Geometrías de la ignorancia
Al hablar del conocimiento y de la ignorancia se recurre con frecuencia a metáforas geográficas. Leo, por ejemplo, que lo que conocemos serían las tierras y los mares nuestras ignorancias; la ciencia entonces se nos presentaría como la gran desecadora, aunque a veces terrenos que creíamos definitivamente ganados al mar se nos inunden de repente. Sin embargo, no me gusta demasiado esta imagen, probablemente porque presupone que el conocimiento y la ignorancia son los dos elementos complementarios de un universo finito. Además, pareciera que, si la ignorancia son los mares, al menos somos capaces de conocer sus límites, de recorrer las orillas desde la tierra firme de nuestros conocimientos.
Esa ignorancia es la más obvia, la que se refiere a aquéllo que sabemos que ignoramos; es, valga la sólo en apariencia paradoja, la ignorancia conocida. Naturalmente, los asuntos que la forman los podemos delimitar desde nuestro conocimiento, y ahí sí me valdría la metáfora del mar o, mejor todavía, la de un lago que circunvalamos desde tierra firme empeñados en desecar sus húmedos misterios. Pero, por supuesto, hay otra ignorancia mucho más merecedora de ostentar solemnemente tal título, es la formada por aquellos asuntos que no sólo desconocemos sino que ni siquiera sabemos que desconocemos. Los angloparlantes le han dado el ridículo apelativo del unk-unk (de unknown unknown, desconocimiento desconocido), qué le vamos a hacer.
Puestos a ensayar metáforas sobre estos temas hace bastante tiempo ya que tengo una propia (y si es plagiada, juro que lo he olvidado). Me imagino el ámbito de lo que conocemos como un círculo y el área exterior al mismo sería nuestra ignorancia. Desde nuestro círculo somos incapaces de saber la extensión real de la ignorancia; de hecho, en mi imagen, es la ignorancia la que rodea al conocimiento y no a la inversa. Ahora bien, la circunferencia que define el límite de nuestro saber representaría la dimensión de la ignorancia conocida. Me gusta que su longitud crezca con la superficie del círculo porque, efectivamente, cuanto más sabemos más ignorancia identificamos. Es el sólo sé que nada sé socrático, que sería más exacto reformular diciendo cuanto más sé, más sé lo que no sé.
Lo que no sabemos que no sabemos es, para nosotros, como si no existiera; esa ignorancia (la verdadera) no podemos ni siquiera intentar despejarla. No saber lo que ignoramos; eso sí es un tormento porque nos privamos del más intenso acicate vital, el de la curiosidad por saber. Y es que, lo que sí sabemos (aunque sea de forma inductiva más que deductiva) es que existe ciertamente un inmenso universo del que todo lo desconocemos. El progresivo incremento de la dimensión de nuestra ignorancia conocida (vuelvo a la circunferencia fronteriza de mi metáfora) nos aporta argumentos más que suficientes para convencernos de que el unk-unk es todavía mayor. Si a medida que más sé, más cosas que no sé descubro que antes ni siquiera sabía que existían, es razonable suponer que éstas existen en mayor cantidad de la que pueda estimar.
En mi metáfora, nuestro conocimiento (el known known anglosajón) lo imagino como una superficie, una entidad bidimensional; lo que sabemos que no conocemos (el known unknown) es una línea, una entidad unidimensional. Evidentemente, no cuadra demasiado, obliga a manejar unidades distintas de medidas cuando deberían valer las mismas. Pero graciosamente me absuelvo de mi falta de rigor reclamando un más que dudoso valor poético. Y ya puestos, progreso en el dislate métrico y proclamo que la ignorancia que ni siquiera sabemos que ignoramos (el unknown unknown) sería en mi metáfora una entidad tridimensional, obviamente una esfera. Así, el círculo original de nuestro conocimiento pasa a convertirse en una superficie curva, una especie de parche adherido a la esfera infinita (o en eterno crecimiento) del universo. Y el que no nos percatemos de que nuestro conocimiento es curvo es porque la curvatura es muy suave; y el que sea muy suave es una clara prueba geométrica (en la geometría de mi metáfora) de la inmensidad de la esfera de nuestra ignorancia.
También, desde mi metáfora, podríamos inducir que nosotros, ampliando nuestros conocimientos (la superficie del círculo), estamos expandiendo nuestro desconocimiento o, en suma, el propio universo. Dicho de otra forma, descubriendo el universo lo vamos ampliando, aunque sea a costa de ser incapaces, por definición ontológica (más bien por las restricciones euclideanas de la metáfora), de llegar a conocer lo que es resultado de nuestro desconocimiento. Y no sigo porque, aunque se me ocurren muchos más corolarios derivados que nos llevan al campo del gnosticismo más disparatado, esta marihuana, aunque estupenda, no te deja con muchas ganas de seguir tecleando.
PS: Parece que el que popularizó la distinción entre los dos tipos de ignorancia fue Donald Rumsfeld, el ex-secretario de defensa de los USA durante una intervención pública en 2002 (wikipedia). Al margen del cachondeillo que supuso, el asunto enlaza con varias cuestiones centrales de la epistemología de la ciencia.
Esa ignorancia es la más obvia, la que se refiere a aquéllo que sabemos que ignoramos; es, valga la sólo en apariencia paradoja, la ignorancia conocida. Naturalmente, los asuntos que la forman los podemos delimitar desde nuestro conocimiento, y ahí sí me valdría la metáfora del mar o, mejor todavía, la de un lago que circunvalamos desde tierra firme empeñados en desecar sus húmedos misterios. Pero, por supuesto, hay otra ignorancia mucho más merecedora de ostentar solemnemente tal título, es la formada por aquellos asuntos que no sólo desconocemos sino que ni siquiera sabemos que desconocemos. Los angloparlantes le han dado el ridículo apelativo del unk-unk (de unknown unknown, desconocimiento desconocido), qué le vamos a hacer.
Puestos a ensayar metáforas sobre estos temas hace bastante tiempo ya que tengo una propia (y si es plagiada, juro que lo he olvidado). Me imagino el ámbito de lo que conocemos como un círculo y el área exterior al mismo sería nuestra ignorancia. Desde nuestro círculo somos incapaces de saber la extensión real de la ignorancia; de hecho, en mi imagen, es la ignorancia la que rodea al conocimiento y no a la inversa. Ahora bien, la circunferencia que define el límite de nuestro saber representaría la dimensión de la ignorancia conocida. Me gusta que su longitud crezca con la superficie del círculo porque, efectivamente, cuanto más sabemos más ignorancia identificamos. Es el sólo sé que nada sé socrático, que sería más exacto reformular diciendo cuanto más sé, más sé lo que no sé.
Lo que no sabemos que no sabemos es, para nosotros, como si no existiera; esa ignorancia (la verdadera) no podemos ni siquiera intentar despejarla. No saber lo que ignoramos; eso sí es un tormento porque nos privamos del más intenso acicate vital, el de la curiosidad por saber. Y es que, lo que sí sabemos (aunque sea de forma inductiva más que deductiva) es que existe ciertamente un inmenso universo del que todo lo desconocemos. El progresivo incremento de la dimensión de nuestra ignorancia conocida (vuelvo a la circunferencia fronteriza de mi metáfora) nos aporta argumentos más que suficientes para convencernos de que el unk-unk es todavía mayor. Si a medida que más sé, más cosas que no sé descubro que antes ni siquiera sabía que existían, es razonable suponer que éstas existen en mayor cantidad de la que pueda estimar.
En mi metáfora, nuestro conocimiento (el known known anglosajón) lo imagino como una superficie, una entidad bidimensional; lo que sabemos que no conocemos (el known unknown) es una línea, una entidad unidimensional. Evidentemente, no cuadra demasiado, obliga a manejar unidades distintas de medidas cuando deberían valer las mismas. Pero graciosamente me absuelvo de mi falta de rigor reclamando un más que dudoso valor poético. Y ya puestos, progreso en el dislate métrico y proclamo que la ignorancia que ni siquiera sabemos que ignoramos (el unknown unknown) sería en mi metáfora una entidad tridimensional, obviamente una esfera. Así, el círculo original de nuestro conocimiento pasa a convertirse en una superficie curva, una especie de parche adherido a la esfera infinita (o en eterno crecimiento) del universo. Y el que no nos percatemos de que nuestro conocimiento es curvo es porque la curvatura es muy suave; y el que sea muy suave es una clara prueba geométrica (en la geometría de mi metáfora) de la inmensidad de la esfera de nuestra ignorancia.
También, desde mi metáfora, podríamos inducir que nosotros, ampliando nuestros conocimientos (la superficie del círculo), estamos expandiendo nuestro desconocimiento o, en suma, el propio universo. Dicho de otra forma, descubriendo el universo lo vamos ampliando, aunque sea a costa de ser incapaces, por definición ontológica (más bien por las restricciones euclideanas de la metáfora), de llegar a conocer lo que es resultado de nuestro desconocimiento. Y no sigo porque, aunque se me ocurren muchos más corolarios derivados que nos llevan al campo del gnosticismo más disparatado, esta marihuana, aunque estupenda, no te deja con muchas ganas de seguir tecleando.
PS: Parece que el que popularizó la distinción entre los dos tipos de ignorancia fue Donald Rumsfeld, el ex-secretario de defensa de los USA durante una intervención pública en 2002 (wikipedia). Al margen del cachondeillo que supuso, el asunto enlaza con varias cuestiones centrales de la epistemología de la ciencia.
CATEGORÍA: Todavía no la he decidido
Puestos a buscar metáforas espaciales a mi me gusta particularmente la del horizonte: caminamos hacia él, buscando conocerlo, pero conforme nos vamos acercando sigue permaneciendo lejos, pero por el camino descubrimos otras cosas. Están, por tanto, los que no se mueven y especulan sobre el horizonte (filósofos), los que ni se mueven ni especulan (ignaros) y los que envían misiones tripuladas al horizonte y por el camino descubren que el horizonte sigue igual de distante, pero van descubriendo otras cosas (científicos); luego están los que situan en el horizonte a sus dioses, paraisos e infiernos (religiones)
ResponderEliminarY la parte esa que creemos que sabemos, pero de la que en realidad no tenemos ni idea, dónde se ubica??
ResponderEliminarEsa parte Raquel, la que creemos que sabemos, con el tiempo también descubrimos que es un conocimiento erróneo, de esos con los que los humanos aprendemos, curiosamente "conocimientos".
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