martes, 4 de abril de 2006

Hacer daño

Te relacionas con otros. Buscas afectividad: dar y recibir cariño. Y van apareciendo vínculos entre ambos. Uno mismo los siente.

Quieres (debes) ser honesto. Actuar rectamente, sin torcimientos ni ocultamientos. O mejor, ser lo más honesto posible, porque la honestidad no es un estado dicotómico, sino una escala.

No quiero pensar hacia dónde va esta relación, menos preocuparme por si tiene futuro o no. ¿Qué es el futuro de una relación? Ser una pareja, estar juntos el uno y la otra, quererse mutuamente, quererse exclusivamente (exclusivos, al menos, en ese amor especial). No lo sé.

Más sencillo que todo eso. ¿Debe uno prever, cuando empieza a relacionarse con alguien, si la relación tiene futuro? Y si se lo pregunta y piensa que no, que no lo tiene ... ¿debe abstenerse de iniciarla para evitar que esa relación haga daño, a uno mismo o al otro? Hoy y aquí respondo que no, que uno no debe uno ni siquiera hacerse esas preguntas.

Hacerse esas preguntas es orientarse hacia el desamor, es una barrera de miedo que impide vivir, es un trampolín a la falsedad (la honestidad hace daño).

¿Tan difícil es aceptar que yo estoy aquí y ahora contigo porque quiero estar contigo, porque aquí y ahora te quiero, de la forma que te quiero aquí y ahora, y porque creo, siento, que tú aquí y ahora me quieres y quieres estar conmigo? Sí es difícil, pero es necesario, es imprescindible justamente para que ese aquí y ahora se dilate en el tiempo y en el espacio.

La relación será "eterna" al final; es decir, lo habrá sido. Porque si la vives preocupado por lo que durará, si es sincera, si el amor es cómo debe ser... no la estás viviendo; estás simplemente proyectando en esa relación tus miedos, ensombreciéndola con lo que crees que le falta (tus propias carencias) y condenándola a muerte.

Y si el otro nota esos miedos en ti, justamente porque te quiere bien, para evitar hacerte daño, dejará de ser honesto, opacará progresivamente la transparencia que quizás hubiera entre ambos. Y esa ocultación va poco a poco erosionando el propio amor que el otro te tiene; el otro empieza a perder la alegría de amarte; su cariño deja de fluir con esa efervescencia despreocupada de antes.

Hablo de algo que he vivido. Me estoy refiriendo a "calcular" cómo debe uno comportarse ante el otro, qué decir, qué mostrar, cuándo y cómo hacerlo, cuánto ... Me estoy refiriendo a condicionar la comunicación con el otro a nuestras "expectativas" sobre cómo va a recibir nuestro mensaje. Un componente fundamental de esas expectativas castradoras de nuestra afectividad es el miedo a hacer (o a hacernos) daño.

Podemos fingir la expresión de nuestros sentimientos para ir llenando las expectativas del otro; incluso para llenar las nuestras (la deshonestidad más habitual es hacia uno mismo). Pero ese fingimiento nos irá desgastando el brillo de la ilusión. Y por no hacer daño nos quedaremos sin amor.

Así que, simplemente amemos, que equivale a querer el bien del otro (nunca querer hacerle daño). Pero no graduemos la expresión ni el fluir de nuestro amor por el miedo a hacer daño. Sin llegar para nada al extremo poético de Sabina (los amores no matan), amemos sin preocuparnos por el daño.

PS: La canción a la que me refiero es "Contigo". A continuación en la versión de Niña Pastori.


Contigo - Niña Pastori (Entre todas las mujeres, 2003)


CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM

2 comentarios:

  1. Tú tampoco tienes correo. Te lo dejo por aquí, a ver si lo encuentras.

    alysha909(arroba)hotmail.com

    Comentado originalmente el Viernes, 25 Agosto 2006 08:11

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  2. Juraría que todo sigue como lo dejé. No he asesinado nada. Pero ya me contarás.

    Comentado originalmente el Sábado, 26 Agosto 2006 13:20

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