sábado, 1 de abril de 2006

Adela (relaciones frustradas 2)

Adela es una chica de 34 años, licenciada en derecho y que trabaja en una Administración Pública. Por nuestros respectivos trabajos, nos conocemos desde hace tiempo y hemos coincidido en varias ocasiones, siempre en reuniones profesionales. Una tarde del pasado mes de octubre, un amigo participaba en una sesión de un máster de la universidad y me invitó a asistir. Cuando llegué me encontré con Adela, que estaba inscrita como alumna de ese máster. Me saludó muy cariñosamente y, en el intermedio de la sesión, tomando un café juntos, la noté inusualmente simpática; me pareció que estaba coqueteando conmigo aunque, dada mi falta de entrenamiento, perfectamente pude no interpretar correctamente su actitud. Esa tarde, además, su apariencia me pareció algo distinta a la habitual, más atractiva. Así que, al despedirnos, le comenté que teníamos que quedar algún día para seguir hablando y me contestó, con aparente entusiasmo, que desde luego, cuando quisiera.

Pocos días después le propuse quedar a almorzar. Acordamos hacerlo el día que ella había de volver al máster: ambos nos escaparíamos un poco antes del trabajo de modo que dispusiésemos de unas dos horas libres. Así que, con mi inevitable puntualidad (ojalá pudiese relajarla un poco), llegué a la hora fijada al restaurante que ella había elegido. Es uno de los establecimientos más conocidos de esta tierra, caro y ampuloso, el típico al que te llevan en comidas de negocios (en las que uno nunca paga), en el que los camareros no paran de atosigarte con servicialidades melosas ... Así que pasé al bar a tomarme una cerveza mientras llegaba.

No tardó mucho y nos llevaron a una mesa muy coqueta. Adela venía muy parlanchina, algo aceleradilla, los ojos vivaces y la sonrisa fácil. Comentarios iniciales alusivos a nuestros trabajos, pedir la comida (un pescado que recuerdo que sabía a gloria) y poco a poco la conversación derivó cómodamente, sin rozamientos, hacia temas personales. Hablamos mucho y bien, ambos nos sentíamos a gusto. Yo notaba algo la diferencia de edad entre nosotros, pero tampoco como una brecha insalvable. Adela era una chica lista y sensible con la que me notaba relajado. Creo (estoy prácticamente seguro) que ella también disfrutó mucho de ese almuerzo. De hecho, al levantarnos, tras decirme que le había sorprendido (para bien) mi forma de ser, insistió en que teníamos que volver a vernos pronto.

Ese fin de semana le hice la carta astral (el tema había salido en nuestra conversación) acompañada de unas notas interpretativas esquemáticas, a partir de mis escasos conocimientos y con la ayuda de una página web. El lunes, desde su trabajo, me telefoneó para decirme que le había encantado el detalle y que teníamos que comentar lo que había escrito porque estaba muy impresionada. Hablamos de quedar ese fin de semana para ir al cine y luego tomar algo; a ella le venía bien el sábado, pero concretaríamos en unos días. El viernes la llamé y me dijo que se le había complicado el fin de semana, que lo dejáramos para otro momento. Le contesté que cuando ella quisiese, que yo disponía de mucho tiempo. Durante la semana siguiente no tuve ninguna noticia suya, así que volví a llamarla. Me dijo que estaba muy liada, que tenía algunos problemas de tipo familiar y que ya me contaría. Fue entonces cuando pensé que a lo mejor la estaba agobiando, que, por lo que fuera, no le apetecía demasiado volver a salir conmigo. Total que le dije que no se preocupara, que no quería parecer un pesado y que cuando ella quisiese que me llamara. En todo caso, no se piense que hubo alguna tirantez en la conversación; al contrario, ambos muy amables y hasta cariñosos.

Sin saber nada más de ella pasaron los meses de noviembre y diciembre, hasta el día de nochebuena, para ser más exactos. Esa tarde salía yo de un supermercado cuando me suena el móvil y era Adela. Con la excusa de desearme feliz navidad, estuvo un ratito hablando, derrochando simpatía y enviándome guiños de complicidad que no acerté a descifrar del todo. En un momento le pregunté que a ver cuándo quedábamos y me dijo que sí, que a ella le apetecía mucho, pero que ahora estaba muy liada, que en cuanto pasaran las fiestas ... Pues nada, diez minutillos de charleta cariñosa e intrascendente (con la justa dosis de misterio, por su parte) y hasta la próxima.

Y volvió el silencio. Esta vez hasta el 23 de febrero (casi dos meses exactos). Esa tarde estaba yo trabajando cuando recibo un sms suyo. Me contaba que estaba en la clase del máster y que el ponente era también un amigo mío; acababa el mensaje enviándome besos. Le contesté cualquier bobería y finalicé agradeciéndole los besos si bien, le decía, preferiría que me los diera personalmente. Enseguida me llegó la respuesta: "sí, pronto nos vemos y te cuento (símbolo de sonrisita). Más besos". Ya no contesté (y ella tampoco).

Y nada más. ¿Cómo se interpreta la actitud de Adela? Pues no lo sé. Explicación de Esther: Se lo pasó bien conmigo, le caigo bien, pero no le gusto (no quiere acostarse conmigo) y con su comportamiento me está transmitiendo el siguiente mensaje: me encantará tenerte como "amigo" y verte de vez en cuando, pero antes tengo que estar segura de que aceptas no tener sexo. Me han dado otras interpretaciones, pero tampoco merece demasiado la pena transcribirlas. De hecho, no es que me preocupe demasiado descubrir las razones de este juego; pero, sólo por curiosidad intelectual, estaría bien entender algo.


CATEGORÍA: Personas y personajes
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1 comentario:

  1. Què juegos de niños...

    Comentado el Domingo, 1 Julio 2007 11:44

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