lunes, 4 de febrero de 2013

Longevidad bíblica

Un capítulo apasionante del Génesis es el quinto, donde se nos detalla exhaustivamente el árbol genealógico de Moisés a partir del propio Adán. Gracias a esos datos podemos saber con casi exactitud la fecha en que aconteció el diluvio, la segunda de las intervenciones de Dios sobre el conjunto de la humanidad (la primera, obviamente, fue la expulsión del Paraíso). Todavía hará alguna más, pero seguramente debido a que nos multiplicábamos como conejos y éramos demasiados, a partir de Abraham ya se va a limitar a Su pueblo elegido hasta que San Pablo le enmiende la plana y decida universalizar (mejor dicho, planetizar) su actividad. Por cierto, este capítulo del Génesis se retoma y amplía en Crónicas.

Rubens: Caín asesinando a Abel
Ya fuera del Paraíso Adán y Eva se dedicaron a la gratificante tarea de poblar la tierra y les nacieron Caín, el primogénito, y Abel. Pasaron bastantes años, los suficientes para que los dos chicos crecieran, se dedicaran a sus oficios (labrador y pastor, respectivamente) y aconteciera el primer asesinato de nuestra especie (fraticidio, para más inri), y nuestro primeros padres tuvieron otro retoño al que pusieron el significativo nombre de Set. Aunque nada se nos diga, entre medias Adán y Eva hubieron de tener más hijos, probablemente siempre niñas porque, si hubiera nacido un varón constaría en las Escrituras. Caín, sin ir más lejos, una vez desterrado por el Señor tras su abominable crimen, "conoció" a su mujer, que necesariamente sería alguna de sus hermanas, y comenzó su propia estirpe. Pero este linaje, como el de cualquiera de los eventuales otros hijos e hijas de Adán, carece de relevancia ya que todos ello habrían de desaparecer ahogados en el Diluvio. Así que volvamos a Set, de quien procedemos.

La relación de los ascendientes masculinos directos de Noé, como ya he dicho, viene detallada con indicación de la edad del padre cuando nació cada uno de ellos; es la siguiente: Adán (130), Set (105), Enós (90), Cainán (70), Mahalaleel (65), Jared (162), Enoc (65), Matusalén (187) y Lamec (182). Es decir, que cuando Noé vino a esta tierra la Creación ya tenía 1.056 años: más de un milenio en apenas nueve generaciones. Desde luego, eran fértiles a edades muy provectas nuestros primeros ancestros (habría estado bien que la Biblia nos informara de las edades de las madres porque, si eran parecidas, la especie venía con mucha mayor disponibilidad ovular que ahora). Pero eso no es nada comparado con la duración de sus vidas. Adán, con la friolera de 930 años, llegó a conocer a Matusalén. Pero es que la media de nuestros diez primeros ancestros, incluyendo a Noé, da 857 años y eso por culpa de Enoc que solo vivió 365 añitos (pero no murió, sino que se lo llevó Dios a Quien había agradado singularmente) que si lo sacamos del cálculo el tiempo normal de vida de esa gente supera los novecientos. Alucinante.

Los escépticos me dirán que cuando el Génesis dice años se refiere a meses, y la explicación puede sonar congruente porque dividiendo entre doce las edades de esos patriarcas encajan bastante mejor en lo que hoy dura normalmente una vida humana (en torno a 75 años). Ahora bien, entonces habrían sido fértiles a edades demasiado tempranas y en algunos casos imposibles (Enoc, con cinco años y medio). De otra parte, en los tiempos de la confección del Génesis estaba más que clara la medición del tiempo y la distinción natural entre años, meses, semanas y días. Por último, que ésas eran las edades de los antiguos queda claro cuando, en Salmos 90:10, Moisés ora al Señor con estas palabras: "Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos". Así que, reiterando la exactitud literal de la Biblia, ha de darse por verídico que nuestros primeros ancestros tuvieron vidas larguísimas y que, a partir del Diluvio, la longevidad fue decreciendo (Abraham e Isaac, por ejemplo, no llegaron a los doscientos años, Jacob 147, José 110).

Lucas Cranach el Viejo: Adán y Eva
¿Por qué vivían tantos años? Pues ni idea, claro. Aunque puestos a elucubrar, pienso que Dios fue ajustando la longevidad humana media a base de pruebas hasta que la fijó en la duración que Le pareció más conveniente. Téngase en cuenta que en principio creó a Adán y a Eva con la idea de que fueran eternos. Eso sí, con no poca mala leche (más sabiéndolo todo), les advirtió que perderían la inmortalidad si comían del fruto del árbol que está en medio del huerto. Cometida la infracción (algo ineludible a la naturaleza humana) con el acicate nimio de la serpiente, el hombre pierde la inmortalidad (polvo eres y al polvo volverás). Una vez fuera del Edén, hubo de ocuparse el Creador de activar los mecanismos biológicos del envejecimiento y demás zarandajas. Hay que suponer que ya había programado las longevidades de los demás seres vivos por lo que, salvo que haya hecho cambios en tiempos antiguos, no debió tomar como referencia a los animales, que ninguno dura tanto, sino a alguna especie milenaria de árbol, que de esos sí hay varios. En fin, que a las primeras generaciones, les concedió sus novecientos añitos de media, con vida sexual fecunda hasta los quinientos más o menos y, a partir de ahí, casi otro tanto para actividades más maduras. En mi opinión es un tiempo bastante adecuado para que uno pueda aprovechar la vida sin agobios y no los miserables ochenta añitos de que ahora disponemos.

Como siempre, los hombres la jodimos (al menos, desde el punto de vista divino). Hacia la época de Noé (o sea, milenio y medio más o menos desde la Creación) "vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal". Y Le dolió, prueba de que todavía nos guardaba cariño, pero también se arrepintió de habernos creado (por mucho que no cuadre a un Dios omnisapiente lo de arrepentirse, pero es que Yahveh, a veces, es casi tan contradictorio como nosotros). Así que tomó dos decisiones drásticas. La primera, raer nuestra especie de la Tierra (qué bonito ese verbo), y ya de paso bastantes más que, salvo la serpiente, no se me alcanza qué culpa tendrían los animalitos. Eso sí, como Noé "halló gracia" ante Sus ojos lo exoneró de la extinción diluviana. Pero, y ésta fue la segunda decisión, bajó drásticamente la longevidad humana media (en previsión de nuevas multiplicaciones a partir de Noé y sus hijos) a apenas ciento veinte años, una rebaja de más del 85%, se pasó diez pueblos con las tijeras. Aún así, las primeras generaciones a partir de Noé todavía vivirían unos cuantos siglos, lo que hace pensar que este descenso fue progresivo, hasta incluso por debajo de la cifra establecida por Dios, como deja constancia el autor de los Salmos. Naturalmente, hay que imputar esta reducción de la longevidad a nuestro pertinaz empeño en no portarnos bien.

Así que, siempre por nuestra culpa, hemos pasado de ser inmortales a tener una esperanza de vida que en épocas históricas se situaba como mucho en cuarenta años (descontando la mortalidad infantil). Desde finales del XIX, gracias a las mejoras higiénicas, nuestra especie ha ido remontando esta maldición bíblica y hoy, en nuestro entorno, hemos recuperado la cifra del Libro de los Salmos (escrito hace unos tres mil años) pero seguimos lejos todavía de la fijada por Yahveh justo antes del Diluvio, y la de los primeros padres se nos antoja inimaginable. En todo caso, que la longevidad del ser humano remonte aunque sea en tan modestas proporciones pone de manifiesto, a mi juicio, que a estas alturas Dios está ya más que harto de nosotros. Y no Le culpo.

   
Secret to a long life - Michelle Shocked (Arkansas Traveler, 1992)

6 comentarios:

  1. En todos los mitos fundacionales, de los que el Génesis biblico sólo es uno más y no de los más antiguos, los primeros hombres, héroes fundadores, titanes, etc., exceden con mucho la edad de los hombres 'verdaderos' que vinieron después, confirmando una Edad de Oro añorada y para siempre pasada.

    Luego, si me permites la pedantería, la pregunta, contextualizada correctamente, es ¿por que los primeros fundadores eran tan longevos y por qué ese rasgo está extendido prácticamente, junto a otros como el diluvio o una gran catástrofe similar, a culturas aparentemente ajenas?

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  2. Tienes razón, Lansky. No obstante, aunque el Génesis pueda (y deba, creo yo) considerarse como una mitología, estrechamente deudora de los relatos asirio-babilónicos, tengo para mí que Moisés (o sea, los autores judíos que lo escribieron) se propusieron dotar de singularidad a sus orígenes.

    Así, la edad dorada a que te refieres (y que en el Pentateuco correspondería, descartando la obviedad de la breve estancia de la primera pareja en el Edén, al periodo antediluviano) a los autores bíblicos no les parece tan añorada.

    En cuanto a tu pregunta, ciertamente es "pertinente". Desde nuestro entorno cultural, es fácil emparentar las narraciones del diluvio de las mitología griegas y judías (más o menos contemporáneas) derivándolas de las mesopotámicas. Lo que ya cuesta más es explicar por qué los Vedas hidúes también lo contemplan. Y cómo explicar que este mito y otros más o menos parecidos aparezcan en los mitos prehispánicos de varios pueblos americanos.

    Los mitos surgen de la necesidad de nuestra especie de explicarse (contarse) el mundo. En tal sentido, los rasgos comunes de las distintas cosmogonías me parecen bastante naturales; o sea, que su estructura básica responde a las propias características del pensamiento humano. Probablemente, también lo sea el creer en una época remota en la que no había tantas miserias como las que sufrían quienes confeccionaron los mitos. Y como esa "edad dorada" había desaparecido había que buscarle una causa que tampoco es extraña asociarla a alguna gran catástrofe natural. Una gran inundación no es extraña.

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  3. Así es: los mitos son fascinantes precisamente por lo que tienen en común.

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  4. Yo creí que lo de la longevidad era cuánto tiempo podía aguantar un político sin dimitir en absoluto.

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  5. JÓ !!

    Si yo fuera tía intentaría ponerme novia tuya. Sería muy guarra en la cama, y al terminar el avío te pediría que me contases estas cosas; no para dormirme, sino para añadir un placer intelectual al otro fisiológico.

    No temas, estoy muy satisfecho y bien cumplido como hombre y además te leo encantado.

    Y ya, hablando de mitos y eso, podrías desarrollar a tu bola lo de ¿Aristóteles? o lo de la Torá judía, contando que en un 'principio' el ser humano era mitad hombre y mitad mujer y que no recuerdo como hacían hasta despegarse y encontrar su otras mitades ad hoc... bla bla bla.

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  6. Cómo adultos supuestamente inteligentes pueden creer estas inverosímiles patrañas...

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