martes, 8 de abril de 2008

Nullitatis Matrimonii, una historia calabresa (III)

Previamente a su declaración, el 1 de diciembre de 1938, Renato Caligiuri había remitido una carta al Tribunal Eclesiástico de Catanzaro en la cual manifestaba que no tenía intención de gastar ni siquiera una lira en ese procedimiento iniciado por la señora Rachele Marincola, ni sufrir ninguna consecuencia financiera por una eventual condena en costas, las cuales -decía- habían de correr a cargo de la demandante. Advertía además que, de existir la posibilidad de que se le condenara a pagar, se declararía inmediatamente ajeno al proceso o tomaría cualquier otra decisión para evitarlo. Acababa poniéndose a disposición del Tribunal, siempre que se le garantizaran sus pretensiones. Toda vez que efectivamente declaró, hay que suponer que el Tribunal le ofreció las seguridades que reclamaba (y ciertamente, como contaré en su momento, la sentencia no le imputó el pago de las costas).
 
Interrogatorio a Renato Depositio rei conventi (24 de enero de 1939) 
 
1.- Decid vuestro nombre, apellido, filiación, edad, religión y domicilio.  
Profesor Renato Caligiuri, hijo de Gregorio y de Amelia Moro, nacido en Catanzaro el 16 de septiembre de 1898, domiciliado en Catanzaro, calle Francesco Fiorentini, 4, de religión católica y de profesión profesor de letras en el Liceo científico. Es conocido por el Tribunal.  
 
2.- El Tribunal que debe juzgar en la causa contra vos instada por la señora Rachele Marincola está constituido por los siguientes miembros (se lee el decreto). ¿Habéis de expresar alguna reserva sobre cualquiera de sus componentes?  
No tengo nada que observar en lo relativo a los componentes del Tribunal.  
 
3.- ¿Cuándo y cómo conocisteis a la señora Rachele Marincola?  
La conocí por la calle, poco después de haberme licenciado, hacia finales de 1920; enseguida suscitó en mí afecto, me informé y después hice mi petición. 
 
 4.- ¿Cuándo, a quién y en qué forma pedisteis su mano?  
La petición de mano fue hecha por medio del comendador Carmelo Bosco y del doctor Mariano Cirillo, ya difunto. El padre de ella en un principio se mostró contrario, aduciendo que la hija era todavía demasiado joven, de apenas catorce años. Pero el verdadero motivo era que D. Ernesto Marincola, en aquel tiempo, se hallaba en tristes condiciones económicas. Vivían en la calle Santa Anna, en dos pequeñas piezas, sin muebles y sin ajuar. Además, tenía un hijo enfermo de tuberculosis. Por eso le mortificaba recibir un pretendiente en aquella casa; esperaba un momento más feliz, poder mejorar sus condiciones económicas y tener una casa más adecuada.  
 
¿Y cómo procedisteis después de este rechazo? 
 Insistí, ya fuera porque la joven era de mi gusto, ya porque el comendador Bosco y el doctor Cirillo me daban información lisonjera sobre ella. Así que, conocidos los motivos del rechazo del padre, me ofrecí a sacar a la joven de aquella situación dolorosa, a mi costa.  
 
5.- ¿Hubo un periodo de noviazgo oficial y cuánto duró? ¿Cómo os comportasteis durante ese periodo? ¿Qué acuerdos se adoptaron entre vos y la familia de la novia? Sí, hubo un periodo de noviazgo oficial y duró un año, precisamente desde noviembre del 21 a noviembre del 22. Después de los primeros rechazos, el comendador Bosco insistió, a instancia mía, ante D. Ernesto Marincola, haciéndole comprender mi intención de que con premura hubiese un noviazgo oficial; de otro modo no lo habría aceptado. Antes de dar la respuesta afirmativa, Marincola se tomó otros ocho días, hasta fijar un encuentro de ambas familias en la casa de la señora Concetta Suriani, donde, con la presencia de mis progenitores y los de la joven, se produjo el compromiso oficial. Después empecé a acudir a la casa de los Marincola. Durante el noviazgo me comporté como suelen hacer los novios. Ella se mostraba afectuosa, obediente a mis deseos, me escribía alguna que otra cartita cariñosa. Tuvimos pequeñas peleas, pero debidas a minucias, no a falta de afecto. Sobre eso no tengo la más mínima duda, porque si la hubiese tenido, por mi carácter, habría roto inmediatamente. Se acordó que el matrimonio se celebraría tras un año de noviazgo.  
 
6.- ¿Qué impresión obtuvisteis de la novia? ¿Cómo os acogía y cómo se comportaba con vos? ¿Qué os manifestaba en relación a sus intenciones y sentimientos hacia vos?  
Mis impresiones sobre la novia fueron buenas. Me acogía con cariño y se comportaba también con afecto, como ya he dicho. Teníamos algunos litigios, por celos o por contrastes de temperamento. Cuando, en el último periodo del noviazgo, hubo alguna escena más exagerada, lo atribuí al carácter de ella, todavía infantil. Sus sentimientos e intenciones hacia mí nunca me dieron motivo a sospechar indiferencia o aversión. Hablábamos con placer de los preparativos del matrimonio; ella venía cada domingo a mi casa con sus padres, para ver cómo la estaba preparando. Esto lo puede confirmar mi madre.  
 
7.- ¿Tuvisteis también relaciones epistolares? ¿En qué términos se expresaba vuestra novia? ¿Conserváis alguna de sus cartas?  
Hubo dos o tres cartitas durante el tiempo en que me ausenté de Catanzaro porque viajé a Nápoles para comprar los muebles. Me ofrezco a facilitárselas al Tribunal. En ellas se expresaba sobriamente. Todavía tengo alguna de estas cartas y, como he dicho, las exhibiré en el Tribunal.  
 
8.- ¿Qué pensaban y que os decían los progenitores de la novia? ¿Cómo eran sus caracteres?  
Los progenitores de la novia me acogieron y me trataron bien y en los momentos de desacuerdo se ponían siempre de mi parte y reprendían a la joven. Ambos eran de carácter sobrio y severo; discutían violentamente a menudo por motivos de celos. La joven tenía miedo del padre o, mejor dicho, terror. Tuve motivos para sospechar que éste algunas veces llegaba a golpearla, aunque ciertamente no lo hizo en mi presencia. Así que, en mi opinión, la hija ante el padre perdía toda su voluntad.  
 
9.- ¿Tuvisteis alguna vez la impresión de que la novia no os guardase afecto? ¿Expresasteis alguna queja en ese sentido? ¿Cuándo, a quién y de qué forma?  
Nunca tuve dudas de que me amaba del modo más absoluto.  
 
10.- ¿Os consta que la señorita Marincola sufriese amenazas de parte de su familia para plegarse al casamiento? ¿Quién la habría amenazado y en qué consistían las amenazas? En caso afirmativo, ¿de qué gravedad eran tales?  
Durante el periodo de noviazgo, no.  
 
11.- ¿Cuál era el carácter de vuestra esposa en ese tiempo?  
Mi esposa era de carácter débil con su padre; conmigo, en cambio, era enérgica y hacia valer sus puntos de vista.  
 
12.- ¿Os percatasteis de alguna actitud particular de ella en los días inmediatamente previos al matrimonio? ¿Cómo se comportaba en aquel periodo?  
Hubo una escena más grave que las otras a propósito de mi traje de ceremonia, provocada por la excesiva injerencia de su padre en mis disposiciones sobre el matrimonio; exigía imponer su voluntad sobre mí y sobre los acontecimientos de mi futuro, aconsejar y regular mi próxima vida matrimonial. Esa actitud me desagradó, obligándome a alejarme por unos días de la familia de la novia. Después de tres días se produjo la reconciliación, porque D. Ernesto vino a mi casa a decirme que me contentaría en el asunto del traje. Al volver a ver a mi novia la encontré abatida y se notaba que había llorado y sufrido. En aquel momento atribuí su estado de ánimo al gran dolor que le motivó el incidente y a su temor a que nuestro noviazgo se deshiciera. Con mi regreso a su casa, en todo caso, cambió a su estado habitual. Yo pensaba que realmente me amaba. De hecho vino conmigo y su madre a comprar los vestidos para ella y se mostraba de nuevo como antes.  
 
13.- ¿Cómo fue hasta el altar para pronunciar su consenso matrimonial? ¿Notasteis algo especial por su parte en aquel momento? ¿Tuvisteis la impresión de que su consenso no fuese un verdadero consenso?  
Fue al altar con la misma actitud que tenía después del incidente del traje; es decir, melancólica, como ausente de la ceremonia. También noté que su hermano Totò lloraba copiosamente. No, no tuve la impresión de que su consenso no fuese auténtico. Atribuí su estado de ánimo a la emoción del momento. Ni siquiera se me ocurrió hacerme esa pregunta.  
 
14.- ¿El matrimonio se celebró con solemnidad? ¿Cómo se mostró vuestra esposa inmediatamente después de la celebración del matrimonio? ¿Qué sentimientos os manifestó?  
El matrimonio fue celebrado con gran solemnidad. La esposa, tras la boda, se mostraba todavía melancólica. No me manifestó otros sentimientos porque no se presentó la oportunidad.  
 
15.- ¿Se mudó a vuestra casa de buen grado y cohabitó con vos sin reparos?  
Sí, vino de buen grado a mi casa y sin ninguna dificultad cohabitó conmigo.  
 
16.- ¿Consumasteis la cópula conyugal con facilidad? ¿Cuántas veces? ¿Hubo por parte de ella alguna resistencia? En caso afirmativo, ¿cuántas veces, por qué motivos y qué sucedió?  
Sí, consumé el matrimonio con facilidad, aunque ella se mostró fría. La unión, en aquella misma noche, sucedió dos o tres veces. No noté ninguna resistencia, salvo las normales del pudor. Por la mañana, al despertarme, la sorprendí llorando. Le pregunté si se sentía mal y ella me respondió que había soñado que el hermano Totò se estaba muriendo.  
 
17.- ¿Después de la boda os expresó alguna vez vuestra mujer sentimientos de contrariedad? ¿Sabéis si estos sentimientos los expresó a otras personas?  
Después de cuatro o cinco meses comenzaron los contrastes entre nosotros, debidos sobre todo a la injerencia de sus padres en nuestras cosas y también a las exageradas pretensiones de ella de recibir en casa y participar en las recepciones de otras casas. Tras estas discusiones, por la noche se mostraba reservada y me negaba el débito conyugal. Tales sentimientos los manifestaba a todos sus parientes.  
 
18.- ¿Cuántos años habéis estado con vuestra mujer? ¿Cómo transcurrieron?  
Aproximadamente ocho años. Los pasamos en continuos litigios por las razones que antes he dicho. Ella muchas veces, durante estas peleas, se iba de mi casa y se refugiaba en la de sus padres, donde permanecía siete u ocho días.  
 
19.-Después del nacimiento de la niña, ¿se produjo la separación de camas y de habitaciones? En caso afirmativo, ¿por iniciativa de quién y por cuál motivo?  
Tras el nacimiento de la niña no hubo ninguna separación de camas; siempre dormimos en el mismo lecho. Las relaciones conyugales continuaron a intervalos irregulares; sólo en los últimos dos o tres años se interrumpieron completamente, porque ella había estrechado amistad con un tal Tommaso Catizone, a consecuencia de lo cual las discordias en casa se acentuaban cada vez más. Después, el 12 de mayo de 1930, se fugó con Catizone y fue a Roma, donde convivió con él y con sus padres.  
 
20.- ¿Quién dejó primero el domicilio conyugal y por cuál motivo?  
Fue ella la que dejó el domicilio conyugal para estar con Catizone.  
 
21.- ¿Ha habido intentos de reconciliación por alguna de las partes?  
No ha habido ningún intento por ninguna de las partes.  
 
22.- ¿Sería todavía posible la reconciliación?  
Absolutamente no.  
 
23.- ¿Por qué vuestra mujer ha dejado pasar casi ocho años antes de presentar esta causa de nulidad? ¿Quién le ha aconsejado hacerlo? ¿Os satisface que ella haya adoptado esta decisión?  
No sé la razón; sé que desde el primer día que se trasladó a Roma tenía en mente iniciar esta causa. Quizás la fueron retrasando por falta de medios. También a mí me satisface que se haya decidido a abrir la causa de nulidad, porque incluso en un primer momento pensé hacerlo yo mismo, pero desistí por los gastos que conlleva.  
 
24.- ¿Podéis indicarnos los nombres de las personas que deban testificar en esta causa?  
Pueden testificar: la señora Amelia Moro, mi madre; el abogado Paolo Squillace; la señora Concettina Suriani; el ingeniero Marco Suriani; la señora Marietta Caliò Mannerino, residente en Roma; así como otros de los que me reservo facilitar nombres y direcciones.  
 
25.- ¿Tenéis algo que añadir, corregir o cambiar?  
En relación a la respuesta sexta, debo aclarar que en mis visitas durante el noviazgo, los signos de afecto se manifestaban estrechándonos la mano. Además, debo decir que después del inicio de la amistad con Catizone ella me dijo varias veces que su aversión hacia mí había sido constante, porque amaba a ese hombre ya cuando su padre le obligó a aceptar mi propuesta. Me explicó entonces que su llanto con ocasión del incidente del traje no fue causado por el temor a que el matrimonio se frustrase, sino por las coacciones del padre a raíz de que ella le hubiese expresado la idea de romper la relación. También me explicó, respondiendo a mis continuas protestas sobre mi seguridad en su amor, que su estado de ánimo durante la ceremonia nupcial se debía asimismo a las recientes intimidaciones de su padre cuando ella le había amenazado con que, en el altar, respondería con un no al sacerdote.
 
CATEGORÍA: Personas y personajes

9 comentarios:

  1. Hic homo Caligiuri assai taccagnibus est. Homo sapiens paga costorum. Per quod indigni Rachele divenne.
    Aspetto quod ansiae manum mea echartibus, prima fine settimana ad hoc. Tu quoque?

    Bacibus

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  2. La verdad es que es una historia francamente interesante e instructiva. Enseña mucho más sobre la época que diez manuales de historia. Y aunque hables de tus "insuficientes" conocimientos de italiano, me ha parecido magníficamente traducida. Lo que me confirma en mi idea de que, para traducir bien, es más importante dominar el idioma de llegada que el de salida.

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  3. Esta historia me pierde un poco, más que nada porque según tengo yo la impresión en esos años, los matrimonios de familias "bien" seguían siendo concertados y por intereses. Y sin embargo subyace la sensación de que esta práctica era inusual, fuera de dicho contexto histórico.

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  4. Zaffe, sabía que hablabas italiano. Ahora veo que era italiano antiguo.

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  5. Zaffe: Tantum ergum sacramentum, quid pro alibis meam, sanctoribus excretatis dominae. Sed populus abdjuctorum sunt rei paraphrasus, et more argomentum disciplinae exhudarant. Salve

    Júbilo: Comparto tu opinión de que este proceso es altamente instructivo; papeles como esos son los que conforman los elementos de la "intrahistoria" y, para mí, son los que hacen revivir los tiempos pasados. Gracias por tus elogios a mis pobres dotes traductoras; lo que estoy procurando es no traicionar ni el contenido ni la forma del lenguaje original. Y, entre nosotros, lo que habla Zaffe, en mis tiempos más que italiano antiguo se denominaba latín macarrónico.

    Amy: No puedo asegurártelo, pero creo que ya por los años veinte, por más que siguieran concertándose matrimonios, contaba mucho la opinión de los novios. Forzar a una mujer hasta los extremos que, según dice ella, fue forzada Rachele, pienso que ya no sería por entonces la norma habitual.

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  6. Estoy totalmente en ascuas y agradecidísima de que seas tan rápido con los posts.

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  7. Uh! Excretatis dominae? Domini cuam ille non convincere me. Excretatis in casa suam! Vamos domine!

    Vini et vidi!

    Júbilo Matinal: Es que estoy intentando que Miro me deje ayudar con el texto en latín. A ver si se da cuenta de una vez que le puedo ser muy útil...

    Osculus ai due

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  8. A mí me llama la atención que parece que con su padre era un ratoncillo y con el novio fuera un halcón. No me cuadra, salvo que hasta el temita del noviazgo su padre hubiera sido una persona más que razonable.

    Por aportar algo.

    (((Insisto en protestar por los comentarios en latín, por muy macarrónicos que sean; sé que me estoy perdiendo unas cuantas risas a su costa; traducidlos aunque sean tan macarrónicos en una como en otra lengua.... buaaaaaa))).

    Besazos.

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  9. Illyakin: Aquí va mi traducción libre de las frases de Zaffe:

    Ese hombre Caligiuri es demasiado tacaño. Un hombre sabio pago las costas. Eso le convierte en indigno de Rachele. Espero ansiosamente echarte una mano antes del fin de semana. ¿OK? (se refiere a la traducción de la sentencia en latín).

    Uh! Excretando a la señora? Los hombres que hacen eso no me convencen. Uno excreta en su propia casa. Vamos hombre!

    En cuanto a mi texto, carece absolutamente de significado. Sólo Zaffe podía ser capaz de encontrarle sentido y, lo que todavía es más sorprendente, responderlo en su mezcla de latín macarrónico e italiano. Un beso

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