sábado, 2 de abril de 2022

Conferencia de Vladimir Pozner en Yale (2)

Ahora voy a leerles algo. Thomas Friedman, viejo columnista del New York Times, cuando sucedió esto, en 1998, llamó a George Kennan. No sé si todos ustedes saben quién fue George Kennan pero les diré que, en mi opinión, fue una de las mentes más excelsas en la política estadounidense de la segunda mitad del siglo XX, el hombre que concibió la idea de la contención a la Unión Soviética en vez de la guerra y esta idea tuvo éxito, un hombre brillante que puso los cimientos de la política de EEUU respecto de la Unión Soviética. Así que Thomas Friedman lo llamó y tituló su artículo en el New York Times “Asuntos Exteriores; ahora una palabra de X”. ¿Por qué X? Porque en 1947, en la revista Foreign Affairs, George Kennan había publicado su artículo acerca de la contención y lo firmó con una X. Así que Friedman llamó a Kennan y le preguntó qué opinaba sobre la ampliación de OTAN. La fecha es 2 de mayo de 1988; cito: “Creo que éste es el comienzo de una nueva Guerra Fría. Creo que los rusos reaccionarán gradualmente de modo bastante adverso y eso afectará sus políticas. Creo que es un error trágico. No hay en absoluto razón que lo justifique”. Esa decisión –y ahora estoy dándoles mi opinión– es la que marca realmente el comienzo de la relación ruso-norteamericana, el giro en la relación, si lo prefieron. Así es cómo comenzó. 
 
(Paréntesis: Kenan fue el autor del famoso "telegrama largo" que, como recuerda Pozner en esta conferencia, definió las bases de la política de Estados Unidos hacia Rusia durante la Guerra Fría. Hace ya más de diez años escribí sobre ese tema en este blog, aunque -como suele ocurrirme– la serie quedó inconclusa. Para quienes quieran consultar esos posts: 1, 2 y 3).
 
La reacción rusa a la ampliación de la OTAN en 1998 la expuso Yeltsin, el último Yeltsin, quejándose de que les habían prometido no hacer eso y añadiendo que cómo iba Rusia a creer a Estados Unidos cuando hacía una promesa. Ahora me gustaría plantearles un pequeño problema, una especie de cuestión matemática. Tomen el periodo desde que Gorbachov accedió al poder –marzo de 1885– hasta que Putin, en 2007, llevaba ya siete años en el cargo. Son 22 años. Les voy a preguntar una sola cosa: tanto en política interior como exterior, ¿qué hizo la Unión Soviética o luego la propia Rusia que molestara, enfadara o disgustara a los Estados Unidos? Déjenme responder: nada, ni una sola acción durante todo ese periodo. Pues bien, ¿qué logró Rusia como resultado de su comportamiento? Primero, la ampliación de la OTAN. Luego, el bombardeo de Yugoslavia desde el 24 de marzo de 1999 al 10 de junio, realizado por la OTAN que es fuertemente dependiente de Estados Unidos, operación que no fue autorizada por la ONU. Después, el reconocimiento de Kosovo, a pesar de que había sido parte de Serbia durante siglos. Ya por entonces hubo gente en Rusia que advirtió a Estados Unidos que estaban dejando salir al genio de la botella, porque si hacían eso habría otros países que harían lo mismo. Y Rusia hizo lo mismo.
 
Yeltsin estaba muy enfadado. En un discurso, muy de su estilo, dijo “no somos Haití, no pueden tratarnos como a Haití. Somos un gran país. Rusia tiene un gran pasado y volverá a ser grande, volverá”. Estaba verdaderamente muy enfadado. No usó un lenguaje políticamente correcto pero dejó ver claramente lo que pensaba. Finalmente, en 2000, Putin se convirtió en presidente de la Federación Rusa y una de las primeras cosas que hace es solicitar la entrada de Rusia en la OTAN. ¿Por qué no podría ser Rusia miembro de la OTAN? La OTAN fue creada para defender Europa –y quizás no solo Europa– de una invasión soviética; pero ya no existía la Unión Soviética bi tampoco el Pacto de Varsovia. ¿Por qué no crear una organización de la que seamos parte –dijo Putin– y actuar conjuntamente para protegernos de cualquier tipo de agresión? Se le respondió: “vete a paseo”, por decirlo brevemente. ¿Qué tal algún tipo de asociación o integrarse en la Unión Europea? De nuevo –todo lo que cuento está documentado– se lo negaron, eres demasiado grande, le dijeron; pero, al mismo tiempo, se le recordaba continuamente que Rusia ya no era un país importante. Ahora bien, una cosa que deben entender es que, incluso más que los estadounidenses, los rusos creen que tienen una misión, que su país ha sido elegido por el destino. De modo que la sensación de haber perdido su aura de grandeza, que les digan “ustedes no nos importan”, provoca en el ruso medio la reacción de sentirse insultado, de que no se le respeta. Así que el enfado fue gradualmente creciendo y enfocándose primero hacia Gorbachov; acusándole de haber vendido el país, de no haberse enfrentado a los norteamericanos. Y luego, lo mismo con Yeltsin. Les sorprendería saber lo impopulares que Gorbachov y Yeltsin son actualmente en Rusia, apenas un 5% los apoya. Precisamente por esta razón –hay también otros motivos de índole económica, pero no son los principales–. 
 
Así que ya tenemos a Putin quien, como es sabido, nada más ocurrir el atentado del 11 de septiembre, llamó a Bush hijo y ofreció su ayuda; y también dio ayuda en Afganistán. Les dijo a los americanos que si querían desplegar sus tropas en Asia Central, justo al lado de las fronteras rusas, que estaban invitados a hacerlo. No eran solo palabras: Putin quería combatir el terrorismo junto a Occidente. Pero no consiguió nada a cambio. Finalmente, el 10 de febrero 2007, en la Conferencia de Seguridad de Munich, dirigiéndose al G20 Putin dijo lo siguiente: “Creo que es obvio que la expansión de la OTAN no guarda ninguna relación con la modernización de la Alianza o con fortalecer la seguridad en Europa. Por el contrario, representa una seria provocación que reduce el nivel de confianza mutua. Tenemos el derecho de preguntar contra quién va dirigida esta expansión así como qué ha sido de las garantías que nos dieron nuestros socios occidentales tras la disolución del Pacto de Varsovia. ¿Dónde están hoy aquellas declaraciones? Nadie las recuerda. Pero me voy a permitir recordar a esta audiencia lo que se dijo entonces. Me gustaría citar al Secretario General, el señor Berner, quien en su disurso en Bruselas el 17 de mayo de 1990 dijo que el hecho de que no estuvieran listos para colocar el ejército de la OTAN fuera del territorio alemán le daba a la Unión Soviética una firme garantía de seguridad. ¿Dónde están esas garantías?” ¿Saben qué se le contestó a Putin? Sí, le dijeron, se dieron esas garantías, pero a la Unión Soviética y tú eres Rusia. Ante eso, ¿Qué tipo de reacción esperarían? 

 
 
El año pasado, en un discurso sobre política exterior, Putin dijo: “nuestro error fue confiar demasiado en ustedes y vuestro error intentar aprovecharse de ello”. Esta es la situación actual. Puede parecer que estoy culpando a los Estados Unidos; no quiero usar la palabra culpa. Ha sido una decisión política errónea. Ha sido esta decisión errónea la que ha conducido a este cambio en la actitud de Putin hacia Occidente y particularmente hacia los Estados Unidos. Lo que quiero decir es que ha sido la política estadounidense la que ha creado al Putin de hoy. Y lo realmente peligroso es que el que Vladimir Putin no confíe en Occidente, no confíe en Estados Unidos, hace muy difícil que salgamos de la situación en que nos encontramos. Quiero subrayar que estamos en una carrera armamentística, lo cual es terrible; que estamos en una nueva Guerra Fría que nos amenaza a todos; que el riesgo de un intercambio nuclear accidental ha crecido. Pero parece que ahora no tenemos miedo. Antes había manifestaciones en contra de las armas nucleares; ya no. La posibilidad de que una organización terrorista se haga con armas nucleares también ha crecido, y de que las usen haciendo que parezca que ha sido una de las potencias, no ellos.
 
Los principales medios rusos (mainstream), controlados directa o indirectamente por el gobierno, muestran una imagen extremadamente negativa de los Estados Unidos, de su política y demás aspectos. Pero para mi sorpresa, los principales medios norteamericanos hacen exactamente los mismo respecto de Rusia. Y me resulta sorprendente porque se supone que los medios estadounidenses son libres, a diferencia de los medios rusos que no pueden calificarse de libres (y lo dice alguien que ha trabajado en ellos); hay algunos medios opositores, emisoras de radio y periódicos, pero en absoluto tienen difusión relevante, se dirigen a un pequeño número de personas. De modo que las personas que en mi libro se llaman a sí mismas periodistas, no lo son. Esas personas han jugado y siguen jugando un papel destructivo creando el miedo, el rechazo y la desconfianza entre la gente de ambos países. Y el hecho de que no cuestionemos nuestros medios me parece realmente interesante; pero así es.
 
Me gustaría terminar con una cita de un hombre llamado Herman Goering. ¿Saben quién es? Quizá haya gente demasiado joven que no lo conozca. Bueno, fue la mano derecha de Hitler y mandó la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana. Fue juzgado en Nuremberg y sentenciado a morir ahorcado pero consiguió veneno –probablemente se lo facilitaron los soviéticos, desde luego, pues son gente venenosa, como es sabido–. Fue entrevistado por un periodista americano poco antes de suicidarse y dijo algo que creo que todos deberíamos recordar: “naturalmente, la gente corriente no quiere la guerra. No la quieren en Rusia, ni en Inglaterra ni tampoco en Alemania; es comprensible. Pero después de todo, son los líderes de los países quienes determinan la política. Siempre es un asunto sencillo arrastrar al pueblo, sea en una democracia parlamentaria o en una dictadura fascista o comunista. Con voz o sin ella, siempre se puede hacer que el pueblo siga las órdenes de los líderes. Es fácil. Todo lo que tienes que hacer es decirles que están siendo atacados y denunciar a los pacifistas como antipatriotas que exponen al país al peligro. Funciona igual en cualquier país”. Esto fue lo que dijo Goering y yo pienso que estaba completamente en lo cierto. 
 
Estamos siendo guiados por nuestros medios, por nuestros políticos en esa dirección en ambos países. Recuerdo un anuncio que vi en el que Morgan Freeman dice “estamos en guerra” y debemos tacatá tacatá tacatá … Freeman es un gran actor y por supuesto logra asustar al espectador. No hay nada que pueda yo hacer salvo hablar. Estoy contento de haber hablado aquí hoy como lo hago también en Rusia y seguiré haciéndolo mientras pueda. Porque tiene que haber voces que se levanten contra lo que está sucediendo. Estamos siendo manipulados. La forma en que se retrata a Putin es como si fuera peor que Hitler; la propia Hillary Clinton lo ha comparado con Hitler. No soy ningún admirador de Putin, créanme, pero no es así. Y desde luego, el presidente Trump … Bueno, incluso la prensa norteamericana no es nada positiva con él, en fin. Bueno, esto era básicamente lo que quería compartir con ustedes. Ahora estaré encantado de discutir con ustedes. Seguro que tienen preguntas. Lo que yo he contado de lo que ha pasado no puede ser discutido en el sentido de que son hechos. Pero cómo se interpreten es otra cuestión. Gracias de nuevo por escucharme y pasemos ahora a conversar.
 

viernes, 1 de abril de 2022

Conferencia de Vladimir Pozner en Yale (1)

El 27 de septiembre de 2018, el Programa de Estudios de Rusia, Europa del Este y Eurasia de Yale y la Beca de Periodismo Poynter recibieron a Vladimir Pozner, prestigioso periodista y locutor ruso-estadounidense. Pozner habló sobre el impacto de la política exterior de EEUU hacia Rusia después de la disolución de la Unión Soviética y compartió sus opiniones sobre una variedad de temas planteados por la audiencia. El video de ese acto está disponible en Youtube; lo he visto en estos días y me ha resultado muy interesante, especialmente para contextualizar –más allá de la propaganda simplista que recibimos desde los mass media– el "actual" conflicto de Ucrania (hay, desde luego, muchos otros textos y videos que conviene revisar para estos fines). Téngase en cuenta que, para aquellas fechas, si bien la hostilidad entre Rusia y "Occidente" ya era manifiesta, y también la situación en Ucrania (en su parte oriental) era de guerra civil con participación –directa o no– de Putin y salvajadas por ambas partes, la mayoría de nosotros apenas nos enterábamos (diríase que quienes deciden qué asuntos nos conciernen no se preocuparon por Ucrania hasta la invasión del pasado 24 de febrero). Por eso, la preocupación de Pozner por la gravedad de la situación resulta, vista en retrospectiva, más relevante. De modo que recomiendo que vean el video pero, para quienes se resisten al inglés, he traducido (con algunas licencias) y transcrito a este blog el contenido de la charla, aprovechando para hacer algunas digresiones a las que soy tan aficionado. Ahí va:
 
Quisiera decir un par de cosas sobre quién soy. Es importante que comprendan que no represento a nadie ni a nada, a ninguna organización política, social o de cualquier clase. Me represento a mí mismo. Soy un periodista independiente. Y esa es una especie que está desapareciendo en Rusia … y no solo en Rusia. Para mí es importante decir algunas cosas antes de la conversación abierta que tendremos luego. En primer lugar que estamos en un momento extremadamente peligroso. Nunca las relaciones entre Rusia –o la Unión Soviética– y los Estados Unidos habían estado a este nivel. Durante los peores tiempos de la Guerra Fría –tiempos que recuerdo muy bien porque yo vivía en la Unión Soviética– los rusos eran anti-Casa Blanca, anti-Wall Street, pero en su gran mayoría no eran anti-americanos. De hecho, había una especie sentimiento cálido hacia los americanos. Hoy es distinto. Hoy el antiamericanismo está enraizado en el pueblo ruso. Y eso obedece a una razón.
 
Otra cosa que me aterra es que ninguno de los dos lados parece tener miedo de las armas nucleares. Hace 30 años, muchos de los que tienen mi edad seguro que recuerdan la película americana “The Day After” que trataba sobre lo que te pasaba a ti y a tu país después de un ataque nuclear. Había miedo en los Estados Unidos, y también en la Unión Soviética; había un convencimiento de que si esas armas se usaban destruirían nuestros países. Hoy, cuando hablas con la gente, pareciera que no hubiese armas nucleares, pareciera que éstas no fueran un factor a tener en cuenta en cómo actuamos. Y el peligro de un intercambio nuclear no deliberado sino accidental ha crecido porque también ha crecido el nivel de desconfianza entre los dos países. En el pasado ha habido varias ocasiones en las que las computadoras alertaron ataques nucleares, pero nunca ocurrieron porque la gente se tomó el tiempo para comprobar esas alarmas. Si hoy se dispara un misil balístico intercontinental desde Rusia tardará unos diez minutos en llegar a los EE. UU (y viceversa, obviamente). Por tanto, no hay mucho tiempo para comprobaciones. Si hoy esas mismas computadoras erróneamente advierten en cualquier lado que se ha lanzado un ataque, creo que la respuesta sería inmediata.
 
No hace demasiado tiempo éramos optimistas, ¿recuerdan? Gorbachov, Gorby, Gorby, rusos, vamos a ser amigos … Y en un corto periodo de tiempo eso cambió, ¿qué pasó? ¿Por que hemos llegado a la situación actual? No estoy preguntando quién tuvo la culpa porque eso no conduce a nada. Pero deberíamos intentar entender qué sucedió exactamente. La Unión Soviética, a partir de Gorbachov, no duró demasiado. Gorbachov asumió el cargo en marzo de 1985 y en diciembre de 1991 la Unión Soviética dejo de existir. Algunos dicen que colapsó; no colapsó. En un lugar llamado Belavezha, que es una especie de bosque, tres presidentes, el de Ucrania, el de Bielorusia y el de la propia Rusia, Yeltsin, decidieron romper la asociación, disolver la Unión Soviética. Cada uno tenía sus propias razones, desde luego. Si nos fijamos en Yeltsin, su razonamiento era muy evidente: era el presidente de Rusia, de modo que era el número dos de Gorbachov, porque Gorbachov era el presidente de la Unión Soviética, de la que Rusia era parte, la parte más grande, pero solo parte. Si se deshacía de la Unión Soviética, ya no habría presidente y se habría deshecho de Gorbachov. Y eso es exactamente lo que hizo. De modo que se acabó la Unión Soviética y enseguida también el Pacto de Varsovia, lógicamente; es decir que la alianza militar con la URSS de los países que se llamaban satélites soviéticos dejó de existir.
 

Por cierto, recuerdo que el Tratado de Belavezha se firmó nueve meses después de que se celebrara un referéndum en toda la Unión Soviética en el que, con una participación del 80%, un 78% de los votantes se pronunciaron por la continuidad de la Unión. De hecho, bastantes personas –el propio Gorbachov entre ellas– cuestionó la legalidad del acuerdo de estos tres presidentes, pero ya se sabe que pocas veces la historia se mueve acorde a la legalidad.

 
En ese punto, los Estados Unidos tuvieron que plantearse cómo tratar con esta nueva entidad llamada Rusia. ¿Cuál había de ser la política de los US hacia este nuevo país? Por supuesto, Yeltsin también tuvo que pensar sobre cuál iba a ser la actitud rusa hacia los Estados Unidos. Recordarán que muy pronto después de que la Unión Soviética dejara de existir, creo que fue en febrero de 1992, Yeltsin viajó a los EEUU y se dirigió a la sesión conjunta del Congreso, donde dijo que el pueblo de Rusia estaba ofreciendo la mano al pueblo norteamericano en gesto de amistad para construir un mundo mejor sin guerra, un mundo en paz. Y eso es exactamente lo que quería la amplísima mayoría de los rusos. Y yo diría que incluso hoy la gran mayoría de los rusos querría tener, si no una relación de amistad, sí al menos de asociación. No tengo ninguna duda sobre esto. 
 
De modo que eso era lo que Yeltsin quería pero, ¿qué tipo de respuesta recibió? ¿Qué tipo de respuesta recibió Rusia? Los Estados Unidos podían escoger entre dos formas de tratar a Rusia. Una forma habría sido decir: vamos a tratar a Rusia como hicimos con nuestros enemigos después de la Segunda Guerra Mundial, con Alemania, Italia y con algunos de los países que fueron ocupados, como Francia, o que no fueron ocupados pero sí muy dañados, como el Reino Unido. Encontremos una manera para asegurar que en esos países no vuelvan los nazis ni los fascistas y que los comunistas no lleguen al poder (y hay que recordar que en aquellos días los partidos comunistas de Francia y de Italia eran muy poderosos). Y ese plan pasó más tarde a llamarse el Plan Marshall, que básicamente era una idea financiera consistente en gastar mucho dinero pero con un objetivo muy preciso: desarrollar ciertas cosas e impedir que otras se desarrollasen. Pues bien, podría haberse adoptado esa política hacia Rusia. Buscar que la democracia empezase a desarrollarse en ese país. Y déjenme decirle, solo para que conste, que nunca, en toda su milenaria historia, ha tenido democracia; ha estado completamente ausente. No saben lo que es. Así que in-vertir dinero en fomentar la democracia en Rusia y también en impedir que volvieran los comunistas habría podido ser una primera política. La otra opción era decir: durante cuarenta años habéis estado amenazándonos con bombas nucleares, ahora habéis perdido la Guerra Fría de modo que vais a pagar, vais a ser castigados por lo que hicisteis. En Estados Unidos ha habido gente que defendía el primer punto de vista y gente que defendía el segundo.
 
En 1992, Paul Wolfowitz (por entonces subsecretario de Defensa) elaboró un documento que extraoficialmente fue conocido como “Doctrina Wolfowittz”; el contenido de ese documento fue luego incorporado en la que fue llamada –esta vez sí oficialmente– “Doctrina Bush”. Ese documento fue filtrado al New York Times y pasó a ser público. Lo que básicamente sostenía era que los Estados Unidos no debían permitir nunca que cualquier país pudiera desafiarlos, debían mantenerse siempre como el país superior. Y los EEUU teníamos que decir a los aliados que no se preocupasen por desarrollar su propio armamento porque ya lo haríamos nosotros por ellos. Además, había que tener cuidado con Rusia porque no sabíamos cómo iba a evolucionar; el oso podría volver a levantarse sobre sus patas traseras y gruñir. Cuando el New York Times publicó el documento levantó protestas entre los liberales (en Estados Unidos las palabras liberal y conservador han perdido el significado que antes tenían de modo que cuando digo liberales no estoy seguro de usar la palabra correcta: digamos que mucha gente se indignó). Edward Kennedy dijo que se trataba de un documento imperialista que ningún país podría ni debería aceptar. Enseguida fue retirado y reescrito por Dick Cheney (quien desde ningún sentido podía calificarse de liberal) y por el Secretario de Defensa, Colin Powell. Pero se mantuvo el enfoque básico: Rusia y Estados Unidos debían seguir siendo las dos únicas superpotencias. Ese punto de vista fue el único aceptado y la actitud hacia Rusia fue: has dejado de ser una superpotencia, has pasado a ser un país de segunda categoría, de modo que estate calladito, por favor. 
 
Lo anterior se hace evidente al observar la política de Estados Unidos. Comencemos volviendo a Gorbachov y a las reuniones que tuvo en las que varias personas, algunas muy importantes, le pidieron que permitiese la reunificación de Alemania y el derribo del muro de Berlín. James Baker (cuando era Secretario de Estado con Bush) le dijo que si eso sucedía la OTAN no avanzaría ni una pulgada hacia el Este. Hay quienes dicen que esto es falso; sin embargo, no hace mucho, el 12 de diciembre de 2017, El Archivo de la Defensa Nacional de la Universidad George Washington desclasificó las minutas de las conversaciones entre Baker y Gorbachov y ahí aparece esta afirmación. Pero no fue Baker el único que le dijo esto a Gorbachov; había más personas ahí: los líderes de Alemania Occidental de aquellos días lo dijeron, y más gente. No estoy diciendo que Gorbachov hubiera podido impedir la reunificación alemana –no lo sé–, pero el hecho es que dijo sí. Y la OTAN se estuvo quieta en esos días, se estuvo quieta durante el mandato de Bush padre, se estuvo quieta durante los cuatro primeros años de Clinton … Pero en los siguientes cuatro años, en 1996 aproximadamente, se tomó la decisión de ampliar la OTAN con la incorporación de tres países: Polonia, la República Checa y Hungría.
Continuará ...