sábado, 5 de julio de 2008

El orden de las calles (París, Haussmann, Zola)

La agrupación de casas: el caserío, donde la red de accesibilidad está absolutamente supeditada a los edificios, busca su trazado entre los intersticios de éstos. Es el nacimiento "espontáneo" de las ciudades; los símiles orgánicos son inevitables. Siempre hay referencias genéticas: los condicionantes del territorio, claro, pero también las anécdotas de cada momento histórico a modo de catalizadores del azar.

La ciudad de la ineficiencia; por supuesto en nuestro sistema de producción, en nuestro modo de vida. ¿Cómo organizar un servicio de recogida de basura? ¿Y qué decir del coche? El modelo, en todo caso, parece que lleva implícito sus propios límites dimensionales. En Europa, al menos; porque sorprenden los tamaños de las medinas y la larga pervivencia de sus procesos de crecimiento; ¿hasta el colonialismo europeo del XX?

La calle adquiere protagonismo en tanto elemento ordenador; como todo orden, proviene de la violencia. Es un proceso lento, de ensayos tímidos los primeros. Dejemos aparte los, casi desde siempre, actos de creación sobre la nada (el territorio virgen de urbanidad); en todo caso, esas "nuevas ciudades" no son sino ejercicios ambiciosos y totalizadores del poder, ¿acaso hay ejemplos que no puedan calificarse de colonias? Estoy pensando, en cambio, en las calles que rajaban las tramas medievales.

Aperturas tímidas de calles mayores, rematadas en plazas de la catedral o del palacio; pero cada más frecuentes, hasta que se plantea la reforma totalizadora de la ciudad. Hablo del XIX, desde luego; de la conformación de la ciudad de la burguesía. El absolutismo puso las bases, pulió las técnicas, en especial las de la ingeniería y las del arte, pero no pasó de grandes intervenciones individuales, sin visualizar aún la globalidad. El poder, en sus dos manifestaciones más urbanas: la vanidad exhibicionista y la represión de los súbditos, no fue más allá. Hubo de llegar, de madurar, otro de los grandes móviles del actuar humano, el dinero, las ansias de acumulación, para apropiarse de la ciudad, traerla a su campo de acción. El siglo XIX inventa la especulación urbana.

La aparición del negocio inmobiliario no sólo permite las reformas totalizadoras de las capitales, también su expansión planificada, los ensanches de extensión inmensa respecto a las almendras históricas. Pero los ensanches son posteriores; no demasiado, pero posteriores a las grandes reformas interiores. Imagino que porque la avidez de ese primer capitalismo burgués, cuyos agentes todavía deseaban emular a los caballeros del ancien régime, buscaba las rentas de los privilegiados espacios centrales; ¿para qué irse a las afueras, a terrenos sin pedigrí? Es interesante constatar, sin embargo, que en España las cosas no fueron así. El negocio inmobiliario-especulativo empezó a lo grande en los ensanches de Barcelona y Madrid. Quizá por la menor capacidad del capitalismo nacional, puede que por las mayores resistencias del poder monárquico; no lo sé.

En todo caso, el paradigma es París. Aunque, a lo mejor, es justamente la excepción histórica, pero con tal importancia que de caso único se convierte en regla. En París, durante el Segundo Imperio, se abordó la completa reestructuración del tejido existente. Es cierto que también se amplió su extensión, todo era parte del mismo plan; pero ese "ensanche", proporcionalmente bastante más limitado que los posteriores de las capitales españolas, se nos antoja poca cosa frente a la audacia de la totalizadora reforma interior. Y la calle se convierte en la gran dictadora; o mejor sería decir la red viaria, entendida como un todo estructurador a cuyas leyes inflexibles y geométricas (las pautas compositivas son la depuración de las barrocas) se somete, dócil, la arquitectura.

El artífice indiscutible del proyecto es el barón Haussmann que, nombrado prefecto del Sena en 1853, se erigió en el hombre fuerte que llevó a la práctica los deseos de Napoleón III de modernizar radicalmente la capital de su imperio. Hay muchísimo escrito sobre el llamado plan Haussmann y en toda historia del urbanismo ocupa un capítulo imprescindible. En sus propias Memorias (de las que he leído extractos sueltos y que me encantaría conseguir completas), el barón narra en detalle las interioridades de su actividad, las dificultades prácticas con que se toparon los que desde sus orígenes se denominaron los grands travaux de Paris. Nos debe hacer reflexionar (sobre todo a los que nos dedicamos a este oficio) la tremenda importancia de los aspectos administrativos y financieros que fueron la clave del éxito de la operación. Una capacidad organizativa extraordinaria unida a la necesaria voluntad ejecutiva. Hoy hablaríamos de la combinación eficaz de autoridad política y gestión urbanística, factores ambos extremadamente débiles en estos tiempos.

Haussmann era jurista y su fuerte no estaba, imagino, en el diseño y la composición urbanística y arquitectónica. Tuvo la suerte de encontrar y reclutar profesionales de singular calidad. Uno de ellos fue Jean-Pierre Barillet-Deschamps, un jardinero paisajista a quien había conocido en la Gironda ocupando el cargo de subprefecto. A este hombre le encomendó Haussmann el recién creado Servicio de Policía de la Vía Pública, que adquiriría un peso fundamental en la reforma parisina. Transcribo las palabras del propio Haussmann sobre este hombre:

El Plan de París era el señor Deschamps. Si el nombre de este valioso funcionario, siempre en actitud dispuesta, hombre digno de la mayor confianza no solo por su integridad, sino también por su seguridad en el trabajo -dos cualidades esenciales para el puesto que ocupaba-, no tiene la notoriedad que otros han alcanzado más allá del medio administrativo, donde su fecunda actividad era muy apreciada; si por lo general se ignora que fue él quien trazó todas las vías magistrales que hoy admiramos por la belleza de su ordenación y por su amplitud, se debe sin duda a los hábitos modestos de una existencia apartada, a su total desinterés por las cosas vanas y a su negligencia hacia las personas de consideración que su situación oficial le habría permitido mantener. De todos modos, mi deber es hacer por el señor Deschamps lo que él mismo no supo hacer: sacar del olvido a este nombre que ha permanecido excesivamente en la oscuridad , reconociendo con ello su derecho a figurar entre mis colaboradores más útiles.

El señor Deschamps era de condición humilde por nacimiento. Su educación, orientada hacia una profesión técnica para la cual estaba ya destinado desde su juventud, no le había dado una preparación suficiente para ser, en el futuro, un hombre de mundo. Alumno de la escuela de Bellas Artes, conservaba ese peculiar desdén que muchos de nuestros jóvenes artistas consagrados al culto de las formas parecen sentir por ellas en sus portes, modales o formas de vida; desdén que afortunadamente la mayoría de ellos abandona una vez se les ha reconocido su talento y el éxito les ha abierto todas las puertas.

Si hubiese sido arquitecto, sin ninguna duda, no se habría distinguido por su saber y su buen gusto, al igual que muchos de sus antiguos compañeros a quienes vi alcanzar puestos importantes; si hubiera sido, como ellos, incorporado al Ayuntamiento, mediante su ingreso en el Servicio de Obras. Pero ingresó en el servicio de Viales, donde la geometría y el diseño gráfico juegan un papel más importante que la arquitectura propiamente dicha. Sin duda es necesario conocer a fondo las leyes de la construcción, el valor comparativo de los materiales, sus cualidades resistentes y todo lo referente al oficio, pero la formación artística resulta mucho menos necesaria, si no superflua.

El señor Deschamps no tardó en mostrarse como un consumado geómetra, un dibujante extremadamente hábil y, por encima de todo, un arquitecto de viales de gran inteligencia. En 1853 era el encargado de la custodia de los planos de alineación de las vías públicas de todo tipo, con el pomposo -aunque inexacto- título de Conservador del Plan de París, ya que entonces no existía ningún plan de conjunto de la ciudad con carácter oficial. ... Gracias a su costumbre de estudiar todos los asuntos no sólo con los Jefes de Servicio o empleados superiores, sino también (especialmente para las cuestiones técnicas) con los agentes que los gestionaban o ejecutaban bajo sus órdenes; gracias a su dilatada sabiduría práctica sobre las personas y sobre el mejor rendimiento que se podía obtener de cada una de ellas, no pude dejar de percibir enseguida y anotar en mi espíritu a aquel hombre, cuyas respuestas a mis preguntas eran siempre claras, precisas y lógicas. Tras descubrir, bajo su apariencia tosca y su aspecto poco simpático, casi desagradable, un instrumento valioso para quien supiera utilizarlo, especialmente en cuestiones de su competencia, me hice el propósito de convertir al señor Deschamps en mi auxiliar inmediato para la parte principal, y ciertamente más ardua, del gran trabajo cuya carga yo había asumido: en primer lugar, definir todo el sistema de vías magistrales que debían trazarse en París para llevar a cabo el programa del Emperador, en el cual el Boulevard de Strasbourg y las secciones apenas abiertas de la prolongación de la Rue de Rivoli, entre el Louvre y el Ayuntamiento, no eran más que los inicios; así como para, posteriormente, durante la ejecución de este vasto programa, estudiar minuciosamente en todos los detalles el trazado de cada sección, determinar sobre el terreno las propiedades a ocupar y, finalmente, establecer su valor.

Este jardinero tuvo bajo sus órdenes, en la tarea de diseñar las nuevas avenidas y bulevares que surcarían París, a los doce comisarios adjuntos de distrito y a los dos inspectores de viales, todos ellos arquitectos; buena cura de humildad para nuestra profesión. Sólo otras dos personas estuvieron a la altura de su responsabilidad en los trabajos técnicos y ambos eran ingenieros: Jean-Charles Alphand y Eugène Belgrand. Sospecho que la especialidad profesional de este hombre, unida la importancia que en la época habían adquirido las ideas higienistas, explica en gran medida el protagonismo de los maravillosos parques parisinos en el ambicioso plan de reforma. Cito sólo tres de ellos por su papel en la concepción global de la nueva estructura urbana: el des Buttes-Chaumont, el Montsouris y el Monceau.

La mención del Parc Monceau, aparte de recuerdos personales, me lleva a una reciente lectura, La Jauría, de Zola, la segunda novela de su fantástica serie Los Rougon-Macqart. Como es sabido, comprende trece volúmenes a través de los cuales Zola pretendió narrar la "historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio". En éste, que es el segundo, el ambiente es, precisamente, la fiebre inmobiliaria de la transformación urbanística de Paris. Leyéndolo, uno cree pasear en calesa por las entonces nuevas avenidas como por ejemplo, al inicio de la novela, cuando el carruaje sale del Bois de Boulogne y enfila la avenida de la Emperatriz (actual Av. Foch), cruza la plaza de la Estrella en la que están encendiéndose las farolas, y sigue por la avenida de la Reina Hortensia (actual Hoche) hasta llegar casi al final de la rue Monceau. Allí se erigía la mansión del protagonista, Aristide Saccard, un provenzal llegado a París unos cuantos años antes, justo a tiempo para entrar recomendado en el Ayuntamiento y saber aprovechar información y contactos para lanzarse de cabeza a la especulación. Hay un pasaje espléndido en el que Aristide sube con su primera mujer a Montmartre; llevan poco tiempo en la capital, son todavía pobres, pero él está henchido de ambición y también de clarividencia. Desde el restaurante ven los tejados de París y esa visión, con el borgoña de los postres, alegra a Saccard y, cosa rara en él, le hace dar rienda suelta a sus ilusiones:

-¡Oh, mira! -dijo Saccard con una risa infantil-, llueven piezas de veinte francos sobre París. ... ¿Es la columna Vendôme, no, la que brilla allá abajo? Allí, más a la derecha, tienes la Madeleine. Un hermoso barrio, donde hay mucho que hacer. Ah, esta vez va a arder todo. ¿Ves? Se diría que el barrio hierve en el alambique de algún químico.

Su voz se volvía grave y emocionada. La comparación que se le había ocurrido pareció impresionarlo mucho. Había bebido borgoña, se distrajo, continuó, extendiendo el brazo para mostrar París a Angèle que se había acodado igualmente, a su lado:

-Sí, sí, he dicho bien, más de un barrio va a fundirse, y quedará oro entre los dedos de la gente que caliente y revuelva la cuba. ¡Qué inocentón de París! ¡Mira lo inmenso que es y cómo se duerme dulcemente! ¡Son idiotas, estas grandes ciudades! Ni siquiera sospecha el ejército de piquetas que la atacará un día de éstos, y ciertos hoteles de la calle de Anjou no relucirían tan fuerte bajo el sol si supieran que sólo les quedan tres o cuatro años de vida.

-Se ha empezado ya -continuó-. Pero es sólo una miseria. Mira allá abajo, por el lado de Les Halles, se ha cortado París en cuatro ...

Y con su mano extendida, abierta y cortante como un machete, hizo el ademásn de separar la ciudad en cuatro partes.

-¿Te refieres a la calle de Rivoli y al nuevo bulevar que están abriendo? -preguntó su mujer.

-Sí, el gran crucero de París, como dicen ellos. Despejan el Louvre y el Ayuntamiento. ¡Un juego de niños! Es bueno para que al público le entre el apetito ... Cuando la primera red esté terminada, entonces comenzará el gran baile. La segunda red agujereará la ciudad por todas partes, para unir los arrabales con la primera red. Los ramales agonizarán en el yeso ... Fíjate, sigue mi mano. Del bulevar del Temple a la barrera del Trono, un corte; después, por este lado, otro corte, de la Madeleine al llano de Monceau, y un tercer corte en este sentido, otro por aquí, un corte allá, cortes más lejos, cortes por todas partes, París picada a sablazos, con las venas abiertas, alimentando a cien mil cavadores y albañiles, cruzada por admirables vías estratégicas que meterán los fuertes en el corazón de los viejos barrios.

-Habrá una tercera red -continuó Saccard, al cabo de un silencio, como hablando consigo mismo-; ésa es demasiado remota, la veo menos. No he encontrado más que unos cuantos indicios... Pero será la pura locura, el galope infernal de los millones, ¡París borracho y agotado!

Saccard se haría rico comprando inmuebles viejos que sabía que iban a ser afectados por las nuevas aperturas viarias y obteniendo por ellos valores de expropiación muy superiores a los que había pagado. Se trata de ficción, pero sin duda Zola debió de conocer a más de uno que así cimentó su fortuna. De hecho, hasta Napoleón III, uno de los grandes obstáculos para cualquier reforma urbana era la dificultad de las expropiaciones. En el Segundo Imperio se cambió la legislación para facilitar estas actuaciones pero no es aventurado imaginar que, por mucho soporte legal que hubiera, sería frecuente al principio que los "justiprecios" fuesen elevados. Tampoco ha de extrañar que ya desde entonces surgieran avispados con medios para influi sobre quienes habían de fijarlos. La corrupción urbanística, obviamente, nace al mismo tiempo que la especulación inmobiliaria.

Pero volvamos a la calle, a la calle de la nueva ciudad, la que se convierte en el referente del urbanismo moderno (al menos hasta la Carta de Atenas). No sólo se libera de la arquitectura sino que pasa ella a ser la que la domina. El Plan de Haussmann, además de los cortes que entusiasman a Saccard, trae consigo la regulación de los nuevos edificios. Habían de alinearse a la calle, formando una fachada continua que aseguraba su homogeneidad mediante rígidas normas para la composición de cada inmueble. Tenemos así el característico edificio parisino de la segunda mitad del XIX que alcanza veinte metros de altura (el tope anterior reglamento estaba en diecisiete y medio), compuesto de planta baja y entresuelo, segundo a quinto piso destinados a vivienda (según se asciende, menos riqueza compositiva: la estratificación social se distribuía en altura) y una última planta bajo cubierta a 45º. Al lado un buen ejemplo de edificio haussmaniano, de la wikipedia.

En fin, que ya es bastante. La calle ordenadora, de esos barros vienen estos lodos con los que todavía nos manejamos, aunque ya no sepamos (o no podamos) hacer calles como las parisinas. Tres cosas más: el bulevar de Haussmann, su ancho, su rectitud, su invasiva penetración en los enmarañados barrios de París, obedecía (también) a la necesidad de fáciles movilizaciones de tropas para evitar los frecuentes motines populares. Segunda: Haussmann es depuesto en 1870, a consecuencia de las fuertes críticas, sobre todo al endeudamiento público que había provocado. Meses después cae el Segundo Imperio, tras la derrota francesa frente a Prusia. Los de Bismarck ocuparon París, aunque sólo fuera de forma simbólica. Consecuencias de esta guerra fueron la unificación alemana (el I Reich) y, en Francia, el advenimiento de la Tercera República así como de la revolución popular conocida como la Comuna de París. La experiencia socialista-anarquista apenas duró unos meses hasta ser aniquilada por el ejército gubernamental. Los bulevares de Haussmann impidieron a los insurgentes repetir con los éxitos pasados los enfrentamientos ante los cañones y los soldados. Y tercera: París volvería a ser ocupado por los alemanes setenta años después. Hitler, acompañado por su arquitecto de cabecera, Albert Speer, visitó brevemente la ciudad; se cuenta que tenía en mente destruirla y que Speer le disuadió con el argumento de que, existiendo, quedaría opacada frente al grandioso Berlín que ambos proyectaban.

CATEGORÍA: Personas y personajes

9 comentarios:

  1. No conozco Paris y sus calles más que por la versión francesa del monopoly; al igual que Monsieur Saccard soy de Provenza aunque, a diferencia de él, no cambié el sur de Francia por su capital sino por otro sur, el de España, y concretamente una Málaga caótica (al menos en lo que se refiere a tráfico) que tal vez necesitaría un barón Haussmann, o tal vez bastaría con alguien con cabeza y vergüenza.

    Las ciudades crecen en población y parque automovilístico, no su estructura por desgracia y a menudo lo más que se hace es tratar de sacar de donde no hay, lo cual acaba por crear una suerte de telaraña de calles que ni Spiderman, oiga.

    Mal podría disertar sobre el barón Haussmann y agradezco el esfuerzo que pones en acercarnos su figura, que retrata, cuando menos, a un hombre lo suficientemente inteligente como para saber rodearse de gente competente para llevar a cabo una tarea más que complicada. Invariablemente, sin embargo, esas personas cualificadas y pilares básicos en la realización de un proyecto quedan en la sombra, y me choca bastante el dandismo estúpido del barón en fijarse en una nimiedad tal como el “desdén que muchos de nuestros jóvenes artistas consagrados al culto de las formas parecen sentir por ellas en sus portes, modales o formas de vida; desdén que afortunadamente la mayoría de ellos abandona una vez se les ha reconocido su talento y el éxito les ha abierto todas las puertas.” Palabras que revelan el esnobismo propio de la estupidez, aunque supongo que se debe obviar ese aspecto de su personalidad, irrelevante ante la magnitud del trabajo realizado.

    Hubiera sido imperdonable que Hitler destruyera ese Paris reestructurado y magnífico, y habrá que agradecer siempre la inteligencia de Speer al hacer desistir a ese engendro de su intención sólo tocar su vanidad. En cualquier caso, creo que nunca hubiera podido destruir Paris, no el de Rick e Ilsa.

    Buen post, Miroslav. :)

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  2. No sé si será un tópico carente de fundamento la anécdota que luego mencionaré, no he tenido ocasión de comprobarlo, pero siempre he oído decir que Haussman demolió los viejos barrios y abrió las amplias avenidas, como Los Campos Eliseos, por dos razones: mantener el orden público (no hay más que leer a Sue -Los misterios de París-para ver como las callejuelas eran una suerte de refugio de delincuentes) y establecer una aireación e insolación en las viviendas de los nuevos barrios en la línea de las nuevas ideas higienistas. Según lo primero (y esta es la anécdota), la anchura de los bulevares es la de una batería de artillería, para que los constructores de barricadas lo tengan crudo. El barrio de Maravillas de Madrid, para abrir la Gran vía (su residuo es Malasaña, famosa zona de copas) y muchos otros casos en todo el mundo avalan esa doble pulsión. De todas formas para mí, la ciudad es un palimpesto en el que se superponen muchas capas, al modo de los estratos geológicos, y la ciudad de los "urbanistas" es sólo una de ellas, la última o penúltima. Y me encantan los trazados anteriores, precisamente anteriores al urbanismo como doctrina técnica.

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  3. Maribel: ¿así que provenzal radicada en Málaga? Bienvenida por aquí y me alegro que te haya gustado el post.

    Lansky: Es verdad que uno de los motivos de la reforma era facilitar el orden público (la represión). No me consta la equivalencia entre el ancho de las avenidas y de las baterías artilleras, pero es congruente. Lo que sé es que los nuevos ejes conectaron directamente nuevas estaciones de trenes para poder movilizar rápidamente por toda la ciudad tropas traídas de fuera. París se reformó desde el Poder y ya he citado que la operación lleva consigo las dos notas más características de éste: la exhibición magnificiente y la represión. Pero lo que quería resaltar es que es un nuevo Poder, al cual ha accedido ya la burguesía y así se convierte en la primera muestra de la especulación, la primera vez (al menos a gran escala) en que la ciudad se convierte en objeto de negocio inmobiliario. La novela de Zola es seguramente el mejor y más precoz ejercicio literario al respecto.

    En cuanto a la apertura de la Gran Vía madrileña, es una tema que conozco bien. Hay varias anécdotas sobre ella que a lo mejor me dan para un post algún día de éstos. Y por supuesto que la ciudad es un palimpsesto; eso es lo que hace apasionante estudiarlas.

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  4. Excelente post. Siempre me ha fascinado el momento en que la ciudad dejó de crecer por su cuenta y alguien se propuso planificar y encauzar su crecimiento (y enriquecerse con él).

    ¿Qué me dices de la remodelación de La Baixa lisboeta que hizo Pombal casi cien años antes que Haussmann la de París? Debe de ser de las primeras grandes actuaciones urbanísticas de Europa, y el resultado a mi me sigue enamorando.

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  5. Un placer leerte como siempre. Encauzar el crecimiento para que no lo haga de forma desordenada, establecer la calle como eje de convivencia, organizar un barrio de manera que sea practicamente se pueda abastecer, plazas como lugares de encuentro, parques.
    Sin embargo los Planes de Urbanismo en la mayor parte de los casos se hacen desde el puro desarrollismo de aumenta rlos habitantes y no la calidad de vida.
    Reformar los que hay sin pretender mayor ocupación sino subsanando defectos y procurando conjugar lo viejo con lo nuevo para VIVIR, sin embargo el PERI trata de buscar mayor edificabilidad y no las soluciones de todos los días.
    Los nuevos desarrollos sin diseñar en los Planes sino desarrollados como PAUS en los que las empresas no buscan el diseño y darle vida sino un mayor rendimiento.
    Así nos encontramos con ensanches donde es necesario ir a la gran superficie de turno porque el barrio no se autoabastece, sin lugares de encuentro, sin desarrollar el suelo dotacional ante lo que comienzan a vivir miles d epersonas sin los mas elementales servicios que con el tiempo se iran subsanando.
    Se stá perdiendo el concepto de ciudad para vivir (disfrutar, comprar, pasear) teniendo que ir a los atascos de fines de semana a las grandes moles donde el ocio y el comercio han dejado de tener si caacteristicas locales para ser todos igual.
    Las ciudades no las pueden diseñar las constructoras deberiamos volver a poner en valor la ciudad, el barrio, la calle....

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  6. En fin, y no habría manera de ponerse en contacto con este señor Haussmann o algún descendiente suyo, a ver si pone orden en la habitación de mi hija? Le estaría eternamente agradecida.

    Un beso grande!

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  7. Bien,

    sé que no tiene que ver con el post en sí sino con los comentarios. Yo también tenía entre esa cantidad de "conocimientos inútiles" que uno atesora ese de que las calles se ensancharon para evitar el pillaje tal y como se intentó prohibir el uso de capas largas (la típica capa española) por la misma razón, para evitar los que delincuentes emboscados gozaran del anonimato de la capa.

    Pero lo que desconocía y me ha gustado conocer es lo de que la anchura se corresponde con la de una bateria de artillería.

    Y es que yo soy un enamorado de la forma cuando se corresponde con una función y me encantan cuando me descubren algun detalle curioso al respecto.

    Suelo comentar una anecdota sobre el único puente de los nuevos que se hicieron en Sevilla con motivo de la expo que fue diseñado por un sevillano. El puente del cristo de la Expiración, más conocido como el puente del cachorro o el puente de Chapina.

    El autor de ese puente es Jose Luis Manzanares Japon y no sólo es sevillano sino trianero. Un día tuve la suerte de escuchar de sus labios como diseño el puente y alguna anecdota que le sucedió cuando lo vieron colegas suyos. El puente tiene cubiertas las zonas peatonales y no tiene mediana.

    Algún arquitecto del "todo diseño" le pregunto si esas cubiertas tenian inspiración vegetal o se correspondían con las tendencias japonesas. El contestó. No, son toldos como los que se ponen en verano en muchas calles de Sevilla desde hace siglos. Aquí los llamamos velas. Su función es dar sombra. ¿usted ha intentado cruzar el rio un día a las tres de la tarde en Sevilla?. Lamentablemente todos los que cruzan por puentes de mucho diseño de arquitectos consagrados saben lo desagradable que es.

    En cuanto a la mediana le preguntaron si pretendía dar alguna iamgen de limpieza extrema al eliminar estructuras centrales. Él contesto: No, no hay medianas porque por ese puente cruzará el cristo del cachorro en su camino hacia Sevilla y yo creo que lo más indicado es que el cristo cruce por el medio del puente.

    Lo dicho, no tiene nada que ver con el post. Sientolo.

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  8. ¿Qué es la inspiración? ¿Existe? ¿Tiene algo que ver con la Infinita Paciencia? ¿Why am I really here? ¿Quién es usted? ¿Puedo meterme en su vida?

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  9. Bueno, tío. Este verano a Paris.
    Aunque para parques y avenidas las de Le Notre. Es que uno es más clásico y absolutista.

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