jueves, 8 de octubre de 2015

Valor añadido

Estoy cada vez más harto de escuchar frases rimbombantes que se repiten hasta la náusea como mantras dogmáticos y que son pura filfa, sentencias huecas que no significan nada o, al menos, quienes la pronuncian no tienen la menor idea concreta de lo que significan. Pero da igual, porque suenan bien y parecen conceptos profundos, serios, válidos para generar un consenso social que en realidad está absolutamente vacío. Por ejemplo, se ha logrado que todos estemos de acuerdo en que hay que ir a un desarrollo sostenible pero dudo que sepamos qué consecuencias reales supone y eso que este término sí que está suficientemente bien definido. Algo he estudiado sobre el asunto y he llegado a la convicción de que es imposible en términos lógicos (por contradictorio) el desarrollo sostenible en el marco de una economía capitalista. Naturalmente, que haya esa contradicción no se traduce en su consecuencia lógica: hay que elegir entre capitalismo o sostenibilidad. Qué va, se sigue repitiendo el mantra y manteniendo como objetivo loable y compartido socialmente (y, de paso, convirtiendo las diversas actividades en pos de la quimera en un ámbito de negocio capitalista más).

El otro día escuché a un dirigente sindical canario plantear que era necesario cambiar el modelo productivo del archipiélago de modo que no dependiera tanto del "monocultivo" del turismo y que, en cambio, se centrara en sectores de mayor valor añadido. Ciertamente, cualquiera convendría en que es deseable una mayor diversificación de la actividad económica canaria pero la cuestión es cómo se hace, qué herramientas reales tiene el gobierno (al que iban dirigidas sus críticas) para lograr esos cambios; por supuesto, propuestas consistentes en tal sentido no suelen escucharse (y menos cuando, lamentablemente, la ideología dominante en materia económica es que sólo el "mercado" debe decidir la orientación de la economía). Pero lo que me llamó la atención fue la referencia a actividades de mayor valor añadido. ¿De qué coño estaba hablando en concreto? ¿Cuáles son esas actividades?

Que yo sepa, el valor añadido de un producto no es otra cosa que la diferencia entre el precio de venta y sus costes de producción. Así que supongo que el sindicalista pretende que los agentes económicos canarios decidan dedicarse a sectores en los que los precios estén más por encima de los costes de producción. De paso añadió –como le corresponde por su cargo– que el cambio de modelo productivo debe permitir subir los salarios a niveles dignos, algo que también nos gustaría a todos. Como se supone que los precios los fija el mercado en base al famoso equilibrio entre la demanda y la oferta (no es verdad, pero también da igual), lo que vendría a proponer este señor es que identifiquemos aquellos sectores productivos en los que hay mucha demanda y poca oferta para que, al tener precios altos se consiga bastante valor añadido. Brillante idea, cómo si cualquier empresario no quisiera ejercer sus actividades productivas en sectores así.

Por la propia competencia, si un sector tiene mucho valor añadido atraerá al capital, aumentará la oferta y bajará el precio, tendiendo el exceso de valor añadido a desaparecer. Es decir, los productos con mayor valor añadido lo tienen sólo temporalmente, normalmente en las etapas en que son innovadores en el mercado (y crean, si tienen éxito, una fuerte demanda). Por tanto, parece un poco estúpido (más bien, hueco) propugnar que el modelo productivo se dirija a sectores de mayor valor añadido, salvo que se piense en que los agentes económicos estén continuamente cambiando de actividad, atentos a cuáles son los sectores que en cada momento tienen mayor valor añadido. De otra parte, suponer que si la economía adquiere mayor valor añadido pueden subir los salarios parece razonable, pero eso significa detraer parte de ese exceso de valor añadido para pagar el trabajo (un coste productivo) con lo cual el sector deja de ser de alto valor añadido (y, cuando caigan los precios como consecuencia de la tendencia al equilibrio de las tasas de ganancia, las empresas quebrarían).

Lamentablemente, en la despiadada lógica capitalista (neoliberal) la opción es justamente la contraria de la que desea este sindicalista: aumentar el valor añadido de la economía reduciendo los costes de producción por debajo de los de la competencia y, entre ellos y sobre todo, los laborales. O sea, bajar sueldos que es, efectivamente, la receta que viene aplicando el gobierno del PP desde hace cuatro dolorosos años. También podríamos aumentar la productividad por encima de la competencia pero eso no deja de ser una ingenuidad en la práctica (y más en este país). Hay que reconocer que los peperos no caen en esa trampa: para ellos la productividad se aumenta bajando los sueldos. De más está decir que la bajada de sueldos tampoco garantiza a largo plazo el incremento de la competetividad (y que nuestra economía sea de alto valor añadido), por lo que bajo esta lógica imperante asistiremos impotentes a una tendencia constante a la reducción de los derechos laborales.

Pero mientras va ocurriendo lo que sucede y acontece lo que pasa, tenemos la suerte de que nuestro sistema democrático nos permite proclamar, críticamente, que hay que reconvertir el modelo productivo hacia sectores de mayor valor añadido. Menos mal.

4 comentarios:

  1. Tienes razón, son ‘mantras’ que se repiten sin especificar y muy a menudo sin saber el significado real de lo que se dice. El concepto de ‘desarrollo sostenible’, como bien dices implica una contradicción en sus términos si ‘desarrollo’ implica crecimiento. En ese caso confunden ‘sostenido’ con ‘sostenible’, porque el único desarrollo sostenible sería el cualitativo, el que no implica aumento del consumo de recursos. En realidad hay una regla que permite, al menos en parte, detectar estas formulaciones huecas y es ver si se usa un término como substantivo: sostenibilidad (o, en otro ejemplo, ecología) o como adjetivo sostenible (o ecológico); en general el uso duro, el substantivo, permite menos vaguedades.

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    1. Naturalmente, la banalización de estos términos no es inocente.

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  2. Es que si hablas de algo en concreto, como del tiempo o de la higiene de una casa, te puedes equivocar y que te pillen. Cuanto más abstracto sea un discurso, menos probable será que te saquen reparos tangibles. El razonamiento abstracto es necesario, especialmente en ciencia y filosofía, pero no puede ser que se transforme en lo único que oímos día a día de nuestros políticos.

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    1. No creo que se trate de la dificultad de precisar los conceptos abstractos (al menos, no fundamentalmente). La tendencia a la banalización va con todo, aunque ciertamente sea más difícil que degrade los términos concretos.

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