miércoles, 8 de septiembre de 2021

La anomalía

Vuelo Air France 006 de París a Nueva York. A las 16:13 del 10 de marzo de 2021, el Boeing 787 se encuentra en el Atlántico Norte, al Sur de Nueva Escocia y a unos setecientos cincuenta kilómetros de su destino. De pronto, frente al avión se alza un inmenso cumulonimbo, una imponente barrera tormentosa que no estaba prevista en los datos meteorológicos y en la que la nave, inevitablemente, queda engullida. Durante un rato que se hace eterno, el avión es zarandeado brutalmente; parece imposible que no quede destrozado. Sin embargo, casi milagrosamente, sale de las turbulencias y aterriza sin problemas en el JFK. Los pasajeros y la tripulación, aún con el susto en el cuerpo, reanudan sus vidas. 
 

Pero, durante esos meneos a once mil metros sobre el mar, se produce una anomalía, algún tipo de salto cuántico, signifique esto lo que signifique. Digamos, para intentar explicarlo, que el avión con todo su contenido se desdobla en dos, tres, n aviones. Cada uno de estos aviones es el mismo avión que sigue volando (o estrellándose) en algún otro universo paralelo, siendo elemento integrante de una historia distinta, alternativa a la que conocemos. Es muy conocida la hipótesis de que en cada instante se desdoblan las opciones y hay infinitas secuencias diversas de los acontecimientos, infinitos universos paralelos. Así que, nada extraño, en principio, si no fuera porque uno de los aviones desdoblados, en vez de seguir su trayecto alternativo y paralelo, queda suspendido en un agujero atemporal y luego es devuelto –he aquí la anomalía– al mismo universo en que volaba el “primer” avión, algo más de tres meses después, concretamente el 24 de junio de 2021. 
 
Las personas que aterrizan en este avión “desdoblado” son exactamente las mismas que habían llegado a Nueva York el 10 de marzo. De hecho, ellas creen que es 10 de marzo pero han aparecido el 24 de junio y, durante este tiempo, sus “dobles” han ido viviendo (o muriendo en algunos casos) y, por tanto, incorporando a su cerebro recuerdos de los que estos carecen. A partir de este planteamiento, y centrándose en unos pocos personajes, el francés Hervé Le Tellier (París, 1957) desarrolla –insatisfactoriamente, a mi juicio– una novela a la que concedieron el año pasado el premio Goncourt. 
 
Era inevitable que, al leer este libro, imaginara que algo así hubiera ocurrido con Luisa; que ahora, más de medio año después de fallecida, apareciera por aquí tras haber estado suspendida en un recoveco atemporal del universo. Qué brutal experiencia sería, tan fuerte como para poner patas arriba nuestras vidas, más incluso de lo que fue su muerte. Llevo tres días fantaseando la reconstrucción detallada de ese acontecimiento imposible … A lo mejor pongo por escrito mis desvaríos.