jueves, 28 de febrero de 2013
martes, 26 de febrero de 2013
Les sucettes
Qué malo resultó ser el poeta maldito, qué malo resultó ser el que hizo el video, qué malos eran todos los de la discográfica que lo sabían; hasta fueron malos, digo yo, sus padres que no le advirtieron del sembrado en que se metía. Nuestra niña se da cuenta de golpe (¿cómo le vendría la revelación?) que estaba haciendo un canto a la felación, que lo que fluía por la garganta de Annie no era exactamente jugo de caramelo anisado, que esos céntimos (pennies, en francés) que costaba la piruleta aludían a otra cosa, que se estaba retratando como una faloadicta y, lo peor de todo, que el contraste entre el sucio contenido de la canción y su angelical imagen era un eficaz y malintencionado recurso para alimentar el morbo rijoso a su costa.
Según ella misma contó, quedó tan avergonzada que se encerró en su casa durante días sin querer ver a nadie. Pero no sólo eso, se sintió terriblemente traicionada, tanto que asegura que ese incidente cambió completamente su relación hacia los hombres, los vio de pronto como unos seres dominados por la lujuria, salaces hasta la repugnancia. Fue un duro golpe que le cambió la vida, al menos quebró definitivamente el rumbo que llevaba derivándolo hacia otros derroteros que, sin ser peores musicalmente hablando, sí estaban bastante más alejados del estrellato. El compositor, para quien esta bromita no fue sino una más de las muchas subidas de tono que prodigó en su carrera, sin embargo no salió mal parado, casi diría yo que al contrario. De hecho, a su muerte hace ya más de una década, se había convertido en una de las figuras indiscutibles (aunque siempre polémica) de la canción francesa. Su tendencia iconoclasta era, desde luego, marca de su personalidad, sin importarle qué era lo que rompía, aunque fuera la frágil ingenuidad de una muchachita. Porque lo que está claro es que lo hizo con premeditación y alevosía, sabiendo perfectamente que su muñequita de cera no sospechaba ni por asomo de qué iba la letra (como puede comprobarse en el siguiente video).
PS: Me acordé de la historieta de esta canción, que conocía a grandes rasgos, hace unas semanas escuchando un doble CD recopilatorio de Gainsbourg. Lo cierto es que por unos momentos la musiquilla de Les sucettes me evocó mi niñez; fue una ráfaga brevísima que me transportó a mis nueve o diez años y me vi en el estar de mi casa mientras sonaba ese tema en el pick-up de mis padres. No he verificado la veracidad del recuerdo, pero es probable porque a mi madre le gustaban mucho las cantantes francesas, sobre todo Françoise Hardy. Claro que si la oí hace tantos años no me enteré de la letra ni mucho menos de su procaz significado.
Actualización: El comentario de C.C. me ha hecho pensar si no cabe una explicación a la sorprendente ignorancia de la Gall. He vuelto a mirar el último video que inserto en el post, la escena en que Serge le pide a France que le explique la letra de Les sucettes y, la verdad, resulta extraña esa petición. Si la chica estaba totalmente en albis como Gainsbourg pretendía, ¿para qué interrogarla y correr el riesgo de ponerla sobre aviso? Puede decirse que lo que quería el compositor era asegurarse de que, en efecto, la cantante se mantenía en su virginal ingenuidad, pero para eso el método nunca puede ser tan directo, sino a través de rodeos y preguntas-trampa. Si, siendo inocente, me piden que explique esa letra, lo natural es que conteste que no hay nada que explicar, manifestando mi extrañeza por lo absurdo de la pregunta. En cambio, si sé de qué va la historia, lo lógico es justamente que, reconociendo el mensaje implícito del interrogador (yo sí sé de qué va), conteste algo parecido a lo de France, devolviendo de paso el mensaje confirmatorio de la complicidad (yo también sé de qué va).
Revisar la escena a que me refiero con esta hipótesis en la cabeza hace que se interprete el breve diálogo y, sobre todo, el intercambio de sonrisas y miradas, como confirmación de que estaban conchabados. Además, ¿a cuento de qué grabar una conversación tan intrascendente, salvo para dejar una "prueba" de la inocencia de la chica? Al margen de que esa prueba puede pasar de la defensa a la acusación, lo cierto es que era necesario para mayor eficacia de la broma que France se presentara como inocente. Y eso no sólo contribuía a dar mayor sustancia al "escándalo" (y, por tanto, mayor rendimiento económico), sino también placía a la vanidad de Gainsbourg (poco mérito tendría si no se la hubiera colado) y preservaba la "imagen comercial" de la dulce muchachita.
Si esta hipótesis es cierta (y he de confesar que ahora me parece la más verosímil), el engaño de la "versión oficial" se mantiene desde entonces, cuarenta y siete años lleva ya. Naturalmente, a ninguno de los dos cómplices le interesaba contar la verdad, pero aún así no deja de ser llamativo que no se haya destapado. Ciertamente, como digo más arriba, France pagó un alto precio por la tontería, pero eso no prueba su inocencia sino su error de cálculo. Puede que, a toro pasado, se arrepintiera, pero ya no le quedaba más remedio que seguir con la mentira porque la alternativa le habría sido más perjudicial.
Así que propongo que consideremos que la chica sabía perfectamente lo que cantaba, lo que parece casar más con el sentido común. Y dando un paso más, estoy por apuntarme a la tesis de Lansky de que bajo esa tierna apariencia se escondía una completa Lolita nabokoviana (por cierto, al inicio del video, en una breve escena descontextualizada, aparece Gainsbourg mostrando el disco de la canción y repitiendo Lolita, Lolita, Lolita). En el video, France bastante años después dice que su relación con Serge era "exclusivamente profesional". Pero si mintió entonces (y siguió mintiendo), también puede pensarse que vuelve a engañarnos y que a lo mejor la idea se le ocurrió a ella misma, en la laxitud post-coital, mientras su compositor-amante fumaba el cigarrito de después y se mostraba entusiasmado con la posibilidad de llevar a cabo la bromita. Claro que esto es ya ir demasiado lejos en las elucubraciones.
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Miroslav Panciutti
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domingo, 24 de febrero de 2013
Moisés y Pablo conversan
– Si quieres llamarlo así. Vamos a ver, lo que estaba claro es que ni Pedro ni Santiago habrían llegado a ninguna parte. La prueba es que los jerosimilitanos no sobrevivieron; treinta años después ya no eran nada.
– Hombre, los romanos se cargaron Jerusalén ...
– Ya. ¿Y acaso no se veía venir? Tanta intransigencia nuestra había de conducir a eso. Lo tuve claro desde que aposté por la secta cristiana.
– La Ley, la Ley. Deja ya esa cantinela, mira que le sacaste provecho al truco de la zarza. Fuiste tú el que te equivocaste, el causante de tantas miserias a nuestro pueblo. Había que abrirse, hombre.
– Sí, buena estrategia la tuya. Cómo si gracias a ella hubieras mejorado la situación. Más bien al contrario, creaste al nuevo verdugo de nuestro pueblo. Bueno, yo diría que de casi todos, pero su chivo expiatorio preferido siempre hemos sido nosotros.
– No te lo niego, pero no tendría que haber sido así si aquella casta de levitas hubiese sido un poco más preclara. Teníamos todos los elementos para dominar el cotarro y asegurar la pervivencia de nuestras esencias, tan sólo se trataba de instilarlos en el centro del poder político.
– Te creerás que inventaste algo. ¿Te olvidas de cómo prevalecimos en Babilonia?
– ¿Prevalecer? Todo es relativo. Si lo comparas con las condiciones de vida de tu miserable éxodo te acepto el término. Pero yo quería mucho más, que nuestra fe fuera universal.
– A costa de traicionarla ...
– Eso lo dices tú, no en vano eres uno de los mejores ejemplos de nuestro pecado original de intransigencia. Con tus métodos no se llega a ninguna parte, hay que saber adaptarse. Algo parecido habían intentado los tres Herodes, pero fueron torpes y egoístas, atentos solo a sus intereses.
– Esto tiene gracia, el inventor del cristianismo se proclama discípulo político de los que su doctrina denuesta, tiranos sanguinarios enemigos de su Mesías.
– Estudiar a los que nos antecedieron y aprender de sus errores para poder corregirlos. Sigue anclado, amigo, que así os ha ido.
– ¿Os? ¿Acaso no eres judío?
– Lo soy, siempre lo he sido. Más merecimientos a esa título tengo yo que los que siguen anquilosados a tu Ley. ¿Quién, sino yo, señaló el necesario cambio de rumbo? ¿Quién, sino yo, supo en qué sentido habíamos de marchar para acabar de una vez con el fecundo paganismo, con esa pléyade de falsos dioses?
– ¿Habíamos de marchar? Marchasteis unos pocos apóstatas, para sumar luego a cuantos ibais convenciendo, por las buenas o las malas, y dejando en el camino al pueblo de Dios.

– Bueno, Jehová. Si quieres llamamos a Marción a que nos cuente si su Dios era Jehová.
– Pobre hombre, tenía buena intención ...
– ¿Qué vas a decir tú? La vanidad te induce a mirar con cariño a los admiradores.
– Ni te contesto. Pero dejemos a Marción quien, además, nació antes de tiempo. En esos tiempos lo importante era acabar con el paganismo. ¿Qué más da que los hombres describan de formas diferentes a Dios, discrepen en ridículos matices sobre Su doctrina? Lo fundamental es que lo reconozcan uno y omnipotente y, en consecuencia, se sometan a Su palabra.
– Que era y es la Ley.
– Pesadito estás ... La que llamas la Ley no eran sino las reglas que nos convenían en tu época para preservar la unidad de los desmoralizados desgraciados a los que guiabas. ¿Olvidas acaso la primera de las Mitzvot?
– No tendrás dioses ajenos ...
– Tal es, en efecto, la primera voluntad de Jehová. Y no nos eligió para que fuéramos los hijos de Israel los únicos monoteístas, sino como vanguardia en tiempos de confusión politeísta, como depositarios de una misión: conseguir que la humanidad entera creyera en Él.
– Ya, y así se justifica lo de la Nueva Alianza. Muy adecuado.
– Ironiza cuanto gustes. Pero no fueron los que se aferraron a las interpretaciones muertas de tu Ley quienes derrotaron al paganismo.
– Aunque fuese apropiándose de tantos de sus ritos ...
– Cierto, pero justo a la inversa de lo que hicieron mis seguidores con el judaísmo. Si de la Torá hube de prescindir de las formas para preservar la esencia de nuestra fe, a los ritos paganos se les vació de su paganismo para darles contenido cristiano.
– La comunión, por ejemplo.
– Sigue siendo, en el fondo, la comida de pascua.
– ¿Comiéndose a Dios?
– Teníamos que competir con los malditos ritos mistéricos. De todas formas, no fui yo quien inventó la deofagia.
– Nunca ha estado claro, pero es posible; al fin y al cabo, Antioquía era una ciudad griega. Pero, si quieres, le llamamos y que nos lo cuente él mismo. Lo vi hace un rato paseando con Cicerón y me pareció escucharles hablando de Eleusis, justamente.
– Desde luego, en eso de las experiencias visionarias los paganos nos llevaban ventaja. Quizá en vez de obligar al pan ácimo tendría que haber permitido la levadura convenientemente sazonada con cornezuelo.
– Al contrario, por algo se preocupó Jehová de nuestro régimen dietético. No alcanzas a ver el riesgo que supone para la unidad de la fe y la sumisión a la doctrina permitir que el hombre abra su mente. Gran triunfo fue acabar con ese foco del paganismo que el cristianismo no ha agradecido bastante al hispano Teodosio.
– Sí, me imagino que en aquellos primeros tiempo, para uno que hubiera experimentado el éxtasis de Eleusis, comulgar tenía que resultar un poco decepcionante.
– Gracias a Dios, pronto no tuvieron con qué compararlo.
– ¿Gracias a Dios? A veces me desconciertas, viéndote tan convencido. Tú estás seguro de que Jehová aprueba lo que iniciaste. ¿Se lo has preguntado?
– Si consiguiera que se me pusiera al teléfono ...
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jueves, 21 de febrero de 2013
Time in our faces (Keith Richards)
Que cada quien valore a su gusto cómo ha envejecido el "chico malo" (aunque más es la fama que la realidad). Lo cierto es que siempre ha gustado a mujeres guapas; al menos muy guapas son las dos parejas estables que ha tenido. La de la primera foto, tomada en mayo de 1971 en el festival de cine de Cannes (él 27, ella 26), es Anita Pallenberg con quien convivió desde el 67 al 79 y madre de sus dos hijos mayores y luego, estando ya con Richards, dicen los rumores (ella siempre lo negó) que se enrolló con Jagger durante la filmación de Performance, película presentada en su momento casi como una obra de arte rupturista y que en mi opinión no vale demasiado. En la foto de la derecha aparece su actual mujer, Patti Hansen, con quien se casó en diciembre del 83, el día de su cuadragésimo cumpleaños. En la imagen, tomada en Anaheim en mayo de 2007, Keith tiene 64 años y ella ¡51! (y en fotos recientes, con cincuenta y seis tacos largos, está igual o más guapa).
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miércoles, 20 de febrero de 2013
Un derecho que nos reconocen y no nos dejan ejercer
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domingo, 17 de febrero de 2013
De ruputuras de pareja y nieves esquimales


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jueves, 14 de febrero de 2013
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sábado, 9 de febrero de 2013
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jueves, 7 de febrero de 2013
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lunes, 4 de febrero de 2013
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