domingo, 29 de marzo de 2015

Sobre las elecciones andaluzas (3): proporcionalidad

En un sistema representativo, lo que parece más democrático para que el Parlamento represente al cuerpo electoral, es que el reparto de escaños sea lo más proporcional posible a los resultados de las votaciones. Así, en Andalucía, con un censo electoral en torno a los seis millones y medio y un parlamento con 109 escaños, cada diputado debería representar en torno a casi 60.000 votantes. Si el reparto se hace sólo sobre el total de votos válidos (poco más de cuatro millones), a fin de evitar al "partido abstencionista", la cifra baja a unos 36.860 votantes por escaño. Sin embargo, por diversos mecanismos del sistema electoral, ese coste de cada escaño en votos no es igual para cada partido. Así, en las recientes elecciones andaluzas, al PSOE cada escaño de los 47 obtenidos le ha costado algo menos de 30.000 votos, mientras que, en el otro extremo, Izquierda Unida ha necesitado casi 55.000 votos por escaño (y no digamos UPyD –como el resto de partidos que concurrieron y no consiguieron representación–, cuyos 76.653 votos no han valido ni siquiera para un escaño). Parece bastante razonable pensar que si los de Susana Díaz han tenido un respaldo popular cinco veces superior a los de Maillo, obtuvieran el quíntuple de escaños y no 9,4 veces más. En mi opinión, cuanto más se desvíe la distribución de escaños de la distribución proporcional de votos recibidos, menos democrática es la composición del Parlamento. Todos los argumentos que suelen esgrimirse para defender correcciones mayoritarias a la proporcionalidad se basan en limitar las excesivas fragmentaciones parlamentarias pues éstas –dicen– dificultan la gobernabilidad. Estas razones a mí no me convencen.

Los mecanismos correctores del sistema electoral andaluz para la asignación de escaños en función de los votos válidos son tres: la división del censo por circunscripciones provinciales, la exigencia de obtener un 3% de votos válidos y el reparto mediante la Ley d'Hondt. En realidad, el listón electoral cuando se asignan los votos por varias circunscripciones tiene poco efecto en la distribución final de escaños, ya que la Ley d'Hondt se ocupa de eliminar a los partidos con escasa representación. En Sevilla, por ejemplo, se presentaron 16 formaciones políticas de las cuales sólo las cinco que obtuvieron escaños superaban el 3% de los votos válidos en la provincia; si se hubieran distribuido los escaños sin exigir el mínimo del 3%, los resultados habrían sido exactamente iguales (8, 4, 3, 2 y 1 escaños para los mismos cinco partidos). Sin embargo, sí habría operado de haberse aplicado dicha Ley sobre circunscripción única, ya que entonces suprimiría a UPyD y al Partido Andalucista –con el 1,93% y el 1,53% de los votos– que, de no haber mínimo, entrarían en el Parlamento (con 2 y 1 escaño, respectivamente). En todo caso, no me parece que se justifique ningún listón superior a la inversa del número de escaños a repartir, ya que eso significa ir contra la proporcionalidad. ¿Por qué un partido que obtiene el 2,5% de apoyo popular no va a obtener, más o menos, esa proporción de los escaños del Parlamento?

La Ley d'Hondt no es más que un algoritmo para hacer una distribución proporcional de unidades enteras, resolviendo el problema de las inevitables fracciones. De hecho, si el número de objetos a repartir es suficientemente grande, la fórmula lleva a distribuciones muy cercanas a las resultantes de la aplicación de los porcentajes exactos (que salen con decimales). Por ejemplo, al PSOE, con un 35,92% de los votos válidos, le corresponderían en estricta proporcionalidad 39,158 escaños y aplicando la Ley d'Hondt sobre circunscripción única le tocarían 41. Las diferencias son mayores cuando el número de escaños a repartir es menor, como ocurre en Andalucía con las ocho circunscripciones provinciales. Así pues, aunque es verdad que la Ley d'Hondt tiene una ligera tendencia a asignar a los partidos con más votos algún escaño más del que les correspondería en estricta proporcionalidad, la parte de culpa que le toca en cuanto a las diferencias respecto de una distribución estrictamente proporcional es muy pequeña. De hecho, como trato a continuación, no vería inconveniente en mantenerla siempre que se aplicara sobre el total de votos (no por circunscripciones).

Porque lo que más rompe la proporcionalidad, tanto en Andalucía como en las elecciones nacionales, es la división en circunscripciones al reducir los escaños a repartir. En la tabla adjunta recojo las cuatro distribuciones que tendría el Parlamento andaluz con las últimas votaciones según los mecanismos de reparto electoral. La primera columna es la del sistema vigente, con las 8 circunscripciones provinciales y la Ley d’Hondt en cada una de ella; la segunda es aplicando la proporcionalidad (redondeada) en cada provincia; la tercera, la Ley d’Hondt para el conjunto de Andalucía; y la cuarta, proporcionalidad estricta también sobre circunscripción única. Las columnas están ordenadas, en mi opinión, de menos a más representativas (democráticas) y, como puede apreciarse hay notables diferencias entre la primera (la que configura el Parlamento en la realidad) y la última. Así, el PSOE tiene mucha más representación de la que le corresponde, y también, pero en menor medida, el PP. Podemos y Ciudadanos; en cambio, deberían tener un escaño más cada uno, pero es sobre todo Izquierda Unida la más perjudicada, algo a lo que ya están acostumbrados porque siempre les ocurre. Finalmente, UPyD, los Andalucista y el Partido Animalista (este último forzando el redondeo) habrían entrado en la Cámara regional. ¿Tan terrible habría sido esta distribución del Parlamento? Al margen de lo verdaderamente importante –que represente lo más fielmente posible las preferencias de los votantes–, no pienso yo que fuera nada malo en cuanto a la gobernabilidad. Más bien al contrario, obligaría a buscar consensos y acuerdos, algo muy recomendable en democracia.


En general, los sistemas electorales organizados por circunscripciones reducen la diversidad parlamentaria suprimiendo a los partidos minoritarios y, en último extremo, tendiendo al bipartidismo. El modelo paradigmático –y de más rancio abolengo– es el de los distritos ingleses, en el que cada circunscripción envía al Parlamento un único representante; pero mucho peor son las elecciones norteamericanas en las que todos los congresistas que aporta un Estado se los lleva el partido con más votos. Puedo admitir la fragmentación del censo para cámaras representativas de los territorios (por ejemplo, lo que debería ser el Senado), pero a mi juicio carece de lógica que en las elecciones al Gobierno de Andalucía se descarten los votos a los partidos minoritarios. En resumen, una de las reformas imprescindibles sería la de las leyes electorales, al objeto, claro está, de lograr que las cámaras legislativas sean lo más proporcionales posible a las preferencias de los electores.

5 comentarios:

  1. La idea de que la representación es por principio tanto mejor cuanto más exactamente proporcional me parece una ilusión cognitiva. He dado un argumento aquí: http://escritossobregustos.blogspot.com.es/2015/03/la-democracia-y-el-mito-de-la.html

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  2. He leído tu post y no he quedado convencido. Ya de entrada te diré que no me parece apropiado calificar la correlación entre proporcionalidad y democracia como una ilusión cognitiva. Tampoco veo contradicción entre quienes defienden esto y, a la vez, la democracia directa, pues creo que tu argumento es erróneo ya que comparas elecciones distintas. En la democracia representativa se eligen a quienes van a elegir en nuestro nombre mientras que en los referendos se elige directamente entre opciones finales. Cuando el objeto es la elección final, ciertamente todos los votos "perdedores" son descartados, pero eso nada tiene que ver con se descarte también a los representantes a priori.

    En última instancia, caes en los argumentos "prácticos" de facilitar la gobernabilidad, aunque te refieres a "negociación", cuando, en mi opinión, lo que hacen los sistemas mayoritarios es empobrecerla o falsearla, excluyendo de ésta las voces (teóricas) de partes significativas de la población que no han alcanzado representación.

    En resumen, que sigo manteniendo que la composición de una cámara legislativa siempre será "más democrática" cuanto más proporcional sea con los resultados electorales. Naturalmente, eso no significa que piense que con ese requisito basta; hacen falta muchos más. Uno, por ejemplo, podría ser reflexionar sobre la aplicación del veto (de las minorías) además del voto en según que asuntos o procedimientos.

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  3. Yo estoy de acuerdo en la proporcionalidad de votos y la composición más democrática de un parlamento y en el papel de la ley de Hondt en todo eso. Sólo un matiz: la división en circinscripciones podría ser acertada si esos electos fuera 'responsables' ante syus electores en cada circunscripción, como sucede, por ejemplo, en Reino Unido, donde un diputado es directamente reponsable -y tiene una oficina para responder a eso- de los electores de su distrito
    Si el argumento es que la mejor composición de un gobierno para su gobernabilidad es facilitar las mayorias (ignorando la proporción de votos real), habría que dar todos los votos al partido vencedor, aunque sea por uno solo, el vencedor se lleva todo, como en las elecciones de EEUU para presidente o gobernadores y, en cierto modo, en las previas por Estados.
    Por reducción al absurdo, lo mejor es que no haya elecciones (dictadura)

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    1. De acuerdo contigo, Lansky, salvo en tu aprecio por el sistema británico de diputado único por circunscripción. Obviamente, es mejor que el modelo estadounidense (ambos los cito en el post), pero en el fondo es mayoritario –no proporcional–, reduciendo la circunscripción al mínimo (para que le corresponda un único diputado). A mi modo de ver, la pretendida responsabilidad del electo ante sus electores poco tiene que ver, sin perjuicio de que me parezca fantástica, también en un sistema proporcional. Un diputado conservador que vota en contra del aborto, por ejemplo, nada rtiene que responder a los electores de su distrito que votaron al candidato que estaba a favor. El error, como digo en el post, es mantener criterios territoriales para cámaras que se supone que legislan para un ámbito mucho mayor.

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  4. Habría que probarlo, como todo, y ver qué pasa. Desde luego, en las recientes elecciones el PSOE habría visto con otros ojos los resultados de Podemos y Ciudadanos.

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