martes, 20 de octubre de 2015

Izquierda radical

Con arrogante desprecio, los comentaristas respetables repiten el término "la izquierda radical" para descalificar a algunos de los grupos políticos que, aunque existen desde hace mucho, han adquirido presencia y apoyo popular a raíz de la indignación generalizada debida a la crisis económica y, sobre todo, a los efectos de su gestión. El sistema construido en este país durante la Transición –con el permiso y bajo la dirección de mentores foráneos– se basaba en la presencia de dos grandes bloques que cubrirían el tramo admisible del eje derecha-izquierda. Depurar los extremos ideológicos se nos vendió como exigencia de higiene democrática (la herencia franquista) y, cuando esto no terminaba de casar gracias al aggiornamento de los partidos comunistas europeos en los setenta, como necesidad de la modernidad económica. Así nos diseñaron una socialdemocracia edulcorada que desactivara a los comunistas, la única izquierda que tenía arraigo real a la muerte de Franco, en calculados pasos descafeinadores (Congreso de Suresnes, abandono del marxismo, defensa de la OTAN, etc). Más costó la consolidación del bloque alternativo, que tuvo escaso éxito en articularse en torno a un esquema de democracia cristiana a la italiana, debido al atomismo disgregador que prevaleció en UCD y también a que Adolfo Suárez salió respondón. Hubo pues que recurrir a la antigua Alianza Popular, una vez jubilados quienes por su historial no eran presentables, y tras el necesario cambio de nombre. Completaron el abanico los partidos nacionalistas, nota exótica de nuestro españolísimo gusto por lo centrífugo, que valían para hacer viables gobiernos en minoría de PSOE o PP a cambio de dejarles hacer los convenientes apaños en sus propias casas.

Así las cosas, desde la primera victoria del PSOE y coincidiendo con la consagración ideológica del nuevo orden mundial de la economía neoliberal (Reagan y Thatcher bajo el sustento académico de la Escuela de Chicago y los seguidores de Hayek), la izquierda que rechaza el capitalismo prácticamente desapareció de nuestro panorama político o, al menos, del parlamentario. Quedaba, eso sí, el Partido Comunista y sus desesperados intentos para hacer confluir en un movimiento unitario las distintas tendencias "izquierdosas" y sus derivaciones según corren los tiempos. Pero aunque las coaliciones de Izquierda Unida han sido desde 1986 la tercera fuerza más votada en las Generales (oscilando entre un 5 y un 10% de los votos válidos), la antidemocrática circunscripción provincial ha hecho que no tenga la representación que proporcionalmente le debería corresponder (del 0,3 al 6%), lo que ha permitido que sus propuestas fueran impunemente despreciadas, desoyendo el único discurso que se oponía al implacable proceso de endurecimiento del capitalismo, en cuyo fase más álgida (por el momento) nos encontramos. Sin duda, el reforzamiento del sistema es consecuencia fundamental de la lógica del capital, por muy suicida que ésta sea. Pero lo que quisiera resaltar es el éxito que ha tenido en este proceso la justificación ideológica, hasta el punto de que se ha logrado que las dos palabras que dan título a este post –izquierda radical– sean asumidos por el común de los sumisos ciudadanos como una descalificación en toda regla. Tanto que los que han sido capaces de concentrar el descontento de la crisis –me refiero, claro, a Podemos, aunque estén de capa caída– reniegan como de la peste de ser así caracterizados, aunque del sambenito ya no se libran (también la independentista CUP catalana o los valencianos de Compromis se han hecho merecedores de este epíteto).

Me parece triste que los acomodaticios del sistema (el más destacado el PP, pero no excluyan a ningún otro; tampoco a Ciudadanos) hayan conseguido que un adjetivo que debería ser elogioso pase a ser un insulto. Un radical es quien va a las raíces, a lo fundamental o esencial de los asuntos (estas acepciones primeras han sido alevosamente desplazadas por la de "extremoso, tajante, intransigente"). Y, a mi modo de ver, nada es más digno, tanto moral como intelectualmente, que afrontar la raíz de los problemas. Y la raíz de nuestra situación es el capitalismo, en especial en su manifestación actual (sin casi sujeciones). Por tanto, cualquier partido de izquierda debería plantear reformas radicales del sistema capitalista que nos conduce a pasos acelerados a la catástrofe. O dicho de otra forma: ser de izquierdas, para mí, es necesariamente ser anticapitalista y eso no equivale a defender el modelo de la extinta Unión Soviética, de Corea del Norte, Cuba o Venezuela. Naturalmente, una cosa es diagnosticar que la raíz de nuestros males es el capitalismo y otra plantear un programa electoral revolucionario a plazo inmediato. Nadie, ni siquiera los de IU que son quienes a mi juicio presentan propuestas más congruentes, hace eso. Se trata de proponer políticas posibilistas, dirigidas justamente en la línea opuesta a la que han ido los acontecimientos durante las últimas décadas. Pero, atención, todo lo que sea cuestionar las reglas básicas del actual modelo o sugerir la más mínima regulación de sus fuerzas desbocadas pasa a ser calificado de "izquierda radical" y se augura con absoluto convencimiento (y, lo que es peor, con muy alta capacidad de convencimiento) que ello sólo nos llevará a la más espantosa de las ruinas. De esta manera, está garantizado un consenso bastante amplio de que no hay alternativa a este libre (que para nada lo es) mercado global; tan sólo actuaciones maquilladoras de política social, siempre que la macroeconomía lo permita.

No está de más recordar que las moderadas propuestas de la izquierda española (los de IU y los emergentes como Podemos, aunque se nieguen a reconocerse en ese lado, como si la clasificación izquierda-derecha hubiera quedado obsoleta) eran plenamente aceptadas en la Europa de la posguerra mundial e incluso en la España de la Transición. Ahora va a resultar que el PSOE de Felipe González, a pesar de renegar del marxismo y de esforzarse por seguir las instrucciones de sus capataces alemanes, sería hoy un partido radical (¿qué diríamos entonces de los socialistas del la II República?) No, señores, lo que ha pasado es que el ámbito del pensamiento ideológico ha estrechado muchísimo su margen y se ha desplazado un buen trecho hacia la derecha; porque sí, desde luego que sigue siendo válido hablar de derecha e izquierda. Ahora sólo parece que es admisible el Centro (el PP se declara de centro-derecha y el PSOE de centro-izquierda), aunque ese centro se habría considerado muy a la derecha hace treinta o cuarenta años. Los demás son apestosos radicales antisistema a los que el sensato pueblo español no debe prestar oídos. Y, repito, lo malo es que esa demagogia que consumimos a todas horas con graves efectos sobre nuestra capacidad crítica y pensante tiene éxito, No estaría mal que alguno de los así calificados plantara cara y afirmara: sí, claro que soy un radical de izquierda, claro que soy un antisistema, y a mucha honra.

44 comentarios:

  1. Pues sí, no estaría mal que pasara lo que dices en tu última frase. Que los izquierdistas radicales asumieran y esgrimieran esa radicalidad y ese izquierdismo. De hecho yo creo que son ellos, no haciendo eso que les pides, los que han convertido en peyorativa y en descalificadora la expresión "izquierda radical". Me parece que te equivocas al echarle la culpa de eso a "los comentaristas respetables", al PP y a la derecha en general. De nada serviría la intención descalificadora de quien emplea una expresión si no encontrara eco en quienes la reciben. En mi opinión, el carácter peyorativo que pueda tener la expresión "izquierda radical" en los oídos en los que lo tenga –no en los míos, por ejemplo, ni parece que en los tuyos, ni en los de mucha más gente que conozco– se debe fundalmentalmente a dos cosas. La primera, esa docil sumisión de muchos oyentes, que si oyen que algo se emplea como insulto asumen que lo es. Y la segunda, pero igualmente importante, la prisa que los izquierdistas radicales se han dado en negar que ellos sean tal cosa. Esta segunda, además, es en mi opinión también causa de la primera. El ciudadano no muy despierto, cuando ve que Podemos o IU "se defienden" de la "acusación" de ser izquierdistas radicales se afianza en la creencia de que ser radical e izquierdista debe de ser algo muy malo.

    Es más cómodo y más satisfactorio echarle la culpa de todo al PP, la derecha y los malos, en general. Pero yo creo que de esta demonización de la izquierda radical la culpable fundamental es la propia "izquierda radical". A lo mejor, yo no puedo descartarlo, porque verdaderamente no es tal cosa y comparte la opinión respetable y derechosa de que ser de izquierdas está mal, ser radical está peor y ser al tiempo las dos cosas es cosa del diablo, efectivamente.

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  2. Estoy de acuerdo en las dos razones que citas para explicar que el término"izquierda radical" sea considerado un insulto. Pero no creo que ambos estén en igualdad de condiciones. Como bien dices, cuando algo se pronuncia como insulto, la dócil sumisión de los oyentes asume sin más que lo es. Al negar los aludidos ser tal cosa, refuerzan la conclusión de que, en efecto, se trata de un insulto. Pero se trata de un refuerzo (equivocado) a un planteamiento inicial. Por eso, no puedo estar de acuerdo en que la culpable fundamental de la demonización de la izquierda radical sea la propia izquierda: A mi juicio, te engañas; la propia izquierda es culpable de no protestar con suficiente energía y argumentos contra el sentido descalificador, pero es evalor semántico despectivo es obra (interesada) de la derecha o, para ser más precisos, parte de la deslegitimación ideológica a cualquier alternativa al capitalismo salvaje.

    Y, por cierto, los de IU no se defienden de las acusaciones de izquierdistas (los de Podemos, sí).

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    1. Yo creo, en cambio, que eres tú quien se engaña: el valor semántico de una expresión cualquiera, en este caso "izquierda radical", puede ser todo lo peyorativo que se quiera en la intención de su emisor, pero no se afianza hasta que los receptores lo refrendan con su aquiescencia. Si alguien me llama "funcionario inflexible" con la intención de denigrarme, pero ni yo ni el resto de quienes lo oyen reconocemos que haya nada malo en el hecho de ser un funcionario inflexible y aceptamos con tranquilidad que efectivamente, soy un funcionario y que mi esfuerzo por serlo de modo inflexible -no susceptible de dejarse influir por presiones externas- es algo bueno, entonces "funcionario inflexible" no se convierte en una expresión denigratoria, por mucho que sea esta la intención -intreresada, claro: nadie insulta "desinteresadamente"- de quien me la aplica. Sería yo, si protestara ante la calificación y me defendiera de ella, quien daría a entender que considero que ser un funcionario inflexible es algo poco deseable, y a nadie más que a mí se podría culpar si "funcionario inflexible" se convirtiera en una descalificación. Y eso es lo que hacen los de Podemos, cuando aseguran no ser izquierdistas ni radicales: propagar la idea de que, en su opinión, ser izquierdista radical es algo malo, y de que uno debe defenderse cuando se lo llaman.

      Que a alguien de derechas y satisfecho del actual estado de cosas le parezca mal ser de izquierdas y pretender cambiar radicalmente ese estado de cosas, es algo normal y esperable, y es perfectamente legítimo que lo manifieste así. Lo insólito y grave es que también den muestras de que les parezcan mal ambas cosas quienes dicen no ser de derechas ni estar satisfechos con el mundo tal y como está, y eso es lo que hacen los supuestos izquierdistas radicales cuando se enfadan porque sus adversarios les dicen que lo son.

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    2. Te explicas de maravilla, Vanbrugh, pero sigo pensando que el que te engañas eres tú. Veamos: estamos de acuerdo (entiendo) en que (1) la expresión "izquierda radical" se ha empezado a usar en los últimos tiempos por parte de la derecha con intención peyorativa, para desprestigiar a los grupos emergentes como Podemos y en que (2) estos grupos políticos, al negar que sean de la "izquierda radical", contribuyen a propagar la idea de ser izquierdista radical es algo malo. Sin embargo, del hecho de que quienes los aludidos por una expresión acepten implícitamente ésta como un insulto haga que el valor semántico peyorativo de la misma se refuerce no se desprende que tal aceptación sea requisito necesario para que tal acepción insultante se consolide.

      De hecho, niego tu afirmación "el valor semántico de una expresión cualquiera puede ser todo lo peyorativo que se quiera en la intención de su emisor, pero no se afianza hasta que los receptores lo refrendan con su aquiescencia". Acepto que la aquiescencia del receptor contribuye a afianzar ese valor semántico. Incluso, que el comportamiento contrario del receptor (es decir, en este caso, asumiendo que sí, que son izquierdistas radicales) contribuiría con el tiempo a debilitar e incluso dar la vuelta al sentido peyorativo. Pero lo cierto es que basta con que los emisores transmitan su intención peyorativa con suficiente audiencia y unanimidad para que, independiente de la reacción de los receptores, la expresión adquiera en los oyentes "neutrales" ese valor semántico. Y creo que el ejemplo del que va el post es buena muestra de ello.

      Decir, como dices, que si los de Podemos hubieran asumido en primera persona la expresión (como hacen los de IU, por ejemplo) ésta no adquiriría contenido peyorativo me parece ingenuo. Tanto, por cierto, como que pienses que si dicen de ti con ánimo denigratorio que eres un funcionario inflexible y tú pasas o incluso lo asumes, la gente va a considerar que ser un funcionario inflexible es algo bueno. Por eso tu conclusión de que es la actitud de los de Podemos la causa fundamental de que la expresión "izquierda radical" tenga contenido peyorativo me parece falsa por exagerada (salvando las distancias, me recuerda la de quienes acusan a las mujeres que visten "provocativamente" de ser causa de las agresiones que sufren). Lo cual no impide –como ya he dicho– que comparta tu opinión de que negando la imputación los de Podemos contribuyen a reforzar su sentido negativo, así como coincida en que es insólito y grave su comportamiento.

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    3. Bueno, ya imaginaba que no estarías de acuerdo. Rara vez lo estamos tú y yo en estas cuestiones de comunicación. A mi juicio tú das, en este asunto como en otros paralelos, excesiva importancia a lo que piensen los "oyentes neutrales", cuya existencia y reacciones (previsibles o conjeturadas) te empeñas en considerar como dato del problema que debe ser tenido en cuenta, mientras que para mí son, fundamentalmente, eso: paisaje, escenario neutral e inerte, nunca factor activo que deba condicionar mi conducta ni la de nadie que se respete a sí mismo. Y das también excesiva importancia, como ya hemos visto en otras discusiones -siempre en mi opinión, claro- a las intenciones connotativas del emisor, mientras que para mi las connotaciones son asunto de cada cual, y ninguna de las partes tiene derecho a reprochar a la otra los significados coonnotativos -siempre presumibles, como mucho, según yo- de lo que diga, sino solo los objetiva y claramente denotativos. Sigo pensando que es mi postura la correcta, y tus argumentos me parecen a mí tan equivocados como a ti los míos. No es la primera vez ni será la última. No pasa nada.

      Sigo en otro comentario, parece que para este ya es bastante.

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    4. Pero debo insistir en una cuestión que me parece fundamental, que he apuntado en mi antepenúltimo comentario y que tú ni mencionas: todo en tu post presenta como una acción vituperable de "los comentaristas respetables", "los acomodaticios del sistema" y otras diversas expresiones que utilizas -con clara intención peyorativa, por cierto- para caracterizar, en lineas generales, a la derecha, el que traten de descalificar a sus adversarios políticos llamándolos izquierdistas radicales. Como si el que pretendan presentar el izquierdismo radical como algo malo fuera, a su vez, una prueba de su intrínseca maldad. Y a mí no me lo parece en absoluto. Ser de derechas, de momento, es una opción tan objetivamente legítima y respetable como la contraria, aunque no sea la tuya ni la mía. Juzgar que el mundo tal y como está organizado no está tan mal, y esforzarse por mantenerlo así, es tan legítimo y tan respetable como lo contrario, aunque personalmente a ti, a mí y a otra mucha gente la actual organización del mundo no nos guste y su cambio nos parezca francamente deseable. Eso es la democracia, tengo entendido. Respetar las ideas del contrario aunque no nos gusten y defender su derecho a expresarlas tanto como defendemos nuestro derecho a expresar las nuestras.

      Y ser "de derechas", claro, incluye naturalmente la opinión de que ser "de izquierdas" es malo. Igual que pretender mantener el sistema tiene por consecuencia, naturalmente, el juzgar mal a quienes pretenden cambiarlo de modo radical. Por lo tanto, es mi opinión, no hay nada vituperable ni vergonzoso en que los que son de derechas y defienden el sistema consideren descalificadora, y así la empleen, la expresión "izquierda radical". Es su forma de caracterizar a los que se oponen a sus planteamientos, y la emplean negativamente, a mi juicio, con toda legitimidad y sin que yo encuentre en ello nada reprochable. Exactamente igual que, para los radicales de izquierdas, ser conservador, neoliberal o de derechas son expresiones descalificadoras. Ambas cosas forman naturalmente parte de la ideología de cada uno. Nada por lo que sorprenderse ni por lo que protestar. Podríamos quejarnos de que los de derechas llamaran a los de izquierdas resentidos, ladrones, asesinos o violadores; o de que los de izquierdas llamaran a los de derechas opresores, ladrones, asesinos, o violadores, porque todas estas sí son expresiones objetivamente -denotativamente- denigratorias e insultantes, y su empleo rompe las reglas de la democracia. Pero no nos podemos quejar de que a los de derechas les parezca mal ser de izquierdas, ni de que a los de izquierdas les parezca mal ser de derechas, porque ambas cosas forman parte natural de sus respectivas ideologías, y porque las expresiones "derechista" e "izquierdista" son objetivamente -denotativamente- neutras, aunque cada cual cargue la contraria de connotaciones peyorativas, muy explicables desde su punto de vista pero que, insisto, son asunto suyo y de nadie más.

      Parece que de nuevo he alcanzado el límite de caracteres. Sigo en un tercer comentario.

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    5. Termino (creo):

      Tu post, o eso me parece, se basa en la "denuncia" de que los de derechas tratan de presentar el ser de izquierdas como si fuera algo malo, y en la protesta contra esa actividad, de la que hablas como si se tratara de una campaña insidiosa y reprochable. Pero a mí que hagan tal cosa me parece algo natural y legítimo, perfectamente dentro del juego político democrático, y no veo el menor motivo para quejarme de ello ni para afeárselo. Les parece mal ser de izquierdas y radical porque son de derechas y partidarios del sistema, y lo dicen así en legitimísimo uso de su derecho de libre expresión. No engañan a nadie. Piensan, con tanto derecho como tú y yo pensamos lo contrario, que la izquierda radical es algo indeseable, y como lo piensan, lo dicen. No veo nada que objetar.

      En cambio, no me parece lógico, y sí veo en ello mucho que objetar, que los de izquierdas actúen como si también ellos pensaran que ser de izquierdas es malo, y que los que debieran enorgullecerse de su condición de radicales anti sistema traten, inexplicablemente, de quitarse de encima esa etiqueta y se quejen de quien se la pone. A eso es a lo que me refiero cuando les echo la culpa de que "izquierdista radical" pase para mucha gente por ser una descalificación de la que hay que defenderse. Que la derecha considere ser de izquierdas como algo malo me parece algo lógico y esperable que a nadie debería escandalizar. Que la propia izquierda dé muestras de pensar también así me parece, en cambio, una más de las... inexplicables (siendo bondadoso: en realidad se me ocurren bastantes explicaciones) conductas de la variopinta, pero toda ella bastante inexplicable por distintos motivos, izquierda de este país.

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    6. El valor connotativo de cualquier expresión (como el denotativo, ya puestos) es un mero asunto de mayorías. Si una mayoría suficiente de hablantes (u oyentes) entiende que 'izquierdista radical' es un insulto (o algo malo), pues lo es y punto. Sobre esta conclusión ya hemos coincidido en otras discusiones sobre el lenguaje. Por tanto, lo que entiendan los "oyentes neutrales" sí es un dato, aunque si lo prefieres retiro la expresión y digo la mayoría de los oyentes; de hecho, es el dato fundamental a tener en cuenta para dilucidar sobre el contenido semántico de cualquier término o expresión.

      En cuanto a si doy excesiva importancia o no tanta a las "intenciones connotativas del emisor" pues no lo sé, es cuestión de opiniones, claro. Como he dejado claro en el post, yo no aprecio valor peyorativo en la expresión 'izquierda radical' y pareciera que tú piensas que me tiro a una piscina sin agua al presumir que hay muchos que lo usan con esa intención. Hombre, como discusión bizantina estoy dispuesto a admitírtelo, pero lo cierto es que estoy convencido de que quienes en los últimos tiempos se han empeñado en poner en circulación la expresión pretenden, en efecto, convertirla en despectiva. Y estoy convencido (como tú, no me cabe ninguna duda) porque ellos mismos se ocupan extensamente de aclarar el desprecio que sienten hacia esa acepción.

      Por último (sobre tu primer nuevo comentario), constatas que no estamos de acuerdo pero no argumentas sobre el disenso que a mí me parece fundamental y es que la causa fundamental de que una expresión adquiera un determinado contenido semántico (peyorativo en este caso) es la aceptación del mismo por parte de los directamente aludidos. Esta afirmación no la comparto en absoluto ya que creo que lleva a absurdos indefendibles. Por el contrario, sostengo que la causa fundamental de que una expresión adquiera un determinado valor semántico es la aceptación del mismo por parte de la mayoría de los hablantes/oyentes. Pero para ello, como causa primera, es necesario que esa acepción sea puesta en circulación por un emisor (y lo normal es que el valor semántico concreto sea intencional, aunque te admito que hay excepciones). La aceptación de dicho valor semántico por parte de los directamente aludidos puede ser causa coadyuvante (en que tienen parte de la "culpa" coincidimos), pero en absoluto causa fundamental.

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    7. No, no pretendía descalificar a quienes descalifican a la izquierda. Como bien dices, me parece lógico y natural que los partidarios del sistema consideren mala cosa que haya quienes quieran cambiarlo y, consiguientemente, se esfuercen en descalificarlos; ciertamente, no engañan a nadie. Cuestión distinta es que piense que esté de acuerdo con que "juzgar que el mundo tal y como está organizado no está tan mal, y esforzarse por mantenerlo así, es tan legítimo y tan respetable como lo contrario". A mí me parece mucho más legítimo y respetable intentar cambiarlo, probablemente porque me parece obvio que el mundo está muy mal organizado.

      Así pues, este post no pretendía denunciar que "los de derechas tratan de presentar el ser de izquierdas como si fuera algo malo". La denuncia era al intento –con bastante éxito– de cambiar el contenido semántico de un adjetivo que a mí, por el contrario, me gusta. Y, en segundo lugar, a la manipulación que supone, aún aceptando la equivalencia pretendida entre 'radical' y 'extremista', decir que los grupos que se descalifican están en la extrema izquierda. Y más que denunciar era poner de manifiesto el hecho, bastante incuestionable históricamente, de que el intervalo ideológico admisible se ha desplazado notablemente hacia la derecha, como prueba el que cualquier propuesta que pretenda corregir los salvajes abusos del capitalismo sea considerada hoy de extrema izquierda (y hace unas décadas sería una elemental medida socialdemocráta o de centro).

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    8. "Sobre esta conclusión ya hemos coincidido en otras discusiones sobre el lenguaje. Hombre, habremos coincidido... en que estamos en absoluto desacuerdo. Ya lo sabía desde esas otras discusiones, y lo constato de nuevo en esta. Desacuerdo este sí que radical y, como tú dices, fundamental.

      Los significados connotativos son, en mi opinión, subjetivos por definición. Si no lo fueran, si aceptáramos las connotaciones de un término como objetiva e inevitablemente unidas a él, porque hay una mayoría que las percibe o por cualquier otro motivo, dejarían de ser significados connotativos y se convertirían en parte del significado denotativo de ese término. Ya sé que no es lo que tú piensas, pero es, absolutamente, lo que pienso yo. O tratamos las connotaciones como algo subjetivo -esto es, libremente apreciables o no por cada sujeto- o no podríamos ya considerarlas connotaciones. Son connotaciones porque son subjetivas, -compartidas o no, eso da igual, por una mayoría de subjetividades- y en tanto que lo son. Cuando dejan de ser subjetivas, dejan de ser connotaciones y se convierten en significado objetivo, denotativo.

      La palabra "villano" denotaba inicialmente a los naturales de las villas o aldeas, por contraposición a los nobles e hidalgos. Ese era su único significado denotativo. Para los nobles e hidalgos tenía, además, connotaciones peyorativas: a un villano los hidalgos le suponían modales toscos y falta de principios morales, y por tanto empezaron a usar esta palabra con esos significados connotativos. Cuando el común de los hablantes los percibió y consintió en aceptarlos, dejaron de ser connotaciones, que un oyente podía recibir o no, y "rústico, descortés, ruin, indigno e indecoroso" se convirtieron en significados objetivos, denotativos, de la palabra villano. Que, como tales ningún oyente podía ya dejar de percibir. Pero hasta ese momento, quien se sintiera insultado por ser llamado villano lo hacía por su propia cuenta y riesgo, y no podía acusar a nadie de estarle insultando, -por más que le constara la intención insultante- porque villano no era aún un insulto. Eso es, exactamente, lo que yo creo.

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    9. A tí te parece que considerar que el mundo está bien como está, y pretender mantenerlo así, es menos legítimo que pretender cambiarlo, porque crees que está muy mal. Sin duda a los que piensan que el actual sistema es bueno, tus pretensiones de cambiarlo les parecen, recíprocamente, menos legítimas que las suyas de mantenerlo, porque ellos creen que no está tan mal, o que las alternativas posibles son peores aún. Como ni tú, ni ellos, ni nadie tiene la autoridad para establecer de modo objetivo cuál de las dos opiniones es la más legítima, y cada parte considera más legítima la suya -por eso es la suya- el único modo civilizado de convivir es acordar que ambas sean tratadas como si fueran igualmente legítimas. A eso me refiero cuando digo que lo son, no a que no tenga yo también mis preferencias. Simplemente, no pretendo hacer valer esas preferencias personales como si fueran valoraciones objetivas que todos deban aceptar. La mía, por eso es la mía, me parece, como a ti, más legítima, pero se que esa preferencia mía es solo mía y de quien la comparta conmigo, y que hay quien no la comparte: por lo que objetivamente mi opinión y las restantes deben ser consideradas como igualmente legítimas. Insisto, eso es la democracia.

      La derecha piensa que ser de izquierdas es malo, tan legítimamente -lo digo en virtud de lo que acabo de explicar, no porque no tenga yo mi propia opinión- como piensa la izquierda que es malo ser de derechas. Ambos, pues, cargan de connotaciones peyorativas su uso, respectivamente, de los términos "izquierda" y "derecha". Y ambos lo hacen, claro, con el legítimo propósito de que esas connotaciones peyorativas se generalicen y pasen, una vez asumidas por la mayoría de hablantes, a dejar de ser connotaciones y a convertirse en parte del significado denotativo, universalmente aceptado, del término que tratan de demonizar. Estos propósitos, así contados, pueden parecer maquiavélicos y malvados, pero en la práctica solo significan que los de derechas quieren, naturalmente, que la mayoría de gente sea también de derechas y piense, en consecuencia, que ser de izquierdas es malo; y que, correlativamente, los de izquierdas desean que la mayoría de la gente sea también de izquierdas y piense por ello que lo malo es ser de derechas. Propósitos ambos que me parecen irreprochablemente democráticos y legítimos.

      Por eso sigue sorprendiéndome que hables del "intento de cambiar el contenido semántico de un adjetivo que a ti te gusta" como de algo denunciable. No me lo parece. Lo presentas conmo si fuera una operación fraudulenta, vergonzosa y vituperable pero, en la práctica no es más que, efectivamente, una descripción algo complicada de eso que, en cambio, niegas estar denunciando: que los de derechas quieren presentar la izquierda como algo malo, y los de izquierdas hacer lo propio con la derecha. Ni es un descubrimiento, ni tiene nada de malo. Es, mayormente, lo que viene siendo la política desde que existe.

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    10. Al comentario de las 12:17 (hora canaria, claro): Me pillas en lo accesorio, Vanbrugh, y vuelves a eludir la pregunta central que te hacía sobre las causas de los significados. En lo que tú y yo hemos coincidido en ocasiones anteriores es en que el significado de las palabras o expresiones es el que le da la mayoría de los hablantes/oyentes. Te admito tu distinción entre connotativo y denotativo, aunque llevarla al límite haría que los significados connotativos no serían ni siquiera significados pues nadie podría sentirse capacitado para entenderlos. En la práctica, por muy subjetivas que sean las intenciones, nos manejamos razonablemente bien con estos significados. En todo caso, tienes razón cuando dices que el significado connotativo pasa a ser denotativo cuando se une objetiva e ineludiblemente al término. Ahora bien, decir que la cantidad de oyentes que comparten ese significado es irrelevante es lo que contradice tu propia distinción. Al fin y al cabo, nada hay de objetivo es la asociación de un significado a un término, salvo que reconozcas que objetividad la empleas justamente como el empleo muy mayoritario (y luego viene la RAE y lo pone en el diccionario). Y, de hecho, en esto es en lo que hemos estado de acuerdo anteriormente.

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    11. Al comentario de las 12:18: La diferencia entre la legitimidad mía y la de los que piensan que el mundo está bien como está es en que, en el fondo, no creo que ellos piensen eso de verdad. Piensan, más bien, que el mundo está bien como está para ellos (y, conste, que de hecho yo también pienso que el mundo está bastante bien para mí, que soy un privilegiado). Pero claro, en la discusión teórica en que te gusta desenvolverte, te admito que puede haber gente que honestamente cree que el mundo está bien organizado y que los que intentan cambiarlo son malos.

      De otra parte, supongo que no tienes objeción a que "denuncie" el intento de cambiar el contenido semántico de una palabra. A lo mejor es que estás interpretando con un sentido excesivamente "radical" la palabra 'denunciar'. De hecho, no pocas veces tú has "denunciado" los que consideras malos usos del español con el argumento final de que no son de tu gusto (incluso cuando los cambios podrían ser hasta más congruentes con la lógica interna del idioma, si es que esta lógica se puede calificar de congruente). Pero, bromas aparte, creo que este intento de cambiar el contenido semántico –como muchos otros– responde a la traslación al plano del idioma de la manipulación política, lo que, como bien dices, se hace desde que existe la política.

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    12. A mí me parece que eres tú quien se centra en lo accesorio, pero entraré en ello: no veo contradicción entre decir que las connotaciones dejan de serlo y se convierten en significado connotativo cuando las percibe el común de los hablantes, y decir que lo que las caracteriza como connotaciones es su carácter subjetivo -independientemente de que las aprecie una mayoría de subjetividades-.

      La primera afirmación describe el método habitual por el que los significados connotativos dejan de serlo en la práctica. Y la práctica, la realidad, es siempre ambigua e imprecisa, y no es posible determinar en qué momento exacto se produce el cambio, ni si coincide o no con el momento en que la mitad más uno de los hablantes recibe las connotaciones como ineludiblemente asociadas al término. El meollo de esta primera afirmación es que una connotación deja de serlo, como sucedió con las de la palabra "villano", cuando lo más probable es que un hablante cualquiera la reciba como parte del significado objetivo de la palabra, sin considerarla ya como una posible connotación, atribuible o no a la intención del emisor, sino como un significado inequívoco.

      La segunda, en cambio, se refiere a lo que caracteriza inequívocamente, en mi opinión, a las connotaciones, que es su subjetividad. Cuando aún existe una probabilidad apreciable de que un hablante cualquiera no perciba esa connotación -mientras "villano", por seguir con el ejemplo, pueda ser entendido por alguien como una descripción neutra, ceñida solo al lugar donde habita o donde nació el así calificado, y no necesariamente como un insulto- los significados peyorativos siguen siendo meras connotaciones, y no parte inevitable de su significado denotativo. Siento que no sea una ciencia exacta, y que ninguna ley fije exactamente el porcentaje de hablantes que deben recibir las connotaciones como inevitables para que dejen de serlo, pero así es la cosa. No es culpa mía.

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    13. No, la que para mí es la cuestión fundamental de nuestra discusión no es la distinción entre connotativo y denotativo, sino tu conclusión de que "la causa fundamental de que una expresión adquiera un determinado contenido semántico (peyorativo en este caso) es la aceptación del mismo por parte de los directamente aludidos". Contra la misma –que rechazo rotundamente– te argumenté en el último párrafo de mi comentario de las 11:12 y no volviste sobre el asunto.

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    14. Y no, no tengo ningún inconveniente en que "denuncies" nada. No es la palabra "denunciar", específicamente, lo que despierta mis objeciones a tu post. Es todo su tono, que continúas en los comentarios, incluído este último, y que se traduce en multitud de expresiones peyorativas hacia la derecha en general y hacia su empeño de presentar la expresión "izquierda radical" como algo malo. Por citar un ejemplo: sigues llamándolo "manipulación", con toda la presumible carga peyorativa que encierra esta palabra, y presentándolo como una maniobra turbia típicamente "política" -palabra a la que también das aquí, me parece, una connotación peyorativa- mientras que a mí sigue pareciéndome una manifestación perfectamente normal y legítima del hecho evidente de que a los de derechas les parece mal la izquierda, y viceversa, y de que los partidarios de mantener el sistema como están combaten, también en el terreno del idioma, a los partidarios de cambiarlo radicalmente. Y viceversa.

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    15. Y sí, sí he vuelto sobre el asunto. Todas mis consideraciones sobre significados connotativos y denotativos, sobre subjetividad u objetividad de los significados, son mi forma de volver sobre el asunto, creía que esto era evidente. Si las connotaciones, para mí subjetivas, solo se convierten en significados denotativos cuando la mayoría de los receptores las aceptan, para mí es obvio que son los receptores, y especialmente los que mayor interés deberían tener en evitarlo, los responsables de que ese cambio se produzca. Se produce si aceptan las connotaciones peyorativas. No se produce si no lo hacen. Ese es para mí el meollo, y en él sigo.

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    16. ¿Uso expresiones peyorativas? Te referirás, supongo, a que tienen connotaciones (carga) peyorativa, en cuyo caso me sorprende que te consideres legitimado a interpretarlas así o presumir que tal es mi intención :)

      Pero, sí, tienes razón. A mí me parecen mal muchas cosas que hace la derecha y, especialmente, tergiversar el lenguaje (aunque esa práctica, desde luego, no es patrimonio exclusivo de ellos). También me parece que el que a mí me parezcan mal esas cosas que hacen es más "legítimo" que el que a ellos le parezca mal la izquierda (véase mi argumento en el comentario de las 12:49). Pero no tengo ningún reparo en reconocerte que no es más que mi opinión, claro.

      Ahora bien, que objetes que emplee un tono poco agradable con los comprtamientos de la derecha (según tú muy naturales y lógicos, lo que en principio no niego) no lo entiendo demasiado bien. Si no me gustan, ¿por qué habría de ser neutral?

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    17. Si lees mi comentario de las 12:59 al de Lansky, comprobarás que estoy dispuesto a admitir que la responsabilidad de quienes aceptan la acepción peyorativa de una expresión es mayor que las de quienes la ponen en circulación. Pero pasar la discusión al plano de las responsabilidades o las culpas (ámbito moral) ha ocurrido a raíz del comentario de Lansky; tu planteamiento desde el primer comentario se articulaba sobre las causas (en el ámbito de lo fáctico). "Son ellos, no haciendo eso que les pides, los que han convertido en peyorativa y en descalificadora la expresión "izquierda radical", "una expresión cualquiera ... puede ser todo lo peyorativo que se quiera en la intención de su emisor, pero no se afianza hasta que los receptores lo refrendan con su aquiescencia", etc. Es decir, sostienes que la aquiescencia del imputado es requisito necesario para que se produzca el efecto (cambiar el significado). Y yo, sin negarte que el comportamiento del afectado puede influir en el efecto, rechazo categóricamente que sea requisito necesario. Por tanto, estoy en radical desacuerdo en que ese cambio de significado se deba, en su mayor parte a que los de Podemos se comporten tan mal como lo hacen.

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    18. Debo explicarme muy mal, Miroslav. Para mí no se trata de una cuestión de legitimación. Lo importante no es que yo esté o no legitimado para atribuir connotaciones peyorativas a las palabras que tú usas. Es una cuestión de libertad. Mientras un hablante conserva su libertad de entender o no una expresión como insultante, los significados peyorativos de esa expresión siguen siendo meramente connotativos. Si yo no tengo por qué entender que "funcionario inflexible" sea una descalificación y, de hecho, decido no entenderlo así y asumo mi condición de funcionario inflexible como algo elogiable, entonces "funcionario inflexible" no es un insulto, aunque quien me lo llame pretenda que lo sea. Si un pueblerino no ve nada malo en que se le llame villano y entiende que lo es, puesto que ha nacido en una villa, "villano" no es un insulto. Es solo cuando el pueblerino decide que no tiene más remedio que considerarse insultado por esa palabra cuando villano pasa a ser un insulto, y son él, y todos los demás que aceptan el significado insultante de la palabra, quienes al hacerlo, han provocado que esto pase. No puedo dejar de considerarlo así.

      Usar una expresión con connotaciones peyorativas, con la intención de que se extiendan y pasen así a ser denotativas no me parece "tergiversar" el lenguaje. Me parece un uso más, perfectamente legítimo, de los muchos que podemos hacer del lenguaje. Que tú no lo consideres así y lo llames "tergiversar" es un magnífico ejemplo de lo que no me gusta en el tono de tu post.

      Y efectivamente, no tienes por qué ser neutral. Hablas en defensa de una opción determinada, que es la que te parece bien, y atacas muy legítimamente a la contraria, que te parece mal. Me parece estupendo. Lo que no entiendo es que cuando tus adversarios hacen exactamente eso mismo no te parezca igual de defendible, y lo califiques de tergiversación y de manipulación. Pero en fin...

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    19. No, no te explicas mal, creo que lo haces estupendamente, y te lo digo con absoluto convencimiento (ya me gustaría a mí). Sostienes ahora que "mientras un hablante conserva su libertad de entender o no una expresión como insultante, los significados peyorativos de esa expresión siguen siendo meramente connotativos". Estoy de acuerdo pero, en el fondo, no me aporta gran cosa al asunto que discutimos. Las acepciones insultantes de la palabra villano (2ª y sobre todo 3ª del DRAE) son ciertamente posteriores a la original, que en la actualidad casi nadie asocia al término. Hoy en día, un pueblerino no tiene más remedio que sentirse insultado si le llaman villano porque sabe que con una altísima probabilidad quien se lo dice lo usa en una acepción denigratoria. Es decir, lo que sostengo es que no basta con que yo siga pensando que ser un izquierdista radical no es un insulto para que deje de serlo. Lo es porque la mayoría de los hablantes le dan ese valor semántico. Puedo incluso negarme a aceptar que el término sea, en sí, insultante, pero no por ello deja de serlo si casi todos lo consideran como tal. Y sería muy tonto si, escuchándolo de alguien y discerniendo que su intención es insultante, considere que no me está insultando porque el término no debería usarse como insulto. En resumen, que estoy de acuerdo contigo en que una palabra pasa a ser un insulto cuando todos (o casi todos) lo aceptan como tal; en lo que disiento es que no lo es hasta que lo acepte el interpelado.

      Por lo anterior, no puedo aceptar tampoco que el comportamiento del interpelado sea causa necesaria de que se consolide ese significado insultante. Ciertamente, como dije antes, puede influir en el proceso e incluso impedirlo. Los de Podemos son responsables –mucho– de que la expresión 'izquierda radical' se considere un insulto, al aceptar implícitamente tal connotación. Podemos elucubrar que habría ocurrido sin hubieran dicho, "pues sí, a mucha honra"; a lo mejor, habrían conseguido evitar el cambio semántico o a lo peor no. Pero es que, al final, que el cambio se produzca es mera cuestión de mayorías y hasta, si me apuras, de correlación de fuerzas en cuanto a la capacidad de convencimiento mediático. Yo creo –sin ninguna prueba– que aunque se hubieran comportado como hubiesen debido hacerlo, el significado peyorativo se habría impuesto. Y los de Podemos (como de hecho hacen los de IU) seguirían diciendo que no se consideran insultados porque ser de izquierda radical es muy legítimo y noble, pero sabrían perfectamente que quienes se lo dicen los están insultando (u, sobre todo, así lo entendería la mayoría de los oyentes).

      En síntesis, que atribuir responsabilidad a los de Podemos en este proceso, toda la que quieras. Pero sostener que su comportamiento ha sido requisito necesario para que se produzca el cambio semántico me parece, además de exagerado, falso.

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    20. Tergiversar es "dar una interpretación forzada o errónea a palabras". En mi opinión, dar al adjetivo radical el significado de "extremoso, tajante, intransigente" (ya aceptado como cuarta acepción en el DRAE) es (fue) erróneo, sobre todo cuando esta acepción hace desaparecer en la práctica de los hablantes/oyentes las dos primeras, que yo considero fundamentales. Pero, insisto, es una opinión mía; habría preferido que en vez de radicales les llamaran extremistas, por ejemplo y, de ese modo, no se pierda el verdadero y precioso significado original, dejándonos un poco más huérfanos para calificar algo que es muy importante: ir a la raíz de los asuntos, al meollo. Desde estas consideraciones es que dotar a este adjetivo en concreto del contenido peyorativo que se ha impuesto me parece un uso ilegítimo del lenguaje; o, para no hablar de legitimidades, un mal uso.

      Pero también me parece tergiversar cuando lo que se fuerza y distorsiona no es el lenguaje, sino que éste se emplea para calificar las ideas ajenas desde una posición propia que poco tiene de objetiva, al menos en términos históricos. Porque, al calificar las propuestas de estos nuevos grupos como de izquierda radical se está afirmando que son ideas de extrema izquierda, lo cual sólo puede sostenerse desde un estrechamiento de los márgenes ideológicos muy a la derecha (y hablo con referencias históricas). Se usa el lenguaje, como bien dice Lansky, para engañar, disfrazar, nunca para decir la verdad.

      Ya he contestado porque no me parece igual de defendible lo que hacen "mis" adversarios así por qué entiendo que tergiversan y manipulan (aunque, vaya en mi defensa, que estas dos acciones son comunes a todos los grupos políticos). No creo honestamente que mis argumentos caigan en los mismos errores o vicios que imputo a los que llamas "mis" adversarios. Pero todo puede ser ...

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    21. Efectivamente,hoy en día, un pueblerino no tiene más remedio que sentirse insultado si le llaman villano. La transformación de las connotaciones peyorativas de "villano" en significado denotativo e ineludible tuvo lugar hace siglos, y esta transformación, como ya he explicado, eliminó el carácter subjetivo, connotativo, de los matices insultantes y, con él, la libertad de cada hablante para apreciarlos o no. Quien ahora oye la palabra "villano" sabe que se trata de un insulto, con la misma certeza objetiva con que sabe de qué mueble se habla cuando se dice "mesa".

      Con "izquierdista radical" no ha sucedido aún este cambio, y por eso los oyentes seguimos siendo libres de considerarlo o no un insulto. Si mayoritariamente decidimos considerarlo así, el cambio se producirá, se convertirá en una descalificación y perderemos esa libertad. Si nos negamos a aceptarlo como un insulto, el cambio no se producirá e "izquierdista radical" continuará siendo un término neutro al que unos hablantes podrán, si quieren, -y muy legítimamente, en mi opinión- cargar de connotaciones peyorativas que otros hablantes podrán, según quieran, aceptar o no aceptar con la misma irreprochable legitimidad. Es solo de esa aceptación de lo que depende que el cambio tenga o no lugar y, por eso, en mi opinión son (somos) los hablantes, más los que más autoridad tengan en cada caso -y nadie con más autoridad para considerarse o no insultado por una expresión que aquel a quien se le aplica-, los responsables de decidir si el cambio tiene o no lugar. Eso es lo que he dicho desde el principio, y lo que sigo diciendo.

      Y por cierto, no es el adjetivo "radical", por sí solo y en cualquier caso, el que se intenta convertir en descalificatorio. Nadie pretende que una cura radical, por ejemplo, sea mala por ser radical. El objeto de la "campaña" es la expresión completa "izquierda radical", y en ella el adjetivo se usa con connotaciones peyorativas solo por el sustantivo al que acompaña. A quien ser de izquierdas le parece, legítimamente, algo malo, y así lo hace saber, es lógico que ser radicalmente de izquierdas le parezca algo radicalmente malo. Ser de de "derecha radical" estoy seguro de que les parecería, si alguien usara esa expresión, estupendo.

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    22. Por eso no me parece una tergiversación la de quien usa "izquierda radical" con connotaciones peyorativas. Simplemente está ejerciendo su derecho de considerar malo ser de izquierdas, y de considerarlo peor aún si ese izquierdismo se lleva hasta su raíz; y ejerciendo su también derecho de tratar de persuadir a los oyentes de que compartan esa opinión suya sobre lo malo que es ser izquierdista, y lo más malo aún que es serlo de modo radical. Es responsabilidad de los oyentes el dejarse convencer o no por esa opinión, con las consecuencias políticas, lexicográficas y semánticas que ello pueda tener; pero no hay en todo el proceso, a mi juicio, nada que merezca el nombre de tergiversación.

      Se trata, únicamente, de una legítima, saludable y democrática confrontación política que, como tal, produce cambios en la sociedad, cambios políticos y, claro, también semánticos. Y dentro de la cual se incluyen, con la misma legitimidad, las descalificaciones que tú haces de la derecha y las connotaciones peyorativas con que, creo advertir -con todo el derecho para creerlo pero sin ninguna certeza de acertar al hacerlo- te esfuerzas tú por cargar este término.

      No creo yo tampoco, por tanto, que incurras en los mismos vicios y errores que tus... llámales adversarios o como prefieras llamarlos. No lo creo, porque no creo que sean vicios ni errores ni lo que hacen ellos ni lo que haces tú, que en mi opinión son operaciones perfectamente simétricas y equivalentes, ambas igualmente legítimas e irreprochables, para nada erróneas y en absoluto viciosas.

      Lo que me llama la atención, para acabar, de tu post, y lo que te... reprochar me parece un término demasiado fuerte y peyorativo; dejémoslo en que "me esfuerzo por hacerte notar", es que tú sí consideras vicios y errores lo que hacen ellos, y no lo que haces tú, perfectamente equivalente en mi opinión. Salvando el pequeño detalle de que a ti y a mí, que no somos de derechas, ser de derechas nos parezca mal. Con no menos, pero tampoco más, derecho con el que a los de derechas les parece mal ser de izquierdas. Esto es todo.

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    23. En efecto, si mayoritariamente decidimos aceptar una expresión como insultante cambiará su acepción y se considerará, "objetivamente", como un insulto. Y añado, aunque los destinatarios de tal insulto no lo consideren como tal (aunque si lo consideran como tal contribuyen a acelerar el proceso). Y no, no es eso exactamente lo que has dicho desde el principio. Tu afirmación tajante fue que mientras los aludidos no lo aceptaran como un insulto no se produciría el cambio de acepción; era con esa afirmación con la que estaba radicalmente en contra.

      De otra parte, me temo que el proceso de convertir la expresión 'izquierda radical' en descalificatoria, si no se ha consolidado del todo está ya muy avanzado, se me antoja casi irremediable (con la consiguiente pérdida del significado "bueno" de radical). Tampoco estoy del todo de acuerdo contigo en que 'radical' sea malo en función del sustantivo al que califica y, como prueba, que suele considerarse denigratorio calificar a alguien de radical a secas, sea cura, de derechas o de izquierda. Me da que todavía crees que es recuperable la primera acepción de la palabra, yo soy bastante escéptico al respecto.

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    24. Tu comentario de las 19:05 me pilló mientras escribía la respuesta al anterior, lo que quedó interrumpido por una importante llamada telefónica. Así que ahora, tras publicar la respuesta al anterior, veo el nuevo al que me apresto a responder.

      Como ya he dicho, creo que radical se entiende como negativo independientemente del sustantivo, por lo que añadirlo a izquierda no es pasar de algo malo a muy malo simplemente. Los de derechas reconocen legitimidad a la izquierda siempre que no sea "radical", aunque el grado de radicalidad equivalga a la socialdemocracia de hace treinta años. De todas maneras, para mí no se trata sólo de descalificar al oponente, sino de tergiversar, y ello lo he justificado en el comentario de las 14:24.

      En cambio, creo de verdad que yo no tergiverso (aunque sí connoto con intención maliciosa) y, por tanto, no estoy en principio de acuerdo con que mi comportamiento es simétricamente análogo al de esos que tú llamaste mis adversarios. Pero, en fin, puede que me equivoque; es sabido que uno es mal juez de sí mismo.

      Por último, tampoco creo que estamos en situaciones equivalentes en cuanto a la legitimidad de nuestros comportamientos. Por supuesto, los de derechas tienen todo el derecho del mundo a creer que el mundo está bien organizado como está y que es malo cambiarlo pero, como te he dicho antes, no me creo que se lo crean de verdad; lo que creen los más (sobre todo los que piensan por sí mismos) es que tal como está organizado les viene muy bien para sus intereses. Y a mí es lo que me convendría creer.

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    25. Yo creo que sí es eso exactamente lo que he dicho desde el principio. Mi afirmación tajante fue, efectivamente, que mientras los aludidos no lo aceptaran como un insulto no se produciría el cambio de acepción. Y sigue siéndolo. No se opone en nada, a mi juicio, a la que ahora dices aceptar de que si mayoritariamente decidimos aceptar una expresión como insultante cambiará su acepción y se considerará, "objetivamente", como un insulto. Al contrario, ambas afirmaciones me parecen complementarias una de otra. Creo que la primera es cierta precisamente porque lo es la segunda.

      Leí tu comentario de las 14:24, claro, pero no me convenció. "Tergiversar", vienes a decir, "es emplear el lenguaje, para calificar las ideas ajenas desde una posición propia, no objetiva". En mi opinión, todo lo que todos hacemos, decimos y pensamos, lo hacemos, decimos y pensamos desde una posición propia, no objetiva. Somos sujetos, no objetos. Nuestras calificaciones y descalificaciones, las de todos, están siempre y necesariamente hechas desde nuestra opinión subjetiva. También tú opinas mal de la derecha desde tu opinión subjetiva, y no desde ninguna objetividad, que ni está a tu alcance ni al de nadie. Y eso no vuelve menos legítimas tus opiniones, ni las de nadie. Por eso no puedo estar de acuerdo con tu definición de "tergiversar". Y por eso no creo ni que tú "tergiverses" nada al connotar con intención maliciosa, ni que lo hagan tampoco quienes connotan maliciosamente la expresión "izquierda radical". Ambos os limitáis a exponer vuestra opinión del modo que juzgáis más útil para argumentarla y propagarla, lo cual, creo, es en ambos casos igualmente legítimo. Que tú consideres que lo que ahora quieren algunos demonizar como "izquierda radical" tiene el mismo grado de radicalidad que lo que en los 80 se consideraba socialdemocracia es una opinión tuya -y mía- subjetiva, no ninguna "objetividad" indiscutible que convierta cualquier otra opinión en "tergiversación". De modo que sigo pensando que se trata de comportamientos simétricos, y sigo sin entender que consideres bueno al tuyo y manipulador y tergiversador al contrario. De aplicar ese criterio tuyo, tendríamos, cada uno de nosotros, que considerar manipuladores y tergiversadores a todos los que no comparten nuestra opinión, por el mero hecho de no compartirla. No me parece un buen criterio, sinceramente.

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    26. "No me creo que se lo crean de verdad". Eso, querido Miroslav, no me parece un argumento de recibo. No me parece siquiera un argumento. En teoría es perfectamente posible ser de derechas porque de buena fe se considere que la organización actual del mundo es la mejor de las posibles. Porque se tema -y yo creo que hay indicios para temerlo- que las alternativas conocidas darían resultados mucho peores aún. Porque se espere -aunque tu y yo pensemos que no hay ningún indicio para esperarlo- que los evidentes defectos del sistema son perfeccionables desde el mismo sistema, sin necesidad de cambiarlo, y que irán desapareciendo. Creo sinceramente que hay una gran mayoría de ciudadanos que se consideran de derechas y votan a partidos de derechas por estos motivos, y no en defensa de ningún privilegio personal que obtengan del sistema. Jubilados mileuristas que votan al PP porque temen la revolución y el caos social. Profesionales medianamente pagados que votan al PP o a Ciudadanos porque abominan de buena fe de lo que se pintan a sí mismos como un estado excesivamente intervencionista, siempre en peligro -muy real, por otra parte- de volverse totalitario y policíaco. Sean o no mayoría estos derechistas de buena fe, negar que existan y atribuir el derechismo a una postura egoísta e hipócrita, que acepta como bueno lo que personalmente le conviene aún sabiendo que no es objetivamente bueno, me parece un reduccionismo indefendible, equivalente al de los "fachas" que proclaman que solo por envidia y resentimiento social, o por voluntad de parasitismo, o por nostalgia del totalitarismo estalinista, se puede ser lo que ellos llaman "rojo". Sinceramente, no me parece una postura propia de lo que sé de ti.

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  3. Decia O. Wilde que EE.UU.y Gran Bretaña tenían dos pueblos separados por el mismo idioma.
    En estas australes tierras, los radicales son los del partido radical, así llamados por oponerse a hacer componendas con los conservadores (oligárquicos) a fines del siglo 19.
    Como los del PRI en México, que no son revolucionarios ni en sueños, los radicales en Argentina no son radicales como los que mencionas y han sido desde los 50 el partido del orden republicano. Ahora, desde la implosión del 2001 se han convertido en una enana blanca, y no se sabe si volverá a brillar.
    Por su lado los términos izquierda y derecha han perdido densidad significante en muchos lados, y en Argentina son tan fantasmas como los Güelfos y Gibelinos.
    Sin embargo, una calificación insultante es “la derecha”. Lo más diestro que tenemos es “centro derecha”. Y a estos los demás los acusan de ser partidarios de que los niños trabajen 14 horas en las minas de carbón y que en las noches de luna llena sacrifican pobres en el altar del dios mercado.
    Tenemos, claro, algunos pocos “izquierdistas radicales”, normalmente troskistas, que como corresponde, están divididos en al menos tres partiditos, alguno de los cuales tuvo o tiene algún diputado.
    No sé cuál es el origen del descredito en tus tierras de la izquierda radical. En la mía cualquier posición extrema y principista (ya sea de Von Hayek o de Marx) es mirada con desinterés pues quienes piensan así son reputados de inútiles para gobernar. Los extremistas son realistas: piden lo imposible. Y el resto quiere cosas tan pedestres como una jubilación que les permita vivir, que no haya muchos ladrones en las calles, que llegue al autobús (colectivo, claro) y que gane Boca.

    Auguri

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    1. También hubo un partido radical por aquí (entre 1908 y 1936) que acabó ensuciado en la corrupción, tanto que el nombre quedó muy descalificado.

      Veo que en Argentina, como en casi todos lados, el intervalo ideológico se ha desplazado también hacia la derecha, y también que se tiende a considerar inútiles los términos (aunque yo los sigo entendiendo válidos). Lo que no sabía es que los resignados fueran hinchas de Boca; ¿acaso los de izquierda radical constiuyen la barra de River?

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    2. Chófer, los términos van variando de contenido, cambian y significan cosas distintas en diferentes contextos, como los que tú señalas allí con relació a los mismos de aquí. Y más en el mundo de la política donde el lenguaje se usa casi más para disfrazar que para comunicar. Pero la esencia de los significados permanece y por eso hay que explicitarlos y reeditarlos. Aquí hay un Partido Socialista Obrero, que ni es socialista ni es obrero; un Partido Popular que no es popular sino populista, una Izquierda Unida que es todo menos Unida... etc. Para que la esencia de los significados permanezca hay que explicitarlos y reeditarlos de continuo. Aquí hay un Partido Socialista Obrero, que ni es socialista ni es obrero; un Partido Popular que no es popular sino populista, una Izquierda Unida que está todo menos unida, etc…

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  4. Puede ser una influencia del mundo anglosajón, donde ser izquierdoso sí se mira bastante mal. Conozco a alguien que, en un master en alguno de esos países, se definió como "socialista" y sus compañeros dieron un respingo, como si se hubiera definido como agente soviético que los fuera a degollar en los baños.

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    1. Más que del mundo anglosajón, del estadounidense, donde en efecto se ha mantenido una continuada labor ideológica de descrédito de todo lo que no fuera la absoluta autonomía de la iniciativa privada y, en especial, de la intervención del Estado en la economía (lo que no ha impedido que, en la práctica, los USA hayan sido de los países occidentales más intervencionistas económicamente).

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    2. En Gran Bretaña, no sé en Canada o en Australia, está bien vista la denominación de izquierda... y completamente desactivada: se les suele considerar unos ingenuos utópicos,que es una manera de desacreditar tan eficaz como poco que la de los estadoundienses y su recelo por lo que ellos laman 'liberales' que siguen siendo vistos como filocomunistas.

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  5. Estoy básicamente muy de acuerdo con este post, Miroslav, tanto con el descrédito generado hacia la loable expresión ‘izquierda radical’ como con la observación que te hace Vanbrugh de que parte y digo parte, de ese descrédito es responsabilidad de los que la reciben como insulto y la asumen como tal. Menos de acuerdo estoy, aunque básicamente también, con el rápido relato que haces desde la Transición hasta estos días. Ese relato admitiría muchos matices, aunque en lo esencial estoy de acuerdo. Por ejemplo, al margen del injusto sistema electoral, parte de los malos resultados de Izquierda Unida se deben a… Izquierda Unida, hasta el punto de que a menudo pienso que IU no necesita enemigos, ya los tiene dentro. Por otra parte, las formaciones políticas van cambiando, evolucionar es un término que a veces no merecen, sobre todo en la izquierda. El viejo dicho de que a la derecha le unen los intereses y a la izquierda le separan los valores ideológicos, es muy cierto. El PC es la fuerza realmente dominadora de IU, y su modelo de sociedad, basado en un socialismo autoritario —por mucho que haya suavizado su mensaje leninista— en el fondo está tan obsoleto como ese capitalismo que dicen que es el modelo más perfecto de distribución en la sociedad hasta el punto de que es como la teoría de la gravedad: ineludible. Estoy de acuerdo, por tanto, contigo en que ser de izquierdas y querer transformar para bien esta sociedad implica ser anticapitalista, y dentro de un mundo posibilista y de una política como el arte de lo posible creo que ser de izquierdas, radical o no, implica intentar generar por los estados sistemas que controlen la furia arrasadora del capitalismo. En lo más álgido de la crisis pareció que eso podía surgir, pero hemos retrocedido: están ganando la derecha, incluso gana bajo denominaciones de izquierda ‘moderada’, porque el eje izquierda derecha sigue siendo de inmensa utilidad para entender la política, y eso se ha abandonado antes incluso que lo de ‘izquierda radical. Un eje que marca la diferencia entre ser ‘conservador’: dejar las cosas como están porque no pueden ser de otra forma (y me benefician) o intentar transformar el mundo a mejor. La derecha maneja el miedo a que las cosas cambien a peor —y experimentos como la antigua URSS les ayudan—; en cambio la izquierda se aferra a modelos que ya no explicitan (porque los que realmente existieron fueron lamentables, precisamente los que usa la derecha para meternos miedo) y no maneja su propio patrimonio histórico: la ilusión.

    Soy de izquierdas porque no me gusta el mundo como está ahora, porque soy solidario, porque soy un iluso que creo que podemos mejorarlo. Y no soy anticomunista (del único comunismo que ha existido en gobiernos), porque eso sería ir en compañía de la peor gente de la historia, pero en realidad soy anticomunista autoritario y creo en otros modelos; de los que han existido la socialdemocracia nórdica (El otro día en el famoso debate de café, Albert Ribera confundía sistemáticamente, no sé si aposta, lo público con el comunismo, y Pablo Iglesias no le replicaba eso), y de los que no han existido, en un socialismo libertario, mi personal, aunque compartida en el pasado por muchos, utopía. Poniéndome posibilista diré que la tarea más urgente es crear sistemas eficaces de control del capitalismo o d ela economía rapaz por la política. No veo ese objetivo explícito en ningún programa político. Y no me extraña, porque el capitalismo es global, mientras que las formaciones políticas que teóricamente podrían enfrentárseles son totalmente locales y hasta localistas. España además tiene otra extraña anomalía, aparte de su pasado dictatorial, u es la existencia de izquierdas nacionalistas, dos términos ‘izquierda’ y ‘nacionalista’ para mí incompatibles.

    Perdón por la extensión.

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    1. Asombrosamente de acuerdo con todo lo dicho por Lansky, en fondo y forma. Difiero tan solo en la parte de responsabilidad por el descrédito de la expresión "izquierda radical" que atribuye él a quienes la reciben como insulto: yo considero, como creo haber dejado claro, que es una gran parte, de hecho la mayor parte. Y abundo, en cambio, en el reproche que hace a la izquierda por aferrarse a modelos que ya no explicitan (porque los que realmente existieron -y algunos que realmente siguen existiendo, añado yo- fueron lamentables)... y no manejar su propio patrimonio histórico: la ilusión. Y, añado también, por su lamentable tendencia a sustitir esa ilusión que les falta, esa creatividad y esa imaginación, con demagogia inoperante, u operante solo para exacerbar la ira y fomentar el enfrentamiento.

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    2. "Menos de acuerdo estoy, aunque básicamente también, con el rápido relato que haces desde la Transición hasta estos días. Ese relato admitiría muchos matices, aunque en lo esencial estoy de acuerdo."

      Naturalmente que es un relato "rápido" y obviamente requeriría de muchos matices; que me lo digas tú ... Pero "en lo esencial" estás de acuerdo, perfecto.

      "Por ejemplo, al margen del injusto sistema electoral, parte de los malos resultados de Izquierda Unida se deben a… Izquierda Unida, hasta el punto de que a menudo pienso que IU no necesita enemigos, ya los tiene dentro".

      Ciertamente, pero no minusvalores "el injusto sistema electoral". Si en su mejor momento de apoyo ciudadano (en torno al 10%), IU hubiera tenido 35 diputados en vez de 21, en la legislatura 1996-2000 no habría gobernado el PP (al margen de los problemas internos de IU).

      "El PC es la fuerza realmente dominadora de IU, y su modelo de sociedad, basado en un socialismo autoritario —por mucho que haya suavizado su mensaje leninista— en el fondo está tan obsoleto como ese capitalismo que dicen que es el modelo más perfecto de distribución en la sociedad".

      De acuerdo, pero ya digo en el post que estar convencido de que la raíz del problema es el sistema capitalista (sobre todo en su actual versión) no equivale a reivindicar el modelo soviético. Ya sé que estamos de acuerdo, pero es que el falaz argumento dicotómico se repite constantemente.

      "Estoy de acuerdo, por tanto, contigo en que ser de izquierdas y querer transformar para bien esta sociedad implica ser anticapitalista, y dentro de un mundo posibilista y de una política como el arte de lo posible creo que ser de izquierdas, radical o no, implica intentar generar por los estados sistemas que controlen la furia arrasadora del capitalismo".

      Absolutamente de acuerdo; no lo podría haber expresado mejor.

      "Está ganando la derecha, incluso gana bajo denominaciones de izquierda ‘moderada’, porque el eje izquierda derecha sigue siendo de inmensa utilidad para entender la política, y eso se ha abandonado antes incluso que lo de ‘izquierda radical".

      Sí, también pienso que el eje izquierda-derecha sigue siendo útil para entender las políticas y me temo también que está ganando la derecha, incluso en la batalla terminológica, desvirtuando el contenido semántico del término "izquierda". En cierto modo, es una estrategia lampedusiana que está teniendo éxito.

      En cuanto a tu autorretrato ideológico es muy parecido al mío. Y también comparto la anomalía contradictoria de aunar nacionalismo e izquierdas. En fin.

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    3. Vanbrugh, como ya te he respondido me parece ocioso insistir en que disiento de tu disenso con Lansky en lo referente a que el descrédito de la loable expresión "izquierda radical" se debe, en su mayor parte a quienes la reciben como insulto. Ya te acepté que la reacción de éstos es causa coadyuvante a que se consolide el sentido peyorativo de la expresión, pero ni es causa originaria ni siquiera necesaria. Estoy pues de acuerdo con Lansky en que sólo es parte y, puestos a cuantificar, en su menor parte.

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    4. No minusvaloro el sistema injusto electoral. Ni veo porque deduce tú que lo hago, Miroslav.

      En cuanto a qué parte de la resposabilidad de convertir una honrosa y ajustada denominacion, 'izquierda radical', en una temida invectiva es tanto del que la recibe y no la desautoriza aceptándola, como el del ignorante o a sabiendas que la lanza; no la he cuantificado, pero debiera haber sido tarea de los que la reciben el desactivarla adjudicándosela orgullosos. No lo han hecho, y por ello tienen más culpa en mi opinión, porque los otros sólo hacen su tarea al denigrarlos.

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    5. No deduzco que minusvalores el sistema electoral; tan sólo es una forma de hablar para hacerte notar que a éste se debe la mayor parte de los malos resultados electorales de IU.

      La discusión con Vanbrugh (que aprovecha para repetir a propósito de tu comentario) no va de 'culpas' o 'responsabilidades' sino de causas. Pero, comprobando ahora que tú usaste la palabra 'responsabilidad' y a ésta se refirió Vanbrugh en su respuesta, no tengo ningún inconveniente en coincidir con ambos en que, en esos términos (morales, casi), más responsabilidad tienen los de Podemos que los que imputan valor peyorativo a la expresión porque, en efecto, estos últimos sólo hacen su trabajo. Pero de ahí a decir que "el valor semántico de una expresión cualquiera puede ser todo lo peyorativo que se quiera en la intención de su emisor, pero no se afianza hasta que los receptores lo refrendan con su aquiescencia" (Vanbrugh) va, a mi modo de ver, un trecho. La causa fundamental (o el factor al que se debe en su mayor parte) un cambio de significado no es el comportamiento de los afectados.

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    6. Me remito a lo que le he contestado más arriba a Chofer, y que se puede resumir en que en política el lenguaje se usa tanto o más para disfrazar, y para procurar decir poco, que para comunicar realmente. Es una característica de la política profesional realmente existente, por eso destaca alguien cuando no hace eso, pero son pocos: Nelson Mandela, Olof Palme, Willy Brandt, Bruno Kreisky... muy pocos, y coinciden con los escasos verdaderos estadistas; son pulcros en el uso del lenguaje porque lo son en sus intenciones.

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  6. Radical significa muchas cosas. Como bien apunta Miros en el inicio del post; significa:

    1. adj. Perteneciente o relativo a la raíz.
    2. adj. Fundamental o esencial.

    pero también significa:

    4. adj. Partidario de reformas extremas. U. t. c. s.
    5. adj. Extremoso, tajante, intransigente.

    (La acepción 4 figura de forma similar desde 1924 y la 5ª desde 1992). Así que no parece que esté tan desencaminado el considerar izquierda radical como un insulto si con ello nos referimos a una izquierda extremosa, tajante e intransigente al igual que se considera un insulto tratar a alguien de extrema derecha por idénticos motivos.

    Sobre si el sistema electoral es justo o injusto creo que hay mucha tela que cortar. Los sistemas electorales deben ser proporcionales ( a más votos, más escaños) pero también deben ser representativos. (todos los sectores de la población deben estar representados)

    Un sistema electoral que fuese proporcional puro dejaría a los habitantes de Ceuta, Melillam Soria, Teruel, Zamora... sin representantes. ¿Acaso ese sistema sería más justo que el actual?. Permitidme que lo dude.

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    1. Sí, Números, en mi opinión sí sería más justo que el actual. En el Congreso de los Diputados (elecciones generales) no se representan los ciudadanos por su origen o lugar de residencia, sino por sus opciones ideológicas. Un comunista de Ceuta estaría mucho mejor representado sumando a sus votos los que obtuvieran los partidos comunistas de toda España, al igual que un conservador de derechas. Si se quiere una cámara de "representación territorial" para eso debería estar el Senado.

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    2. Exacto, de acuerdo con Miros

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