las que un arma de fuego nos puede salvar, pero a poco que impongamos un mínimo de sentido común a nuestros miedos resulta evidente que los inconvenientes son muchísimo mayores que las ventajas. Yo nada sé de armas, a las que temo más que a los peligros de los que se supone que pueden protegerme. Pero sí he conocido personalmente algunos casos en que se han empleado (nunca disparado) y en todos, creo yo, más valdría no haberlas sacado. Cuando escuché la noticia de que trata este post me acordé y pensaba relatarlos; como ya he escrito más de lo conveniente, los dejo para una próxima entrada.
En fin, lo llamativo de este "suceso menor" es, sin duda, que un padre haya amenazado con un arma de fuego a su hija. Lamentablemente, no lo es tanto (y mucho menos en Estados Unidos) que el tipo tuviera en su casa, legalmente adquirida, esa herramienta para matar. Un arma, como todo instrumento, es para ser usada. Yo diría más: un arma reclama ser usada; todo instrumento lo hace (es su naturaleza), pero mucho más las armas de fuego, poseedoras de una intensa y malsana capacidad de seducción. Los defensores del "derecho" de los ciudadanos a disponer de estos juguetitos alegan insistentemente que se funda en la autodefensa y autoprotección. Es fácil, desde esa paranoia, imaginar escenas en las que un arma de fuego nos puede salvar, pero a poco que impongamos un mínimo de sentido común a nuestros miedos resulta evidente que los inconvenientes son muchísimo mayores que las ventajas. Yo nada sé de armas, a las que temo más que a los peligros de los que se supone que pueden protegerme. Pero sí he conocido personalmente algunos casos en que se han empleado (nunca disparado) y en todos, creo yo, más valdría no haberlas sacado. Cuando escuché la noticia de que trata este post me acordé y pensaba relatarlos; como ya he escrito más de lo conveniente, los dejo para una próxima entrada.
My father's gun - Elton John (Tumbleweed Connection, 1970)
Los energúmenos sin rifle son rpeferibles. De hecho, es lo único prácticamente que la sociedad puede controlar, las armas, los energúmenos no tanto.
ResponderEliminarMe pasa como a ti, las armas me dan mucho más miedo que cualquier peligro del que teóricamente pudieran protegerme. Es más, dado que carezco de la más mínima experiencia de su uso -y nunca la pienso adquirir- y del más mínimo propósito de llegar a usarlas, un arma en mis manos me parece un peligro añadido: anima a cualquier agresor a agredirme más violentamente aún, puesto que voy armado, y lo más probable es que, además, termine en sus manos y usada contra mí.
ResponderEliminarDesgraciadamente no es la primera historia similar que conozco. A los pocos años de terminar el bachillerato, un compañero mío de colegio murió de un tiro de pistola disparado por su padre, durante una violenta discusión entre ambos. Padre alemán, por cierto, antiguo nazi y forofo de las armas...
O nuestro rey, Juan Carlos I, el remendado matador de elefantes, y no sólo: le pego un tiro a su hermano y tan luctuoso asunto no le quitó el gusto por las armas de fuego...
ResponderEliminarEres mi detective cibernético favorito!
ResponderEliminarAl leer el post, recordé lo que decía aquella canción de Steve Earle refiriéndose a su primer Colt: "it can get you into trouble but it can't get you out".
ResponderEliminarLansky: Parece que el control de armas, al menos en Estados Unidos, no es algo que la sociedad quiera imponer. La atracción por las armas de fuego, en todo caso, parece ser en muchos individuos casi un impulso atávico.
ResponderEliminarVanbrugh: También yo estoy seguro de que un arma en mis manos aumentaría el riesgo de cualquier situación peligrosa. Además, dudo mucho que me atreviera a dispararla.
Emma: Ya te lo he dicho: es una forma de entretenerse.
Antonio: Tras escribir un post siempre busco alguna canción más o menos adecuada para acompañar el texto, lo cual, a veces, me lleva un buen rato. Steve Earle lo tengo poco escuchado, tan solo dispongo de un disco suyo, un recopilatorio del 93, en el que, compruebo ahora, está el tema que citas (The devil's right hand). La letra viene bastante a cuento, pero la verdad es que ni pensé en este cantautor. Muy oportuna tu referencia.
Impecable.
ResponderEliminarSupongo que estaré arrimando el ascua a mi sardina si digo que leyendo tu post me han llegado ecos lejanos del Caufield (que menciono como de pasada en mi post sobre la base americana de Torrejón)del libro de Salinger: aquél pobre inadaptado imbécil que amenazaba con dispararse porque le iban a largar de su Instituto.
Es horrible eso de las armas. Tienes que utilizarlas en la mili y te sobrecoges tú mismo al darte cuenta de que la empuñadura está hecha para tu mano... y por un segundo deseas apretar el gatillo contra la 'diana' que te marcan. Uff!! Calla, calla.
Grillo.
¿Atávico hacia algo que se invento hace unos siglos? No, no es el término aplicable al caso. Y la sociedad estadounidense está absolutamente dividida a favor y el contra, pero los lobbis del armamento tienen más medios para ejercer influencia
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