martes, 20 de abril de 2010

Prejuicios

Un prejuicio es una opinión valorativa (juicio) que tenemos de algo o de alguien sin suficiente conocimiento. Es, justamente, un juicio que nos formamos antes de contar con los datos bastantes para que éste sea fundado. De otra parte, podemos convenir en que el ser humano está permanentemente haciendo juicios, entendiendo éstos como los modos específicos en que percibimos la realidad; es decir, recibimos una serie de estímulos externos y nos formamos una opinión o, lo que es lo mismo, hacemos una valoración interior de éstos. Estos juicios en sentido amplio son, como dicen los psicólogos, los factores fundamentales en nuestras actuaciones consecuentes: reaccionamos ante los estímulos externos en gran medida en función de la opinión que nos hayamos formado de los mismos. Si esto es así, habremos también de convenir que la práctica totalidad de los juicios que motivan nuestros comportamientos son, siendo rigurosos, prejuicios, ya que rara vez contamos con los datos suficientes para formarnos juicios sensatos.

Los prejuicios gozan de mala reputación y sin embargo, al menos en esta concepción tan amplia, son absolutamente imprescindibles y nuestra tendencia a creárnoslos continuamente responde, probablemente, a una exigencia adaptativa. Piénsese en la paralización vital a que nos conduciría el no ser capaces de formarnos juicios de nada hasta que tuviéramos suficientes seguridades en la fiabilidad de los mismos. Es más, según tengo entendido, la evolución se ha ocupado de ir dotándonos de mecanismos que poco tienen que ver con la racionalidad y el análisis crítico para permitirnos un adecuado grado de acierto en la formación de nuestros prejuicios. Cuántas veces esas primeras impresiones, esos "esto me huele mal" e intuiciones parecidas que no derivan de datos verificados han resultado tremendamente certeras. También es verdad que esas capacidades "prejuzgadoras" están más desarrolladas en unos que en otros.

Ahora bien, siendo cierto que no podemos renunciar a los prejuicios, creo que es bueno que aprendamos a ser conscientes de que los tenemos o, lo que es lo mismo, que estemos dispuestos a poner en cuestión nuestros juicios. Naturalmente, eso exige admitir como premisa de partida que son prejuicios; no necesariamente erróneos, pero siempre susceptibles de modificarse si, como resultado de su cuestionamiento con mayores datos, así lo requieren. Lamentablemente, los prejuicios demuestran frecuentemente ser memes muy robustos, muy difíciles de modificar. Su fuerza básica reside en que no solemos admitir, ni siquiera como ejercicio intelectual, que sean prejuicios y, por tanto, no tenemos ningún interés en cuestionarlos o, lo que es lo mismo, recabar datos que pudieran llevar a esa consecuencia.

Un ejemplo de lo que estoy diciendo es el asunto Garzón, que me motivó el post de ayer. Casi todos con quienes he hablado sobre ello tienen una opinión bastante firme sobre el presunto delito que se imputa al juez y casi ninguno se ha molestado en recabar información suficiente para fundarla. Me atrevería a decir que no les interesa saber en qué han consistido las actuaciones judiciales de Garzón y cuáles aspectos de éstas y por qué pueden ser constitutivos de prevaricación. Si me cae mal Garzón o soy un facha o, por lo que sea, no me gusta que se anden exhumando viejos cadáveres, tengo el prejuicio de que ha prevaricado; si estoy en una posición contraria, en cambio, opinaré a priori que se trata de una conspiración para cargarse al juez y estaré convencido de que éste no ha prevaricado en absoluto. Según en qué lado me ponga, leeré la "desinformación" que publican los periódicos que alimentan mi prejuicio o me indignaré con las "mentiras" que escriben los otros. Lo que no haré es conocer de primera mano los actos por los que se acusa a Garzón y no sólo porque es más trabajoso (esa es la excusa que nos damos), sino porque no tengo ningún interés en tambalear mis convicciones.

Cabe notar que suele haber una correspondencia entre la incuestionabilidad del prejuicio y su esquematismo maniqueo. Los prejuicios, por su propia naturaleza irracional, son poco elaborados y de vocación totalizadora; este tipo es un hijo de puta, por ejemplo, y nada de lo que haga es bueno. Claro que la realidad, cualquier aspecto de la misma sobre el que nos formemos una opinión, rara vez es monocorde, lo cual ya debería ser una pista para que pongamos en duda nuestros juicios absolutos. Supongo que el conocimiento, aunque sea inconsciente, de la inconsistencia lógica de nuestros prejuicios es lo que nos lleva, en absurda actitud defensiva, a no querer cuestionar ninguno de los aspectos incluidos en el mismo. En el ejemplo anterior, si pienso que investigar el paradero de los desaparecidos durante el primer franquismo es algo que hay que hacer, tiendo a creer, erróneamente, que si Garzón hubiese prevaricado se debilita mi convicción. Y ambas cosas son perfectamente compatibles (aunque, en mi opinión, no sea el caso).

Querría poner otros ejemplos de índole más personal, contar algunos prejuicios ajenos que recientemente me han afectado directamente, en concreto en mi actividad laboral. No lo haré porque sería extenderme demasiado y, además, no me conviene molestar a algunos de ese entorno que ocasionalmente pasan por este blog. Diré sólo que dos o tres buenos amigos consideran que algo en lo que estoy involucrado lo estamos haciendo mal. Pero cuando describen ese algo, lo caricaturizan y deforman completamente, acumulando un montón de inexactitudes y prescindiendo de muchos factores que desconocen, de modo tal que lo que a ellos no les gusta dista mucho de ser lo que estamos haciendo. Reconozco que no deja de dolerme la inutilidad de mis intentos por explicarles que no es así; simplemente no les interesa saberlo. Tengo casi la convicción de que esa actitud, tan frecuente en los prejuicios, obedece a una percepción (infundada) de amenaza que, en el fondo, deriva de sus propias inseguridades. En todo caso, este y algunos otros ejemplos de prejuicios con los que recientemente me he topado, no hacen sino reforzar mi idea (¿prejuicio?) de que las emociones, mucho más que la razón, son los motores fundamentales de nuestros comportamientos.


Círculos viciosos - Joaquín Sabina (La Mandrágora, 1981)

CATEGORÍA
: Reflexiones sobre emociones

3 comentarios:

  1. Está muy bien traído eso de que nos movemos y tomamos decisiones basándose en prejuicios y que eso es tan inevitable -y en cierto modo 'bueno'- como que deberíamos ser consciente de ello y de ellos.

    Ahora bien, los prejuicios puueden ser considerados juicios apresurados sin suficientes datos, como en tu razonamiento, o pueden ser considerados lo opuesto a un juicio auténtico (con los datos suficientes y el sosiego requerido, etc.). Yo personalmente veo los prejuicios más próximos al concepto del 'gusto' o las afinidades electivas de Goethe; el gusto sería entonces la anticipación del juicio y en las personas verdaderamente ecuánimes, si es que las hay, ese juicio podría incluso rebatir el prejuicio y hasta el gusto, pero en la inmensa mayoría ese 'opuesto al juicio que es el prejuicio lo sustituiría. Por ejemplo, a mi me encanta Nietzshe, me parece el filósofo que escribe cosas más hermosas, y raramente estoy de acuerdo con él, aunque cuando lo estoy me complace mucho.

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  2. Es difícil desprenderse de los prejuicios e intentar juzgar las cosas basándonos en hechos y datos en lugar de en sentimientos y emociones. Pero, como bien dices, al menos deberíamos ser conscientes de que los tenemos y luchar contra ellos para poder tener una visión lo más clara posible de personas y cosas. Al menos es lo que yo intento: aceptar mis ideas preconcebidas y luego intentar apartarlas e informarme para, a continuación, hablar en base a los dato.

    Creo que todos deberíamos hacer ese ejercicio, aunque cueste.

    Besos

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  3. Aunque deberíamos "juzgar" a la gente por sus hechos,caemos fálcimente en el prejuicio. ¿ será cuestión de emociones o de gusto,como dice Lansky?
    Tengo el pálpito..de que puede ser cualquier cosa.Depende de nuestra forma de ser.Emoción ,que palabra más bella...

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