domingo, 5 de marzo de 2006

Encuentro

Quiero que hagamos un experimento, que intentemos sentirnos el uno/a al otro/a simultáneamente. Se trata de acostarnos el uno/a junto al otro/a y abrazarnos, salvando los 5.600 kilómetros que nos separan. ¿Lo hacemos?

Si te parece bien, lo primero es organizarlo, ponernos de acuerdo en el momento exacto de nuestra "cita". ¿Qué te parece el miércoles a las 8 de la noche tuyas y a la medianoche mía? Entonces, un poco antes de esa hora, hemos cada uno de preparar el encuentro. Recoge tu dormitorio, que esté limpio. Coloca algunas velas y enciéndelas, si tienes incienso también. Si quieres pon música de fondo pero bajita (yo creo que no pondré, prefiero el silencio). Apaga las luces eléctricas, que sólo el resplandor de las velas ilumine tu cuarto.

Falta poco para la cita y los dos hemos preparado nuestros dormitorios. Ahora desnudémonos; si quieres déjate las bragas, pero quítate todas las otras prendas. Así desnudos, echémonos sobre la cama (espero que no tengas frío; yo habré previamente caldeado un poco la habitación).

Estamos boca arriba, con los ojos cerrados. Ponemos las manos en el centro del pecho, sobre el cuarto chakra. La mano derecha sobre el pecho, la izquierda sobre la derecha, los dedos de cada mano unidos. Nos relajamos concentrándonos en la respiración. No pensamos en nada, dejamos que la mente vaya a donde quiera, se abra para que yo pueda entrar en la tuya y tú en la mía. Así, estamos un ratito, hasta que suena la hora de la cita.

Previamente debemos habernos "cargado" del otro/a: tú de mí, yo de ti. Yo miraré larga y amorosamente tus fotos, oiré los tres mensajitos que mantengo atrapados en mi contestador, releeré algunos de tus mails. A lo mejor, hasta me imprimo la foto en que me enviabas un beso y la pongo en la mesilla, junto a la cama. Tú haz lo que mejor te parezca, pero intenta llenarte de mí antes de echarte en la cama.

Vale, en tu dormitorio son justo las 8, en el mío es exactamente la medianoche. Tenemos que empezar a pensar el uno/a en el otro/a, a llamarnos mental e intensamente. Y de pronto yo voy a estar echado a tu lado en tu cama y tú vas a estar echada a mi lado en mi cama. Y cada uno/a, sin movernos, notamos el peso del otro/a al lado. Notamos también, aunque de forma muy tenue, su calor; sentimos, también muy tenue, su latido. Nos quedamos un ratito (entre cinco y diez minutos) así quietos: sintiendo cada uno al otro a su lado. Durante ese breve tiempo nos hablamos, nos saludamos. Díme lo que te apetezca, susurra tus palabras; yo haré lo mismo. Tenemos que oírnos.

Por cierto, importante: Yo estaré a tu derecha, así que acuéstate por el lado izquierdo de la cama. Obviamente, yo me acostaré en el lado derecho de mi cama para dejarte a ti el izquierdo.

Pasado ese primer ratito del encuentro extendemos una de nuestras manos separándola del pecho. La mía será la izquierda, la tuya será la derecha. Ambas manos se encuentran y nuestros dedos se entrelazan. Concentrémonos en los dedos de esa manos, notemos el tacto de los otros dedos que, desde tan lejos, nos están tocando. Así otro ratito, yo apretando mis dedos y sintiendo los tuyos y tú lo mismo. Y durante estos cinco o diez minutitos, te seguiré susurrando palabras bonitas y quiero oír las que tú me digas.

Ahora gírate, ponte de lado acostada sobre tu lado derecho. Yo estoy haciendo lo mismo, sobre mi lado izquierdo. Nos estamos mirando, pero no abrimos los ojos, no hace falta. Estoy dejando que mi mirada se hunda en tus preciosos ojos; haz tú lo mismo. Sonreímos mientras nuestras miradas repasan nuestras caras, veo que te brillan los ojos y entreabres los labios; seguro que yo estoy haciendo lo mismo.

Seguimos con los dedos entrelazados, y ahora el otro brazo (mi derecho y tu izquierdo) se separan de nuestros respectivos pechos y se extienden hacia el otro/a. Alarga tu brazo y tócame la espalda ... y siéntela en las yemas de tus dedos, luego apoya la palma de la mano. Nos acercamos más el uno al otro (nos movemos cada uno hacia el otro, apenas un poquito, serpenteando el cuerpo sobre la cama). Mi brazo derecho abarca ahora todo el ancho de tu torso y empiezo a acariciar, muy despacio la parte alta de tu espalda. Mientras tú me estás haciendo lo mismo.

Nos soltamos las manos y acariciamos muy despacio la cara del otro/a. Yo haré lo que cuenta Cortázar en el capítulo 7 de Rayuela; te lo transcribo:

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar ...

Estaré un ratito dibujando tu boca con la yema del dedo índice izquierdo; luego te perfilaré los ojos, luego varios dedos juguetearán con los lóbulos de tus orejas. Durante esa exploración de mi mano izquierda, la derecha levantará los dedos sobre tu espalda y estos, pasito a pasito, subirán hasta el cuello, hundiéndose por debajo de tus rizos rubios. Y deditos que pasarán a ser mano acariciando el cuello ... ¿Qué estarás haciendo tú mientras? Que quiero sentirlo.

Llevamos ya un ratito (otros cinco minutitos) acariciándonos la cara. Ahora yo te la voy a coger con las dos manos, una en cada mejilla y quiero que, al mismo tiempo que lo hago, tú estires los brazos y me rodees el cuello. Y entonces volvemos al capítulo 7 de Rayuela (ligeramente modificado por mí):

Nos miramos (con los ojos cerrados), de cerca nos miramos, cada vez más de cerca, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y nuestras respiraciones se confunden (notas mi aliento en tu boca y yo el tuyo en la mía). Y entonces, nuestras bocas se encuentran tibiamente, nos mordemos con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en el recinto oscuro de nuestras bocas hasta ahora desconocidas, saboreando un aire húmedo y pesado que va y viene con un perfume viejo y un silencio.

Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura ... Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Y ahora, con mi boca llena de la tuya (y espero que a la inversa), te abrazo y pego mi cuerpo al tuyo. Quiero notar tu calor en mi piel, siento tu carne que acoge la mía y me dejo ir, relajado, a las sensaciones de tu cuerpo. Resbalo mi cara por tu cuello y te beso suave debajo de la oreja y te susurro lo que te puedes imaginar. Y así, abrazados, nos quedamos otro ratito.

Y nos dejamos ir el uno/a al otro/a. Ha pasado media hora, quizás algo más. Abrimos despacio los ojos y sonreímos al que se ha ido. Pero confío en que nos hayamos sentido mutuamente. Que nuestras dos mentes y energías sincronizadas hayan logrado más que una mera ilusión.

Sólo quiero experimentar sentir tu piel. Nada más; cualquier otra cosa sería pedir demasiado y la reservo para otros encuentros, ya no virtuales. Pero tenemos que hacer todo lo que te he descrito los dos a la vez, sin sentirnos ridículos, creyéndonos de verdad que estamos con el otro/a. ¿Quieres que lo intentemos en serio, que pongamos en ello nuestro empeño? Confírmamelo.


CATEGORÍA: Auras, chakras y demás orientalidades
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM

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