miércoles, 10 de junio de 2015

Pijerías de programador informático

Mi colección de música –mi discoteca– empieza a ser inabarcable. Tengo mogollón de piezas, prácticamente ya todas digitalizadas y almacenadas en tres discos duros. A bote pronto me sería imposible dimensionar el número de discos o canciones que guardo, pero desde luego superan de largo los cincuenta mil temas y más de un terabyte de espacio en disco. Uno de mis entretenimientos –no sé si acabaré algún día– es ordenar todos estos archivos, corrigiendo los títulos de las canciones (por ejemplo, no me gusta que las iniciales de todas las palabras sean mayúsculas como suelen venir en los CDs), localizando el compositor de cada pieza, clasificándolas por géneros musicales –con mis propios criterios que para colmo he ido cambiando– y bastantes otras manías personales. Al final, lo que estoy haciendo es una base de datos de dimensiones considerables, quizá no para un melómano o un profesional de la música, pero sí para un mero aficionado que además no dispone de todo el tiempo que le gustaría para disfrutar de lo que tiene (algo parecido, por cierto, me ocurre con los libros).

Prácticamente desde su lanzamiento, allá por 2001, el programa que uso para organizar mi discoteca (y reproducir la música) es iTunes. Amigos que saben bastante más que yo de gestión de archivos musicales me han asegurado que existen otros bastante mejores, pero será que me he acostumbrado y, pese a algunos fallitos ocasionales que de momento le voy perdonando, las prestaciones que da me son más que suficientes. Hay que tener en cuenta que –como ya conté en algún post viejo– uso Mac casi desde el principio de los tiempos (desde el 85 para ser exactos), así que es natural que me haya habituado al reproductor de música que por defecto traían estos ordenadores. Cada vez que adquiría uno nuevo venía con la última versión del programa que, además, suelo actualizar regularmente, de modo que ahora uso la 12.0.1.26 que supongo que es la última, pero he debido pasar, si no por todas, por la gran mayoría de las más de sesenta versiones que han existido.

La verdad que lo de actualizar una aplicación es un pequeño coñazo, aunque solo sea porque te rompe algunos automatismos que ya has desarrollado, sin que en la gran mayoría de los casos uno se entere de cuáles son las ventajas de la nueva versión y, en caso de que lo descubras, lo normal es que no les saques provecho. Estoy convencido, por ejemplo, de que el iTunes debe tener algunas utilidades que me harían más fácil mis tareas de formación y gestión de la base de datos, pero no tengo ni ganas ni tiempo de investigarlas; con mis rutinas manuales –lentas pero seguras– funciono satisfactoriamente que, al fin y al cabo, es lo único que pretendo. A pesar de mi general indiferencia a los cambios en las prestaciones de las sucesivas mejoras de la aplicación, de vez en cuando me llama la atención alguna de ellas, como es el caso de la que motiva el presente post y que, claro está, no puedo datar desde cuándo existe.

Para los que no usan el iTunes aclaro que en la ventana principal te aparecen todas las canciones de la biblioteca (la carpeta en las que se archivan), cada una de ellas con unos datos asociados,  los campos de la base de datos que te permite crear y rellenar la aplicación. Si seleccionas una canción concreta y activas la función "obtener información" se abre una ventanita flotante en la que aparecen seis pestañas, cada una de las cuales con los campos correspondientes que son modificables. Éstas son las ventanitas que voy abriendo cuando estoy completando la información que quiero que tenga un álbum, por ejemplo. Una de esas pestañas, la llamada "ilustración" está prevista para que insertes una imagen, se supone que la carátula el disco correspondiente. Hay distintas maneras de hacerlo, pero normalmente yo suelo buscar en internet la que más me convence (que además guardo en una carpeta propia); es una tontería, pero a mí me gusta que cuando escucho canciones (por ejemplo en el iPhone que uso bastante para estos fines) aparezca en la pantalla del dispositivo la carátula del disco, sobre todo cuando se trata de alguno de los que están vinculados a mi propia historia personal.

Pues bien, el caso es que la ventanita de información de las canciones –un cuadrado de unos 16 centímetros de lado (en la resolución a que tengo mi pantalla, claro)– tiene una banda superior en la que hay un pequeño espacio para la miniatura de la ilustración y en tres líneas el nombre del tema, del artista y del álbum. Esa banda, por defecto, es blancuzca, del mismo tono que el resto de la ventana; sin embargo, en cuanto asocias una imagen a la canción –la carátula del álbum por lo habitual– toda la banda adquiere un color entonado con el de la ilustración (y las letras de los textos cambian a su vez a otro color que contraste con el de la banda para que no pierdan legibilidad). Para que se entienda sin gastar palabras he hecho un collage de distintas ventanitas de algunas canciones.


Ésta que he llamado "prestación" es probablemente algo inútil, una mera pijería esteticista. Me imagino que a algún empleado de Apple se le ocurriría que tendría su gracia que no todas las ventanitas fueran iguales sino que adquirieran color propio en función de la ilustración de la pieza. Se pondría entonces a incorporar un analizador de color RGB que, de acuerdo a algún algoritmo, seleccionara en cada caso el adecuado y, además, cambiara el de las letras. Supongo que para un programador no debe ser apenas trabajo escribir el código correspondiente y proponerlo como una mejora en alguna de las muchas versiones. Y le dirían que por qué no, tiene su gracia la chorradita y le da un toque de originalidad, queda más mono.

También supongo que la gran mayoría de los muchísimos usuarios de la aplicación ni se habrán dado cuenta. O a lo mejor les ha ocurrido lo que a mí, que sin ser consciente de ello se me iba colando el cambio de color en la cabeza hasta que en algún momento –después de infinidad de veces de verlo sin fijarme– fui sintiendo una cierta inquietud que finalmente identifique: coño, qué curioso, el color de la banda va con la carátula del disco. La tontería me ha hecho reflexionar sobre la cantidad de información (o impresiones) que interiorizamos sin darnos ni cuenta (asunto relacionado con la en su época famosa publicidad subliminal); aunque también puede ser que sea yo el despistado que tardo demasiado en percatarme de las novedades en lo que forma mi cotidianidad. Pero además he pensado  que está bien que se haga este tipo de cosas, aparentemente inútiles pero que contribuyen a hacer más bonito algo. Esto último será porque me siento identificado; también yo me pierdo por pequeños detalles "estéticos" que quienes me conocen suelen calificar de manías absurdas

11 comentarios:

  1. Embellecimiento ambiental. Yo uso el iTunes pero creo que una versión más antigua, no me suena lo de los colorines y eso que a algunas canciones si les incluyo imagen. Buena afición eso de la música. Un abrazo, :)

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    1. Mira cuál es tu versión y me lo dices, que tengo curiosidad por datar la chorradita esta. Pero antes asegúrate de que no te hace lo que cuento, no vaya a ser que, como yo hasta ahora, ni te hayas dado cuenta.

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    2. Es la versión 11.0.5.5, no salen colorines.

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  2. Ya hablé en el blog de Lansky de Steam, que es una tienda virtual de videojuegos. Te haces una cuenta y puedes comprar juegos, normalmente de oferta a precios de risa (recientemente, he comprado cuatro y dos DLCs por menos de diez euros), y luego instalarlos en cualquiera de tus ordenadores o lo que sea. Bien, algunos de mis amigos tienen cientos e incluso una tiene más de mil juegos. Si quisieran instalar los juegos, serían varios terabytes. Que tengas un terabyte de música es bastante impresionante.

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    1. Los archivos de música, incluso en formatos lossless, pesan desde luego bastante menos que películas o videojuegos, así que te caben más. Yo no tengo videojuegos (me temo que no me dicen nada) y sí, un terabyte son muchísimas canciones, como compruebo en mi tarea eterna de ordenarlas y completarlas con la información correspondiente.

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  3. A mí me supera toda esa tecnología, no sé lo que es un MP3 ni un Spotify, estoy desconectado de lo que sale hoy, no compro un lanzamiento nuevo (Dylan aparte) desde hace años, supongo que me estoy perdiendo algo. De hecho andaba pensando en comprar un tocadiscos para no tener que escuchar mis viejos vinilos únicamente cuando voy de vacaciones a mi casa de Galicia. Recuerdo que cuando aparecieron los CD me parecieron algo caído del cielo porque no se gastaban como los discos tradicionales, pero después de comprar en ese formato muchos discos de Elvis que ya tenía en vinilo me di cuenta de que el sonido no era el mismo. Lo que sí utilizo es youtube, donde se puede acceder a viejos temas de rock and roll, de blues o de folk de décadas pasadas de otro modo completamente inaccesibles, al menos para mí; es como una emisora de radio de aquellas mismas décadas.

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    1. Igual, exactamente igual que Antonio, salvo que yo sí tengo tocadiscos a mano y estoy al día de las nuevas cosas de Jazz; en cuanto al pop, el rock y otra gaitas no creo que me pierda nada por no seguir la actualidad; tengo comprobado que los chavales jóvenes más inquietos se giran hacia la música de varias décadas antes de nacer ellos.

      Confesaré una cosa terrible, ahora que Vanbrugh anda definitivamente desaparecido de estos foros que él tanto animó: puedo vivir sin música; a pesar de Bach y Mozart y Donne,a pesar de los Beatles y Dylan, a pesar de Coltrane y Parker y Sathmo. Lo que no puedo es vivir sin los sonidos de la lluvia y el viento y el reclamo y el canto de los pájaros. Y desde luego puedo vivir sin todos esos inventitos y gadgets que tanto os parecen entusiasmar

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    2. El sonido digitalizado, Antonio, no es el mismo, en efecto. El proceso supone la supresión consciente –para reducir las dimensiones– de rangos de frecuencia que son casi inaudibles por los humanos, pero sólo casi. Aún así, la pérdida de calidad para oídos no demasiados exigentes cono los míos es aceptable; además, tampoco los vinilos son perfectos, a lo que hay que añadir el gravísimo inconveniente de sus inevitables desgastes. Tuve un amigo que era un melómano sibarita que sólo escuchaba música en una sala que se había montado con mucho estudio acústico, en la que tenía un aparato de reproducción alucinante. Seguro que le parecería un pecado mortal ir escuchando música con un reproductor portátil.

      En todo caso, la digitalización del sonido (y los aparatos para reproducirlo) es un avance impresionante, equivalente a cuando hace más de un siglo se descubrió cómo grabarlo. La diferencia entre un reproductor mp3 y un tocadiscos es exactamente la misma que hay entre un teléfono actual y otro de hace cuarenta años, aunque como éstos no han cambiado tanto en apariencia no los incluimos entre "todos esos inventitos y gadgets". De hecho, en el gusto por los vinilos (que vuelven a editarse, aunque siempre en cantidades minoritarias) predomina la nostalgia. También se venden teléfonos de baquelita para nostálgicos, aunque sean en realidad aparatos capaces de reproducir sonidos digitalizados.

      A mí no es que me entusiasmen los gadgets, como los llama Lansky. De hecho, apenas tengo más aparatitos que los que uso. Pero desde luego, sí que me parece una maravilla las posibilidades de acceder y disfrutar de la música que ha permitido tanto la digitalización como internet. Algo que era simplemente impensable cuando, en mi adolescencia, empezaba a interesarme y apasionarme por ella. Y supongo que se puede vivir sin escuchar música, como también sin leer, por ejemplo. Pero, ¿para qué empobrecer la vida?

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    3. Una actitud muy 'olímpica' la tuya, ¿así que no quieres 'empobrecer' tu vida?, ergo la enriqueces, con tus dispositivos y tu amor supremo a la música. Otros habrá que piensen que el que sale al campo y no sabe distinguir un bledo de un cardo o un pinzón de un verderón es el que tiene una vida pobre, al menos de percepcion del mundo que le rodea. ¿No crees?

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    4. Disfrutar de lo que la vida nos ofrece es, para mí, enriquecerla, en efecto. No aprovechar muchísimos de esos dones (lo que todos hacemos necesariamente) es, consiguientemente, desperdiciar una posibilidad de enriquecimiento, que –quizá con poca precisión semántica– tildé de empobrecer la vida. Naturalmente, como hemos de elegir a qué dedicamos nuestro escaso tiempo vital (la parte de él que podemos dedicar libremente) cada uno decidirá como enriquecer su vida. Y sí, habrá quienes piensen que la mejor manera de aprovecharla es disfrutando de los bledos y de los cardos, o de los pinzones y verderones, y ese disfrute le llevará a distinguir perfectamente unos de otros. Otros, en cambio, pueden preferir enriquecer su vida estudiando historia o volcándose en ayudar y hacer felices a los menos afortunados. Así que, que tú consideres que escuchar música y disfrutar con ella (lo que te lleva a conocerla mejor) no es la forma en que quieres "enriquecer" tu vida, me parece estupendo y en absoluto he hecho un juicio de valor al respecto. Tampoco creo que lo que dije refleje una actitud "olímpica", pero en fin, estoy acostumbrado a que descubras en mí intenciones de las que ni yo mismo me he dado cuenta. Más bien me parece que eres tú quien suele menospreciar las cosas que no te interesan (inventitos, gadgets), generalizando sobre ellas incluso aunque no las conozcas suficientemente. Dicho esto, respondo afirmativamente a tu pregunta final (retórica): sí, quien no sabe distinguir lo que ve en el campo tiene una vida pobre en cuanto a la percepción de la flora y de la fauna que le rodea. Que esa "pobreza" sea más "grave" que la de quien no entiende de música o de gadgets tecnológicos es cuestión de opiniones y no creo haber dado la mía. En todo caso, vaya por delante que no me considero en absoluto que sepa mucho de casi nada.

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  4. "supongo que se puede vivir sin escuchar música, como también sin leer, por ejemplo. Pero, ¿para qué empobrecer la vida?". Estabas generalizando, amigo mío, y haciendo juicios de valor

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