De ruputuras de pareja y nieves esquimales
Un amigo mío, más bien uno que conozco bastante, porque amigo, lo que se dice amigo, no es, ligó con la que hasta hace pocas semanas ha sido su pareja mediante el viejo sistema de epatarla con abundantes chorradas pseudo-cultas. Por supuesto, la mayor parte de sus afirmaciones no eran más que lo que hoy se califica de "leyendas urbanas", pero el caso es que surtieron efecto. Hombre, puedo admitir que esas cosas contribuyeran a que la mujer, escarmentada de un matrimonio aburrido con un tipo bastante garrulo (versión de mi conocido), se enrollara con él, pero supongo que habría algún componente más de los que conforman esa química inexplicable de la atracción entre las personas. Pues bien, una de esas frases con las que Carlos (nombre ficticio, of course) ganó su particular concurso, la que según él le hizo pasar a la ronda final, fue la famosa aseveración de que los esquimales tienen más de cien palabras para denominar a la nieve. Por lo visto, durante los dos años y pico que han estado juntos fue uno de los tópicos inevitables entre ellos, que repetían en todas las reuniones con amigos, a modo de mantra reafirmante de su complicidad amorosa, como si la riqueza lingüística de ese idioma polar guardara un significado trascendente. Lamentablemente, como suele ocurrir, la relación se fue degradando y del enamoramiento inicial fueron pasando, lenta pero inexorablemente y más por parte de ella, a un hastío mutuo. Y parece que el vaso lo colmó un compañero de trabajo de la mujer a quien, en el almuerzo de empresa de las pasadas navidades, no se le ocurrió sino negarle en público que la frasecita fuera verdad, avalándolo con argumentos que convencieron a todos los presentes, incluyendo a la desolada pareja de Carlos. Ésta, de vuelta en casa, se encerró un largo rato frente al ordenador para confirmar el shock y cuando salió, lívida de ira pero con voz y ademanes serenos, le dijo a mi conocido que habían acabado, recogió sus cosas y se largó. A estas alturas, nada se sabe sobre cómo ha reorganizado su vida (algunos apuestan que caerá en brazos del compañero desmitificador quien, por lo visto, le echaba los tejos desde hacía unos meses), pero lo cierto es que se niega a todo contacto con Carlos, incluso cortándole las llamadas telefónicas. Y el hombre anda bastante abatido, arrepentido de su presuntuosa afición a coleccionar tópicos y maldiciendo a quienes tienen la "funesta manía de pensar", en vez de creer lo que te dicen y disfrutar de su simplicidad elemental. El otro día, por ejemplo, en uno de sus arrebatos filosóficos, nos hizo referencia a una de las primeras películas de Woody Allen (es Annie Hall) en la que el neoyorkino le pregunta a una pareja si son felices y, ante su respuesta afirmativa, insiste en que le expliquen sus causas: porque somos muy superficiales y vacíos, no tenemos ninguna idea ni nada interesante que decir, le contestan. Pues nosotros también lo éramos, remachó Carlos, hasta que le vinieron a remover a ella su calmada superficie, maldita sea.
Lo de la multitud de nombres para la nieve entre los esquimales tiene su origen (según dicen varias webs) en un texto de Franz Boas (1858-1942), uno de los pioneros de la antropología moderna. Con apenas veinticinco años, este alemán que luego se afincaría en los USA, viajó a la isla de Baffin, interesado en los esquimales. Lo pasó fatal (el ártico no es precisamente un paraíso) pero por lo visto mantuvo muy estrechas relaciones con los inuit, quedándole desde entonces un interés profundo por este pueblo que se tradujo en numerosas publicaciones y en sentar las bases de la lingüística científica norteamericana. Así, en 1911 publica el primer tomo del Handbook of American Indian languages y en la introducción, para ejemplificar los mecanismos semánticos de las lenguas, se refiere a la palabra nieve que en esquimal se puede decir como aput (nieve en el suelo), gana (nieve cayendo), piqsirpoq (nieve movediza) e incluso con un cuarto término, quimuqsuq (tormenta de nieve). O sea que el hombre habló de cuatro palabras, bastante lejos de la exageración del tópico. En todo caso, hay que aclarar que existen varios idiomas "esquimales" (si admitimos este término, que muchos lo consideran inapropiado cuando no políticamente incorrecto).
¿Cómo fueron multiplicándose tan asombrosamente las palabras que denomina la nieve en "esquimal"? Pues según rastreo por la red, mediante posteriores artículos de otros antropólogos desde la década de los cuarenta hasta los ochenta, aunque el número final solo rondaba la decena. Pero en 1984, el prestigioso New York Times, en un artículo sin firma, quejándose de la pobreza del inglés en cuanto a sinónimos de nieve, envidiaba a los esquimales, citando una presunta información del antropólogo Benjamin Whorf acerca de una tribu que distinguía entre cien tipos de nieve (Whorf nunca dijo eso). Conclusión: la credibilidad de algo no depende de su veracidad sino de la autoridad y capacidad difusora de quien lo afirma (no descubro nada nuevo). Al fin y al cabo, es muy trabajoso ponerse a confirmar las fuentes.
De todos modos, parece que aunque las lenguas esquimales no cuenten con un excesivas palabras para nieve, como son polisintéticas, es decir, que haces una palabra larguísima agrupando cuantos lexemas distintos te dé la gana (algo así como el alemán, pero más a lo bestia), el resultado es que pueden decir nieve (y casi cualquier otra cosa) de un número ilimitado de formas. Quizá debería contárselo a Carlos a ver si le sirve como argumento para recuperar a su chica. Pero mucho más contundente le sería el trabajo que me entero (gracias al blog Parto de los Montes) que ha realizado un tal Igor Krupnik, antropólogo del Smithsonian Arctic Studies Center de Washington DC, quien viene ahora (su publicación es de 2010) a sostener que en varios dialectos inuit y yupik hay mogollón de lexemas diferentes para nieve. Por ejemplo, dice que en el inuit hablado en Nunavik (Canada) hay hasta 53, y en de Wales (Alaska) llegan a 70. Todos términos de raíces distintas que expresan la enorme variedad de matices de la nieve.
Menuda tontería esto de la nieve y los esquimales. De entrada, me cuesta entender que haya resultado tan popular porque, en principio, me parece de lo más normal que un pueblo que vive en un entorno sempiternamente nevado tenga un rico vocabulario al respecto. De otra parte, tampoco cien es un número tan asombroso; basta pensar en los sinónimos que en casi todos los idiomas hay para los órganos genitales o para cualquier droga, por poner los dos ejemplos que primero se me vienen a la mente. Pensando en ello me acordé de una canción de Kate Bush que, como el álbum (de 2011, creo que es el último), se llama "50 palabras para nieve". Explicando el porqué del disco, la cantautora británica dijo que sabía que lo de los esquimales era un mito pero le gustó como idea para dar rienda suelta a su imaginación y ponerse ella misma a inventar sinónimos de nieve. La canción (que se puede escuchar al final de este post) consiste en el recitado (en la voz de Stephen Fry) de cincuenta palabras, algunas metáforas de sugerente belleza y otras absolutamente imaginarias; incluso he pasado un largo rato este fin de semana intentando traducir la lista. No sé si a Carlos le gustara Kate Bush (no creo que sea su estilo, la verdad), pero en mi afán celestinesco estoy por enviarle una copia de la canción.
50 words for snow - Kate Bush (50 Words for Snow, 2011)
Excelente historia, yo ya había puesto el ejemplo de la nieve y los lenguajes árticos, es un clásico obvio, como del de arenas y bereberes y maduración de dátiles y/o higos, igual de numerosos.
ResponderEliminarLa historia sería más bonita, menos tópica y quizás menos real, si fuera ella la que se hubiera ligado a él con el rollo d elos cien términos para la nieve (y el hileo, no lo olvdes, y sus estados intermedios), ya que ellas dan mejor nota en capacidad lingüistica; entodo caso un estupendo y polisémico post
Alguien que liga con alguien porque le cuenta monadas de ese género -y no digamos de quien, para ligar, cuenta monadas de ese género- se merece todo lo que le pase, lo siento.
ResponderEliminarAunque ¿qué decir de quien rompe una relación porque averigua que la historieta pseudo cultural con que le deslumbraron cuando ligó no es cierta?
La exnovia de Carlos se merece que lo de las cien palabras esquimales para la nieve acabara siendo verdad 'otra vez', y tenerse que plantear entonces qué hacer con Carlos. A ver si aprendía a basar sus relaciones sobre fundamentos más sólidos.
En desacuerdo con vanbrugh. Aquí se habla de ligarse a alguien, no de mantener una relación estable o sobre bases sólidas.
ResponderEliminarMe gustan estos posts meticulosos tuyos, cuando te esfuerzas por ir a las fuentes y de paso nos muestras a los lectores lo difícil que es estar cien por cien seguro de una afirmación que se repite demasiado alegremente como esa de las cien palabras para la nieve o que en japonés no existe la expresión "te quiero" ( algo que se me ocurre parecido a lo de la nieve y que he oído demasiadas veces)
ResponderEliminarPor otro lado coincido con Vanbrugh, porque hace falta ser tonta para dar una excusa tan barata para romper con alguien. Una/uno rompe con su pareja porque le parece un farsante- así en general- porque ya no le ama, porque su espíritu ha cambiado y él y ella ya no le acompañan o porque no se siente respetado/a.
Pues anda que no me han contado a mi milongas!
pero nunca he picado, claro ;)
Nunca había reparado en la utilidad de la trivia.
ResponderEliminarNo sólo logró para estos dos un poco de sexo si no que, además, les brindó la puerta de salida.
No sé de que se queja este conocido suyo, salvo que la crítica al chisme disfrazado de ciencia sea parte de un plan para levantarse otra mina.
No estoy de acuerdo con Lansky. Aquí se trata de dos tipos que estuvieron juntos dos años y pico, que tenían, o creían tener, una "complicidad amorosa" , que mantenían una "relación que se fue degradando", sobre todo en el sentir de la "desolada pareja" de él, hasta que ella resolvió que "habían acabado", "recogió sus cosas" y "se largó"- Todo ello cosas que solo pueden predicarse de una relación estable, no de un ligue- Los ligues no duran dos años y medio -dejan de llamarse así mucho antes-, difícilmente pueden "iese degradando", porque el menor asomo de degradación los desintegra, no dan lugar a que ninguno se considere "pareja", desolada o, del otro, y, cuando se acaban, no hay cosa alguna que recoger ni lugar del que irse.
ResponderEliminarDe acuerdo con Vanbrugh y Emma. Creo que fue el copo de nieve que colmó el vaso.
ResponderEliminarQué bueno, y qué curioso.
ResponderEliminarHace tiempo conté en un post sobre mi viaje a Laponia, por encima de Kiruna, para un rodaje. Un mes largo allí. Ufff !!!!
Incluí fotografias y conté alguas peculiaridades de esquimales, inuits y esas gentes. Me parecieron parcos parquísimos en el decir y el hablar y aún tengo la sensación, o la sospecha, de que más que vagos para hablar, (no es que tengan miedo a que se les hiele el paladar...), tienen un léxico es muy pobretón, corto, excesivamente ahorrativo. De ahí lo de las 100 maneras para denominar a la palabra 'nieve'. Si te fijas es incierto, lo que hacen es inventarse un vocablo (mejor si es monosilábico) para cada aspecto o variante: nieve en polvo, nieve de cojones, nieve sin cuajar, etá empezando a nevar, o me llega la nieve hasta el epidídimo.
También parece ser que ese misterioso asunto del atractivo sexual, del ligue, se basa fundamentalmente en el sentido del olfato. Somos capaces de archivar y distinguir más de 10.000 olores distintos, (buenos o malos.) Hormonas, neurotransmisores que se ponen en marcha automáticamente ante la nujer u hombre que tenemos enfrente. Oxitocina o como sean..., feromonas, no me acuerdo ahora. Y es cierto también que al equis tiempo (entre 3 y 4 años) nos hartamos y nos dejamos. Por supuesto además de que nos huela a 'macho alfa' o 'buena paridora' queremos que la chica sea guapa, y que haya también un mínimo de entendiniento, de comunicación.
Otra cosa es el AMOR, la responsabilidad, la familia, el intelecto, etc. Si no, andaríamos por la vida como los animales: oliéndonos por delante y por detrás en busca de la siguiente o el siguiente. Que tampoco es plan ¿no? Se supone que ya somos una sociedad organizada.
Perdonadme ortodoxos.No sé si cambiar el título de mi blog y llamarle siempre asi, P.O.
Cri cri
En desacuerdo con todos: hay ligues que duran dos años y medio y matrimonios que duran dos semanas, el tiempo no es el único factor
ResponderEliminarLansky: Me alegra que te haya gustado el post. Y sí, es verdad que parece que las mujeres tienen mejor "cerebro lingüístico" que los hombres (en todo caso es una verdad estadística, con bases evolutivas); sin embargo, lo habitual, por lo menos cuando yo ligaba, era que lo de soltar los rollos con intenciones epatadoras fuera un comportamiento bastante más típico del machito depredador.
ResponderEliminarVanbrugh: ¿Cómo disentir en que los comportamientos de estos dos ex-tortolitos fueron bastante ridículos? Sin embargo, en el terreno de las relaciones amorosas, en especial en los ligues, las tonterías abundan, sobre todo vistas desde fuera.
Emma: Me divierto siendo "meticuloso", tal como me calificas, es una de las formas que tengo para desconectar de la rutina laboral que me agobia. Por cierto, no recuerdo haber oído lo de que japonés no existe la expresión "te quiero"; si lo de la nieve de los esquimales, sea cierto o falso, parece muy verosímil, este otro tópico que apuntas, en cambio, se me antoja inconcebible. Será cuestión de investigarlo. En cuanto a los motivos de las rupturas (y de las "uniones" previas que son causa evidente de éstas) tienes razón, pero no descartes los motivos propios de la infinita estupidez humana, ni tampoco seas demasiado intransigente con quienes te recitan milongas, mujer.
Chófer: Explícame lo de "trivia", che., que no viene en mi diccionario de lunfardo. Mi conocido, fíjate tú, se queja porque, con toda su tontería, resulta que quiere a esa mujer. De momento al menos no me da que tenga ninguna intención de recurrir a esa o similares artimañas para intentar levantarse otras minas.
C.C: Sí, en este caso más que una gota de agua fue un copo de nieve. H20, en todo caso.
Grillo: Me acuerdo de tu post sobre Laponia. De todos modos, creo que los lapones son gente distinta (y también su idioma) de los pueblos que se engloban bajo el término genérico de esquimales. Los inuit parece que provienen de Siberia y sus migraciones históricas han sido hacia el Este, y lo más lejos que llegaron fue a Groenlandia (lo conté en un post de diciembre de 2011), colonizando entre medias Alaska y Canadá.
No te discuto que el enamoramiento se active por el olfato, pero habrás de admitirme que algo han de influir los distintos recursos no olfativos que suelen emplearse para ligar (como la tontería que aquí cuento); a lo mejor para llamar la atención y que la cortejada (o el cortejado) se decida a olfatear. En cuanto a las distinciones entre amor y enamoramiento, términos que en mi opinión son "casi" incompatibles, mucho habría para discutir.
En cuanto a lo de si lo que había entre los protagonistas de este post era un ligue o una relación estable, estoy de acuerdo con Vanbrugh en que sería forzar demasiado el lenguaje calificarla de ligue. Podría hasta admitir que haya ligues que duren dos años y medio pero no si los ligantes viven juntos, sometidos a las rutinas compartidas de la vida cotidiana. Ligar, creo yo, es por definición una situación transitoria, en la que los participantes ponen a prueba sus atracciones, incluyendo las sexuales, y lleva implícita una "incertidumbre" sobre el devenir de la relación. Prueba de ello es que cualquier derivación posterior hacia una situación más o menos "reglada" suele dejarse de denominar ligue, sea ésta el matrimonio o convertirse en "amantes clandestinos" que se ven incluso con regularidad. En todo caso, es cuestión del significado que le damos a las palabras, pero éste, por muy subjetivo que sea, debe mantener un mínimo campo semántico aceptado por todos so pena de que nos sea imposible entendernos.
ResponderEliminarMiroslav, fue una japonesa la que me dijo que en su lengua no existe la expresión " I love you", "te quiero" en castellano. Como mucho se dicen me gustas, o me agrada estar contigo pero una traducción de "I love you" al japonés no existe.
ResponderEliminarDespués lo oí de alguien más, y nunca he comprobado si es verdad.
Yo había oído (¿leído?) que los esquimales tenían más de 30 palabras para designar al color blanco.
ResponderEliminarSabiendo que el despliegue de inútil erudición tiene su éxito, lo utilizaré como truco para ligar, (sin que se entere mi mujer, claro) ;-)