viernes, 14 de septiembre de 2007

Pronombres personales

Nombrar es deslindar, individualizar el uno autónomo despegándolo del todo amorfo. Pero sólo se puede identificar por contraste con el resto. El resto es lo otro; ergo, todo es lo otro. Así que yo, para ser yo, debo escapar del todo. En el todo indistinto no soy; o sea, que siendo todo, no soy nada. Me reconozco individuo contra el fondo de la masa.

También a ti te nombro para saberte alguien. Llamándote tú refuerzo tu yo. A veces necesitamos que nos digan tú para sabernos yo. Quizás –no estoy seguro- el yo sólo puede adquirirse tras el tú. Si así fuera, mi individualidad me es regalada por tu reconocimiento. Tú fuiste mi madre que, en un segundo parto, me dotaste de individualidad antes siquiera de yo mismo imaginármela.

Sólo arrancado del todo puedo ser yo; construyo mi forma desde el magma difuso de la globalidad, que alojando todas las formas no presenta ninguna. Ejercicio exigente de soledad: sólo se es cuando se es solo. Esa soledad es la esencia del ser que soy, del yo; y –no puede ser de otro modo- es una soledad de materia escasa, frágil y leve. ¿Insoportable levedad del ser? No, no es insoportable, aunque lo parezca a veces, quizás con demasiada frecuencia.

La tentación siempre está ahí: volver al magma, desindividualizarme. Una de las opciones: renunciar al yo, disolverlo en el tú (y tu tú en mi yo); he ahí la tentación del amor. La aniquilación extática del orgasmo; tal es la prueba existencial, cuando se conoce, cuando se ha vivido. En esos instantes asimos fugazmente los misterios que alimentan las angustias cotidianas. Pero, en el fondo, más todavía nos espanta la disolución amorosa; quizás adivinemos que no es mera anestesia.

No nos atrevemos a jugar de órdagos: nadar y guardar la ropa y, a ser posible, sin mojarnos el culo. Miedo a la libertad radicalmente exigente del yo, pánico a la entrega generosa. Sin embargo, no son sino las dos caras de la misma apuesta, en absoluto dicotomías divergentes. Frente a la disolución heroica, el adocenado difuminarse; es la opción del nosotros.

El miedo a la soledad, a la insoportable soledad, se mitiga haciendo un yo de nosotros. Un yo de construcción mimética, hecho de tópicos grupales de probadas propiedades analgésicas. No es fusión porque no hay verdadero yo y, por tanto, el encuentro no genera la energía explosiva y renovadora de la unión amorosa. Es (ya lo he dicho) difuminarse: dejarse engullir por la masa asesina a cambio de creerse en paz con un yo que no es sino un préstamo barato. Entonces hablaremos de destinos que nos trascienden y, por ejemplo, de derechos de los pueblos.

Esas renuncias bastardas del yo individual a favor del falso yo colectivo implican también actos separadores, necesarios para la identificación del nosotros. Nos reconocemos nosotros por contraste, contra el fondo en el que están ellos. Y así nosotros, con la alteración mínima de una letra, revela su significado oculto, pero trágicamente verdadero: no a otros.

Sólo solos podemos ser nosotros y recuperar el necesario significado del pronombre. Sólo solo puedo ser yo y, entonces, amarte. Sólo cuando sepa ser yo (yo solo) podré, quizás, aprender a dejar de ser y devolver al todo lo que le debo.

CATEGORÍA: Todavía no la he decidido

4 comentarios:

  1. ....."Sólo cuando sepa ser yo"....lo más complicado de la vida, y eso sí que da para no aburrirse. Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Yo sólo quiero ser yo cuando mi corazón me grita que necesita estar solo. Entonces me aparto, me curo con soledad, porque es la única forma de oir lo que me quiero decir.

    Besazos.

    ResponderEliminar
  3. Cuando sepa ser yo....es complicado ser uno mismo con todo, lo bueno y lo malo, aceptarse y quererse.
    Yo estoy todavía aprendiendo..

    ResponderEliminar
  4. Pero qué bien juegas con el lenguaje!!!
    Yo diría: Qué solaz! Los solos sólo asolan si son soles...

    Un beso sólo, solo

    Zafferano

    ResponderEliminar