martes, 26 de mayo de 2009

Una sesión de jazz y cine en París

Noviembre de 1957, un licenciado en medicina viaja a París, pretende rematar su tesis doctoral sobre Alexis Carell; pero eso es irrelevante para la historia. Allí, no sé cómo, en una reunión, conoce a Jeanne Moreau. Jeanne ya era una estrella en ascenso en la cinematografía francesa; ¿qué le vio a ese españolito gafotas y desgarbado? El caso es que algo hubo entre ambos, algo breve (no más de una semana) y que no puedo precisar con certeza. ¿Hubo o no hubo sexo? Ese joven médico sería unos meses después mi padre.

Unos cuarenta años después, un matrimonio mayor, mis padres, vienen a visitarme a la isla. Estamos sentados en la sala y en la tele emiten Ascensor para el cadalso. Mi padre dice: ¡vaya, la maldita película! Cuenta una historia con demasiadas elipsis: que conoció a Jeanne Moreau, que él estaba deslumbrado, la actriz famosa, rubia y bella y a la vez con esa mirada dura, distante, que a ella mi padre le gustó … Yo le gustaba y salimos juntos varias tardes. ¿Cuánto significa el verbo salir? Pero no concibo a mi padre siendo más explícito conmigo; además, estaba mi madre que bromeaba irónica: sí ya, la Moreau, ¿y cuántas más?

Pero mi padre no solía fanfarronear. Salí varias veces con ella, sí, la verdad es que me enamorisqué y eso que alguien me dijo que estaba casada. Una tarde me propuso acompañarla a una sesión de grabación; por lo visto se trataba de grabar la música que iba a conformar la banda sonora de la película que había rodado. El director, un tipo más joven que nosotros (ambos teníamos veintinueve), había insistido en que asistiera, había conseguido que un genio (así se lo dijo), el mejor trompetista de jazz del mundo, tocara para su película, la primera que él dirigía, normal que estuviera entusiasmado, aparte de que le apasionaba el jazz.

Yo le oía, a mi padre, y alucinaba. Estamos hablando de Miles Davis, pensé (su trompeta para entonces ya había invadido nuestra sala, además de haber leído su nombre al principio de la película), y … ¿mi padre? Si pensaba que ni siquiera conocía su nombre, como ignora casi todo del jazz. Pues resulta que la acompañó y fue a unos importantes estudios de radio, televisión y cine. Se trataba de los de Le Poste Parisien, pero eso él no lo dijo; se acordaba, en cambio, de que estaban en la avenida de los Campos Elíseos, muy cerca del Arco de Triunfo, y también de que le impresionaron, locales tan amplios, con tantas cosas que desconocía. Se sintió apocado, confesó, ¿qué hacía yo ahí, entre tanta gente que parecía tan importante o, al menos, tan segura de su importancia?

Avenue des Champs Elysees, Paris, 27 July 1955 (fotografía publicada en Flickr por allhails)

Había mucha gente, nos contó mi padre. Al principio, Jeanne me iba presentando, pero poco a poco ella iba dejándose absorber por un ambiente que a mí en cambio parecía rechazarme; así que notaba que me opacaba, casi haciéndome invisible. Había mucha gente y el que más se movía como si fuera un titiritero que sostuviera las cuerdas de todos nosotros, sus marionetas, era el director, Louis Malle, un chaval joven, el pelo revuelto, mal afeitado, en tirantes y fumando sin parar; bueno también yo fumaba sin parar, entonces todos fumábamos sin parar, siempre los horribles gauloises. Jeanne parecía la anfitriona consorte, se colocó detrás de una especie de barra y se puso a servir bebidas, y a beber ella, claro, enseguida me di cuenta de que se había achispado.

Era un caos, todos riendo y hablando a gritos, ya era tarde y de pronto se hizo el silencio y era que entraba el genio de la trompeta. ¿Miles Davis, papá? Sí, contestó como si el nombre no significara nada, así se llamaba, Miles Davis, un negro muy negro, flaco, con una mirada que daba miedo y a la vez te intrigaba. El tío casi no hablaba, pero todos le rodearon con reverencia, en especial Malle que parecía estar ante un Dios, pero también Jeanne, la respiración se le había entrecortado. Todos nos fuimos distribuyendo por las sillas, en la parte de delante se puso el trompetista con sus músicos, cuatro o cinco más, creo que eran franceses. Atenuaron las luces, casi las apagaron completamente, y empezaron a proyectar esta película que están dando en la televisión, pero sin sonido, porque eran los músicos quienes, viendo las escenas, tocaban.


Florence sur les Champs-Elysées. Miles Davis (Ascenseur Pour L'Échafaud)

La verdad es que la música era envolvente, hipnótica. Yo estaba sólo, abandonado por Jeanne y ajeno a todos los demás personajes que en nada me concernían. Por un buen rato perdí el sentido del tiempo y del espacio, me entregaba a esas melodías extrañas y dejaba que la trompeta del negro se enroscara a mi cerebro y lo llevara en una especie de danza mágica, irreal. Davis era el que iniciaba cada tema, improvisando a medida que veía las imágenes, y los otros le seguían, también en audaz improvisación. A veces el trompetista hacía un gesto con la mano y todo se detenía y entonces Malle mandaba volver a proyectar esa escena y la misma música, o casi, se repetía. El hechizo me duró más de dos horas y salir de él fue como despertar de un sueño profundo que te obliga a ir despegándote de adherencias resacosas. Me acerqué a Jeanne, pero ella seguía embelesada y apenas me prestó atención. Me sentí idiota y también el único lúcido entre toda esa gente alelada, absorta en la música; lo que se me hizo evidente es que estaba fuera de lugar, que allí no pintaba nada. Sin despedirme de nadie, me fui; serían casi las dos de la madrugada.

No contó mucho más mi padre, ni esa tarde ni nunca más. Yo luego me enteré de que esa sesión mítica duró hasta las cinco de la madrugada, que asistieron varios ilustres de aquellos años (Boris Vian, por ejemplo, uno de los escritores que devoré en mi veintena) y de que todos tuvieron la sensación de haber vivido una experiencia absolutamente singular (tanto Malle como Miles quedaron tremendamente satisfechos, aunque el músico dijo que no tenía intención de repetirlo). También me enteré de que, en contra de los rumores que circularon, la música no fue improvisada; cuando me compré el disco de la banda sonora leí el texto en el que Marcel Romano, el promotor del Club Saint-Germain que había contratado a Miles, cuenta que el trompetista estuvo unos quince días trabajando en su hotel en la composición de la música que había de acompañar a cada escena. Pero todo esto no se lo pude contar a mi padre y murió sin saberlo. Aunque quizá sí lo supiera y quizá sí sabía más de jazz de lo que decía. Esa tarde en mi casa me confesó que, a raíz de esa sesión, le cogió manía al jazz. Pudo más el malestar por sentirse rechazado que la magia de la trompeta de Davis. Lástima.

Por mi parte, me quedé sin saber los detalles de la relación entre mi padre y la Moreau. Todavía podría preguntárselo a ella, pero ni se acordaría ni yo creo que en realidad quiera saberlo.



CATEGORÍA: Ficciones / Recuerdos

5 comentarios:

  1. en el post anterior dabas algunos detalles de la película sin nombrarla...acerté inmediatamente porque fue una de las primeras que ví de la nouvelle vague, con poco más de 16 años.
    Miles Davis me gusta cuando no hace free jazz.

    Yo hubiera preguntado más?
    Tal vez.

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  2. ¡Así que era tu padre el tipo ese del que me hablaba la Moreau!

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  3. Qué increíble historia. Me habría encantado escuchar a Miles Davis en vivo.

    Esta peli no la he visto, la voy a buscar. Siempre es bueno ver a la Moreau antes de que su voz se volviera acigarrada... :P

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  4. Dante: Me parece que debe ser difícil que tú no aciertes acertijos cinematográficos (al menos, los que yo pueda poner). Aun así, hay quien opina que Malle no debe encuadrase dentro de la nouvelle vague.

    Lansky: ¿Y eso cuándo fue? ¿Cuando de jovencito fuiste a París a aprender el amor en brazos de la mujer madura?

    Strika: Véla, tiene su interés y su suspense. No sabía que a la Moreau la voz se le volvió acigarrada; supongo que el adjetivo viene de cigarro y no de cigarra :)

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  5. Las mujeres como la Moreau no envejecen, son como el buen vino. De hecho, yo ahora soy mayor que ella. Pero sí, dónde aprender mejor que en brazos de la mujer madura?

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