Los fines y los medios; los jesuitas
Atención a que salgan bien las cosas. Algunos ponen más la mira en el rigor de la dirección que en la felicidad del conseguir intento, pero más prepondera siempre el descrédito de la infelicidad que el abono de la diligencia. El que vence no necesita de dar satisfacciones. No perciben los más la puntualidad de las circunstancias, sino los buenos o los ruines sucesos; y así, nunca se pierde reputación cuando se consigue el intento. Todo lo dora un buen fin, aunque lo desmientan los desaciertos de los medios. Que es arte ir contra el arte cuando no se puede de otro modo conseguir la dicha del salir bien.
El texto anterior es el sexagésimo sexto aforismo de los trescientos que contiene el Oráculo manual y arte de prudencia, publicado en 1647 por Baltasar Gracián, con el propósito de servir como 'guía de supervivencia' en la crecientemente sociedad del Barroco (los libros de autoayuda tienen larga historia). Emparentado en cierta medida con la doctrina de Maquiavelo, los consejos del toscano a los príncipes los generaliza y amplía el Oráculo para el provecho de los ciudadanos comunes, predicados desde el más omnipresente pragmatismo, tanto que su lectura llega a revolver las tripas. Sin embargo, Gracián no inventa nada, limitándose a registrar ordenadamente, con la concisión literaria de la que es maestro, las normas de conducta que desde siempre han seguido quienes saben prevalecer en la sorda guerra de la existencia y que desde luego no han perdido vigencia. La diferencia respecto de nuestro Siglo de Oro radique quizá en el doble lenguaje que se ha impuesto, probablemente desde la edad victoriana. Hoy se ha de predicar todo lo contrario de lo que se practica, nos llenamos la boca con discursos éticos aunque sepamos de sobra sólo son recursos oportunistas para justificar o deslegitimar, según convenga a nuestros intereses. Así las cosas, prefiero la honestidad cínica de Gracián a la hipocresía vomitiva de nuestros ideólogos. Y en este marco, que mejor ejemplo de la archimanida relación entre el fin y los medios. ¿Justifica el fin los medios? Sí, dice el aragonés del XVII, sin perderse en disquisiciones éticas; por supuesto que no, sentencian nuestros autoerigidos maestros de moral (laicos y religiosos) aunque luego apliquen muy selectivamente la doctrina.
Lo de que el fin justifica los medios se ha atribuido siempre a los jesuitas, hasta el punto de convertirse, de tan repetida, en una verdad indiscutible que alimentó el generalizado rencor hacia la Compañía y justificó las expulsiones de la segunda mitad del XVIII. Y es que en efecto fue un jesuita, el alemán Hermann Busenbaum quien en su libro Medulla theologiae moralis (1650) escribió, a propósito del ejemplo concreto de un prisionero encarcelado injustamente que para escapar se plantea engañar al guardian, darle un somnífero o romper los barrotes de la celda (todos ellos medios "malos"), que "quia, cum finis est licitus, etiam media sunt licita" (porque, cuando el fin es lícito, también los medios son lícitos). Naturalmente, los del de Loyola siempre han negado que tal frase debiera entenderse como máxima ética y que lo que pretendía destacar Busenbaum era que medios no malos en sí mismos (o, al menos, solo ligeramente malos) pueden hacerse buenos gracias al fin a que se destinan. Ciertamente, si revisamos los debates académicos del XVII y siglos posteriores, no encontraremos que ninguna autoridad de la Compañía legitime con carácter general los medios en función de los fines. Sin embargo, en una sociedad que desde siempre prefiere la simplificación de los titulares (cómo si no movilizar la opinión pública), los jesuitas cometieron un error de bulto dando armas (demagógicas) a quienes envidiaban su rápida ascensión a puestos de poder en la Iglesia, a partir de su excelencia intelectual, su celo contrarreformista y su eficaz y ciega lealtad al Papa. Así, la primera pluma célebre en arremeter contra la Compañía fue nada menos que Blaise Pascal, en el seno del agrio debate que en la Sorbona parisina –y en toda la cristiandad católica– se sostenía a raíz de las tesis jansenistas sobre la Gracia y el libre albedrío (otra de las muchas discusiones bizantinas a que tan aficionados han sido desde siempre los teólogos). En sus célebres Cartas provinciales, el matemático venía a denunciar la "tibieza" moral de los jesuitas, condenando la forma de entender la ética que se dio en llamar casuismo.
Pascal, y la pléyade de quienes lo siguieron en las críticas a los jesuitas, no fue todo lo intelectualmente honesto que habría debido en sus acusaciones. Pero aunque ciertamente sea injusto atribuir a los de Iñigo la defensa de la tesis de Gracián, no deja de haber algo de verdad en que ellos mismos, con su jesuitismo, bien que se encargaron de hacer verosímiles los rumores. Así, por ejemplo, las mejores cabezas de le teología militante de la Contrarreforma, fueron españolas y jesuitas (Luís de Molina, Juan de Mariana y, sobre todo, Francisco Suárez) y en algunos de sus escritos dejaron escapar insinuaciones más o menos veladas sobre la licitud del tiranicidio. En la misma línea, y con mayor trascendencia en razón de su cargo, se pronunció el también jesuita cardenal Bellarmino (famoso por su deplorable papel en los casos de Giordano Bruno y Galileo), quien defendió el derecho de los pueblos a derrocar a los reyes injustos (obviamente, así declarados por el Papa), negando la ideología medieval del origen divino de la monarquía. Conviene advertir que las discusiones en este caso no eran precisamente teóricas; recuérdese que en 1589 Enrique III es apuñalado y muerto por un fraile dominico y solo 21 años después otro fanático católico, Francois Ravaillac, asesinó a su sucesor, el primer Borbón francés. Y es que el propio Enrique IV (hugonote de origen pese a su "París bien vale una misa") ya había sufrido varios atentados y no se cortaba en acusar a los de la Sociedad de Jesús de ser quienes los habían organizado. En ese ambiente tan caldeado, no es de extrañar que, por su influencia y poder y por la sofisticación, a veces ambigüedad, de los escritos morales de sus más preclaros representantes, los jesuitas se ganaran la fama, no del todo inmerecida, de que justificaban cualesquiera medios si los fines eran buenos (buenos, claro está, dirían sus enemigos, para ellos).
En todo caso, pasado el fragor de las terribles guerras de religión que asolaron Europa durante más de un siglo, y alcanzado el necesario status quo (Paz de Westfalia) que conllevaría un duro golpe a la primacía temporal de la Iglesia, los jesuitas se cuidaron ya muy mucho de insistir, ni siquiera tangencialmente, sobre la licitud de los medios en función de los fines, aunque es probable que, haciendo uso de la también jesuítica doctrina de la reserva mental siguieran ajustando su comportamiento a ese criterio ético. Sin embargo, los muchos pensadores que eclosionaron con la Ilustración, envalentonados en sus ataques contra la Iglesia, se ocuparon de machacar que el jesuitismo, entendido en su acepción más peyorativa y simplona, seguía dominando la política vaticana. Durante el XVIII arrecian las hostilidades contra la Compañía, colgándole la autoría de cuantas intrigas y conspiraciones, reales o imaginarias, se concebían. No deja de ser paradójico –alguno lo calificaría de justicia poética– que las campañas anti-jesuíticas que tanto éxito tuvieron (expulsiones de numerosos países europeos y supresión de la Orden por Clemente XIV en 1773) se valieran para alcanzar ese fin "bueno" de medios "malos", entre ellos, mentiras descaradas. Una de éstas, que ha alcanzado no poca difusión entre los amantes de las teorías conspiratorias, es la del supuesto juramento jesuita. Parece ser que se trata de un bulo inventado en la Inglaterra del XVII: por lo visto, cuando un jesuita ascendía a un cargo de poder había de realizar un juramento de fidelidad absoluta al Papa en asuntos temporales y, específicamente, de disposición a contribuir a la "destrucción" de los reyes herejes; a cada lado del "postulante" había otros dos compañeros, cada uno sosteniendo una bandera, la de los colores papales y otra negra con una cruz roja, una daga y una calavera con sus tibias cruzadas. En esta segunda bandera aparecía impreso el famoso INRI, pero significando no Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum, sino Iustum Necar Reges Impious que viene a traducirse como "es justo exterminar a los reyes impíos".
Estrecha relación pues entre la "moral de los medios y los fines" y los jesuitas (por cierto, olvidé consignar que Gracián también era jesuita), tanta que no creo demasiado exagerado que son de la pluma de miembros de la Compañía los tratados más sesudos sobre estos asuntos éticos. Como dije, hoy lo políticamente correcto es afirmar que "el fin NO justifica los medios", que queda muy bien incluso como imperativo categórico, aunque no se terminen de extraer todas las consecuencias y mucho menos, desde luego, la apliquemos en nuestras vidas cotidianas. A riesgo de ser tildado de jesuítico, me atrevo a sostener que a veces el fin sí puede justificar los medios, aclarando de entrada que no cualesquiera medios. Pero para defender mi postura habré de traer a colación, aunque sea concisamente, otras consideraciones.
Senyors de la guerra - Gerard Quintana - Jordi Batiste (Els Miralls de Dylan, 1998)
"A riesgo de ser tildado de jesuítico, me atrevo a sostener que a veces el fin sí puede justificar los medios, aclarando de entrada, que no cualesquiera medios."
ResponderEliminarLo suscribo, pero en efecto, hay que traer a colación más consideraciones; una sola: los escuetos aforismos que maneja el personal no valen como justificante. Por ejemplo, los escraches son un medio dudoso, como lo es un puñetazo, son coacciones, pero si hay otros medios en frente, como el desalojo de viviendas en condiciones abusivas...¿Y si los escraches se convierten en norma para torcer voluntades? Lo escraches son una pena, como las huelgas. Dar un puñetazo a alguien no es de recibo en general, pero si es para responder a un navajazo me parece justificado. Los puñetazos como norma no son de recibo, y los navajazos menos. Ahora si los escraches pasan de grado o no responden a agresiones superiores tendríamos en efecto un problema. Finalmente, hay que analizar caso a caso, y como en casi todo, es más honesto, como haces tú, plantearte dudas que tener respuestas indudables, cosa que sucede demasiado a menudo en política
Enunciar una regla general referida a conceptos abstractos y universales, del tipo 'el fin no justifica los medios' o 'dos cuerpos se atraen entre sí con una fuerza directamente proporcional a sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de las distancia que los separa' solo tiene sentido si se trata de una regla válida para todos los casos. De tal manera que encontrar un solo caso en el que la regla no se cumple equivale a invalidar la regla u obliga a formularla en nuevos términos.
ResponderEliminarDecir 'el fin justifica los medios, pero no cualesquiera medios' es a mi juicio, por tanto -perdóname, querido Miros- una solemne e inane tontería. Del mismo género que afirmar 'todos los hombres tienen el cabello rubio, excepto los que no'.
Yo creo que el fin no justifica los medios. Y lo creo, yo sí, con carácter universal, absoluto y sin excepciones. Lo que, para mí, equivale a decir que si un medio cualquiera me parece malo y no creo que deba ser usado, no hay absolutamente ningún fin posible aplicado al cual ese medio deje de parecerme mal y empiece a parecerme bien. Ninguno.
Si pensara que en determinadas ocasiones algunos medios, no excesivamente malos aunque no del todo de mi gusto, si son empleados para conseguir un fin que considerado desde cierto punto de vista podría no parecerme mal del todo, tendrían cierta posibilidad de llegar a parecerme mejor que otros... la verdad, me abstendría de tratar de formular semejante obviedad con formato de regla universal. Porque es evidente que no lo es, y no sirve para nada, como no sea para engañar, disfrazarla como si sí lo fuera.
Porque admito que pueda estar equivocado en mi regla particular de que el fin jamás justifica los medios. Pero en cambio estoy bastante seguro de mi teoría de que las reglas generales, enunciadas con salvedades, excepciones, matices y precedidas de 'a veces' dejan de ser reglas para convertirse en bobadas superfluas y entorpecedoras.
Vale, Vanbrugh, acuso tu crítica a mi falta de rigor en la expresión lingüística de mi premisa, aunque quizá tu calificativo sea demasiado tajante. Lo que llamas "regla general referida a conceptos abstractos y universales" prefiero denominarlo siguiendo la tradición aristotélica como proposiciones universales , que como bien sabes pueden ser afirmativas o negativas. La proposición "los fines justifican los medios" traducida al menos equívoco lenguaje de los silogismos sería "todos los medios son justificables por sus fines".
ResponderEliminarTú en cambio sostienes que con carácter general y sin excepciones "el fin no justifica los medios". Para expresar esta proposición de nuevo en términos silogísticos diríamos que "ningún medio es justificable por su fin" (supongo que estarás de acuerdo), que se corresponde a una proposición universal negativa (de las de tipo E, como estudiamos en el bachillerato).
Yo escribí "a veces el fin sí puede justificar los medios, pero no cualesquiera medios" y tú la traduces como "todos los medios son justificables por sus fines salvo los que no lo son" que, en efecto, suena a tontería. Pero es que, en rigor, tu traducción no es correcta (en gran parte por mi desafortunada redacción). Si pasamos mi frase a un lenguaje más ortodoxo sería "algunos medios son justificables por sus fines", que es una perfecta proposición del tipo I (particular afirmativa).
Ciertamente mi proposición y la tuya son lógicamente incompatibles por lo que no podemos tener razón los dos. Sin embargo, lo significativo es que se mueven en muy distintos planos: la tuya, como bien dices, pretende ser una regla universal, sin duda muy útil para evitar conflictos de conciencia. Si crees en su validez (o verdad), es evidente que no necesitas valorar en nada el fin para decidir sobre la licitud del medio. Del mismo rango es la norma también universal simétrica (la A) que permite, a quien piense que "todos los medios son justificables por sus fines", limitarse a juzgar sobre la licitud del fin para decidir sobre la del medio.
Yo –lo siento– no creo que ni la A (la de Gracián) ni la B (la tuya) sean las verdaderas, sino la mucho más modesta que con poca fortuna he escrito (la I). Ya me gustaría a mí contar en este caso (o en otros) con reglas universales de conducta.
Y, por cierto, tu conclusión final parte del erróneo supuesto de que yo he "formulado una obviedad con formato de regla universal". Creo haberte demostrado ya que no es así; simplemente he manifestado mi opinión siendo perfectamente consciente de que, en este asunto, no creo que haya regla universal. Que sugieras que o bien soy tonto por decir obviedades (que, por cierto, no las veo por ningún lado en términos lógico: tu propio ejemplo de los rubios no es una obviedad, sino una proposición particular con una poca acertada redacción), o bien tengo intenciones de engañar, la verdad, me parece un juicio cuando menos apresurado.
No sé si mi juicio es apresurado pero lo que sí es, constato mientras me releo, es bastante grosero. Pido por ello las correspondientes disculpas. Me aprovecho de tu invariable buen talante para dejar suelto sin muchas precauciones al mío, que no siempre es tan bueno. Lo lamento. En ningún caso quería decir ni que tú seas tonto -me consta que no lo eres, y creo que a tí te consta que me consta- ni que tengas intención de engañar a nadie, pero mi desafortunadísima reacción lo ha dejado entender así.
ResponderEliminarNo, lo que en realidad quiero decir es que la proposición que normalmente se formula es una universal negativa, modelo E: Ningún medio es justificable por el fin al que se aplique; que también puede ser enunciada como universal afirmativa, modelo A: todos los medios son buenos o malos en sí mismos, con independencia del fin a que se apliquen. Las creo equivalentes, y ambas coinciden con mi propia opinión. Por eso las cosas que me parecen mal, como la tortura o, en otro nivel -no es que trate de compararlas- los escraches, me parecen inadmisibles en cualquier caso, y no puedo compartir ninguna postura del género de las que dicen, por ejemplo: la tortura está mal, pero si con ella pueden salvarse vidas inocentes, entonces es admisible emplearla. O: los escraches están mal, pero si se emplean por personas desesperadas contra los políticos corruptos que han causado su desesperación o tienen en su mano el evitarla, entonces son un medio justificable. No los comparto por un doble motivo: el teórico -suscribo la proposición de que los medios no son justificables por los fines- y el práctico: admitir que hay casos en que medios que considero malos pueden ser justificables por el fin a que se apliquen, significa abrir la puerta a que la policía torture a los detenidos, amparándose en la excepción que justifica la tortura para obtener un fin superior beneficioso, o de que cualquiera pueda hacerle un escrache a cualquiera, afirmando que en su caso sí es admisible porque... Es decir, solo las reglas sin excepciones ni salvedades me parecen úutiles, porque establecer que pueden tener excepciones equivale a admitir que cualquiera decida que su caso concreto es una de esas excepciones. Y así podría encontrarme con escraches contra diputados que quieran legalizar el matrimonio homosexual, amparados en que atenta contra el Derecho Natural: y ¿qué podría argumentar contra ellos, si antes hubiera defendido los escraches que me parecieran bien a mí?
Es decir, creo que la única forma honrada de negar una proposición universal negativa, como "el fin no justifica los medios", o su equivalente afirmativa, como "los medios son buenos o malos con independencia de su fin", es efectivamente, negarla, es decir, afirmar sin ambages que "el fin sí puede justificar los medios" o que "los medios no son buenos o malos en sí, sino según a qué fin se apliquen". Que es lo que, en la práctica, dice tu postura. Por eso, formularla como si no negara de plano la proposición a que se opone, sino que solo la matizara: "El fin no justifica los medios, pero a veces sí", me parece, mal mirado, hipócrita, y bien mirado, inoperante.
Y con ello, claro, no quiero llamarte ni hipócrita ni inoperante a ti, sino solo explicar por qué me lo parece tu postura, precisamente para tratar de disuadirte, fiado en que tú no eres hipócrita ni deseas ser inoperante, de que sigas manteniéndola.
Que es para lo que suelo discutir, además de porque me gusta.
Aunque creo que cada uno entendemos perfectamente al otro, permíteme que puntualice.
ResponderEliminar1. De acuerdo con la equivalencia entre "ningún medio es justificable por el fin" y "todo medio es bueno o malo con independencia del fin al que se aplique". Una proposición universal, sin duda.
2. Sé que suscribes dicha proposición universal. También sé que sabes que yo no.
3. La negación de una proposición universal no requiere la universal contraria ("todo medio es justificable por el fin al que se aplica" o "todo medio es bueno o malo según el fin al que se aplica"). Basta con una particular ("algunos medios son justificables por el fin al que se aplican"). En esto también estamos de acuerdo, porque ya lo señalaste en tu primer comentario.
4. La proposición particular que yo sostengo (simplificadamente: "algunos medios son justificables por el fin al que se aplican") no es igual a la que tú escribes ("los medios (todos) no son buenos o malos en sí, sino según a qué fin se apliquen"). Ahí cometes el error de transformármela en la general opuesta a la tuya.
5. La proposición particular que sostengo sí niega la tuya (tú mismo lo admitiste en el comentario anterior). Pero la niegue de plano o no (habría que definir qué entendemos cada uno por esa expresión), la niega con alcance distinto a la universal que te empeñas en que es la que yo sostengo. Con mi proposición digo que algunos medios pueden justificarse por sus fines y admito implícitamente que otros medios no pueden justificarse por los fines. La universal que abusivamente me endosas establece que todos los medios pueden justificarse por sus fines. Y eso, insisto, no lo sostengo.
6. Eres muy libre de que te parezca "mal mirado, hipócrita, y bien mirado, inoperante" sostener la proposición que sostengo. A mí, obviamente, no. En todo caso, si generalizo esta apreciación tuya, debería deducir que ante una proposición universal sólo es honesto u operativo, si no se está de acuerdo, mantener la proposición universal contraria. Ni en el ejemplo que nos ocupa ni en ningún otro me parece una actitud razonable a priori.
7. Ciertamente, estoy de acuerdo contigo en que admitir la veracidad de una proposición particular que niega la correspondiente universal tiene como riesgo abrir la puerta a múltiples abusos y, en efecto, obliga a cada uno a decidir si en cada caso concreto se está ante una de las que llamas "excepciones". Entiendo que sólo te parezcan útiles las reglas sin excepciones ni salvedades (las proposiciones universales). En efecto, estas reglas nos eximen de cualquier duda moral, sabemos siempre lo que está bien y lo que está mal.
8. Pero, aunque te parezca deseable (a mí no tanto), estoy bastante convencido de que, al menos en el terreno de la ética, es muy difícil encontrar proposiciones universales verídicas, incluyendo, por supuesto, la que genera esta discusión. Me temo (en realidad no) que el hombre está condenado a decidir sobre la licitud de su comportamiento en cada momento teniendo en cuenta todas las circunstancias (los medios, los fines y cualesquiera otros factores) que inciden. El famoso libre albedrío no sólo significa decidir entre el bien y el mal, sino decidir qué es lo que está bien y lo que está mal (que, además, no son extremos sino que hay gradaciones).
9. Y con lo anterior no sostengo que las proposiciones universales sean inútiles; valen para mucho. En el caso que nos ocupa, la regla que tú defiendes de modo absoluto yo también la asumo a priori. Es decir, para mí, de entrada el medio no se justifica por el fin. Pero puedo admitir, con una muy poderosa carga de argumentos, que un medio que en circunstancias ideales me parecería malo puede estar justificado ante la confluencia de suficientes factores concretos que me inclinen la balanza en tal sentido.
Lansky: Te contesto a destiempo pero para que veas que lo hago (aprovecho que no lo harás hasta el lunes). En realidad, nada tengo que decirte salvo asentir a tu comentario y repetir contigo que, en efecto, hay que traer a colación más consideraciones.
ResponderEliminarQuizá sería estupendo que en el terreno ético las reglas no admitieran excepciones y, consiguientemente, tampoco dudas en el juicio. Pero parece que coincidimos en que no es así (e intuyo que también concidimos en que tampoco sería deseable).
Sí, estoy mucho más próximo a tu planteamiento que al de Vanbrugh, desde luego.
ResponderEliminarLas reglas éticas o como se quieran llamar: normas morales, patrones de conducta, lo que sea, no son leyes físicas de ineluctable cumplimiento, no son la ley de la gravedad. Yo creo que hay una línea que NO quiero sobrepasar entre los que piensan que ciertos sacrosantos fines —como la liberación de la patria de un supuesto o real opresor— justifica el empleo de medios, como los atentados mortíferos, para mí intolerables, pero también creo que mataría no por la puñetera patria, pero sí por defender mi vida o más aún la de mis seres queridos. ¿Soy ambiguo? No creo. Ética y Física son cosas distintas, la física quizá más ‘difícil’, pero la ética más compleja.
P.S.- por lo que sea, siguen sin aparecer mis posts cuando los renuevo (???)
La verdad es que creo que ha quedado todo dicho por ambas partes, pero puesto que en los comentarios a tu siguiente post dices haber echado el falta una respuesta mía a tu último comentario, cumplo con el trámite formal:
ResponderEliminarNada que objetar a tus consideraciones teóricas, ni a las que hace Lansky en la misma línea. Ciertamente, las 'leyes' morales no son ineluctables, como las físicas. Somos libres, en cada caso, de atenernos a ellas o no, al contrario que los cuerpos sólidos, que no son libres de atenerse o no a la ley de la gravedad. La cosa es evidente, tampoco hace falta extenderse mucho sobre ella.
Tu postura viene a ser que, aunque 'de entrada' -el referendum sobre la OTAN convocado por el Sr. González me echó a perder definitivamente esta respetable locución- el medio no se justifica con el fin, en un caso práctico pueden confluir factores suficientes para que decidas que un medio concreto sí queda justificado a tus ojos por el concreto fin al que sirve.
Me parece respetabilísimo, pero a mí no me sucede. Como los escraches, o la tortura, me parecen medios inadmisibles; y como suscribo, de entrada, de salida y de recorrido intermedio entre ambas, el principio de que el fin no justifica los medios, no hay caso práctico alguno en que me permita a mi mismo considerar que, visto lo deseable del fin a conseguir con su uso, la tortura, o los escraches, pasan a ser a mis ojos medios admisibles.
Ese resultado es el que me permite afirmar que, en mi opinión, el fin no justifica los medios. Si no se diera, y si hubiera casos en los que medios que me parecen, 'de entrada', inadmisibles, pasaran, visto el fin a que se aplican, a parecerme admisibles, entonces ya no diría que suscribo el principio de que el fin no justifica los medios. Suscribiría otro distinto, que podría formularse de muchas maneras: "el fin no justifica los medios, salvo que sí lo haga", o "El fin no justifica todos los medios, pero sí algunos", o "Algunos medios son justificables por sus fines y otros no"... En fin, como más le (os) guste decirlo a los que suscriban (suscribais) tal nuevo principio. Como no es mi caso, no me meto.
Lo que sí tengo claro es que en ningún caso afirmaría que "El fin no justifica los medios", porque esta es una proposición universal, que solo puede decirse que es la que guía nuestra conducta si lo hace de modo universal, sin excepciones; y a la que una sola excepción invalida, para convertirla en otra distinta, ya no universal.
Por eso, lo siento, sigue pareciéndome hipócrita -si la miro mal- o al menos inoperante -si la miro bien- la postura de quien dice suscribir un principio universal, pero solo con carácter particular. Y sigue pareciéndome tan, al menos, inconsistente, como la de quien afirmara que todos los perros son verdes, salvo aquellos que no lo son.
Vanbrugh: no creo que haya quedado todo dicho, ni mucho menos, ni tampoco que tengamos ambos claro las posiciones del otro. Esto último se me presenta tras la lectura de los dos últimos párrafos de tu último comentario, aunque puede que no acabe de entenderlo.
ResponderEliminarTe sigue pareciendo hipócrita o inoperante la postura de suscribir una proposición universal (el fin no justifica los medios) pero sólo con carácter particular. Yo no hago eso, creí que había quedado claro. Yo no sostengo esa proposición universal (ni su contraria universal); he dicho ya que niego esa proposición universal (y también su contraria) y sostengo una proposición particular (algunos medios son justificables por los fines, con su corolario casi obligado: algunos medios no son justificables por sus fines). Por tanto, no termino de entender tu empeño en endosarme que hago algo que no hago.
Pero es más, carece de sentido en términos lógicos “suscribir un principio universal pero sólo con carácter particular”. Los principios (las proposiciones) o son universales o son particulares; no existen proposiciones universales de alcance particular. Tu ejemplo (todos los perros son verdes salvo aquéllos que no lo son), por más que estemos de acuerdo en que es una tontería, desde el punto de vista lógico es una perfecta proposición particular del tipo I (nada inconsistente) solo que “mal escrita” de acuerdo a la tradición que nos viene de Aristóteles; seamos tolerantes y enunciémosla correctamente: algunos perros son verdes.
Insisto, nadie puede sostener universales con carácter particular, luego ese imposible no puede parecerte hipócrita. En cuanto a inoperante, ya te reconocí que siempre es más “operante” una proposición universal que una particular, pero no por eso va a ser verdad. Lo que, dicho sea de paso, a mí a veces me preocupa es que en aras de la “operatividad” se obligue a comulgar con universales a quienes no las tenemos claras (algo muy español, por cierto, que suele conducir a exaltar las posiciones extremas y condenar ambos bandos las matizadas, insatisfactorias a quienes ansían los absolutos).
Tampoco creo que sea poco respetable asumir como “criterio” que no “regla” una proposición universal, a modo de guía apriorística, de postura de partida, antes de analizar las circunstancias. Es decir, niego la veracidad de la proposición universal pero sí le reconozco que es una particular que, en la mayoría de los casos, resulta cierta (digamos que la formularía “casi ningún medio es justificable por los fines”) por lo que, prudentemente, tiendo en principio a darla por buena.
Y acabo. Pones como ejemplos medios que consideras inadmisibles en todos los casos (el escrache y la tortura). Ese planteamiento me parece válido incluso como universal respecto de un medio concreto (el escrache nunca es justificable) aunque naturalmente su validez dependerá de la valoración ética de cada uno. Pero el que haya muchos medios sobre los que tengas claro su “injustificabilidad”, la universal que sostienes no se deduce. Por ejemplo, mentir es, per se, malo. ¿Dirías que en ningún caso es justificable una mentira aunque el fin sea más que loable? Revisa los ejemplos del jesuita Busenbaum, justificando medios “malos” (pero poco) por el fin al que se aplican.
Parece claro que en esta cuestión no nos entendemos, Miroslav.
ResponderEliminarYo también creí que había quedado claro que tú no suscribías el principio "El fin no justifica los medios", y me parecía estupendamente. Hasta que en tu penúltimo comentario te leí: "En el caso que nos ocupa, la regla que tú defiendes de modo absoluto yo también la asumo a priori. Es decir, para mí, de entrada el medio no se justifica por el fin.".
Bien, o lo asumes, y no se justifica, o a veces sí se justifica, y entonces no lo asumes. Cualquiera de las dos cosas me parece muy bien, pero las dos a la vez, no. Las dos a la vez son, sin embargo, lo que dices. Lo que dices tú, no yo. No soy yo quien se ha inventado eso -que estamos de acuerdo en considerar que carece de sentido en términos lógicos- de asumir una afirmación, o negación universal de modo particular. Eres tú quien lo hace, yo me limito a constatar que lo haces y hacer notar que no lo entiendo.
"siempre es más “operante” una proposición universal que una particular, pero no por eso va a ser verdad", dices. Este género de proposiciones, en mi opinión, ni son verdad ni dejan de serlo. Simplemente, uno está de acuerdo con ellas, o no; las suscribe o no. Una de las dos cosas, no las dos a la vez. Decir "la asumo, a priori, 'de entrada' el fin no justifica el medio" para luego explicar que eso es el ideal pero que, en la práctica, algunos medios pueden ser justificados por sus fines, es exactamente esa inconsistencia lógica que tan bien me explicas, no sé por qué, porque eres tú, no yo, quien incurre en ella. A lo que llamo hipocresía o inoperancia es a tu insistencia en asegurar que asumes un principio que acto seguido pasas a negar. Me sorprende que no te des cuenta tú mismo, pero tras varios comentarios tratando de explicarlo sin aparentes resultados no sé ya de qué otro modo exponer lo que creo evidente.
" Lo que, dicho sea de paso, a mí a veces me preocupa es que en aras de la “operatividad” se obligue a comulgar con universales a quienes no las tenemos claras". Sinceramente, este último párrafo me da la puntilla. Es evidente que me explico muy mal. Tengo que pensarlo así para no darme por ofendido por semejante absurda acusación, la de que yo "obligue a comulgar con universales" a tí ni a nadie. En mi vida he obligado, ni pretendido obligar, a nadie a comulgar con nada, ni hubiera sabido hacerlo, ni puedo, ni me interesa, ni se me ocurre qué, en todo lo que he dicho, haya podido dar pie a que pienses y digas semejante cosa, pero puesto que parece hacer falta, lo diré: no tengo el menor interés en que ndie suscriba ni ese principio ni ningún otro, y sí mucho en que cada cual piense y diga lo que más le acomode. Precisamente por eso había dejado la discusión en el punto en que, ahora me corroboro, mejor podía quedarse.
Venga, Vanbrugh, no te enfades. Retiro lo de la comunión obligatoria, aclarando por si hiciera falta (que espero que no) que no pienso que tú lo pretendas.
ResponderEliminarEn todo caso, quien me explico mal debo ser yo y creo que vamos acotando este último reducto de desencuentro. Lo diré mucho más claro: No estoy de acuerdo con la regla universal de que el fin no justifica los medios. Tampoco estoy de acuerdo con la universal contraria de que el fin justifica los medios. Con lo que estoy de acuerdo es con la particular de que algunos medios pueden ser justificables por los fines. Eso por no salirme de la clasificación clásica de las premisas silogísticas.
Cuando digo que no asumo la regla universal pero que "tiendo a darla por buena de entrada" no digo dos cosas contrarias a la vez como te empeñas en mantener, sorprendiéndote de que no sea capaz de ver la presunta evidencia (que no sea capaz de verlo es, por cierto, prueba de que no es tan evidente). Ahí está nuestro disenso. Para evitarlo, y aunque creo que no sería necesario, retiro también las diversas redacciones de esta parte y las cambio por una formulación más precisa de la proposición que sostengo: "algunos pocos medios pueden ser justificables por los fines a que se aplican". Confío en que admitas que sigue siendo sin ningún género de dudas una proposición del tipo I y asumiéndola no estoy asumiendo la universal.
Una de las diferencias entre las proposiciones universales y las particulares es que éstas admiten gradaciones, cuantificar el "algunos". Tan particular es "el 99% de los africanos son negros" como "el 1% de los africanos son negros", pero las consecuencias prácticas de asumir una u otra son muy distintas. Así que te diré que yo pienso que "muy pocos medios son justificables por los fines a los que se aplican", lo que, en mi particular práctica personal, me obliga a negar la validez de la universal que tú defiendes pero, a la vez, me predispone "de entrada" contra cualquier medio que juzgue malo. Pero no porque por ser malo necesariamente es injustificable (en cuyo caso tendrías tú razón y estaría siendo lógicamente incoherente), sino simplemente porque antes de conocer y valorar los fines y demás circunstancias en que se produce tiendo a pensar que lo más probable es que, como sucede en la mayoría de los casos, ese medio no sea justificable. Es el mismo "pre-juicio" que hacemos cuando esperamos encontrarnos un negro cuando viene a vernos un subsahariano: no porque afirmemos que todos los subsaharianos son negros sino porque creemos que un porcentaje muy mayoritario de ellos lo son.
En todo caso, esa que desafortunadamente he llamado "asunción de entrada" no me exime de reflexionar sobre el fin y el medio del caso concreto para decidir si en el caso particular (como particular es la proposición que sostengo) el primero justifica el segundo. Si sostuviera como tú la universal sobraría cualquier consideración sobre el fin, pues si el medio es malo la acción es condenable sin darle ninguna vuelta.
En fin, tengo la sensación de que me repito. Te confesaré que a mí también me parece evidente que NO estoy defendiendo dos tipos de proposiciones a la vez. En todo caso, si crees que es mejor dejar la discusión, nada que objetar. No obstante, si me admitieras que defiendo una particular y en absoluto una universal, sería quizá fructífero llevar la discusión a las diferencias entre nuestras dos posiciones. De hecho tenía previsto volver sobre el tema en un siguiente post (éste era la introducción); es decir exponer por qué no estoy de acuerdo con la proposición universal. A este respecto, no comentas nada sobre el ejemplo que te pongo de la mentira.
Yo creo que cuando dices que no asumes la regla universal pero que "tiendes a darla por buena de entrada", SÍ estás diciendo a la vez dos cosas opuestas, pero bueno. Solo se me ocurre una forma de no entenderlo así: establecer que tender de entrada a hacer algo no significa nada -y siempre he pensado que para no decir nada lo mejor es, efectivamente, no decir nada-, o que entre asumir un principio y darlo por bueno existe una diferencia sustancial -que, francamente, no se me ocurre cuál es-.
ResponderEliminarEn cualquier caso no, no me enfado, o solo lo poquito que no puedo evitar cada vez que, por exponer claramente y sin ambigüedades cuál es mi postura en alguna cuestión, soy acusado de ser intolerante y de pretender imponer esa postura mía. Por lo visto la única forma de parecer respetuoso de las opiniones ajenas es negarlas, pero en la misma frase en la que se afirma que uno de entrada tiende a darlas por buenas. Lo siento, como no es fórmula a mi alcance y ni la practico ni apruebo su práctica seguiré siendo acusado de pretender imponer mis posturas, simplemente por explicarlas bien.
En cuanto al ejemplo que me pones de la mentira, yo no considero que mentir sea malo per se. Como ya he explicado en algún post, la mentira me parece un medio legítimo, que no necesita ser justificado por su fin, porque no es injusto. Como cualquier otro medio que en sí mismo no sea ni malo ni bueno, puede ser bien empleada, al servicio eficaz de un fin bueno, o mal empleada, tratando en vano de obtener con ella un fin bueno o logrando con ella obtener un fin malo. Lo mismo le pasa a los destornilladores, que pueden usarse para asesinar, y que cuando son usados para apretar o aflojar tornillos no dan, sin embargo, lugar a que se diga de ellos que son medios justificados por sus fines. No hace falta justificar lo que no necesita de justificación.
En resumen, en mi opinión hay medios que no considero inadmisibles y que, por tanto, no necesitan ser justificados por el fin para el que se emplean, y medios que considero inadmisibles y que, por tanto, no pueden ser justificados por ningún fin para el que se empleen. Es, claro, a estos últimos a los que aplico mi proposición, universal -esto es, predicable de todos los casos, sin excepciones; y en todos los momentos, a priori, a posteriori y a mientrastanti, de entrada, de salida y de curso mediopensionista-, de que el fin no justifica los medios.
Vanbrugh: Para que conste: no recuerdo haberte acusado de intolerante y tampoco de que pretendas imponer ninguna postura tuya. La pretensión impositiva que veladamente te he atribuido (y he retirado) no era de tu postura, sino de la que te empeñas en asignar como mía. De otra parte, para nada pienso que ser respetuoso con las opiniones ajenas implica lo que dices (y que, insisto, no hago). De entrada, como ya hemos hablado en otros momentos, no creo que haya que ser respetuoso con las opiniones sino con los opinantes. Y ese respeto, para mí, se manifiesta, cuando procede, discutiéndolas rigurosamente, "respetando" las reglas de la racionalidad lógica.
ResponderEliminarA ese respecto, por ejemplo, no me parece correcto que en este último comentario para seguir manteniendo tu tesis sobre que digo a la vez dos cosas opuestas vuelvas a apoyarte en una expresión mías que ya he "retirado" de la argumentación para evitar la que juzgo una interpretación equívoca y no argumentes, como creo que deberías, sobre mi ulterior explicación. Cuando ahora dices que la única forma que se te ocurre de que yo no me contradiga es que lo que hago es decir algo que no significa nada, pasas olímpicamente de discutir la nueva expresión de la proposición que sostengo, elaborada justamente para que quede claro que no hago lo que dices que hago.
Por eso me quedo con la sensación de que mis esfuerzos son baldíos. Y no es que los haga con intenciones conciliatorias ni tampoco para convencerte de que mi postura es "mejor" que la tuya. Lo frustrante es que de lo que quiero convencerte es de que mi postura es la que yo digo y no la que tú dices que es. Por eso repito ya hasta el tedio que defiendo una particular y no una universal. Y luego, sólo después de que esto haya quedado claro, añado que la particular que defiendo cuenta con un alto porcentaje de casos en que compruebo que es válida (pero no la totalidad).
Otro tema al que te refieres de pasada es el de la "ambigüedad". También de pasada te diré que a veces me da la impresión de que se tiende a calificar de ambiguas muchas posturas que lo que hacen es matizar otras tajantes. Pero esto daría para otra discusión.
En fin, a mí este tema de los medios y los fines me parece, como muchos otros, de lo más interesante y, como te he dicho, es probable que vuelva sobre el asunto. Lo que me frustra un poquillo es que una discusión se atasque porque los intervinientes no se entienden. En este asunto has sacado dos o tres factores que me parecen de lo más sugerentes (por ejemplo el de la inoperatividad), pero que se han quedado en meros apuntes, dedicándonos a discutir si lo que yo digo es lo que digo que digo o lo que tú dices que yo digo.
Bueno, está claro que no nos entendemos.
ResponderEliminarVale, si ya has 'retirado' esa expresión tuya en la que me apoyo para decir que dices dos cosas a la vez, se acabó la discusión. Yo suscribo el principio de que el fin nunca justifica los medios, tú no lo suscribes y santas pascuas.
Solo sucede que sigo sin ver cuándo has retirado esa expresión. Tan recientemente como en tu anterior comentario, al que respondía yo con el anterior mío, decías, literalmente: "Cuando digo que no asumo la regla universal pero que "tiendo a darla por buena de entrada" no digo dos cosas contrarias a la vez". Y lo único que yo hago en mi respuesta es, glosando esa afirmación tuya, negarla, puesto que entiendo, y argumento, que cuando dices eso que tú mismo dices que dices, SÍ DICES DOS COSAS CONTRARIAS A LA VEZ. Esa es toda la discusión, y sigo sin poderla dar por zanjada. Mientras sigas defendiendo que te es posible decir, sin contradicción, que no asumes un principio, pero que de entrada tiendes a darlo por bueno, yo seguiré discutiéndotelo. Desde mi punto de vista, si se da un principio por bueno, es que se asume, y si no se asume un principio, es que no se le da por bueno, y no hay posibilidad de encontrar una vía intermedia entre ambas posturas, ni creo que sea posible decir a la vez dos cosas que se me aparecen como netamente opuestas e incompatibles.
Y como no hay cosa que más me impaciente, me irrite, me descoloque y me impida discutir con calma que que se me afirmen a la vez dos cosas que creo opuestas me es, lo siento, muy difícil eludir la cuestión en tanto no me digas claramente que NO asumes el principio y, por tanto, NO lo das por bueno, o que SÍ das por bueno el principio y, por tanto, SÍ lo asumes. Acepto cualquiera de las dos cosas. No puedo aceptar la mezcla de ambas, porque el meollo de mi postura es,m precisamente, que no son mezclables, y que quien, como tú, cree que algunos medios pueden ser justificados por algunos fines, NO ASUME NI DA POR BUENO el principio de que el fin no justifica los medios. No es una afirmación con la que se pueda estar parcialmente de acuerdo, porque su esencia es ser universal y no admitir excepciones, de modo que si alguien considera, como tú, que tiene excepciones y que no es universal, lo que está haciendo es negarla, es decir, NO asumirla NI darla por buena Ni estar de acuerdo con ella.
Si alguien afirma que todos los habitantes de África son negros, quien sepa que hay un porcentaje de habitantes de África que no son negros no puede decir que está parcialmente de acuerdo con esa afirmación. Está en neto y total desacuerdo, puesto que le consta que no todos los habitantes de África son negros. No puede decir que de entrada tiende a aceptar la afirmación de que todos son negros, pero con matices, porque luego habrá que ir viendo caso por caso si cada uno de ellos es o no negro. Ni que en un mundo ideal todos serían efectivamente negros, y que por tanto, a priori, da por buena la afirmación de que todos son negros, pero se reserva el derecho de, en la práctica, y dado que el mundo real es más complejo que el ideal en que se mueven los principios, comprobar que hay habitantes de África que no son negros. No. Tiene que decir claramente que no está de acuerdo, ni asume, ni da por buena, ni tiende a hacerlo, la afirmación de que todos los habitantes de África son negros. Y a partir de ahí, sentadas las dos posturas y establecido claramente que lo que creen ambos interlocutores no es lo mismo, ni siquiera parcialmente, sino exactamente lo contrario, es cuando se puede iniciar una discusión sobre si son o no negros todos los habitantes de África.
Joder, Vanbrugh, si ya te he dicho lo que dices que no he dicho. Otra vez: NO ASUMO EL PRINCIPIO de que los medios no justifican los fines NI LO DOY POR BUENO DE ENTRADA. Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que dices: que no se puede estar parcialmente de acuerdo con una universal, que si alguien como yo considera que el principio tiene excepciones está negándolo, que estoy en neto y total desacuerdo con tu principio universal. ¿Vale?
ResponderEliminar¿Cuándo la he retirado? Pues en el comentario anterior al anterior. Te expliqué que con mi "la asumo de entrada" no quería decir lo que sigues empeñado en decir que decía y por eso sustituí la expresión por otra que me parecía menos equívoca de lo que sostengo: "algunos medios pueden justificarse por los fines". Una proposición particular que, por tanto, CONTRADICE tu principio universal, con lo que estamos de acuerdo (ya lo sabíamos).
También te explicaba que aunque niegue la universal, cuantifico mi particular diciendo que son muy pocos los medios que yo creo justificables por los fines. Y esa cuantificación, sin suponer en absoluto que convierta mi particular en tu universal, sí tiene para mí importantes consecuencias prácticas que son diferentes si, por ejemplo, sostuviera otra particular: "la mayoría de los medios son justificables por los fines".
Cuestión distinta es si una particular es exactamente la contraria de la proposición universal correspondiente. Yo creo que no, y fíjate que hago hincapié en el adverbio que utilizas. Toda particular niega la universal, pero también la universal es negada por la otra universal simétrica (una A por una E). Siempre hay contradicción, pero son tipos de contradicciones distintas. Para mí la que es la exactamente contraria a una proposición universal es la universal simétrica. Pero, insisto, ésta es otra discusión en la que gustosamente entro, siempre que de una vez estemos de acuerdo en que digo lo que digo, por muy poca habilidad que tenga para expresarlo correctamente.
Vale, pues por fin estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo. Por mí, cerrada la cuestión y, por si fuera necesario, presento mis disculpas por ser tan machacón y pelma.
ResponderEliminar(Ahora bien, para mí lo exactamente contrario de una proposición del tipo "Todo A es B" es la proposición "Algún A no es B". Como lo prueba el que pueda ser enunciada como negación de la original: "No todo A es B").
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ResponderEliminar¿Hay alguien ahí?
Genialmente retorcido vuestro bizantinismo por ambas partes a partir de la proposición “El fin no justifica los medios.”
Algunos medios, como matar inocentes NO justifican ningún fin por bueno que este se suponga que sea, desde la Independencia del paisito vasco a la defensa de la propia vida (puesto que matas al que no te amenaza). Matar no inocentes, es decir, al que te intenta matar a ti está pues justificado. El problema es cuando se juega con el lenguaje y se niega la condición de inocentes a tus víctimas porque las consideras miembros voluntarios o involuntarios del ‘enemigo’, como hacen los fascistas etarras con sus asesinados “españoles”.Y por eso también sigue habiendo tras siglso debates sobre si hay guerras justas o injustas.
Algunos fines, como conseguir que en España todos sigan las directrices morales de la actual Jerarquía católica, son tan malos en sus efectos colaterales y directos como para que ningún medio, aunque este no sea encarcelar a los blasfemos, sino, por ejemplo, prometer el cielo, lo justifican.
Finalmente la única proposición aceptable sería demasiado…poco convincente en su laxitud: “todos los medios que menciono( y aquí listado de esos medios) no se justifican por ningún fin. Además, todos los fines que menciono (y aquí listado exhaustivo igualmente) no son justificables por ningún medio.
Puafff. “Los fines no pueden ser la única justificación de los medios, además estos, los medios, deberán ser aceptables y proporcionales tanto a ese fin como a los efectos indeseados que produzcan” Vale, me lo quedo, pero es una formulación de mierda.
Vuelvo, por tanto, a declarar que establezco una radical distinción entre los que creen que los fines no justifican los medios, y yo me incluyo en ella, y los que creen que sí.
Dicho esto, el escrache me parece un medio peligroso en sus posibles derivas, como la huelga o las pedradas a los escaparates, pero aceptable en ciertas situaciones y desde luego no comparable a la tortura o al asesinato.
Sois un par de coñazos, no sé por qué os aprecio, me hacéis perder lo más valioso que tengo, el tiempo, y lo más fácil de perder para mí: la paciencia
Lansky: Algún día discutiremos qué entendemos por discusión bizantina, pero por el momento estoy dispuesto a aceptar que la nuestra lo es. Ahora bien a mí me divierten estos ejercicios de argumentación lógica esforzándose en ser rigurosos y detallistas hasta en las nimiedades. A ti, según has declarado en varias ocasiones, no. De hecho jamás te has dignado "bajar" a este terreno dialéctico, supongo que porque te aburre. Vanbrugh, en cambio, al margen de nuestros desencuentros, sí gusta entrar en este "juego" inofensivo pero estimulante. Por eso, también jocosamente, te diré que la mejor manera de que no te hagamos perder la paciencia o el tiempo es sencillamente que no leas estos ejercicios bizantinos.
ResponderEliminarPero, ya que te has metido, te diré que comparto la proposición que enuncias aunque no que sea la única aceptable; no o es para Vanbrugh, por ejemplo. Lo que ya me descoloca desde mi cortedad derivada de atenerme a las reglas de la lógica es que concluyas que "establezco una radical distinción entre los que creen que los fines no justifican los medios, y yo me incluyo en ella, y los que creen que sí. O sea, ¿que al final suscribes la universal de Vanbrugh? ¿O dices una cosa y su contrario como te acusará Vanbrugh? ¿O más bien sostienes, como yo, que los fines no justifican siempre los medios pero algunos fines pueden justificar algunos medios?
ResponderEliminar"establezco una radical distinción entre los que creen que los fines no justifican los medios, y yo me incluyo en ella, y los que creen que sí", faltaba decir 'en todos los casos'
ResponderEliminar¿entrar a discurtir contigo qué es una discusión bizantina? NI loco. Sólo caben dos opciones (que no acepciones), la histórica, divertida pero que aclara poco yla conceptual, en la que disentimos seguro, puesto que esta es bizantina para mi, como la de dios anterior, etc.
En lo que disiento del todo es en que tu este sistema de 'agarrársela con papel de fumar' (¿me permites la chabacana expresión, verdad? la confianza da asco) sea eso que tú llamas 'rigor'
Solo gracias.
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