miércoles, 15 de abril de 2015

El caso Juan Fernando

En octubre de 2004 el Congreso de los Diputados aprobó por unanimidad (320 votos, lo que significa que había 55 diputados ausentes) la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Al amparo de esa norma se crearon Juzgados de Violencia sobre la Mujer para ocuparse de todos los delitos tipificados en el Código Penal (homicidio, aborto, lesiones, lesiones al feto, contra la libertad, contra la integridad moral, contra la libertad e indemnidad sexuales, etc) siempre que se cometiesen contra quien esté o haya estado ligada al autor por relación de afectividad, así como de los cometidos sobre los menores o incapaces dependientes; también se creó una Fiscalía especial contra la violencia sobre la mujer. Consultada la Memoria de 2014 del Fiscal General del Estado, me entero de que entre 2009 y 2013 se presentaron 657.084 denuncias, lo que equivale a una media de 360 diarias, cantidad que me ha sorprendido por lo abultada. Considerando que en España había en ese periodo unos 16,4 millones de varones entre 18 y 70 años (supongo que los mayores y menores de esos límites de edad delinquirán poco en esta materia), resulta que uno de cada veinticinco españoles ha sido denunciado por ejercer violencia de género; aunque supongamos que la proporción sea la mitad (es decir, que cada denunciado acumula de media en estos cinco años dos denuncias), el número me sigue pareciendo muy alto. A esto ha de añadirse que existe el convencimiento de que un número muy alto de mujeres maltratadas no denuncia (por ejemplo, de las 55 mujeres muertas por esta causa en 2013, sólo 10 habían interpuesto denuncia) y recordar que los datos se refieren a un corto periodo de cinco años. Conclusión: parece haber indicios para temer que un porcentaje muy significativo de la población masculina española haya maltratado alguna vez a su pareja. ¿Cuánto de significativo? Pues lo suficiente como para que lo más probable sea que entre el círculo de conocidos cercanos de cada uno de nosotros haya al menos alguno de ellos. Ciertamente preocupante, como no se cansan de advertirnos, en especial cada vez que aparece una nueva y trágica muerte debida a este tipo de violencia.

Uno de los asuntos a los que dedica un epígrafe la citada Memoria del Fiscal es el de las acusaciones y denuncias falsas. En efecto, es recurrente el rumor de que, en situaciones de enemistad en la pareja (caso típico el de un proceso de divorcio), la mujer para hacer daño al varón recurriría a acusarle de haberla maltratado. Durante los cinco años citados, se incoaron apenas 120 procedimientos por denuncia falsa, lo que representa un mínimo 0,018% del total; además, de éstas, sólo 33 –el 0,005%– han resultado acreditadas como falsas. O sea, que, si nos fiamos del acierto judicial, de cada 20.000 casos uno es una acusación falsa. Lo que, claro está, no quita que cualquiera de los 33 varones víctimas de una denuncia falsa durante este periodo haya sufrido un daño tremendo por la acusación. Al mismo grupo –aunque quizá con algunos matices– habría que sumar a los hombres que, tras el proceso judicial, resultan absueltos. A este respecto, parece, en primer lugar, que el número de sentencias anuales es muy inferior al de denuncias (en torno al 36%) porque un alto número de los casos no llega nunca a juicio. Pues resulta que del total de sentencias aproximadamente un tercio son absolutorias, porcentaje también bastante significativo ya que equivale, en los cinco años considerados, a unos 219.000 acusados que, al final, resultó que no habían delinquido (aunque la denuncia contra ellos no era falsa). Hay que tener en cuenta que hay también un número importante de acusaciones retiradas (lo que apunta al miedo de la mujer maltratada o, lo que es casi peor, al autoengaño que la lleva a la situación previa) y, de otra parte, que quiero suponer que incluso en un asunto sobre el que hay una especial sensibilización sigue siendo obligado, para condenar, probar la culpabilidad del acusado; o sea, que más de uno de los absueltos habrá cometido el delito por el que se le enjuició.

En todo caso, aunque sean muy pocos los falsamente acusados de delitos de violencia de género y también proporcionalmente pocos los inocentes, haberlos haylos en ambas categorías. Recientemente nos hemos sorprendido con la noticia de que Juan Fernando López Aguilar, ministro de Justicia durante el primer gobierno de Zapatero, está acusado de delitos de maltrato. A finales de marzo, la policía tuvo que entrar a la fuerza en el domicilio de su mujer e hijos en Las Palmas avisada por los vecinos ante un conato de incendio; parece que ésta dormía en estado de ebriedad con los dos niños gemelos mientras en la cocina encendida se quemaba una sartén con aceite. Hablando con los vecinos, éstos contaron historias de gritos, insultos y golpes, por lo que los policías pusieron los hechos en conocimiento del correspondiente juzgado canarión. Allí, el pasado seis de abril, la mujer declaró que a lo largo de su vida conyugal se habían producido diversos incidentes de agresiones físicas y malos tratos, aunque añadió que no se considera víctima de violencia de género ya que reconoce que ella también lo ha tratado muy mal. El ex-ministro, por su parte, ha declarado públicamente (y con su acostumbrada retórica) que todo es una acusación falsa, motivada por el deseo de su mujer de dañarlo, ya que está llevando muy mal el proceso de divorcio en el que están (López Aguilar lleva bastante tiempo sin vivir en el domicilio conyugal y desde hace años mantiene otra relación afectiva, algo bastante conocido en los mentideros políticos de las Islas). La semana pasada, el PSOE expulsó temporalmente al actual eurodiputado (parece que a petición propia después de que le dijeran que lo iban a hacer) para mostrar la absoluta contundencia del partido ante la violencia de género, aunque respetando la presunción de inocencia (ya, ya). Como Juan Fernando es aforado, el caso ha pasado al Supremo. Ocurra lo que ocurra, parece claro que este hombre está políticamente acabado.

La verdad es que después de verle y oírle, cuesta creer que sea culpable; parece sincero y profundamente dolido, presentando con vehemencia todo el asunto como una venganza de su mujer de la cual, dice, ya le había advertido. Las declaraciones de la cónyuge, en cambio, son bastante incongruentes porque viene a contar que las relaciones eran hostiles por ambas partes desde hace ya tiempo, pero no deja de puntualizar, casi como si fuera anecdótico, que López Aguilar la ha agredido ocasionalmente –data en 2000 el primer incidente– como, por ejemplo, cuando hace unos siete años, en la cama, le hizo una raja en la frente de un cabezazo. Ninguno de tales hechos fue denunciado y, por el contrario, en varias ocasiones declara que su marido era un buen hombre y un excelente padre. Del otro lado, parece que los rumores sobre la violencia del ex-ministro provienen de varias fuentes. El hijo de ella (de una relación anterior), de 31 años y residente en Madrid, había ya denunciado a su padrastro en enero pasado por haber pegado a su madre (tenía un ojo morado). Al día siguiente, a instancias de su madre, la retiró y emitió un comunicado en el que lamentaba el profundo daño causado a López Aguilar a raíz de la denuncia que reconocía tajantemente falsa, admitiendo que la presentó de manera precipitada debido a su estado de intenso nerviosismo. Sin embargo, en una reciente entrevista a El Mundo se desdice (sostiene que el comunicado lo revisó y retocó el propio Juan Fernando) y explica que su madre tiene miedo por no poder mantener a sus hijos en caso de que el ex-ministro acabe en la cárcel.

Quienes conocen al imputado (conozco a unos cuantos) me lo describen como una persona de enorme hiperactividad y muy trabajador pero, a la vez, demasiado convencido de su altísima valía y bastante despectivo hacia los demás. En las elecciones autonómicas de 2007 fue el candidato a la presidencia de Canarias y durante la campaña consiguió romper cualquier posible puente con los partidos rivales por lo que, aunque el PSOE fue el partido más votado, quedó en la oposición como consecuencia del pacto CC-PP (en la siguiente legislatura, una vez fuera López Aguilar de la escena canaria, Coalición Canaria pactó el gobierno con los socialistas). En resumen, que parece que suele resultar antipático, incluso a sus compañeros políticos, como está quedando de manifiesto con el escaso apoyo que recibe en estos días. Pero, lo más llamativo de este asunto –porque, para ser sinceros, no me quita el sueño saber si es o no inocente– es que en julio de 2006, siendo todavía ministro, declaró en referencia a las posibles denuncias falsas que decían que la Ley podía alentar que eran un "coste soportable". Pues va a tener que aplicarse el cuento: demostrar en sus carnes que puede soportar ese coste. ¿Cómo era eso de que somos esclavos de nuestras palabras? A este tipo de carambolas de la vida (siempre suponiendo que sea inocente) se le suele llamar justicia poética.


PS: Las tres primeras fotografías del post forman el tríptico "Lo llevo puesto" (2004) de la artista franco-colombiana Martha Amorocho.

14 comentarios:

  1. Las fotos conceptuales, las que están al servicio de o representan ideas sobre son dificiles; estas no me gustan: me parecen abigarradamente mal compuestas.

    Tampoco me gusta, aunque ya se haya impuesto, el uso del término género (antes reservado para la gramática) para designar los sexos. Pensemos en Simone de Beauvoir y su famoso libro 'El tercer...género'

    Creo que se trata de una falsa acusación. ¡los dioses nos libren de una mujer despechada!

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    1. El arte puesto al servicio de la representación conceptual corre siempre graves riesgos en detrimento de lo "artístico"; ocurre también en la pintura (me estoy acordando de algunos famosos cuadros surrealistas) e incluso en la música. Aún así, independientemente de ello, siempre cabe el juicio "artístico". A mí estas fotos, al margen de su finalidad "conceptual", me gustan.

      En cuanto al uso del término género coincido plenamente contigo, pero lo cierto es que ya se ha impuesto, especialmente en el ámbito jurídico (la ley se llama de "violencia de género"). No obstante, a regañadientes, medio acepto la explicación de que género se refiere específicamente al rol social y sexo a la condición biológica; aunque luego resulta que cuando usan género lo hacen con un significado exactamente sinónimo de sexo.

      Como digo en el post, cuesta creer que sea culpable, pero también es cierto que hay bastantes indicios de tal posibilidad (y de su inocencia). Yo, ni creo ni dejo de creer. Y sí, líbrennos los dioses de las mujeres despechadas, aunque también me cuesta creer que alguien pueda llegar a tales extremos. Por cierto, la denuncia la hizo la policía de oficio.

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    2. Una denuncia falsa, en especial en casos de agresión sexual y violencia conyugal, exige ciertos tests físicos que no estaría dispuesta a admitir cualquier persona con cierto sentido de intimidad.

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  2. Puf, no sé, una primera reflexión me lleva a pensar que él tiene un trastorno de personalidad, quizás es un narcisista borderline...y ella tiene miedo por su prole y por ella misma. Es difícil saber que ha pasado pero lamentablemente sé que hay familias aparentemente normales en las que existe violencia física y verbal y en las que ningún miembro de la familia se atrevería a denunciar ni a nada, eso sería traicionar a la familia, hay una tendencia a pensar que es lo que nos ha tocado vivir antes que hacerle frente, aunque arrastres a hijos...etc. Una historia triste, sobre todo por lo hijos, es injusto que en su etapa infantil vivan un infierno.

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    1. A mi modo de ver, lo que hace más dolorosa para la víctima la violencia conyugal es que el daño proviene de la persona a la que quieres. La verdad es que, como digo en el post, me cuesta creer que pueda ser tan alta la proporción de varones que agreden a sus mujeres, no lo puedo concebir en primera persona (creo que siempre hay que intentar ponerse en el lugar) y eso que, en épocas anteriores, he sido bastante iracundo y sí que he tenido relaciones de parejas en las que ha habido gritos y cabreos, pero pegar ...

      Por cierto, me has hecho recordar una historia personal que, aunque desde luego no la considero de violencia de género, puede ser traída a colación. A lo mejor un día de estos me animo y la cuento aquí.

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    2. No sé, a mi a veces me cuesta creer tantas cosas que esta pudiera ser perfectamente verdad, igual que pienso que hay también mucha violencia de mujeres hacia hombres, y que estos no denuncian. En este momento de hipotecas, paro y espadas de damocles sobre familias y personas es normal que se desate la violencia.
      Lo más doloroso de la violencia conyugal es que la víctima no se quiere a sí misma.

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  3. Los falsamente acusados no son pocos, son muchos, y los denunciados por una simple disputa conyugal, en la que los dos intervienen, y en la que no existe violencia física ni amenazas graves, muchísimos más. "La Ley Juan Fernando, si tu mujer te denuncia que te vayan dando" es un esperpento legal y vergûenza nacional que todavía esté vigente. Además del inmenso sufrimiento provocado, su eficacia ha sido nula: mueren más mujeres que antes de la entrada en vigor del mencionado bodrio legal. En lo único que ha sido eficaz es en consolidar al hembrismo radical como el lobby con más poder en España.

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    1. Todo lo que dice este señor (porque es un tío, fijo) es falso. por ejemplo, que mueren ahora más mujeres: falso, pero se publicita más y antes se ocultaba, etc., etc.,

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    2. ¿Son muchos? Según la Memoria del Fiscal del Estado, no. Para afirmar algo han de aportarse los datos. En todo caso, he de reconocer que me base únicamente en los datos que daba la Memoria del Fiscal de 2014 para los últimos cinco años, limitándome a sus propias conclusiones sobre denuncias falsas (instruidas como tales). No me molesté en buscar más y ahora lo he hecho.

      En efecto, hay bastantes páginas en internet que, desde posiciones declaradamente contrarias a la Ley (como ambb), aportan datos más completos que los que yo he puesto en este post. Así, para los 10 años últimos años (2005-2014) se han instruido por delitos y faltas relacionados con violencia de género un total de 1.307.867 causas. De ellas sólo 294.989 han acabado en condena, el 22,55%. En puridad lógica, de ello no se deduce que los acusados no condenados (el 77,45% de las causas) hubieran sido denunciados falsamente –como digo en el post puede haber otros factores– pero ciertamente parece más que razonable suponer que una parte muy significativa de los hombres no condenados fueran realmente inocentes de lo que se les acusó. Tirando muy hacia lo bajo, si suponemos que la mitad de los no condenados no lo fueron porque no se pudo probar el maltrato, porque la mujer retiró la denuncia o por cualquier otro motivo, pero que habían agredido a su mujer, resultaría que al menos un 39% de las denuncias fueron sin que hubiera habido maltrato.

      Con estos números globales, no parece tan fácil sostener que las denuncias falsas son insignificantes; desde luego, no me atrevo a asegurar que son muchas (o pocas), pero las cifras son lo suficientemente significativas como para exigir un análisis detallado que explique, con datos contrastados y no con presunciones ideológicas, sus anomalías estadísticas. De hecho, también es sospechoso que a partir de 2007, cuando entran en vigor las ayudas a las mujeres víctimas de la violencia de género, las denuncias anuales se incrementen a más del doble.

      Insisto en que me cuesta creer que una mujer denuncie falsamente y, desde luego, no diré como ambb que son muchos los falsamente denunciados. Pero, para ser honesto, he de reconocer que me precipité en dar por válida sin mayor crítica la conclusión del Fiscal General del Estado y que, en cambio, sí me parece que debería explicar este asunto.

      En cuanto a lo del "hembrismo radical como el lobby con más poder en España", creo que no es más que una burda etiqueta que no contribuye en nada a que las cosas se entiendan y valoren con inteligencia. No lo comparto, claro, pero es que, en todo caso, creo que todavía hoy el machismo es predominante en nuestra sociedad (no sólo enhtre los hombres) y el machismo lleva la violencia en su ADN.

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    3. No sé si te has dado una vuelta por Internet estos últimos días. Desde que nos enteramos que el tal Juan Fernando, el del bodrio legal colgando, es un maltratador, los foros y redes sociales son un clamor contra su bárbara y medieval ley, que deja a los hombres en estado de absoluta precariedad legal. Como decía aquel, se puede mantener engañado un unos pocos mucho tiempo, pero a unos muchos sólo un poco de tiempo.

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    4. Añado que, al margen de la discusión sobre el número de denuncias falsas, la conclusión de este post se centraba en lo significativo de que quien despreció este asunto como un coste asumible se vea ahora en la tesitura de sufrir en sus carnes lo que de verdad cuesta asumir ese coste.

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  4. Gracias Miroslav por el interés que te tomas por el asunto. Que recopiles información antes de emitir juicio te honra y da valor a tu blog. No puedes dar por válidas las cifras y estadísticas oficiales, porque sencillamente mienten al ocultar (o no querer inverstigar) la realidad. De hecho, lo que hace a esta "Ley de violencia de género" tan odiosa no es tanto su desatino, como su cerrazón a la realidad, que es tozuda. Fíjate que la opinión pública está, en su mayor parte, con mis tesis.
    Yo, como es lógico, desconozco las cifras reales, pero creo que es fácil hacerse una idea de su envergadura si piensas en que la inmensa mayoría de estas denuncias tienen lugar en procesos de ruptura de parejas, cuando se juntan tres factores muy peligrosos:

    1. Los ánimos de venganza
    2. Las ventajas en cuanto a custodias, quién se queda con la vivienda, pensiones, etc
    3. En muchos casos, las mujeres oficialmente maltratadas obtienen ayudas económicas nada despreciables

    Basta con que exista una denuncia (aunque posteriormente el acusado sea absuelto), para que la mujer (por ser la parte privilegiada por la ley) obtenga satisfacción en varios de esos factores.
    Dices que "te cuesta creer que una mujer ponga una denuncia falsa". Perdona que te diga, pero pareces desconocer de qué pasta estamos hechas las personas (hombres y mujeres, porque la cosa sería exactamente igual si la parte privilegiada por la ley fuera el hombre).
    Investiga un poco y verás que cada vez que el Estado da algún tipo de ayuda, subvención o privilegio a algún colectivo, aparecen farsantes de debajo de las piedras, Ahora súmale la componente emocional (venganza, odio, resentimiento). Los datos son aterradores. Esto te lo confirmará cualquier abogado que se dedique a estos turbios asuntos, aunque lo haga en "petit comite".
    Por otra parte, quien realmente tiene intenciones de matar a su pareja, ni esta ni ninguna ley se lo va a impedir. Lo que sí sucede es que hombres que no son especialmente violentos y en conflictos triviales que no hubieran tenido ninguna trascendencia, ante el trato humillante y desproporcionado que reciben por parte de esta ley, reaccionan con una violencia que en condiciones normales jamás habrían mostrado.
    La mires desde la perspectiva que quieras, esta ley es un horror y debería ser derogada mañana mismo mejor que pasado.
    Un saludo.

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  5. Yo creo que la esta ley no ha frenado en modo alguno el maltrato hacia la mujer, como creo que ninguna ley por sí misma lo frenará jamás. La existencia de la pena de muerte en mucho países no frena el número de asesinatos o de delitos que acarrean esta pena. El machismo, como bien dices, lleva la violencia en el ADN, es más, los hombres somos educados en esa violencia. Todavía se oye a muchos padres llamar maricas a hijos que consideran blandengues, porque son especialmente sensibles o tienen inclinaciones consideradas poco masculinas. En consecuencia, todo lo que arranque de una educación igualitaria no servirá para, si no remediar el problema, sí para suavizarlo. Y esta educación tiene que empezar en la casa familiar. Así es que muy bien, que el tal Juan Fernando, aunque sea inocente, apechugue con el daño colateral que la tal ley podía producir.

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    1. Yo no llego a tanto, Molón. Si es inocente que sea absuelto. La justicia poética, por muy bonito que sea su adjetivo, no es justicia. Además, aunque sea inocente, ya llevará encima un castigo más que suficiente por sus palabras del pasado. Supongo que en estos días se habrá arrepentido mil veces de haber sido tan "bocazas".

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