Postergadas apostillas postreras al pastoso post pasado
No estoy convencido del todo, pero quizás no debería haber escrito el post anterior. En todo caso, lo que en ese post está escrito ya había sido oído por la persona que es su destinataria. El post, además, no da todos los datos, no concreta los detalles de lo que pasó, aunque imagino que no son muy necesarios. Aun así, en la medida en que el incidente que lo motiva afecta a las emociones y sentimientos de una persona que accede a mi blog, quizás no debería haberlo escrito.
Sin embargo, este blog lo escribo principalmente para mí mismo; para dejar constancia de las cosas que vivo, para verlas un poco "desde fuera". Por eso, no escribir sobre lo que ocurrió ayer habría sido una especie de traición a mí mismo. Hoy he intuido que la publicación de este post puede no haber agradado a quien lo ha motivado. Si es así, discúlpame; pero sé que sabes que no quiero hacerte ningún daño.
También hoy me han dicho que el post era muy duro. Parece ser que el haberme apenado en vez de cabreado resulta mucho más duro. Parece ser que, cuando metemos la pata, esperemos que se enfaden con nosotros y ansiamos esa reprimenda como forma de expiar nuestra conciencia de culpa; sí, me he portado mal, pero ya estoy en paz porque me he llevado la bronca que me merecía. Puede que sea así, pero eso es muestra de un comportamiento infantil y, aunque sea poco inteligente por mi parte, no quiero jugar a esos juegos.
De todas formas, es verdad que tampoco me parece grave lo que ha ocurrido y no creo que haya que darle muchas vueltas. Más grave me parecería no aprovecharlo para madurar en el conocimiento propio y mutuo, y eso es incompatible con concesiones infantiles.
Y como apostilla final algo que no dije en el post y que es de justicia decir. Has sido valiente no callándote, máxime cuando era tan fácil callarte y con casi toda seguridad yo nunca me habría dado cuenta. Y sé que lo has afrontado porque eres buena (y se te habría dado fatal mantener el disimulo) y también porque me quieres. Y por eso (es el "cierto aspecto" al que me refería veladamente en el post anterior) no sólo no he dejado de amarte sino al contrario.
Y basta del tema y oigamos una canción fantástica. Me había olvidado que tenía un recopilatorio con los mejores temas de los Kinks. Aquí va el temazo que Ray Davies le compuso a Lola y que oía a mis diecisiete años en primero de carrera. Por cierto, la protagonista del post anterior y de estas apostillas no se llama Lola. Y, más por cierto, la Lola de la canción resulta que es un travesti y yo me entero ahora (eso me pasa por no haber tratado de entender la letra en su momento: ayyy el inglés).
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