sábado, 4 de enero de 2014

Muerte de los idiomas (1)

Según Ethnologue (una publicación de los cristianos evangélicos norteamericanos motivados por ideales misioneros), en el mundo existen 6.809 idiomas, número que obviamente ha de tomarse como aproximado pues no hay consenso unánime entre cuáles son las diferencias que hacen que dos formas de hablar se consideren idiomas distintos y, además, tampoco conocemos completamente todas las lenguas del planeta. En todo caso, la cantidad me parece apabullante; a una media de poco más de un millón de personas por idioma. De otra parte, si tenemos en cuenta que en el planeta hay 194 países (no, no cuento Cataluña), sale una media de 35 idiomas por estado. En España, por ejemplo, sólo contamos con 15, ni siquiera la mitad de la media. (Ejercicio práctico: sin consultar internet ni enciclopedias, haga usted una lista de los idiomas hablados en España, a ver si alcanza esa cifra; como pista diré que los de Ethnologue consideran catalán, valenciano y balear como uno solo).

Naturalmente, como casi todo en este mundo, la distribución de hablantes por lengua no es en absoluto homogénea. Los idiomas "nativos" con más de cincuenta millones de hablantes son apenas veinticuatro (el 0,35% de todos) pero los aprenden de niños más de 4.100 millones de personas (casi el 60% de la población mundial). En el extremo inferior del rango, idiomas cuyos nativos son menos de cien mil, se cuentan 3.700 lenguas (54% de las censadas) que, sin embargo, lo son de algo menos de 70 millones de personas (apenas el 1% de la población). Es decir, que mientras la media de los 24 primeros idiomas es de 170 millones de hablantes nativos, la de los 3.700 últimos sólo de dieciocho mil y pico, menos que los habitantes de Guadix, Algete o Guía de Isora (Tenerife). Es más, Ethnologue identifica hasta 188 lenguas sin hablantes nativos y 134 más que, cada una de ellas es la nativa de menos de diez personas.

En fin, que los humanos disponemos de una riqueza lingüística impresionante, tanta que el más políglota (parece que un tal Ziad Fazah que asegura hablar 59 idiomas, aunque ha "suspendido" varias pruebas en la tele) no llega a chapurrear ni el 1% de los existentes. Lo cual nos lleva a la cuestión obvia que, sin embargo, no tiene a mi juicio una respuesta igualmente obvia: ¿es "bueno" que haya tantos idiomas? O –para llevar la pregunta a términos más pragmáticos– ¿es conveniente que se dediquen esfuerzos públicos a evitar las desaparición de las lenguas poco habladas? Porque lo que es evidente es que la lengua, como todos los entes vivos, evolucionan y, a la larga, si no resultan suficientemente aptas en la "lucha por la supervivencia", desaparecen. Ahora hay casi siete mil idiomas pero, ¿cuántos han existido a lo largo de la historia de la humanidad? Probablemente algunos miles más, de los cuales, a lo sumo, quedan algunos "genes" en sus descendientes (el caso más importante para nosotros es sin duda el latín, por más que siga siendo la lengua oficial del Vaticano). ¿Es una gran tragedia que se hayan extinguido?

Las comparaciones, además de odiosas, suelen inducir a falacias, así que no caeré en fáciles equivalencias entre los idiomas muertos y las especies vegetales y animales extinguidas. Diré sólo que el argumento más recurrentes de quienes sí consideran la desaparición de una lengua como algo muy malo y, consiguientemente, justifican y fomentan los esfuerzos públicos para preservarlos es que ello supone la pérdida de una gran riqueza cultural, además de conocimientos ancestrales (contenidos, en particular, en las lenguas indígenas). La UNESCO tiene un programa denominado "Lenguas en peligro" cuyo objetivo es "apoyar a las comunidades, los expertos y los gobiernos mediante la producción, coordinación y difusión de herramientas para la vigilancia, promoción y evaluación de la situación y tendencias de la diversidad lingüística; así como servicios como asesoramiento, conocimientos técnicos y la capacitación, buenas prácticas y una plataforma diálogo y transferencia de habilidades". No he descubierto que este programa cuente con inversiones económicas significativas, siendo su principal actividad la elaboración de un "atlas de las lenguas del mundo en peligro" para sensibilizar a los encargados de elaborar las políticas lingüísticas. Dado el prestigio de esta organización de Naciones Unidas, su posicionamiento en este asunto no es moco de pavo: basta para sacralizar como políticamente correcta cualquier iniciativa que se justifique como protectora de un idioma en extinción y, a la vez, para anatemizar las acciones que se puedan tildar de agresivas (o incluso, pasivas) hacia lenguas en peligro. Por ejemplo, en nuestro país, el atlas identifica cinco idiomas: uno vulnerable (el euskera), tres en peligro (bable, aragonés y gascón) y otro extinto (el guanche). Hay otra web que corresponde al "proyecto idiomas en peligro de extinción" (parece que impulsado desde las universidades de Hawaii y de Michigan) que, pese a tener una clasificación ligeramente distinta a la de la UNESCO, reconoce las mismas lenguas (salvo el guanche) en nuestro país. El mapa que acompaño a continuación proviene de ellos.


No me termina de convencer lo de la pérdida cultural. Que una lengua deje de hablarse no necesariamente significa que se pierda su vocabulario o su sintaxis, así como todos los saberes vinculados a ella, siempre que la misma haya sido estudiada. La propia UNESCO, cuando advierte de este peligro, lo limita a los idiomas no escritos ni documentados. Pero es que empeñarse en que una lengua se siga hablando no es lo mismo que investigarla y documentarla, tarea esta última contra la cual no encuentro ninguna objeción. Lo que sí es cierto es que el idioma es uno de los instrumentos básicos para la creación cultural con lo cual, si alguna se pierde, aunque no se extingan los productos culturales vinculados a la misma, sí desaparecen las posibilidades de nuevos. La muestra más clara es la literatura; la muerte del guanche poco después de la conquista de Canarias por los castellanos genocidas supuso cercenar de raíz las ricas perspectivas de bellísimos textos que podrían haberse escrito (pese al estado rudimentario de su escritura). Claro que no es lo mismo que no llegue a ser lo que podría ser que que deje de ser lo que ya es, no sé si me explico (esto me recuerda las discusiones sobre el aborto) y, al fin y al cabo, cada acto, cada evento que se hace ser (conformando junto con todos los que adquieren esencia lo que llamamos realidad) es la negación de infinitos distintos que no alcanzan ese estado, que no son. En fin ...

Hay otro motivo que, aunque no con tanta profusión como el de la pérdida cultural, es esgrimido por quienes defienden la preservación de los idiomas. Vienen a decir que la extinción de un idioma equivale a la desaparición de un modo de ver el mundo, del propio ser de sus hablantes. De tal forma, la progresiva disminución de la diversidad lingüística es un empobrecimiento del alma de nuestra especie. Este tipo de argumentos enlazan muy directamente con el romanticismo y los sagrados conceptos que entonces se acuñaron (el volkgeist, por ejemplo). Se trata de un terreno resbaladizo en el que inevitablemente entran en juego los discursos emocionales. No voy a negar que comparto lo de que el lenguaje que aprendemos de niño moldea nuestra forma de pensar y ver el mundo; de hecho, me siento mucho más cercano, en principio, a cualquier hispanohablante que a quien no lo sea. Sin embargo, admitiendo que la desaparición de una lengua puede suponer la pérdida de algunas "disposiciones anímicas" (sea eso lo que sea, que no soy capaz de definirlo) propias de sus hablantes, tampoco es algo que me parezca una gran tragedia. Porque, definitivamente, no comparto la tesis de algunos antropólogos y lingüistas que sostienen que la disminución de los idiomas implica reducir las potencialidades del ser humano de ser, pensar y ver el mundo de diversas formas. Ese tipo de diversidad será siempre posible aunque todos los humanos habláramos la misma lengua.

Frente a las posiciones proteccionistas políticamente correctas, se alzan, minoritarias, algunas voces disidentes. Su mensaje viene a ser, en síntesis, que hay que dejar que los idiomas mueran. Pero a ello me referiré en un próximo post.

 
Dialektikaren laudorioa - Mikel Laboa (Lekeitioak, 1988)

7 comentarios:

  1. Un nuevo post tuyo que nos hace cavilar, cuando aún no hemos encontrado la sorpresita que se esconde en el insípido roscón de reyes.
    ¿Los religiosos (fú) esos del Etnologue hurgan también en jergas, en Braille, en morse o el idioma gesticular para sordomudos?

    No sé si entre esos 15 idiomas que se hablan en España están incluidos el castúo o el silbo gomero - que es una forma de comunicación, y por tanto, un lenguaje.
    Ignoro también si los motivos de la UNESCO, si el interés que muestran por salvar el máximo número posible de lenguas, responden a razonables estudios antropológicos o si su empeño se basa únicamente en mantenerse ocupados. En cualquier caso no creo que pretendan cargarse algunas lenguas porque les parezca que ya hay muchas ¿y qué?
    ¿No estarán convencidos de que lo ideal sería que en el mundo civilizado (luego vendrá el otro mundo...)se hablase un mismo y único idioma, y los demás quedarían vivos pero en una vitrina romántica?
    Si es eso, por favor, que ese nuevo y universal idioma no sea el el Esperanto, que además de feo suena a choteo. Es como cuando los niños del cole o de un barrio hablan interponiendo un fonema cualquiera entre las sílabas de cada palabra: "ti pi ti quie ti ro ti mu ti cho"

    ¿Qué dice la Unesco de las variantes del chino?

    Oye, al jambo ese que solo habla 59 idiomas le ha tocado un careto entre Jesulín de Ubrique y Carlos Herrera.

    Estamos a día 5 de enero y ya se me está haciendo largo este 2014. Estoy dándole vueltas a un calendario más ágil, donde las estaciones pasen más deprisita y el año nos brinde una variedad más amena. No lo conseguiré ¿verdad? Ya lo han intentado otros más sabios y se han doblegado ante la terquedad del sol y del Universo.
    ¡ Bah ! ... si no fuera por tus posts y por otros ratos de borrachería y fornicio...

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  2. Sr. Panciutti , me quedo esperando a la resolución de su siguiente post. Me asombra la maestría que dispone sobre el tema mencionado en cuestión.

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  3. ¿Es bueno que haya tantos idiomas?

    No sé si la pregunta es pertinente. Que haya tantos idiomas es un dato del mundo tal como es. ¿Con qué otra situación podemos comparar esta de que haya casi siete mil idiomas, para saber si es buena o mala? Y buena o mala ¿para qué fines, para quiénes, desde qué criterios?

    Me parece más útil y mejor formulada la que haces a continuación: que desaparezcan lenguas -que dejen de ser habladas- ¿es bueno, malo o indiferente? Y, supuesto que se considere malo ¿cuánto esfuerzo es razonable dedicar para evitarlo?

    Yo tengo claro que cada lengua que alguien hable es una riqueza de todos; y que por tanto es una lástima que las lenguas dejen de ser habladas, que es el paso inmediatamente anterior a su desaparición.

    Ahora bien, en el post hablas de dedicar "esfuerzos públicos" a evitar esta desaparición. Y por mucho que yo lamente la desaparición de cualquier lengua, no estoy nada seguro de desear que se dediquen esfuerzos públicos a evitarla.

    En primer lugar, me molesta extraordinariamente -y me parece muy peligroso- que se dediquen esfuerzos públicos a controlar, ni para bien ni para mal, conductas privadas. Y qué lengua usa o deja de usar cada uno me parece el paradigma de las conductas privadas.

    Y en segundo, los esfuerzos públicos son un bien escaso. Sin echarle mucha imaginación, solo con mirar un poco cómo está el mundo, se me ocurren varios centenares de finalidades deseables para las que creo que hay que dedicar esfuerzos públicos mucho antes que para proteger ninguna lengua.

    Así que en conjunto, no, no me parece conveniente dedicar esfuerzos públicos a evitar la desaparición de ninguna lengua. Ya sí estoy seguro. De hecho, y tras pensarlo, me parece francamente inconveniente.

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  4. Tema vidrioso donde los haya el que planteas en tu entrada, especialmente en España, con el guirigay lingüístico que se traen por algunas zonas.
    A mí, en este tema como en otros muchos me parece bastante más importante la posibilidad de una comunicación entre los seres humanos que la diversidad cultural, por valiosa que a algunos les pueda resultar ésta. Porque, ¿qué se entiende por diversidad cultural? ¿Metemos en esta saco la ablación de clítoris, por ejemplo, o lo restringimos sólo a la posibilidad de crear obras literarias?
    Pienso, además, que mientras el dinero es uno (ya sé que hay muchas monedas) y campa a sus anchas por el mundo, aquí andan muchos peleándose por si una lengua (más bien lengüita, por el número de hablantes) debe ser defendida contra las demás o no.
    Me pregunto también que si hay que hacer esfuerzos, del tipo que sea, para sostenerla, ¿no está ya muerta esa lengua?

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  5. Magnífica exposición de un tema tan puñetero, Miroslav.

    No sé si es bueno o no que haya tantos idiomas, el caso es que los hay, pero en condiciones muy diferentes. Tengo entendido que en Nueva Guinea (hablo de la isla completa no del estado que es sólo la mitad) en cada valle se hablaba una lengua distinta, y no se entendían entre ellos. En cambio, lo de dedicar esfuerzos a mantener o revivir las lenguas que mueren me parece como poco dudoso ( o sea, estoy con Vanbrugh en este aspecto)

    Los intentos de establecer una sola lengua pueden ir desde los utópicos más o menos inocuos (e ineficaces) , como el esperanto, hasta agresivamente malignos, como la neolengua orwelliana (sargento chusquero de la época franquista dirigiéndose a un recluta catalán: ¡habla en cristiano!”)

    Dicen los poliglotas auténticos que aprender bien una nueva lengua aparte de la materna es apropiarse o disponer de un mundo nuevo, un contexto que te sirve para comparar y relativizar el tuyo propio, y eso es magnífico.

    Es muy difícil desvincular el tema emocional en todo esto.

    Creo que es difícil ‘matar’ una lengua pujante, fácil dejar morir una moribunda. Inútil revitalizar la que está muriendo

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  6. Grillo: El castuo sí está incluido; el silbo gomero no, pero es que las Canarias ni las consideran.En cuanto a China, contabilizan 299 idiomas aunque no me he puesto a ver cuántos son chino y sus variantes y cuantos otros distintos.

    R. Montblanc: Maestría ninguna; simplemente curiosidad.

    Vanbrugh: No sé si la pregunta es pertinente pero ciertamente es ambigua, porque dependerá de lo que se entiende por bueno. Tampoco pretendía con ella más que llamar la atención sobre un hecho sorprendente: el alto número y su irregular distribución en número de hablantes. En todo caso, este post es una introducción para derivar hacia cuestiones como las que apuntas e incluso otras que no llegas a decir y que seguro que imaginas.

    Molón Suave: Coincido contigo en que la diversidad cultural, per se, no es necesariamente buena. Yo diría que lo que es bueno es la capacidad humana de producir muestras culturales de gran variedad, aunque muchas de ellas (la ablación, por ejemplo) sean repugnantes. En todo caso, que la finalidad del lenguaje es comunicarse (y, a la inversa, incomunicarse) es para mí, en efecto, la cuestión central que tiende a olvidarse en estos debates.

    Lansky: Desde mis dificultades para los idiomas, envidio y admiro a los políglotas casi tanto como a quienes están dotados para la música; sin duda debe ser magnífico dominar otra lengua. En cuanto a tus conclusiones, que comparto, creo que te has dejado otras quizá más interesantes como, por ejemplo, la dificultad o facilidad de revitalizar una lengua moribunda, que, al margen de si es o no inútil, casi siempre pienso que conlleva importantes operaciones de distorsión. Sobre eso me gustaaría seguir escribiendo.

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  7. "revitalizar una lengua moribunda, que, al margen de si es o no inútil, casi siempre pienso que conlleva importantes operaciones de distorsión." . También estoy de acuerdo; pienso que aquí no sólo influye la parte emocional de todo este asunto, sino su utilización política. Aguardo tu segunda parte (¿Ikastolas? Y no sólo)

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