lunes, 22 de mayo de 2017

Paul Bunyan (1)

Lo que veo es una estatua de unos diez metros erigida sobre una peana de bloques de piedra de unos dos metros de alto. Un hombre corpulento y atlético de pie, las piernas abiertas hasta el ancho de los hombros, en la posición más estable, el brazo derecho alzado para sujetar, por casi el extremo del mango, un hacha que apoya en el hombro, con el izquierdo, doblado un poco por encima de la cintura, sujeta un bichero cuya punta metálica apoya en el pedestal, entre los pies. La cara, con una media sonrisa que muestra la dentadura superior, luce barba y bigote negros, como las pobladas cejas y el pelo, peinado hacia atrás, frente amplia, ojos claros. Calza botas marrones de montaña, pantalones verdes que se ajustan a las botas con unas tobilleras blancas, chaqueta a cuadros rojos y negros abotonada con cuatro pares de presillas y ceñida con cinturón negro de hebilla dorada, y un gorro blanco con banda roja y pompón también rojo en la punta, caída hacia atrás. No cabe duda de que la estatua, que habría que adscribir no sé si al kitsch o al pop art, representa a un leñador y de inmediato doy por supuesto que es un homenaje a los protagonistas del glorioso pasado de Bangor, a los hombres que talaban árboles en los inmensos bosques del Norte, los serraban y transportaban río abajo hasta esta ciudad. De ahí las dos herramientas que porta, una en cada mano: el hacha para cortar madera, el bichero (asta de madera que en su extremo lleva una punta metálica y un garfio) para controlar el descenso fluvial de los troncos. Un leñador pues, pero lo que desconocía es que no es un leñador cualquiera; se trata, nada menos, que de Paul Bunyan, uno de los héroes míticos del folklore americano.

Sin embargo, parece que los orígenes de Bunyan no son estadounidenses sino francocanadienses. Una primera hipótesis nos remonta a las primeras décadas del XIX, al Quebec –entonces llamado Bajo Canadá– que pertenecía a los británicos tras la derrota francesa en la Guerra de los Siete Años (1763). A pesar de que Londres había reconocido oficialmente los derechos de los franceses de Quebec (la lengua, la religión y el sistema jurídico, principalmente), éstos desde el principio mostraron su animadversión hacia el dominio británico y con frecuencia se producían broncas. En los años treinta, una gran mayoría de la población de la Provincia simpatizaba con el Partido Patriota que buscaba la independencia y que impulsaría en 1837 la Rebelión del Bajo Canadá, también conocida como Guerra de los Patriotas, que fue aplastada por los ingleses (esa revuelta ocupa lugar prominente en la mitología del actual independentismo quebecois). Pero lo que nos interesa es que durante aquellos años se empezó a hablar de un gigantón francocanadiense protagonista de numerosas hazañas contra los odiados ingleses. Este soldado “patriota”, según la tradición (al menos, así se asegura en un libro de 1925), se llamaba Paul Bonjean, apellido este no inusual en francés que, además, remite a un personaje bonachón, protector. Posteriormente el apellido se americanizaría convirtiéndose en Bunyan.

Una segunda teoría sostiene que hubo un Paul Bunyan real, nacido en Quebec hacia 1845 y que se llamó Fabian Fournier (muy posterior pues a las rebeliones contra los británicos). El escenario de esta historia es la bahía de Saginaw, un entrante del lago Hurón en la península de Michigan; la época: inmediatamente después de la Guerra de Secesión estadounidense (o sea, hacia 1865). Por esos años la región empezaba a conformarse como una de las principales para el abastecimiento de madera a la aceleradamente creciente demanda del país, gracias a sus inmensos bosques de pino blanco y al caudaloso sistema fluvial del Saginaw y sus tributarios (previamente su economía se había basado en el comercio de pieles). De modo que muchos leñadores se trasladaron a la zona, entre ellos Fournier, motivado porque en Michigan se pagaban mejores salarios que en Canadá. Fabian Fournier era muy solicitado, debido a su excepcional envergadura y asombrosa fortaleza. Bastante más alto que la media, con unas manos enormes y –eso se decía– dobles filas de dientes, que le permitían cortar a mordiscos trozos de madera, se hizo muy popular con el podo Joe Saginaw. Pero además de sus proezas en el oficio, a Fournier le gustaba beber y armar broncas en su tiempo libre, siendo muy conocido en los muchos locales de entretenimiento (los conocidos “salones” de las pelis del Oeste) que había en el área de la Bahía. El 7 de noviembre de 1875, fue de juerga a Bay City con un grupo de colegas. Ya era de noche cuando decidieron regresar. Fabian, muy borracho, se tambaleaba por la pasarela del muelle de la calle Tercera intentando llegar al vapor que los llevaría de vuelta. Uno de sus compañeros de francachela se le acercó por la espalda y le golpeó en la cabeza con un mazo. El golpe fracturó el cráneo por encima del oído izquierdo y Fourier murió en el acto. Tenía unos treinta años, mujer y dos niños pequeños. Al asesino lo detuvieron al día siguiente y el 28 de enero de 1876 fue declarado no culpable en el juicio correspondiente; parece que el veredicto obedeció a que Fabian Fournier era muy odiado en el área de Saginaw.

Que la base real del personaje (ficticio) de Paul Bunyan es este leñador franco-canadiense es la tesis que desarrolla D. Laurence Rogers en su libro de 1994 How a Terrible Timber Feller Became a Legend, aunque no termina de demostrarla. Fabian Fournier fue un leñador corpulento y excepcionalmente diestro en su oficio, pero sin duda no fue el único, durante esos años del XIX seguro que hubo otras figuras legendarias en el oficio y en distintas áreas geográficas. Pero lo que más me llama la atención es que un personaje claramente benéfico provenga de un tipo que debió ser bastante desagradable y al que mataron con toda probabilidad porque era muy odiado. Pero, en fin, con todas las reservas que se quiera, Fournier ha pasado a estar vinculado a uno de los mitos del folklore yanqui, aunque algunos consideran que este caso debería calificarse mejor de fakelore (de fake, falso). De otra parte, si ése es el origen de Paul Bunyan poco tendría que ver con Bangor que reclama ser la patria (natal o adoptiva) del héroe. No obstante, descubro con sorpresa que Fabian Fournier vivió en otro Bangor, un pueblecito de la Bahía de Saginaw mucho más pequeño que este de Maine en el que estoy. O sea que ahora descubro que en los Estados Unidos hay más localidades con el mismo nombre (de hecho, según la Wikipedia;, del orden de la docena) y eso que el nombre me parecía original. Habría que saber si los orígenes del nombre de cada una de ellas está claro; a lo mejor alguna se llama así en honor de su homónima de Maine.

Haya o no base real del personaje, y aunque se desconozca cuál fue, lo cierto es que la mayoría de los estudiosos de las tradiciones y costumbres norteamericanas coinciden en que hacia finales de la década de 1880 o principios de la de 1890, las historias de Paul Bunyan se habían extendido por la mayoría de las áreas madereras del país. La vida de los leñadores, sobre todo tras la caída del sol, era bastante aburrida; el mayor entretenimiento, si no el único, en los campamentos alrededor de la fogata era contarse historias unos a otros. Puede que los cuentos al principio hablaran de las hazañas guerreras de un tal Bonjean apaleando británicos en el Canadá; poco a poco se irían modificando y exagerando, el personaje pasaría de militar a leñador porque, al fin y al cabo, tenía que ser un héroe del oficio. Quizá más tarde los relatos incorporarían proezas de tala atribuidas a Fabian Fourier (y por qué no a algún otro leñador famoso de la época). Si hubiéramos de trazar la cartografía de la construcción de la leyenda resulta verosímil que en los Estados Unidos fueran los bosques de Maine, en contacto con los canadienses, donde por primera vez se hablara de Paul Bunyan; luego seguirían los Estados de Michigan, Wisconsin, Minnesota … Pero, si bien hacia el cambio de siglo la figura de Paul Bunyan era ampliamente conocida entre los madereros del Norte de los USA, apenas tenía eco fuera de ese mundo concreto, entre el público en general. La difusión del personaje y su conversión en mito requirió pasar de la tradición oral a textos escritos. Lo contaré en el próximo post.

4 comentarios:

  1. Había oído del personaje, pero no me figuraba que se hubiera originado en el Quebec, ni más ni menos. Con razón lo llaman un héroe americano. ;-)

    Por cierto, estoy leyendo El Club de los Suicidas de Stevenson y aparece un americano, ¡procedente de Bangor, Maine! ¡Ya es casualidad!

    P.D: ¿Soy el único que ha tenido problemas para entrar en ciertos blogs bajo el domino de Blogspot este fin de semana?

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    1. En el próximo post verás que no, no parece que sea originario de Quebec.

      El Club de los suicidas, como casi todo Stevenson, lo leí hace muchos años (entre los 15 y los 25, diría yo). Guardo muy vago recuerdo de auqellos cuentos; por supuesto no recuerdo en absoluto que uno de sus protagonistas (Silas Scuddamore, según compruebo al hilo de tu comentario) fuera de Bangor. Estoy seguro de que cuando leí ese nombre no dsabía nada de Bangor y lo más probable es que tampoco averiguara nada de la ciudad a raíz de la lectura.

      El fin de semana yo he entrado normalmente en blogger.

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  2. Una pena que hayas suprimido el comentario. La versión local de Paul Bunyan me resultó interesante.

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  3. Había manejado mal la posdata. Lo de Juan Aguáo era cierto. La posdata me resultó como darme un tiro en el pié pq manejé mal el maniqueo. Intentaré hablar sobre éste el cual manejaba bien Ortega y Gasset, y hasta Unamuno. Por eso lo borré. No quería meterte a ti en un campo minado.

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