lunes, 31 de julio de 2006

Osho

Llevaba unos meses oyendo referencias de Osho y, por fin, han caído en mis manos dos libros suyos. He leído ya el primero (el libro del hombre) y todavía no el segundo (el libro de la mujer). Para quien no sepa quién es (fue) Osho, consúltese wikipedia o la propia página osho.com. Pero volviendo a los libros, lo primero que sorprende es que están escritos de forma muy rara, como disconexa, "a saltos" y con iteraciones ... Eso se explica cuando te enteras de que Osho nunca escribió libros y, por tanto, los abundantes títulos que hay en español y en muchísimos más idiomas, no son sino transcripciones de sus discípulos. Vamos, un poco como Jesús y los evangelistas, con la nada pequeña diferencia de que el grado de coincidencia entre las palabras del maestro y los textos resulta mucho más fiable en el caso de Osho que en el caso de Jesús.

Otro aspecto que me ha llamado la atención es cómo arremete contra todos los sistemas de creencias más o menos "convencionales". Desde luego, los mayores palos se los llevan las religiones institucionalizadas (y especialmente el cristianismo), pero no sólo. Al final, intentando ir a lo que a mí me ha parecido la clave de su mensaje, lo que propugna es la liberación del individuo frente a todos los "deberías" y "no deberías" que conforman lo que llama la "mente colectiva". Y creo que hay una profunda verdad en esa idea. Lo que pasa, como el dice en varios pasajes, es que eso implica morir para renacer. Morir no es otra cosa que desprendernos de todas esas ideas esclavizadoras que hemos ido mamando y que tenemos tan hondamente arraigadas que creemos que son consustanciales a nuestro ser, que casi definen lo que somos.

Últimamente, tanto a través de lecturas como sobre todo de la reflexión de esta etapa mía de desconcierto, se me va (poco a poco) sedimentando la convicción de que he de desprenderme de muchas muletas, andamios, etiquetas, etc (llamémoslo como queramos) que en el fondo no hacen sino impedirme sentir y ser como me gustaría, como creo que debo sentir y ser para ser feliz. Pero a todos nos cuesta renunciar a las muletas porque creemos que sin ellas no sabremos andar, nos caeremos; y, sin embargo, al empeñarnos en usarlas, lo que estamos haciendo es prohibirnos volar.

Como es evidente, en uno de los temas en que estas muletas son más abundantes (y más ortopédicas, si se me permite insistir en la metáfora) es en la forma en que vivimos el amor. Para Osho el amor es la fuerza esencial, básica ... pero su vivencia, su expresión, nada tiene que ver con cómo estamos condicionados desde pequeñitos para vivirlo y expresarlo. Transcribo, a continuación, algunas frases del libro recién leído que me parecen pertinentes a la reflexión apenas iniciada en este blog absurdo sobre las relaciones amorosas. Van a modo de flashes que me valgan para elaborar, algo más ordenadamente, mis ideas sobre este asunto.


A un niño debidamente educado se le debe permitir crecer en amor hacia sí mismo, de forma que esté tan lleno de amor que compartirlo se convierta en una necesidad ... Entonces el amor nunca te hará depender de alguien. Tú eres el que da, y el que da nunca es un mendigo.

Si no te amas a ti mismo no puedes amar a nadie más ... El amor hacia ti mismo es una necesidad básica para tu crecimiento. Por eso te enseño a ser egoísta, que es lo natural.

La sociedad te ha dado unos ideales de cómo deberías ser. Y te lo has inculcado tanto que siempre estás olvidándote de quién eres.

El amor no es algo que haces, es lo que eres ... El amor nunca es un deber, no puede ser impuesto.

No dependas de los demás. Sé un ser independiente. Escucha tu voz interna. En el momento en que empiezas a acallar y a silenciar tu mente podrás escucharla, no es difícil ... Poco a poco empezarás a ser consciente de tu ser eterno. Entonces la idea de atención desaparece sin más. El milagro es que un día ya no necesitarás que te presten atención.

El amor (a una mujer) es importante, es una buena situación de aprendizaje, pero sólo es un aprendizaje ... Y es lo único que necesitas, conocer tu parte femenina interna. La relación (con una mujer) se convierte en un espejo ... el hombre se mira en la mujer y empieza a descubrir su propia feminidad. Y cuanto más consciente te haces de tu parte femenina -el polo contrario-, más íntegro podrás ser, más equilibrado. Cuando tu hombre y mujer interiores desaparezcan el uno en el otro, se disuelvan, cuando ya no haya separación, cuando se hayan convertido en uno solo, te habrás convertido en un individuo.

Acaricia su cuerpo, porque los cuerpos se empiezan a encoger cuando nadie los acaricia ... Mira a la persona con ojos amorosos y de repente verás cómo cambia su aura, que su cara se vuelve radiante, cómo llega más sangre a la cara, los ojos se vuelven más brillantes, brillo, inteligencia ... y como un milagro.

La familia es la causa raíz de las miles de heridas de la humanidad.

La meditación es el arte de vivir contigo mismo: el arte de vivir dichosamente solo. Si el otro entra en su vida no es una necesidad, es un lujo ... Para el hombre que no puede vivir consigo mismo, el otro es una necesidad, una absoluta necesidad ... Al ser una necesidad se convierte en una dependencia ... La dependencia es un tipo de esclavitud.

Medita, sé extático; entonces habrá, espontáneamente, mucho amor. Entonces estar con otros y estar solo también es hermoso. Además es sencillo. No dependes de los demás y no haces que los demás dependan de ti ... Te relacionas, pero no creas un matrimonio. El matrimonio surge del miedo; la relación surge del amor.

El amor no puede dominar, el amor no puede poseer.

Ama, pero no pienses que mañana esa mujer estará disponible para ti. No reduzcas a esa mujer a una esposa ... Deja que tu hombre sea un hombre y que tu mujer sea una mujer. Y no hagas que tu día de mañana sea predecible.

La meta de la vida es jugar. Jugar quiere decir hacer algo por el puro placer de hacerlo.

Mi esfuerzo consiste en destruir la mente colectiva y hacer libre a cada individuo, para que sea él mismo o ella misma.

La vida no es un castigo. La vida es tan valiosa que no puede ser un castigo, es una recompensa.

Si me amas, ¿cómo puedo esclavizarte? Si me amas, sólo me podré alegrar de tu libertad. Verte abrir las alas en el cielo hacia lo desconocido, hacia lo más lejano, hacia lo misterioso, esa será mi alegría.

CATEGORÍA: Auras, chakras y demás orientalidades
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sábado, 29 de julio de 2006

Relaciones amorosas (primera aproximación)

Intentaré una primera aproximación a la clasificación de las relaciones amorosas. Como primera herramienta el diccionario; se trata de ponernos de acuerdo en el significado de los términos. Relación (en su acepción 4 de la RAE, que es la que viene a cuento): conexión, correspondencia, trato, comunicación de una persona con otra (justamente uno de los ejemplos del diccionario es relaciones amorosas). Amoroso: que siente (o manifiesta) amor. ¿Y qué es el amor? Pufff, dejémoslo sin definir porque si no nos liaríamos saliéndonos del objeto de esta reflexión. Admitamos pues que, más o menos, todos sabemos de que hablamos cuando hablamos de amor (aunque para nada sea así).

Así que me atreveré a definir una relación amorosa (en su sentido más amplio para dar cabida al mayor número posible de ellas) a toda situación, estado, etc en el que dos o más personas mantienen entre sí tratos caracterizados predominantemente por darse (y recibir) amor. Para mí, el componente básico de toda relación es la temporalidad; por eso la defino como "estado" o "situación". Es decir, en un momento dado tenemos dos personas que están efectivamente tratándose, comunicándose, relacionándose entre sí y lo que fluye entre ellas (perdóneseme la metáfora) es amor. Entonces ahí hay una relación amorosa. Si al momento siguiente la "esencia" del trato (lo que fluye) ya no es amor, la relación entre esas dos personas ha dejado de ser amorosa. Y si en otro momento esas personas no están efectivamente comunicándose entre sí, no es que no haya relación amorosa, es que no hay relación.

Obviamente, esta definición peca de excesivamente reduccionista, debido a que la observación es siempre instantánea. Con un mínimo de sentido común, y sin necesidad de renunciar a este pedante enfoque riguroso, podemos ampliarla. Observamos dos sujetos A y B durante un tiempo suficientemente largo para concluir si entre ellos hay o no relación amorosa. Ese periodo de estudio lo podemos dividir en tres tipos de intervalos temporales T1, T2 y T3. Llamemos T1 a la suma (en unidades de tiempo) de los momentos en que esas dos personan se están efectivamente relacionando de forma predominantemente amorosa, T2 a cuando se están relacionando de forma no predominantemente amorosa y T3 a los ratos en que simplemente no se relacionan entre sí. Una solución muy simplista sería cuantificar la relación mediante alguno de los cocientes entre estas tres medidas temporales. Veámoslo con algunos ejemplos.

Supongamos que T es un año; o mejor, las horas de ese año "disponibles" por término medio para relacionarse (es decir, excluyo como mínimo las horas de sueño y otras en las que el ser humano no está en condiciones de relacionarse de ninguna forma). Cuantifiquemos, por tanto, respecto a 14 horas diarias, 5.110 horas anuales. Pongamos dos "parejas". La primera sería un matrimonio "convencional" ; conviven juntos y se relacionan efectivamente entre sí (se miran, se hablan, se tocan, piensan el uno en el otro, etc) 7 horas al día (que ya es mucho); y de esas 7 horas digamos que 1 es de relación amorosa. La segunda pareja podría ser la de unos amantes clandestinos; se ven 4 horas a la semana, pero contando los mensajitos y pensamientos enamorados entre ellos, la relación amorosa puede incrementarse en otra hora diaria al menos; en resumen, 1,5 horas al día de relación amorosa y 12,5 horas de no relación.

La distribución de T en porcentajes para los dos casos esquematizados sería la siguiente: Matrimonio convencional: 7%, 43%, 50%; Amantes clandestinos: 11%, 0%, 89%. Es decir, en principio y suponiendo que ambas relaciones se mantienen durante el mismo año de observación, los amantes clandestinos tienen una relación amorosa "más intensa" (medida en el tiempo en que efectivamente se están amando) que la pareja casada. Sin embargo, como es obvio, la relación (sin adjetivos) de la pareja casada es mucho más intensa (también en tiempo efectivo de trato) que la de los amantes.

Imaginemos ahora que las dos relaciones comparten a un sujeto; es decir A está casado con B y, además, tiene a C como amante. El matrimonio de A y B dura 10 años y en medio de este periodo se inicia, se vive y se acaba la relación clandestina de A con C (que, por tanto, no rompe la relación matrimonial). Es previsible que durante el año de amante A "reduzca" la intensidad de su relación amorosa con B (y como reacción natural, es posible que B también la reduzca hacia A, más o menos en función de como perciba y se explique la reducción de B) y, inversamente, la viva intensamente hacia C, su amante. En ese año, la distribución percentual de los tres intervalos temporales puede resultar mucho más desequilibrada que la del ejemplo anterior (pongamos 3%, 36%, 61% en el caso del matrimonio y 30%, 0%, 70% en el caso de los amantes). No sería extraño pues que en ese año la intensidad de la relación amorosa de los amantes fuera hasta 10 veces mayor que la del matrimonio, aun cuando siempre la relación total (amorosa y/o no) sería mayor en el matrimonio (40% frente al 30%). Sin embargo, si lo cuantificamos para el lapso total de los 10 años, las intensidades amorosas, por mucha pasión que hubiera habido en ese año de amantes, se equilibran o, lo que es mucho más lógico, sale ganando la del matrimonio porque al desaparecer la amante es previsible que aumente la dedicación amorosa hacia el cónyuge.

Todo depende pues del tiempo de observación, aunque esto sea irrelevante para los protagonistas de las relaciones, que perciben en cada momento lo que están sintiendo, si bien en ese sentimiento "instántaneo" influye (como un poso) el tiempo anterior y los sentimientos que se han tenido.

En fin, todo esto no es más que un divertimento, que nadie se piense que de un mero ejercicio cuantitativo se pueden sacar conclusiones mínimamente válidas (yo mismo en un siguiente post me dedicaré a contradecirme). Sin embargo (allegro ma non troppo), las tonterías anteriores me valen como introducción para aproximarme hacia el tema del que quiero hablar y que no es otro que los distintos tipos de relaciones; es decir, las diversas formas de dar y recibir amor y cómo somos (o no) capaces de vivirlas, aceptándolas o negándolas. Muy pretencioso, ¿verdad? Pero escribo desde mi desconcierto y porque me interesa aclararme a mí mismo. En este caso, además, a partir de una conversación con K hace unos días en un pueblito del Lazio que me ha vuelto a la cabeza tras leer el último post de Elvira y, sobre todo, los comentarios al mismo.


CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
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viernes, 28 de julio de 2006

Tatuajes

Parece, por lo que se ve en la calle, que en los últimos años se ha extendido tremendamente la afición a tatuarse. Hasta hace relativamente pocos años, al menos en estas islas turísticas, casi los únicos tatuajes que veía estaban en las pieles de guiris mayoritariamente británicos y mayoritariamente de baja extracción social, cultural, etc. Ahora en cambio un porcentaje altísimo de gente joven (pongamos menores de 30) tiene algún tatuaje; y muchos son tatuajes grandes y llamativos, por no hablar de quienes llevan cubierta de tinta una altísima proporción de su piel.

Busco en Internet donde, como no podía ser de otro modo, hay infinidad de páginas sobre tatuajes. Parece ser que el interés de la gente joven por el tatuaje se inicia en España en la década de los 80, asociado a “culturas urbanas” específicas. Puede ser, pero yo, que a inicios de los 80 estaba en mis primeros 20, no recuerdo que fuera un fenómeno muy generalizado. En aquellos años de la “movida madrileña” (era en esa ciudad donde estaba) había ciertamente chavales que se vinculaban a estéticas concretas (asociadas con su correspondiente estilo musical) y que recurrían a tatuajes. Pero creo (así lo recuerdo) que quienes se tatuaban eran minoría y, además, los tatuajes eran relativamente discretos.

Por tanto, lo que tengo bastante claro es que la proliferación del tatuaje, que haya pasado a ser algo habitual (una opción frecuente y bastante generalizada) no ha coincidido con la etapa juvenil de mi generación. Aclaro esto porque con toda seguridad mi disgusto estético ante el tatuaje se explica por las connotaciones negativas que el mismo tenía en mi juventud. Pero, sea por lo que sea, lo cierto es que la mayoría de los tatuajes me parecen un afeamiento del cuerpo que los porta. Supongo que quien se tatúa lo hace, entre todas las demás y múltiples motivaciones que pueda tener, porque se gusta más con el tatuaje y supongo también que porque la gente de su entorno gusta de los tatuajes. Efectivamente, en uno de los foros de tatuaje que he visitado, algunos usuarios se refieren al tatuaje como elemento embellecedor, incluso como que contribuye a la atracción sexual. En mi caso (y salvo muy contadas excepciones) no es así. Veo una chica que me erotiza, le descubro un tatuaje y ... No es que deje de gustarme, pero me quedo con una sensación de rabia, de que han estropeado algo tan bonito.

Pero en fin, cada uno puede tener sus gustos, aunque tengo muy claro que los gustos, como casi todo, está condicionado exteriormente, así que cabría dudar hasta que punto nuestros gustos son de verdad nuestros ... ¡Qué más da! Lo que de verdad me intriga es la atracción que causan los tatuajes; es decir, por qué atrae tanto marcarse de forma indeleble. Está bastante claro que no se trata simplemente de decorar tu cuerpo con fines estéticos o de identificación grupal (tribal) o cualesquiera otros. Si así fuera, los que proliferarían serían los tatuajes temporales (los de henna, las calco o los más recientes solares). No, de lo que se trata es de marcarte para siempre y, además, mediante un proceso doloroso (aunque bastante soportable).

E intuyo que esa atracción por marcarse indeleblemente obedece en el fondo a motivaciones muy emparentadas con las de los primeros pueblos que se tatuaban. Y esas motivaciones (fueran ceremoniales, de identificación grupal, supersticiosas-religiosas, etc) están, a su vez, muy relacionadas con el miedo existencial del individuo humano. El tatuaje, como tantos otros comportamientos y prácticas simbólicas, es (me parece) un medio para no afrontar la individualidad.

Se me dirá que estoy desbarrando, imagino. Como es probable que algún lector esté tatuado, estoy seguro de que me dirá que sus motivaciones para nada tienen que ver con lo que digo. Tampoco me siento ahora con gana ni capacidad de extenderme en la argumentación; sin embargo, no creo que ande muy errado. Aun así, me encantaría que quienes estén tatuados y tengan ganas de reflexionar sobre sí mismos, me expliquen sus motivaciones. Y, en especial, el por qué han querido hacerse una marca permanente en la piel.

A mí es justamente el carácter de indeleble lo que me repugna. El decidir voluntariamente, en un momento de tu vida, llevar algo para siempre. Para mí es simbolizar la inmovilidad, echarte un lastre (simbólico, que a veces son los más pesados) sobre tu individualidad, limitar tu evolución, tu crecimiento. ¿Qué necesidad hay de imponerse uno mismo algo así? Ninguna, me dirán, pero ahí está la fuerza atractiva del tatuaje ... Pues para mí, ninguna atracción, más bien al contrario. Pero tiene que haber gente pa todo ...

CATEGORÍA: Todavía no la he decidido
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domingo, 9 de julio de 2006

Ce ne andiamo

Que traducido es: Nos vamos. Nos vamos a Italia, a desconectar y, por tanto, desconectados. Volveré a escribir en este blog a finales de mes. Hasta entonces, pasear por Roma y luego recorrer en un cochito el Lazio (i castelli romani, Tivoli, Rieti, Terni, Narni, Bomarzo, Viterbo, Orvieto, Ostia, Terracina, Gaeta, Formia, Montecassino ...) Suena bien, ¿verdad?

Confíemos en que no haga demasiado calor (vana esperanza). Pero ni el calor impedirá que me lo pase de maravilla ... Y luego Agosto, ya de vuelta, con el propósito de empezar a cerrar los flecos que se estiran demasiado. Habrá tiempo para hablar de ellos.

CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
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miércoles, 5 de julio de 2006

Agobio laboral

Pues eso: qué vaya última semanita previa a nuestro viaje. Todo son presiones y requerimientos imposibles. Y lo peor es que sé que el trabajo que se nos exige es inútil. Simplemente se necesita que estén nuestros informes en los expedientes, digan lo que digan, porque en el fondo no importa nada, salvo cumplir el trámite. En estas condiciones es difícil mantener la moral, es casi imposible no frustrarse, no cabrearse.

Mi ventaja es que ya soy perro viejo y, además, estoy forrado con traje de seguridad. Por decirlo claro, no me pueden hacer prácticamente nada y eso te da una notable sensación de seguridad. Para ser más precisos, sí podrían tomar represalias (y sé de más de uno a quien incomodo que le gustaría), pero no se atreven, se les vería mucho el plumero. Por otra parte, en mi fuero interno, casi hasta me apetece que las tomen, que me den una excusa para mandarme mudar.

Quienes conmigo trabajan lo pasan algo peor; son más jóvenes, están menos afianzados en este mundo, su seguridad es menor. No obstante están dando el tipo con nota alta y eso que, a veces, les trato con dureza, les exijo sin los convenientes paños calientes (sé usar, cuando es necesario, el puño de hierro, pero suelo olvidarme del guante de seda). En todo caso, me gustaría pensar que se sienten amparados por mí, que no fallo cuando hay que dar la cara para defender la integridad del grupo. En fin, estamos en una punta y es inevitable que los ánimos no sean todo los serenos que deben, pero estoy convencido que estos agobios no resquebrajan la amistad del grupo.

El caso es que ahora estoy agotado. Ya son unas cuantas noches de dormir menos de lo debido, ahora que había empezado a recuperar mi habitual sueño corrido (el de antes de la crisis) y me noto cansado, con la cabeza a punto de explotar. Pero quedan sólo dos días: el jueves y el viernes. Mañana, la ponencia técnica, en la que se aclararán varias incógnitas (entre otras hasta dónde son capaces de llegar estos políticos impresentables que nos gobiernan); visita al estudio de J para organizar las tareas durante mi ausencia; revisar y terminar el informe de S. El viernes, acabar el informe de C e informar al consejero de la situación: compromisos cumplidos. Y despedirme de los compañeros hasta finales de julio.

En mi ausencia habrá acontecimientos relevantes para bien o para mal ¿triunfarán las fuerzas del lado oscuro o las del bien? Si hubiera sabido hace un par de meses que el mes de julio se iba a presentar así de movidito no habría reservado el viaje para estas fechas. Pero lo hecho, hecho está y seguro que es para bien. De momento ya es un primer paso hacia uno de mis objetivos a corto plazo: aprender a deshabituarme de mi adicción profesional, aflojar en mi dedicación laboral y llenar mi vida con tantas otras cosas que (siendo más importantes) he descuidado.

Así que ánimo, que ya casi no queda nada. El lunes a coger un avión hacia Roma con parada intermedia en Girona. Y a pasear por la ciudad eterna y a recorrer el Lazio. Que con tanto agobio ni tiempo me está dando para pensar en lo bien que lo vamos a pasar; voy a tener que enterarme de golpe.


CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
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domingo, 2 de julio de 2006

¿Compartir el amor?

Hablando ayer con K salió a colación algo que leí hace unos días en El País. Era un reportaje sobre unos nuevos (o no tan nuevos) sistemas de registro de los derechos de propiedad intelectual; creo recordar que en inglés se llaman "copyleft" en vez de "copyright". No voy a extenderme sobre ese tema; lo que me interesa es que, al referirse a la problemática de apropiarse de lo "virtual", de lo intangible, el reportaje se remontaba a San Agustín (creo) que llegó incluso a establecer una máxima moral sobre el asunto. Si no recuerdo mal, era algo como que no es lícito poseer en exclusiva un bien que no se minusvalora compartiéndolo. O dicho a la inversa, es éticamente imperativo compartir libremente los bienes intangibles, cuyo valor no disminuye (por el contrario, las más de las veces aumenta al ser compartido).

Obviamente hablamos de la información (en su más amplia acepción). Si yo tengo una idea (o sé algo) y te la doy, no dejo de tenerla; aumentamos la "riqueza global" sin coste alguno. Viene entonces la famosa metáfora de la llama (el conocimiento es luz): si tu vela está apagada y la enciendo con la llama de la mía, no pierdo luz y tú ahora tienes. Naturalmente, en el campo de los derechos de autor en una sociedad como la nuestra, el tema no es ni mucho menos tan poético. Al fin y al cabo, si mi trabajo consiste en encender llamas, si las comparto gratis seguiré iluminado pero sin un duro.

Pero el tema me vino a la cabeza en la conversación con K a propósito de la relación de pareja, de la exclusividad del amor entre ambos (tópicamente denominada fidelidad). Está claro que no he comprado el amor de mi pareja; tampoco parece que el amor que tiene (de cuya fuente proviene el que me da), disminuya si ama a más personas. Por tanto, San Agustín dixit, debería darlo a quien se lo pidiera, a quien lo necesitara, a quien ella quisiera.

Buen sofista estoy hecho, me dirá más de uno/a. Apunto sobre la marcha una posible objeción: en la mayoría de los casos, si mi pareja da amor a otro suele disminuirse el amor que me da a mí. Pero (recontraobjeción), ¿esto es así siempre u obedece más bien a una programación sociocultural? Sobre esta cuestión (que no tengo nada clara) me gustaría reflexionar algún día.

En todo caso, la objeción anterior está mal planteada (siempre en este plano teórico en que a propósito me estoy moviendo). Porque el poseedor del amor no es el que lo recibe, sino el que lo da. El amor que uno tiene (la capacidad de amar) no creo que disminuya dándoselo a más de uno. Lo que sí es cierto es que puede variar las formas con las que se expresa ese amor al otro. Básicamente porque esa expresión se desarrolla en el tiempo real, mediante actividades de la vida ... y no hay tiempo para todo (o para todos).

Pero en fin, en el fondo el conflicto práctico no está en el amor que uno tiene, sino en lo mucho (¿demasiado?) que nos importa y afecta a cada uno de nosotros que la persona a la que amamos ame a otros, aunque nos ame. La conclusión inmediata es que entonces no nos ama. Y volvemos de nuevo a tocar la duda ya mencionada sobre la programación sociocultural (¿o no?) que, en este caso, creo que se relaciona mucho con nuestros miedos e inseguridades. Puuuf, todo muy complicado. No obstante, creo que merece la pena profundizar en nosotros mismos, atreverse a desmontar apuntalamientos hechos de tópicos que quizás creamos que nos protegen pero intuyo que lo que hacen es limitarnos, dificultar nuestro mejoramiento y, al cabo, nuestra felicidad.

¿Demasiadas chorradas en un solo post?

Otro cuadro de Nicoletta (¡cómo me gusta su obra!)

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