jueves, 6 de octubre de 2016

Bob Dylan en el show de Ed Sullivan

A principios del 62, cuando un jovencito Dylan hacía pocos meses que había firmado con Columbia y aún ni siquiera había publicado su primer disco, le hicieron una prueba para el show de Sullivan. Imagino que como se trataba de la misma compañía, Hammond o algún otro le habría hablado a Sullivan del prometedor cantautor folkie. Pero la cosa no cuajó y Bobby ya se había olvidado cuando le convocan de nuevo para actuar el 12 de mayo de 1963. Ya tenía un disco en el mercado y estaba a punto de salir el segundo, el más que notable The Freewheelin’. Sin embargo, todavía Dylan no era casi conocido fuera del ambiente folk del Greenwich o del entorno de los activistas pro derechos civiles. Obviamente, aparecer en el programa de Sullivan significaría una proyección nacional tremenda y Bob estaba dispuesto a aprovecharla (como ya he comentado en más de una ocasión, pese a su extremada juventud –a punto de cumplir veintidós años– tenía muy claro que quería tener éxito a cualquier precio).

El 11 de mayo, en un ensayo ante Sullivan y el productor Bob Precht, interpretó Talkin’ John Birch Paranoid blues, una canción satírica que se burla de una organización de extrema derecha anticomunista. ¿Por qué eligió ese tema? Lo había compuesto en febrero de 1962 (a raíz del anuncio del embargo comercial de los Estados Unidos a Cuba y a Rusia) y la había grabado en Columbia durante la primera sesión de The Freewheelin’, el 24 de abril de 1962; no era pues reciente. De otra parte, si bien en sus muchas actuaciones de los últimos meses había interpretado varias de las canciones del Freewheelin’, este tema solo lo había cantado una vez (el 12 de abril en el Town Hall neoyorkino y no volvería a cantarlo hasta el 26 de octubre de ese año en el Carnegie Hall). Es decir, parece licito suponer que la elección del tema no era inocente ni respondía a motivaciones artísticas (varias de las otras canciones de que disponía tienen bastante más calidad). Estoy convencido de que el chaval quería provocar.

A Sullivan y Precht, sin embargo, el tema les gustó y dieron su visto bueno. Algo tuvo que pasar en las horas posteriores porque cuando a la tarde del día siguiente, el domingo 12 de mayo en que se iba a emitir la actuación de Bob en directo, al cantautor se le informa de que no puede interpretar ese tema debido al “riesgo de ofender a los miembros de la venerable John Birch Society”. Para más inri, le dicen que se ha ordenado excluir la canción del álbum, que ya estaba prácticamente en prensa. Dylan se negó a cantar otro tema y prefirió no aparecer en el programa. En los días siguientes se desató casi una controversia nacional y el astuto Bobby consiguió probablemente más publicidad que si hubiera aparecido ese domingo en los hogares de las familias de clase media americana. Según el testimonio de Sullivan, Dylan fue muy educado; Suze Rotolo, la que por entonces era su novia, contó por el contrario que la llamó desde el propio teatro y que estaba tremendamente cabreado. Yo tiendo a pensar que había no poco de impostura en el enfado, formaba parte del atrezzo.

El primer libro que leí sobre Dylan, allá por la primavera del 74, cuando hacía pocos meses que había “descubierto” al de Minnesota, es la biografía de Jesús Ordovás publicada por Ediciones Júcar en 1972. Ahí me enteré de la existencia de esta canción y del escándalo que supuso la doble censura de la misma. Transcribo lo que cuenta Ordovás: “… Pero unos momentos antes de retransmitirse el programa en directo, le dijeron que no podría cantar esa canción porque iba a llover y los sonidos se podían mojar. Dylan miró al cielo y se dio cuenta de que no era nada más que una imposición de alguien. Rompió entonces el contrato y se negó a cantar ninguna otra canción”. Ordovás se permite algunas licencias –añade, por ejemplo, que “John Wayne, el célebre cazador de indios comunistas, bebió champán esa noche mientras planeaba hacer una película contra los cantantes rojos”– y probablemente la suya no sea una narración demasiado fiel. Pero bastó y sobró para despertarme las ganas de escuchar esa canción prohibida. Lo logré cinco o seis años después, a principios de los ochenta cuando, en mi primer viaje a Italia compré tres elepés piratas de Dylan, en uno de lo cuales estaba grabada la Talkin’ John Birch Paranoid blues.

Visto desde estos días, tan alejados de la paranoia anticomunista y del miedo a la amenaza nuclear en el contexto de la guerra fría, la canción se nos antoja inocente. Aprovecho para transcribir la letra traducida y también la ya citada interpretación de Dylan en el Town Hall en abril de ese 1963.



Me sentía triste y preocupado / no sabía qué podía hacer / los comunistas me rodeaban / estaban por el aire / estaban por el suelo / no me dejaban en paz.

Así que fui a toda velocidad / a afiliarme a la John Birch Society / me dieron un carnet de miembro secreto / y empecé a patearme las carreteras / Jajaja, ahora soy un auténtico johnbirchero / Preparaos comunistas.

Nosotros estamos de acuerdo con las ideas de Hitler / aunque matara a seis millones de judíos / tampoco importa mucho que fuera un fascista / porque al menos no puedes acusarlo de comunista .

Miraba por todas partes para descubrir a esos malditos comunistas / al levantarme por las mañanas miraba bajo mi cama / miraba en el fregadero, detrás de la puerta / miraba en la guantera de mi coche / no podía encontrarlos.

Miraba arriba y abajo buscando rojos / miraba en el lavabo y debajo de la silla / miraba en el agujero de la chimenea / incluso miré hacia el interior más profundo de la taza del váter / se habían escapado …

Estaba sentado solo en casa y empecé a sudar / comprendí que estaban en mi equipo de TV / se asomaban por detrás del marco de la pantalla / sentí un calambrazo que desde los pies me llegó hasta el cerebro / ellos, los rojos, lo causaban / sé que fueron ellos.

Me despedí de mi empleo así puedo trabajar solo / Me he cambiado el nombre por el de Sherlock Holmes / Segui algunas pistas con mi bolsa de detective / y descubrí que había bandas rojas en la bandera americana / vaya con la vieja Betsy Ross.

He investigado todos los libros de la biblioteca / El noventa por ciento deben ser quemados / he investigado a toda la gente que conozco / el noventa y ocho por ciento deben ser expulsados / el otro dos por ciento son socios de la John Birch / como yo.

Eisenhower es un espía ruso / Lincoln, Jefferson y ese Roosevelt / para mí que eran un solo tipo / por lo que sé sólo hay un hombre / que sea realmente un verdadero americano: George Lincoln Rockwell / lo sé porque odia a los comunistas.

Bueno, por fin estoy pensando correctamente / desde que me dedicó a esta investigación / no puedo imaginarme haciendo otra cosa /así que ahora estoy sentado en casa investigándome a mí mismo / espero que no encuentre nada, Dios mío.

7 comentarios:

  1. Desde luego, esa canción de Dylan va muy bien con esta otra:
    https://youtu.be/bOR38552MJA

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    1. Hombre, alguna relación, pero tampoco termino de verla muy estrecha. En cualquier caso, hay cinco décadas de distancia.

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    2. Sí, y tienen intenciones distintas. La de Dylan es una denuncia política, la otra, una recriminación a las APAs y similares. Pero no dejan de transmitir ambas la idea de que muchos se obsesionan en buscar enemigos, embarcados en una paranoia que ellos llaman "moral".

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  2. ¡Cuánta auto ironía ,y no sólo inocencia como señalas, hay en esa letra!

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    1. ¿Autoironía? ¿Ironizar sobre sí mismo? No termino de verlo, pero si tú lo dices. Ironía sí, desde luego.

      El "inocente" que escribí quise usarlo más en el sentido de inocuo, de no (o muy poco) culpable, censurable, que en el de "ingenuo" o similar. Como digo en el post, la canción tenía claro afán provocativo y, por lo tanto, no podía ser inocente en el sentido de ingenua. Cuestión distinta es si con ese "nivel" hoy sería un texto provocativo; me temo que no.

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    2. ¡Dónde he dicho autoironía? Simple ironía

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