Moisés y Pablo conversan
– ¿Se trataba entonces de fortalecer la organización?
– Si quieres llamarlo así. Vamos a ver, lo que estaba claro es que ni Pedro ni Santiago habrían llegado a ninguna parte. La prueba es que los jerosimilitanos no sobrevivieron; treinta años después ya no eran nada.
– Hombre, los romanos se cargaron Jerusalén ...
– Ya. ¿Y acaso no se veía venir? Tanta intransigencia nuestra había de conducir a eso. Lo tuve claro desde que aposté por la secta cristiana.
– La Ley, la Ley. Deja ya esa cantinela, mira que le sacaste provecho al truco de la zarza. Fuiste tú el que te equivocaste, el causante de tantas miserias a nuestro pueblo. Había que abrirse, hombre.
– Sí, buena estrategia la tuya. Cómo si gracias a ella hubieras mejorado la situación. Más bien al contrario, creaste al nuevo verdugo de nuestro pueblo. Bueno, yo diría que de casi todos, pero su chivo expiatorio preferido siempre hemos sido nosotros.
– No te lo niego, pero no tendría que haber sido así si aquella casta de levitas hubiese sido un poco más preclara. Teníamos todos los elementos para dominar el cotarro y asegurar la pervivencia de nuestras esencias, tan sólo se trataba de instilarlos en el centro del poder político.
– Te creerás que inventaste algo. ¿Te olvidas de cómo prevalecimos en Babilonia?
– ¿Prevalecer? Todo es relativo. Si lo comparas con las condiciones de vida de tu miserable éxodo te acepto el término. Pero yo quería mucho más, que nuestra fe fuera universal.
– A costa de traicionarla ...
– Eso lo dices tú, no en vano eres uno de los mejores ejemplos de nuestro pecado original de intransigencia. Con tus métodos no se llega a ninguna parte, hay que saber adaptarse. Algo parecido habían intentado los tres Herodes, pero fueron torpes y egoístas, atentos solo a sus intereses.
– Esto tiene gracia, el inventor del cristianismo se proclama discípulo político de los que su doctrina denuesta, tiranos sanguinarios enemigos de su Mesías.
– Estudiar a los que nos antecedieron y aprender de sus errores para poder corregirlos. Sigue anclado, amigo, que así os ha ido.
– ¿Os? ¿Acaso no eres judío?
– Lo soy, siempre lo he sido. Más merecimientos a esa título tengo yo que los que siguen anquilosados a tu Ley. ¿Quién, sino yo, señaló el necesario cambio de rumbo? ¿Quién, sino yo, supo en qué sentido habíamos de marchar para acabar de una vez con el fecundo paganismo, con esa pléyade de falsos dioses?
– ¿Habíamos de marchar? Marchasteis unos pocos apóstatas, para sumar luego a cuantos ibais convenciendo, por las buenas o las malas, y dejando en el camino al pueblo de Dios.
– Fuimos el pueblo de Dios, sí, y no supimos estar a la altura de la misión que nos había encomendado. Intenté convencer a los cabezas huecas del Sanedrín, pero ni caso, salvo amenazas de apedreamiento si molestábamos demasiado. Fueron ellos los traidores al pueblo y, sobre todo, a Dios. Poco precio me parece dejar a los gentiles que conserven el prepucio a cambio de lograr que Jehová impere en la tierra.
– Bueno, Jehová. Si quieres llamamos a Marción a que nos cuente si su Dios era Jehová.
– Pobre hombre, tenía buena intención ...
– ¿Qué vas a decir tú? La vanidad te induce a mirar con cariño a los admiradores.
– Ni te contesto. Pero dejemos a Marción quien, además, nació antes de tiempo. En esos tiempos lo importante era acabar con el paganismo. ¿Qué más da que los hombres describan de formas diferentes a Dios, discrepen en ridículos matices sobre Su doctrina? Lo fundamental es que lo reconozcan uno y omnipotente y, en consecuencia, se sometan a Su palabra.
– Que era y es la Ley.
– Pesadito estás ... La que llamas la Ley no eran sino las reglas que nos convenían en tu época para preservar la unidad de los desmoralizados desgraciados a los que guiabas. ¿Olvidas acaso la primera de las Mitzvot?
– No tendrás dioses ajenos ...
– Tal es, en efecto, la primera voluntad de Jehová. Y no nos eligió para que fuéramos los hijos de Israel los únicos monoteístas, sino como vanguardia en tiempos de confusión politeísta, como depositarios de una misión: conseguir que la humanidad entera creyera en Él.
– Ya, y así se justifica lo de la Nueva Alianza. Muy adecuado.
– Ironiza cuanto gustes. Pero no fueron los que se aferraron a las interpretaciones muertas de tu Ley quienes derrotaron al paganismo.
– Aunque fuese apropiándose de tantos de sus ritos ...
– Cierto, pero justo a la inversa de lo que hicieron mis seguidores con el judaísmo. Si de la Torá hube de prescindir de las formas para preservar la esencia de nuestra fe, a los ritos paganos se les vació de su paganismo para darles contenido cristiano.
– La comunión, por ejemplo.
– Sigue siendo, en el fondo, la comida de pascua.
– ¿Comiéndose a Dios?
– Teníamos que competir con los malditos ritos mistéricos. De todas formas, no fui yo quien inventó la deofagia.
– Nunca ha estado claro, pero es posible; al fin y al cabo, Antioquía era una ciudad griega. Pero, si quieres, le llamamos y que nos lo cuente él mismo. Lo vi hace un rato paseando con Cicerón y me pareció escucharles hablando de Eleusis, justamente.
– Desde luego, en eso de las experiencias visionarias los paganos nos llevaban ventaja. Quizá en vez de obligar al pan ácimo tendría que haber permitido la levadura convenientemente sazonada con cornezuelo.
– Al contrario, por algo se preocupó Jehová de nuestro régimen dietético. No alcanzas a ver el riesgo que supone para la unidad de la fe y la sumisión a la doctrina permitir que el hombre abra su mente. Gran triunfo fue acabar con ese foco del paganismo que el cristianismo no ha agradecido bastante al hispano Teodosio.
– Sí, me imagino que en aquellos primeros tiempo, para uno que hubiera experimentado el éxtasis de Eleusis, comulgar tenía que resultar un poco decepcionante.
– Gracias a Dios, pronto no tuvieron con qué compararlo.
– ¿Gracias a Dios? A veces me desconciertas, viéndote tan convencido. Tú estás seguro de que Jehová aprueba lo que iniciaste. ¿Se lo has preguntado?
– Si consiguiera que se me pusiera al teléfono ...
Go down Moses - Louis Armstrong (Go Down Moses, 2001)
Brillante, tu retrato. Naturalmente, no coinciden en absoluto ni con mi Pablo ni con mi Moisés, pero son consistentes, convincentes y eficazmente ilustrativos de lo que con ellos pretendes decir.
ResponderEliminarPor mi parte tengo que decir que, si aceptara que la cuestión se plantea en los términos en los que la plantea este diálogo, me sentiría mucho más cercano a la postura de Pablo que a la de Moisés.
No puedo evitarlo, hasta sus caricaturas no muy bien intencionadas me caen bien, a poco que lo recuerden...
Gracia, Vanbrugh, por el elogio. Desde luego, ya imagino que no son éstos ni tu Moisés ni tu Pablo.
ResponderEliminarPor supuesto, se trata de una caricatura pero, a mi juicio, verosímil y me atrevería a decir que ni siquiera herética. No me parece nada peregrina la idea que San Pablo se planteara las cosas como las cuenta mi personaje. Recuerda que ya por esa época había muchos judíos (entre ellos los primeros cristianos) que ya estaban hasta el gorro de la rigidez ortodoxa del Sanedrín, pero no se atrevían a dar el paso de la evangelización a los gentiles hasta que los convenció el de Tarso (y no fue fácil, sobre todo con Santiago),
Entiendo que desde el punto de vista de un católico, el divertimento pueda parecer irrespetuoso (como a los musulmanes les parece igual cuando se hacen caricaturas de Mahoma), pero no le veo al texto la mala intención por ningún lado y, si la tiene, me habrá salido inconscientemente (pero tiendo a pensar que es más reacción tuta).
ResponderEliminarEste anacronismo flagrante y obvio tienen otra discordancia, y es que son miembros representativos o fundadores de religiones de disciplinas distintas por mucho que se diga que Pablo era judío ( o romano, y Jesus, etc.), no. Uno es judio y el otro cristiano y fundador. El judaismo y el cristianismo, no digamos el catolicismo, están mucho más alejados, que el cristianismo y el islamismo.
Pablo, lo creo sinceramente, era un pragmático, es decir, un canalla.
Y me cansa tener que disculparme ante los creyentes. No es mi intención ofenderles (salvo que les ofenda mi ignorancia, no mis opiniones), en todo caso que se disculpen ellos por los 2000 años de tabarra y presiones diversas y asfixiantes.
Dicho esto, está muy bien el imposible e impausible diálogo, Miros.
25 de febrero de 2013 06:54
¿Tener que disculparse ante los creyentes? No sé a qué te refieres, Lansky. En cualquier caso, ningún creyente -de entre los tres comentaristas que hasta ahora lleva este post, o sea: yo- le ha pedido a Miroslav que se disculpe. He calificado su post de caricatura no muy bien intencionada, porque me lo parece. Pero es una opinión a la que tengo perfecto derecho, no una solicitud de disculpas, porque también él tiene perfecto derecho a escribir lo que le dé la gana.
ResponderEliminarPor mi parte estoy un poco aburrido -harto sería decir demasiado- de que la menor tos emitida por un creyente sea considerada como prueba de su intolerancia. Tanto que lo dejaría pasar en silencio -anda y que les den- pero a tí te tengo aprecio.
Lansky: Está bien eso de "imposible e implausible", me recuerda el elogio envenenado de un amigo mío de insaciable apetito al acabar un almuerzo al que había sido invitado: "exquisito pero escasito". Pero aunque te haya quedado "ben trovato", no estoy del todo de acuerdo con tus calificativos.
ResponderEliminarEn cuanto a la imposibilidad del diálogo ... Pues depende. Obviamente, es en otra dimensión espacio-tiempo, llámalo "vida eterna". La verdad, una de las cosas que más molesta de no creérmela es que me quedaré sin poder charlar con tantos tipos interesantes que la humanidad ha dado. ¿O acaso no te apetecería una conversa con Darwin?
Pero más en serio: ¿es implausible la cuestión que subyace en este imaginario diálogo? Creo que no. En contra de lo que afirmas, Pablo era judío, profundamente judío, por mucho que de la diáspora, lo cual es desde luego una nota fundamental de su judaísmo. También era, culturalmente, griego o, si lo prefieres, helenista. Su vertiente "romana", de ser cierta porque hay discusión entre los especialistas, era poco más que de carácter administrativo y no pienso que determinara su pensamiento, aunque sí, obviamente, su estrategia de acción. Hay un libro reciente que te recomiendo ("Por una interpretación no cristiana de Pablo de Tarso", de Carlos Segovia, que se puede comprar en Amazon) con el expresivo subtítulo "el redescubrimiento contemporáneo de un judío mesiánico", cuya tesis, prevalente entre los investigadores del cristianismo primitivo sobre todo anglosajones, es que él nunca se consideró "cristiano" sino siempre fiel a la Ley, desde una perspectiva apocalíptica que le impulsaría a incorporar a los gentiles a Israel. Sin negar que Pablo fue una figura clave en el proceso que permitió la separación cada vez mayor entre cristianismo y judaísmo, lo que no parece tan nítido es que, como simplificadamente se afirma tanto desde posiciones pro-cristianas como no, es que su protagonismo fundacional (y, por tanto, apóstata) fuera intencionado. En ese marco has de leer mi diálogo al que por tanto creo que no es pertinente calificarlo de "implausible" pues la tesis algo de atención sí merece.
Por supuesto, tus otras dos opiniones (que el cristianismo está más alejado del judaísmo que del islam, y que Pablo era un pragmático, es decir, un canalla) son la primera tan amplia y la segunda tan tajante que para discutirlas requerirían acotar los términos, exponer los argumentos y mucho más espacio.
Probablemente llevas razón, Miros, pero como esto era un divertimento, escrito además en un blog variopinto y no en un congreso de historia de las religiones puedo permitirme eso, creo, de ser tajante y a mi vez paródico.
ResponderEliminarVanbrugh: no me refería a tí, hablaba en términos generales de la disculpa a si mismo genérica de Miros de no pretender en este post y con este post de ofender a nadie, lo que le honra. Por lo demás comprendo que os sintáis perseguidos, por la diosa Razón.
Tu actitud me induce a pensar que es conveniente que no vuelva a cruzar contigo opiniones sobre estos temas, lo que no deja de ser una pena, para ambos.
Yo me inclino, como supondréis, a considerar que Pablo era un profundo creyente judío -y que nunca dejó de serlo-, a quien la experiencia de Jesús, consistiera esta en lo que consistiere, añadió a su fe una vertiente nueva, muy importante, que objetivamente provocó su alejamiento, y el de sus seguidores cristianos bajo su influencia, de los orígenes judíos. Es decir, un planteamiento bastante similar, salvando las naturales diferencias, al del post de Miroslav, que, además, me parece que lo expone brilantemente, como ya he dicho.
ResponderEliminarPor mi parte, Lansky, sentiría mucho que dejáramos de poder hablar de estos temas, y no veo ningún motivo por el que deba ser así. Que de vez en cuando se me agudice la sensibilidad y me sienta injustamente acusado de intolerancia no me parece más que la justa contrapartida a que de vez en cuándo a tí se te agudice el anticlericalismo y me tires una puyita un poco más personalizada que las habituales, pero nada de todo ello me parece excesivamente grave. Yo lo llevo bien, y trataré de no darme por aludido más que cuando me parezca estrictamente necesario. No sé tú cómo lo ves...
¿Puyita personalizada?. te vuelvo a repetir, o sea te rerepito que mi comentario era en respuesta al post de miros y no al tuyo
ResponderEliminarPrecisamente por eso hablo yo de sensibilidad agudizada por mi parte, que me lleva en muchas ocasiones, como esta, a darme por aludido cuando no lo soy. Trataré de enmendarme, no me regañes...
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