jueves, 24 de mayo de 2007

Tácticas electoralistas

Estamos ya en la “recta final” de la campaña electoral. Campaña electoral: dícese del periodo de tiempo (de duración variable tendencialmente creciente) durante el cual unos individuos se dedican a proclamar lo buenos que son y lo malos que son sus competidores para poder alcanzar (o mantener) cargos; el ocupar estos cargos aporta, por lo visto, beneficios de muy diversa índole, tanto material como psicológica.

Estos individuos (los candidatos) aspiran a representarnos en la dirección de la sociedad; se supone que los elegidos gobernarán en nuestro nombre. Por eso, en teoría, deberíamos votar a quienes nos ofrecieran un programa de gobierno más acorde con nuestros deseos y, a la vez, nos merezcan mayor fiabilidad. Pero las decisiones de los votantes no obedecen mayoritariamente a evaluaciones analíticas, sino sobre todo a posicionamientos emocionales.

De otra parte, en una sociedad de masas, lo importante no es tanto el mensaje como su difusión. Se consolida así, cada vez más, un círculo vicioso: mensajes vacuos dirigidos a la emotividad del oyente; los candidatos renuncian a salirse de las técnicas publicitarias porque saben que es lo que funciona; los votantes saben que es todo un circo de falsedades pero tampoco tienen ganas de exigir el ejercicio del raciocinio. Resultado: por más que todos nos felicitemos de vivir en un sistema democrático, la representación de los votantes es tan indirecta que cada vez hay más separación entre el mundo de la política y la sociedad.

Aunque en este juego perverso estén (¿estemos?) todos, hay siempre grados. En esta tierra hay un partido que es, de lejos, el que más ha perfeccionado las técnicas electoralistas, renunciando casi (dejo el casi por prudencia) a cualquier exigencia de coherencia ideológica a favor del único y evidente objetivo de copar cuantos más cargos y cuotas de poder sea posible. ¿El fin justifica los medios? Al 100%. Son pues irrelevantes los medios que se empleen, siempre que contribuyan al resultado electoral; pero, además, también son irrelevantes (o casi) los “daños colaterales” de esta manera de entender la política. ¿Qué daños? Pues fomentar la desinformación, los enfrentamientos, los tópicos borreguiles y, en suma, debilitar los presupuestos que requiere la democracia.

Lo malo de estas técnicas es que funcionan, mal que me pese. La eficacia demostrada de su empleo inescrupuloso se convierte en una tentación muy difícil de resistir, por más que algunos pretendan conservar ciertas dosis éticas en las formas y en el fondo; estas personas son inevitablemente apartadas, tachados de diversos calificativos (ingenuos quizás sea el más frecuente) que no hacen sino disfrazar su disfuncionalidad. Así, me da la impresión que los mecanismos básicos no son negados por nadie y las diferencias entre partidos son más de eficacia (quién se atreve a ir más allá que los demás) que de principios. En esta tierra, el partido al que me refiero (llamémosle CC por usar unas siglas cualesquiera) es el que ha logrado mayor perfección tanto en los aspectos “técnicos” de la manipulación electoralista como en la capacidad de autosugestión que permite, a los menos maquiavélicos de sus militantes y candidatos, no percibir el hedor de sus acciones o incluso sentirlas como perfúmenes aromáticos.

Pongamos un ejemplo, seguramente el más representativo pero para nada el único. En la ciudad donde habito hay una playa artificial al pie de un macizo de gran valor natural. Hacia mediados de los 60, se aprobó un plan para urbanizar y edificar las laderas que cierran la playa. Por muy diversas vicisitudes, esos terrenos no llegaron a ser transformados mientras la población de esta capital se iba acostumbrando a disfrutar de la cada vez más “su” playa, la única con que contaba. Hará una década (quizás algo más), cuando se planteó de nuevo la urbanización, los políticos comprobaron el rechazo masivo de la ciudadanía. Los de CC (llamémoslo así) son muy sensibles a la opinión mayoritaria y no les cuesta apenas nada ponerse al lado del “pueblo” cuando así conviene a sus objetivos, por más que poco antes estuvieran apoyando las tesis contraria (se puede hacer un catálogo de actuaciones de este tipo). Así que el Ayuntamiento (de CC) se convierte en el adalid único de la defensa de la playa, sin importar que fueran los últimos en llegar. Convoca un concurso internacional de ideas y revisa el Plan General para prohibir la urbanización en esas laderas y “desplazar” las edificabilidades hacia un extremo de las mismas (tampoco iban a cargarse completamente las expectativas de los propietarios, que somos gente de orden, por Dios).

Pero las cosas no son tan sencillas. Los propietarios tienen unos derechos (aunque ni ellos están muy seguros a cuánto ascienden) y no van a aceptar de buen grado la modificación de sus planes. Entonces aparecen en escena dos señores muy importantes, grandes empresarios locales muy vinculados al mundo urbanístico y bancario. El caso es que estos señores compran los terrenos a sus propietarios por 5.500 millones de pesetas (por cierto, con un crédito que les concede en un solo día la Caja de Ahorros de la que uno de ellos es consejero) y, a partir de ahí, inician negociaciones con el Ayuntamiento que culminan con la venta al municipio de los terrenos del frente de playa (quedándose con los que mantienen la edificabilidad) por la cantidad de 8.500 millones de pesetas; en unos tres añitos, los nuevos propietarios obtienen 3.000 millones de beneficio por unos terrenos inedificables y siguen manteniendo la propiedad de una gran parte de los suelos, justamente de aquéllos en los que se prevén muchas viviendas y un gran hotel (luego vendieron algunos de esos terrenos con aprovechamiento).

Pues bien, hace unos meses la fiscalía presentó una querella criminal contra varios de los protagonistas de esta operación. Más recientemente (el 3 de marzo pasado), el Tribunal Supremo resuelve un contencioso administrativo declarando la compraventa municipal contraria al ordenamiento jurídico (es decir: el Ayuntamiento no es dueño de los terrenos y los vendedores habrían de devolver el dinero ... bueno, bueno, ya veremos). Como es fácil de imaginar, el asunto se ha convertido en uno de los más reiterados durante esta campaña electoral. ¿Cómo lo enfocan estos maestros en las técnicas de conseguir y mantenerse en el poder?

Voy sólo a destacar dos líneas estratégicas. La primera consiste en victimizarse y –lo que es más importante- implicarnos a todos en esa victimización. Así, no se habla para nada del fondo del asunto (las más que sospechosamente sucias maniobras que ha habido en toda esta operación) y se proclama en cambio que estamos asistiendo a un “acoso judicial” instrumentalizado desde Madrid para desbancar al alcalde y a CC en favor del PSOE (“casualmente” el candidato socialista a la presidencia autonómica era por entonces ministro de justicia y, “por tanto”, se ocupaba de desviar las actuaciones judiciales hacia sus intereses partidistas). Pero se da un paso más que no es otro que vendernos que el “ataque” no es sólo contra el alcalde y su partido, sino contra todo el pueblo de esta ciudad, de esta región, al cual los “godos” del gobierno de España menosprecian con una visión centralista y colonialista. Naturalmente, no lo dicen con estas palabras; no hace falta, basta con excitar indirectamente con los viejos tópicos las sensibilidades más retrógradas. Y el mensaje cala; he oído a más de uno afirmar, con variable contundencia, que se trata de un ataque contra CC y contra los canarios y que es necesario defenderse en las urnas, avalando “nuestra” honradez. Y quienes optan por estas tácticas no sólo saben que funcionan sino que se sienten tan impunes que no tienen vergüenza en declarar que con la última sentencia (la del TS) se les está dando la mayoría absoluta en el ayuntamiento de esta ciudad. Traduzcámoslo: los ciudadanos votaremos masivamente a un equipo de gobierno implicado en sucias maniobras que no queremos conocer porque nos han convencido de que ellos (y nosotros) somos víctimas de una agresión colonialista.

La segunda línea estratégica a que me refería consiste en tergiversar simplista y demagógicamente los hechos, convirtiendo lo que, cuando menos, son chapuzas en loables objetivos populares que sólo ellos desean (porque los restantes partidos no quieren el bien de estos ciudadanos tan agredidos). Así, sin ningún pudor, emplean la imagen actual de la playa (sin edificaciones) para convertirla en símbolo de la política de CC respecto al litoral, en contraposición con los tramos de costas edificados de municipios gobernados por otros partidos. No dicen, claro está, que el Plan que ellos aprueban mantiene bastante edificabilidad en la parte trasera de la playa, ni tampoco que hay muchos otros municipios gobernados por ellos que han construido sus litorales tanto o más que los que citan (no podía ser de otra manera, cuando este partido está bastante controlado por los principales “empresarios del cemento”). Añaden que, en su desinteresada búsqueda de una “playa para el pueblo”, libre de edificaciones, estuvieron solos ya que los otros grupos políticos se opusieron; cuando a lo que éstos (y no todos) se opusieron fue al precio que se pagaba por la compra y al torticero procedimiento con que se llevó a cabo.

En fin, ¿para qué seguir? Prefiero no detallar los que llamé daños colaterales, aunque son los que más me preocupan, por lo que nos desvían del camino hacia una sociedad de hombres más justos, cultos, buenos ... Lo malo, lo triste, lo deprimente es que estas estrategias demagógicas y manipuladoras son rentables en términos de resultados electorales y, por la más que conocida ley de la evolución, tienden a perpetuarse y reforzarse. Ya veremos en la noche de este domingo que ahí siguen, manteniendo sus feudos y apropiándose del gobierno. Tenemos lo que nos merecemos.


CATEGORÍA: Política y Sociedad

4 comentarios:

  1. Pues claro que tenemos lo que nos merecemos. ¿O es que alguien le pone a alguien una pistola en el pecho para votar? ¿Alguien puede quejarse a estas alturas de que ignora cuán deshonestos y sinvergüenzas son los candidatos? Mi opinión es que muchos lo que hacen con su voto es pagar su deuda: los favores recibidos, los enchufes, las subvenciones y esas cosillas. Cada uno a su nivel. Por lo menos, en Andalucía es así, las tres cuartas partes de los votos están comprados de formas diversas. Desde los subsidios agrarios pagados por peonadas no realizadas pero firmadas por los alcaldes, hasta las subvenciones dadas a cualquier asociación fantasma.

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  2. A mi esto últimamente me está dando un miedo increible, las últimas declaraciones sobre los dos bandos de Aznar, las acusaciones de que si no votas al pp eres parte de Eta. Vivimos una nueva época electoral, donde los insultos no sólo se dirigen entre ellos sino que se pone también en duda la honestidad del que vota, del que no vota, y del que se mete el dedo en la nariz.

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  3. Me enervo con los de la Coca. Siempre me he enervado. Y como me enervo tanto prefiero no hablar mucho de esos individuos.

    No entiendo cómo la gente se deja manipular impunemente. No diré yo que esté libre de manipulaciones (mucha inteligencia y clarividencia debería tener para ello) pero, como mínimo, procuro "masticar" un poco los mensajes que me envían. Pero eso la inmensa mayoría de los votantes no lo hacen y se lo tragan todo, todito en cuanto apelan a tres miedos o cuatro lugares comunes.

    En fin... y yo sigo votando... será que soy una ingenua :)

    Besos

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  4. Hola. Han sido un hallazgo tus páginas. Y leer tus reflexiones sobre el fenómeno de las teresitas, revelador. Soy un asiduo visitante de esa magnífica playa y espectador del cambio que ha sufrido año tras año, hasta convertirse en puro objeto especulativo. La maniobra de ingeniería financiero-caciquil que describes sería brillante de no resultar que en esta trama el cacique es un delincuente que se apropia del dinero de todos y pisotea la dignidad colectiva. Esa gentuza capaz de engañar a las instituciones con fraudulentos "compraventas" por valor de 8.500 millones de pesetas, de las que en solo tres días obtienen un "beneficio" de 3.000 millones, en vez de explosionar y hacerse mierda frente al espejo con solo mirarse, de pura vergüenza, en vez de eso, digo, ajustan su corbata de raso y ensayan la sonrisa del poder, satisfechos por haberse pasado por la entrepierna a la ley, a la justicia y al sentido común. Luego reúnen al colectivo ciudadano, toman la palabra y nos dicen: Todos ustedes son idiotas. Y nosotros, impotentes, asentimos.

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