La ironía en los blogs
A Lansky
Cuánta razón tenías, tío, y yo que creí que exagerabas. Más de una vez me lo has advertido: cuidado, Miros, que la ironía no se capta bien en la red. Pero no te hice caso, presuntuosamente convencido de que cualquiera detecta ese recurso discursivo, al menos en la forma en que yo lo empleo. No me duelen prendas en admitirte mi tendencia a ironizar rayana quizá en el abuso. En mi descargo alegaré que le tengo aprecio a la figura y que siempre me ha parecido de lo más pedagógica amén de elegante. Hasta puede que peque también de snob irresponsable.
No sé si te acordarás de un post que escribí hace poco más de un año a propósito de la sentencia condenatoria a Contador. Sólo tú y Vanbrugh lo comentasteis y ambos manifestando desde distintos matices vuestros respectivo desacuerdos con mi creencia en la inocencia del ciclista madrileño. Con el ejemplo de Contador, mi interés era llamar la atención (y si era posible el debate) sobre el aberrante sistema de la justicia deportiva. Ciertamente no tuve ningún éxito en mi pretensión ya que ambos os centrasteis en la inocencia/culpabilidad del ciclista. Vanbrugh rozaba el foco del asunto con una única frase final cargada a mi juicio de un riquísimo potencial para la discusión: que era necesaria la arbitrariedad del sistema de justicia para mantener el corrupto e hipócrita tinglado del deporte profesional. Tú directamente, muy en tu estilo, decías que la inversión de prueba de esos aberrantes juicios te parecía un tema menor frente a tantísimas otras afrentas a la justicia de calado mucho mayor. Verdad obvia, sin duda, pero es que no siempre me refiero a asuntos trascendentes en este blog, que al fin y al cabo confecciono para entretenerme.
En todo caso, por si te diera por pensar otra cosa, no me cupo ninguna duda de que ambos dos entendisteis de sobra cuál era la luna aunque prefirierais referiros al dedo (con lo cual el dicho que acabo de traer a colación no lleva implícita su conclusión habitual) y, faltaría más, aquí cada uno puede opinar lo que quiera y sobre lo que quiera, sin que el anfitrión esté dispuesto a ejercer de moderador y menos de censor salvo cuando las aguas, a mi juicio, se desbordan (ahora, a bote pronto, y excluyendo la breve temporada en que algunos trolls me honraron con sus visitas, sólo me viene a la memoria un incidente de ese estilo que tuvo como resultado la defección de una habitual de estos lares, ¿te acuerdas?) Tampoco dudé ni un instante, volviendo a lo quería comentarte con estas líneas, que ambos habíais entendido más que sobradamente los recursos a la ironía que colé en ese escrito.
La única forma que tiene el autor, yo en este caso, de comprobar si se captan sus alusiones irónicas es a través de lo que de su escrito comentan quienes lo leen. Lamentablemente para estos efectos, la muestra de que disponía era absolutamente inútil, tanto por su cortedad numérica como por el escaso valor representativo de los comentaristas en relación a la media de la población lectora nacional. Conste que lo sabía, que para algo saqué buena nota en estadística en la universidad, pero a veces el saber algo no te impide meter la pata. Buen consejo es el de dejar reposar el texto recién escrito antes de publicarlo y volverlo a leer con la mente fresca, para evitar imprudencias. Pero el apresuramiento me domina, hijo de mi genética impaciencia y del entorno estresante en que moro. Como endeble excusa puedo decir que creí entonces (y sigo creyendo tras revisarlo) que las ironías de ese post eran tan poco sutiles que muy bruto habría de ser alguien que se creyera que estaba a favor del sistema de justicia deportiva o de la culpabilidad de Contador (como irónicamente rezaba el título).
Erré. Hoy he recibido un comentario de un anónimo que parece ofendido por ese texto y, en una jugosa diatriba, me acusa de difamar, acción que, como es bien sabido, puede ser constitutiva de delito. En un natural estado de pánico, casi sintiendo sobre mí la opresiva amenaza de un inminente procesamiento con su inevitable condena, me he apresurado a aclarar a este ciudadano que se equivoca y que nada más lejos de mi intención que insinuar siquiera que Contador se hubiese dopado. Pero mi diligente reacción no basta para sosegarme el ánimo y, como siempre ocurre en estas situaciones de ansiedad y zozobra, me llega tardío el inútil arrepentimiento. Ay, si te hubiera hecho caso. Me queda tan solo la esperanza (virtud teologal) de que me toque un magistrado con una mínima dosis de sutileza. Para que los dioses me concedan tal don, habré de esforzarme en un sincero propósito de enmienda: no volver a recurrir a la ironía, no al menos en la red, como tan sabiamente me has recomendado en reiteradas ocasiones, las mismas en que, loco de mí, eché en saco roto tus consejos. Todo pecado trae su penitencia.
Perdono - Caterina Caselli (Casco d'oro dal 1964, 2004)
En 'La comunicacion no verbal' -libro muy conocido en algunos sectores como la publicidad- la antropóloga Flora Davis, siguiendo al Darwin de 'La expresión de las emociones en los animales y en el hombre', explica con toda suerte de ejemplos, como se refuerzan, se anulan o se confirman los comunicados verbales con los gestos, posturas y ademanes.
ResponderEliminarLa ironía es una de las más necesitadas de tal refuerzo; si dices: Miroslav es un prodigio de arbitrariedad, y a la vez sonríes y alzas las cejas, estás indicando que es justo lo contrario. Ahora bien, en un post no hay forma de explicar eso, aunque algunos lo intentan con los simples emoticones.
No recuerdo el post al que aludes, hace tanto...y hay tantos...(¿ironía?)
He puesto un enlace al mentado post, por si te apetece leer el comentario anónimo de ayer.
ResponderEliminarY sí, claro que la ironía requiere de refuerzos, aunque éstos paradójicamente la debilitan como tal. Entonces, ¿me recomiendas que ponga emoticonos? ;-)
Disiento, no creo que esos refuerzos la debiliten, al menos no en todos los casos.
ResponderEliminarLos emoticones son muy simplones, no me gustan, pero es cierto que ahorran problemas. No obstante, la Red y la propia prensa está llena de furibundos y pudibundos que en cuanto escribes 'lisiado' dicen que estás denigrando a los cojos (cojos tampoco, ni ciegos, invidentes...), yo le dejaría en su ira.
Gracias por la dedicatoria