sábado, 9 de mayo de 2009

Acertijo literario (I)

Se llamaba Connie, tenía quince años y, muy coqueta, estaba siempre pendiente de su aspecto. Su madre la regañaba continuamente, pero Connie la miraba altanera y pasaba: sabía que era bonita y eso era lo único importante.

Una hermana, June; veinticuatro años y todavía en casa. June era todo lo contrario: formal, seria, sosa, aburrida; la hija perfecta cuyo ejemplo, tanto su madre como su tía, no paraban de restregárselo. El padre todo el día trabajando fuera y los pocos ratos que estaba en casa no era de hablar nada, cenar, leer el periódico y a la cama. En cambio su madre, siempre fastidiándola, no la dejaba en paz en su mundo de continuos fantaseos. Connie a veces, con exageración adolescente, se quejaba a sus amigas: "ojalá que se muriese, y que yo también estuviese muerta; así, al menos, acabaría este suplicio".


Brian Ferry

Sus mejores ratos los pasaba con sus amigas en el centro comercial. Las llevaba el padre de alguna de ellas y luego volvía a recogerlas. Durante ese tiempo, en el que curioseaban en las tiendas o se metían a ver una película, Connie mostraba su otro aspecto, el que reservaba para cuando se sentía liberada de su familia. Una larga melena rubia oscura, un suéter puesto de forma algo provocativa, un caminar lánguido como si fuera oyendo una música propia, una boca de un rosa brillante y una risa atiplada y nerviosa, como el cascabaleo de los colgantes de sus pulseras.

Enfrente del centro comercial, al otro lado de la carretera, había un restaurante drive-in al que acudían chicos mayores. Una noche de pleno verano, Connie y una amiga se animaron a cruzar hasta allí, sorteando el intenso tráfico. Entre el laberinto de coches aparcados caminaron hacia la luz brillante, el restaurante infestado de moscas; sus caras gozosas y expectantes, como si entraran en un edificio sagrado en donde se colmarían sus anhelos. Se sentaron a la barra, las piernas cruzadas por los tobillos y, nerviosas, se pusieron a escuchar la música. Siempre había música de fondo, eso tranquilizaba a Connie, le hacía sentirse confiada.

Se les acercó chico llamado Eddie. Al cabo de un rato le preguntó a Connie si le gustaría comer algo y ella accedió, al mismo tiempo que hacía una seña a su amiga para que les dejara solos: "nos vemos a las once en el otro lado". De pronto, mientras caminaban hacia el coche de Eddie, Connie se topó, a poca distancia, con una cara que la miraba fijamente y le sonreía. Era un chico de pelo negro enmarañado desde un viejo descapotable dorado. Sobresaltada entrecerró los ojos y apartó la vista, pero no pudo evitar voltear y ahí seguía él, todavía observándola. Meneó un dedo, se rió y dijo, "Te voy a conseguir, cariño".

Pasó tres horas con Eddie, comieron hamburguesas y bebieron cocacola en vasos de plástico, y luego caminaron una milla o así por el callejón, y cuando él la dejó a las once menos cinco en la plaza comercial su amiga estaba allí, hablando con un chico. El padre llegó puntual a recogerlas. Al día siguiente June le preguntó por la película y Connie le contestó que regular.


Shannon McNally

Ese verano, Connie y su amiga salieron varias veces al centro comercial. El resto del tiempo vagaba por la casa pensando -soñando- en los chicos que conocía. Todos se disolvían en una única cara que ni siquiera era una cara sino una idea, un sentimiento, mezclado con el insistente latido de la música y el aire húmedo de las noches de julio. Mientras, la madre de Connie se pasaba el día detrás de ella, persiguiéndola por toda la casa con sus viejas pantuflas, buscándole cosas que hacer. Connie pensaba que su madre era demasiado simple, tanto que casi sentía remordimientos por engañarla. A veces hacían las paces y parecían casi amigas, pero enseguida ocurría algo que, como un repentino zumbido de moscas, volvía a enfrentarlas y entonces sus caras se endurecían con gestos de desprecio.

Un domingo a media mañana. Connie estaba sola en casa; sus padres y June habían ido a una barbacoa a la casa de una tía. Permaneció un buen rato sentada en el porche, los ojos cerrados al sol, dejándose adormilar por el calor y fantaseando sobre chicos, inmersa en un sopor dulce. Al rato el profundo silencio la inquietó; entró en la casa y encendió la radio. Sonaba su programa favorito, el de Bobby King, una sucesión de canciones de moda que se puso a cantar a gritos, animada por las exclamaciones del locutor. Se sentía empapada por una alegría brillante que parecía crecer misteriosamente desde la propia música para desparramarse lánguidamente en el escaso aire de su dormitorio, de modo que la inspiraba y la espiraba con cada suave subida y bajada de su pecho.

De pronto, el crujido característico de la grava del largo camino de acceso a su casa. Connie corrió a la ventana —¿sus padres tan temprano?—. Un coche desconocido, un cacharro descapotable pintado de dorado chillón se había parado junto a la puerta lateral. Sonaron cuatro toques cortos de claxon, como si se tratara de una señal que Connie hubiera de reconocer. Con el corazón desbocado, fue la cocina y se asomó desde detrás de la puerta de mosquitera, los dedos descalzos del pie curvados hacia el borde del escalón. Había dos chicos en el coche y reconoció al conductor: era el del pelo enmarañado del restaurante.


Van Morrison

—¿No llego tarde, verdad? —gritó el chico.
—¿Quién diablos eres? —contestó Connie.
—Te dije que vendría, ¿no es cierto?
—No tengo ni idea de quién eres.

Connie mantenía una pose displicente, empeñada en no mostrar ningún interés; él, en cambio, hablaba en un tono animado, con frases rápidas. El otro chico parecía no estar interesado; tenía el pelo castaño claro, con un mechón sobre la frente, y unas patillas que le conferían un aire feroz. Ambos llevaban gafas de sol.

—¿Quieres venir a dar una vuelta?
Connie ni se molestó en contestar, sonrió maliciosamente y dejó que su pelo cayera suelto sobre uno de los hombros.
—¿No te gusta mi coche? Acabo de pintarlo. Oye, eres muy guapa.
Ella fingió que espantaba moscas.
—¿No me crees o qué?
—Mira, todavía no sé quién eres —dijo Connie con voz disgustada.

Entonces empezó a sonar música desde una pequeña radio que llevaba el otro chico. Era el mismo programa que estaba oyendo en el interior de la casa.
—¿Bobby King? —preguntó ella.
—Lo escucho todo el tiempo. Es genial.
—Sí, lo es; es un gran tipo —admitió Connie a regañadientes.

Connie se ruborizó. No terminaba de decidir si el chico le gustaba o no, así que dejaba pasar el tiempo sin moverse del umbral, sin bajar hacia ellos o meterse en la casa. Para ganar tiempo preguntó qué eran los garabatos que había pintados en la carrocería. Él entonces abrió la portezuela muy despacio, como si temiera que fuera a desprenderse, y plantó firmemente los pies en el suelo para levantarse.
—Mira, aquí está mi nombre, para empezar. ¿Puedes leerlo? Me llamo Arnold Friend y sí, es mi verdadero nombre, y quiero ser tu amigo, preciosa, y el de dentro del coche es Ellie Oscar, que es muy tímido. Ahora fíjate en estos números, son un código secreto, cariño, ¿qué opinas?


Steve Howe + Annie Haslam


En el parachoques trasero había una abolladura en la que aparecía escrito "hecho por una conductora chiflada". Connie se rió y Arnold Friend la miró contento.
—Por el otro lado hay mucho más, ¿quieres venir y verlo?"
—¿Por qué debería ir?"
—¿No quieres ver lo que hay en el coche? ¿No quieres dar un paseo?
—Tengo cosas que hacer.
—¿Qué cosas?
—Cosas.

El chico se partió de risa, como si la respuesta de Connie hubiera sido tremendamente graciosa. No era alto, sólo una o dos pulgadas más que ella. A Connie le gustaba la forma en que iba vestido: jeans apretados y desteñidos embutidos en botas negras, un cinto que apretaba su cintura y dejaba ver lo flaco que estaba, y un pulóver blanco algo estropeado que mostraba los pequeños y duros músculos de sus brazos y hombros. Probablemente se dedicara a trabajos duros, levantando y acarreando cargas. Incluso su cuello estaba musculado. Y su cara de alguna manera parecía una cara familiar: mandíbula, barbilla y mejillas ligeramente oscurecidas porque llevaba uno o dos días sin afeitarse, nariz larga, de halcón, que parecía olfatearla como si ella fuese un manjar que se aprestara a devorar.

—No estás diciendo la verdad, Connie. Este es el día fijado para que des un paseo conmigo y lo sabes.
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Conozco a mi Connie —dijo él, agitando su dedo. En ese momento a ella volvieron a embargarle las emociones que en el restaurante la sobresaltaron al pasar junto a él, las palabras que le murmuró. —Ellie y yo hemos venido hasta aquí sólo por ti, cariño. Venga, vamos. Ellie se sentará atrás, ¿de acuerdo?
—¿Dónde vamos a ir?

Él la miró. Se quitó las gafas de sol, la piel alrededor de los ojos era muy pálida, dando la sensación de que fueran agujeros con dos esquirlas brillantes de cristal que atrapaban la luz. Sonrió, como si la idea de ir con una dirección precisa, a un sitio concreto, le resultara extraña.
—A dar una vuelta, dulce Connie.
—No he dicho que mi nombre sea Connie.
—Pero yo sé que lo es. Conozco tu nombre y un montón de cosas más. —No se había movido, todavía permanecía apoyado contra el lateral del coche. —Me he tomado mucho interés, chica guapa, y lo he averiguado todo sobre ti, como que tus padres y hermana se han ido a algún sitio y sé dónde y cuánto tiempo van a estar fuera, y también con quién estuviste anoche, y que tu mejor amiga se llama Betty. ¿Acierto?


Richie Havens

CATEGORÍA: Literaturas

22 comentarios:

  1. Me gusta como escribes los cuentos, tus descripciones me introducen en las historias con mucha realidad. Esperaré al parte II para saber el final... Yo de Connie desconfiaría de alguien que ha averiguado tanto de mi y que sin conocerme ni haberme visto antes ya me diga que algún día va a venir a por mi.

    Un beso

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  2. Siempre paso por aquí, a vece sin hacer ningún ruido, a veces haciendo ruido.

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  3. ¡Ah! Esa chiquilla se va a buscar problemas.

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  4. Bueno, pues a esperar la segunda parte. Yo también temo por lo que pueda pasarle a Connie. ;)

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  5. ¿Y por qué se titula "acertijo literario"?

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  6. Contesto a Casiopea: se titula "Acertijo Literario" porque con este post propongo uno (o dos o tres) acertijos. El primer acertijo (el más fácil) sería saber qué es lo que hay que averiguar. Una pista es que el texto no es mío (no puedo aprovecharme del elogio de Adela); o mejor, sólo es mío en muy pequeña proporción (y seguramente la menos afortunada).

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  7. Je,je. Yo diría que los acertijos pueden ser diferentes, según quién lo lea. Lo primero que, creo, uno se pregunta es: ¿Quién es este individuo del descapotable que sabes tantas cosas?... pero luego viene otras preguntas, como "¿Porqué debe irse ella con él?". Etc. Pero, siendo un poco originales, también podríamos preguntarnos: "Ese chaval que lo sabe todo, ¿es real?".

    ¿A donde nos vas a llevar (a Connie y a los lectores), Miros?

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  8. ¡Ay, Miroslav! ¿Dónde vas? ¿Dónde has estado?

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  9. Bien, Júbilo. No me cabía duda de que, siendo el máximo experto en acertijos, éste no te costaría nada. Ahora bien, todavía queda en el post una segunda adivinanza, al menos.

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  10. Pides demasiado, Miroslav. No ya la respuesta, sino incluso la pregunta. No sé qué otra adivinanza hay, aparte de la que has decidido entender -tú sabrás por qué- que estaba yo contestando con mi comentario que, por cierto, no contestas: ¿Dónde vas? ¿Dónde has estado? Tendré que releer el post. De momento la única que se me ocurre es ¿por qué Miroslav nos trae este texto a su blog? ¿Qué pretende que nos preguntemos, o que nos contestemos, sobre él?

    (Me da la impresión de que el Reverendo Pohr tiene -¿también?- cierta idea de por dónde van los tiros).

    Por cierto, la "pequeña proporción" en que el texto es tuyo sí me parece bastante lograda.

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  11. El cuento está dedicado a Bob Dylan. La autora se lo dedicó, pero por el tiempo que llevo leyendo este blog creo que Miroslav es fan.

    ¿Tiene que ver en algo con el acertijo?

    En todo caso, me parece que el verdadero acertijo es ¡adivinar el acertijo!

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  12. Sí Júbilo, yo también intuyo que el Reverendo tiene bastante idea de por dónde van los tiros. Y, por supuesto, Strika, que ya resuelve la segunda parte del acertijo; sólo le faltó decir cuál es la canción concreta que inspiró a la autora y de la cual he puesto cinco versiones (y tengo en reserva ocho más para la continuación). En cuanto a tu pretendida ignorancia, va a ser que no cuela; lo que no obsta para que te agradezca el elogio a la escasa parte que me toca.

    PS: En efecto, Strika, parte del acertijo era acertar el acertijo. Diciendo que se trataba de un acertijo pretendía que alguien se preguntara qué texto era ese que se presentaba. Tampoco era nada difícil, ¿no es cierto?

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  13. Internet es una gran fuente de información ...encontré la canción, el texto, filosofía acerca de quien es el tal Arnold Friend, cómo termina el cuento...

    Ahora tengo más preguntas:
    1.- ¿por qué has añadido texto de tu cosecha al texto de Joyce?
    2.- ¿qué nos espera en el acertijo II? ¿continuación de la historia?

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  14. Miroslav no ha añadido nada al texto de Oates, Casiopea. Lo ha traducido, y muy bien, por cierto. Esa es la "pequeña proporción" en la que el texto es suyo.

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  15. Casiopea, en el acertijo II lo que haré será terminar la historia, aunque sólo sea para que quienes no lean inglés se enteren del final de la historia; si me puse a traducir el relato de Oates fue porque no encontré ninguna versión en castellano (me parece que no está publicado en español).

    No sé el suficiente inglés para acometer una traducción ajustada al texto. He ido traduciendo en dos pasos: en el primero procuraba "pasar" cada frase al castellano, sin preocuparme demasiado de cómo sonaba; en el segundo reescribía pàrrafo a párrafo como si lo estuviera contando yo (ahí sí buscando que me sonara natural en mi idioma). Oates tiene un estilo muy minucioso e iterativo que, al transcribirlo más o menos literalmente, se hace pesado; por eso la longitud de mi texto viene a ser un 60% de la del original en inglés. Estoy convencido de que no sería admisible como traducción "profesional" (lo único que pretendía era "contarme" a mí mismo el cuento de Oates, permitiéndome todas las libertades que me apetecieran). Lo que me sorprende es que detectes "añadidos de mi cosecha" de los que no soy consciente.

    Y, para acabar, felicidades a los ganadores; en especial a Strika que, si le apetece, podría explicar por qué esa canción en concreto de Dylan. Ah, y sí que soy "fan" (no me gusta la palabra, pero vale) de mr. Zimmerman; lo que no sabía hasta hace pocos días es que la Oates también lo es.

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  16. Disiento: he leído el texto original de la Oates y tu traducción y creo que está muy bien, aunque abrevies, a nivel, precisamente, de profesional. Joyce Carol Oates me gusta mucho -y esto suyo no lo conocía-, salvo cuando escribe de boxeo, porque no tiene ni puta idea.

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  17. No, Miroslav no he detectado añadidos de tu cosecha. Júbilo muy acertadamente me dió la respuesta y es que tú consideras como añadido de tu cosecha la traducción. (En principio creía que tú habías añadido algo al texto original).

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  18. ¿Por qué esa canción en concreto? Ese sí que es un acertijo. Lo que leí en alguna parte es que ni la misma autora lo tiene muy claro. Según esto, al escribir el cuento ella se basó en realidad en un caso real sobre un asesino serial carismático en Tucson, Arizona, y no en la canción de Dylan. Sin embargo, la melodía de "Baby Blue" parecía aproximarse al ambiente de su cuento y al de esa época. Además de que la canción de Dylan habla sobre el fin de algo. It's all over now...

    En fin, es todo lo que pude encontrar. ;)

    En cuanto a la traducción, tendría que cotejar con el original para realmente juzgar. Pero en español fluye muy bien. :)

    Un beso

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  19. Ay, madre, con lo malísima que soy para los acertijos casi que me siento a esperar a que dés la solución. Bueno, vale, pensaré un poquito en ello a ver que se me ocurre :)

    Besos

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  20. Y yo que estaba imaginándome una película americana de los años 5o...
    Esperaré la segunda parte a ver qué pasa con la tontaina de Connie.

    Un besazo

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  21. Me identifico totalmente con Nanny Ogg. Yo también voy a esperar la segunda parte ¡aunque me da un miedo! Todo mi instinto materno se ha erizado espeluznantemente ¿por qué demonios esa niña no estaba en la barbacoa de la tía, vamos a ver?

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