domingo, 11 de febrero de 2007

Confianza e intimidad

Dice Bucay que uno de los ingredientes imprescindibles en toda relación íntima es la confianza; los otros dos son el amor y la atracción. De esas tres "patas" quizás la confianza sea la más frágil: es tan fácil perderla. Por eso deberíamos ser muy cuidadosos con cualquier comportamiento que pueda erosionar la confianza del otro en nosotros. Porque además (como también dice Bucay) el sentir o no confianza en el otro (como el sentir amor o atracción) no depende de uno, es ajeno a su voluntad. O sea, que yo no puedo hacer apenas nada para recuperar la confianza en ti; tú, sin embargo, sí puedes.

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio; son palabras de Serrat que suscribo y, en este caso, significarían que es inútil sentirse culpable por haber metido la pata. Ojalá que no hubiera ocurrido, pero ha ocurrido y lo cierto es que la confianza se ha debilitado. ¿Qué va a pasar ahora? No lo sé. Sólo puedo decir que cada uno habrá de aprender de lo ocurrido. Y dejar que el tiempo vaya pasando y evitar actuar de modo tal que lo que, en el fondo, no es sino un incidente menor, erosione más cosas de las que debería. Se me ocurre que si la confianza se resiente, no necesariamente (al menos no enseguida) han de resentirse la atracción y el amor.

Todos somos distintos y, aunque mantengamos un vínculo íntimo, siempre, en mayor o menor grado, guardamos una parcela de nuestra individualidad. No se trata de que quiera ocultártela, sino de que quiero ser yo quien decida cuándo y cómo mostrártela. De otra parte, a medida que la confianza entre dos aumenta, más se abren el uno al otro, más están dispuestos a desnudarse. Uno se expone y queda vulnerable ante el otro (y viceversa) pero, al mismo tiempo, es la forma de vivir una relación auténtica (de ser yo auténtico). Desde luego que sé que no quieres hacerme daño; en ese aspecto mi confianza no ha sido mermada. Pero, al querer entrar donde no habías sido invitada, has violentado algo la naturalidad con que me sentía ante ti.

Sabes que lo mismo que has hecho lo he hecho yo (en bastante mayor grado) con mi ex-mujer. También lo hizo ella conmigo. Así que no voy a ser tan hipócrita de escandalizarme ni tampoco a darle más importancia de la que tiene. Caíste en una tentación fácil, sin darle más vueltas. Lo hiciste motivada por tus miedos, por tus necesidades, por celos ... por cualesquiera de esos sentimientos que vienen en la "ensalada" de la mayoría de las relaciones de pareja y que confundimos con el amor (cuando son aditivos al mismo). Así que, por favor, no le des más vueltas al asunto.

Me has dicho que no te parecía que te perdonara. Es que no siento que tenga nada que perdonarte. Entiendo muy bien por qué lo hiciste; no me siento agraviado (para perdonarte). Siento, eso sí, pena por el hecho de que haya ocurrido; porque soy consciente (no puedo evitarlo) de que esto es un paso atrás en la evolución de mi confianza. Pero nada más. No pienso que han sido desvelados mis secretos inconfesables, ni que nada de lo que hayas podido descubrir sea vergonzoso o contrario a mis ideas (que conoces). No he dejado de amarte (en un cierto aspecto te diría que casi al contrario) ni has dejado de atraerme. Así que, por mi parte, no siento que tenga nada que hacer, salvo tratar de hacer (de que hagamos) como si nada hubiese pasado.

Por tu parte, en cambio, sí quizás deberías meditar si esos otros sentimientos que van con tu amor son tan importantes para ti; porque a lo peor hay cosas que no puedo darte.




El amor no es una condena (rompamos todas las cadenas); pero estate segura de que puedes contar conmigo.

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