domingo, 17 de octubre de 2010

Crimen ...

Dos jóvenes pasean una mañana por las afueras del pueblo norteño de Santa Úrsula. Están contentos, las cosas van bien y habrán de ir mejor. Uno de ellos, el más alto, viste la camisa azul de Falange; el otro no, pero han estado hablando de su ingreso, enseguida, antes de que ganemos la guerra, mañana irán a La Laguna a que el amigo se inscriba. Tenemos que celebrarlo, Pepe, dice el muchachote, vengan unos vinos y unas furcias. Ríen, caminan abrazados por un sendero que bordeando el barranco baja hacia el caserío.

Entonces la ven. No es más que una cría, apenas catorce a lo sumo, pero está buena la condenada. Mira la putilla, dice Quino, a ésa la conozco, la hija del Chencho, el aparcero de los Machado. Rojo será, seguro, como todos los de su clase, contesta Pepe, vamos a vacilarla un rato. Qué vacilarla, compadre, hace tiempo que me la pone dura esa mocosa y creo que de hoy no pasa; vamos a por ella, ayúdame.

La niña subía en su dirección con un balde al hombro, ajena a los dos tipos, absorta en sus sueños infantiles. Y de pronto los vio, cuando ya estaba demasiado cerca, cuando ya ellos iban a por ella. Quieta Rosita, le gritó el Quino, ese matón del barrio bajo, el que hace año y medio, cuando el golpe, se apuntó a las patrullas aquéllas que apalizaban a los que decían que eran rojos, y cualquiera podía serlo, hasta su padre, que les tenía miedo, al Quino y a sus amigos, y le decía que tuviera cuidado, que no saliera mucho, que no se alejara de la casa. Quieta Rosita, volvió a gritarle, y ya estaba casi a su lado y ella no se había movido, porque no podía y porque algo le decía que nada había que hacer.

Sí, los dos jóvenes estaban ya a su lado. Uno alto que no era del pueblo y que se puso detrás de ella; delante el Quino, la cara distorsionada en una mueca de risa y odio. ¿Qué, Rosita? Ya sabes lo que toca, ¿verdad? No, por favor, casi en un susurro, mientras las lágrimas manaban solas, ella no quería llorar pero ahí estaban dos ríos imparables, continuos, de aguas amargas y cálidas. No llores, puta, ¿a qué vienen los llantos? Una brutal bofetada fue el punto final del insulto. La cabeza de la niña saltó hacia un lado, el cuerpo, perdido su aplomo, cayó hacia atrás. Pepe, el amigo falangista, la sujetó por los hombros y llevó su cuerpo hasta la tierra. Rosa, aturdida, hizo por levantarse, pero el de atrás le inmovilizó los brazos contra el suelo.

Luego ocurrió. El Quino se echó sobre ella, baboseando sobre sus pequeñas tetitas, rasgando la camisa, levantándole la falda y arrancándole las bragas. Ella cerró los ojos, quiso que su alma escapara, se fuera volando y no volviera hasta que todo hubiese acabado. Pero vino el dolor, el terrible dolor del hierro que la rompía por dentro, quemándole las entrañas, escociéndole las vísceras, rebosándola de sangre ácida. Sintió el sabor del vómito en su garganta, pero no pudo echarlo. Ella no lo sabía, pero estaba gritando, un aullido animal que sonaba a muerte. Cállate, coño; el Quino le tapó la boca y ella mordió esa mano sucia. Enseguida se hizo puño que le golpeó brutalmente el rostro, dejándola casi inconsciente.

Quino se levantó apretándose la mano, los pantalones por las rodillas, la polla tumefacta y goteante. Maldita puta, justo cuando me estaba corriendo. Pero mírala, está KO, a ti no va a darte problemas, aunque tampoco está mal que se resistan un poco. Pepe rió la gracia mientras soltaba los brazos de la chiquilla y se aflojaba los tirantes. Y entonces se oyó el grito, NOOOOOOO, continuo, agudísimo. Una mujer subía corriendo por el sendero. Mierda, es la madre, dijo el Quino. Mejor vámonos, Pepe. Ya te la follarás otro día.

Los dos jóvenes, como si no pasara nada, siguieron su camino. Al cruzarse con la madre empezaba a llover. Venga, mujer, le dijo el falangista, recoge a tu hija no vaya a resfriarse. Eran los primeros días de febrero de 1938, en Tenerife.


La piel de mi niña - Luís Morera (Desde Dentro, 2002)

Nota: Si bien adscribo este post a la categoría Ficciones, los hechos son verídicos y constan documentalmente, como ya aclararé en la segunda parte. Lo único ficticio, por tanto, es lo que podríamos llamar recreación ambiental.

CATEGORÍA: Ficciones

10 comentarios:

  1. Si, cuando escucho del heroísmo de los soldados siempre imagino que los derrotados son civiles indefensos: niños, niñas, tontos, viejas.
    Por eso molesta todavía un poco más el panegírico en la fiesta patria que la exhibición estúpida de fuerza.

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  2. Me resulta muy desagradable, casi insoportable leer estas cosas. Y no hablo de condena moral, siempre con un contenido de teorización, sino de malestar físico, de repugnancia. Será mi parte femenina...

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  3. No es parte femenina ni hostias, Lansky. Esto - sucedido según cuenta Miros - es vomitivo, repugnante. Leyendo estos sucesos se avergüenza uno de pertenecer a la cuadrilla humana.

    Dan náuseas. Es eso que si lo ves en persona no dudarías en jugarte el tipo en defensa de la muchachita. En esto sí que piensas como los bárbaros del Antiguo Testamento, ojo por ojo... Y que les hagan a ellos algo parecido o peor.

    Puaf !!!

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  4. Grillo:
    Estando de acuerdo en lo esencial contigo, incluido el ojo X ojo a esos h.p., yo sí creo que hay una parte femenina en todo buen varón -asunto que la moderna neurobiología confirma en más de un sentido: por ejemplo, en que cerebro femenino y masculino presentan diferencias mal que no les cuadre al pensamiento dominante biempensante-, y que esas alimañas tienen atrofiada esa parte. Te pongo otro ej.: muchos buenos varones que jamás cometerían una bestialidad así, porque se lo impediría su imperativo moral, tienen ensoñaciones de violar!

    Insisto, me repugna y creo, sincerameente que es a esa parte que menciono, aunque quizás solo sea mi parte humana, pero puede que la parte humana, hablando con propiedad, sea más bien la más cabrona e implacable por comparación con el resto de animales.

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  5. A parte de los estudios biológicos sobre las diferencias entre los cerebros femeninos y masculinos, también supongo que habrá estudios sobre las diferentes formas de delinquir entre hombres y mujeres. Sobre todo en EEUU donde los criminales en serie suelen ser hombres y es bastante difícil encontrar una mujer que proceda de semejante manera.

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  6. Cuidadín con esas estadísticas y, sobre todo, con su interpretación; por ej., el 85% de la población reclusa estadounidense es negra e hispana y...¿de ahí se deduce que los blancos anglosajones delinquen menos? ¿Y si delinquen menos es por qué...?

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  7. He vuelto a leer mi comentario para ver en qué parte he puesto que las mujeres delinquen menos que los hombres. He puesto la diferente forma de delinquir. No obstante o los medios de comunicación se han preocupado muy mucho de que no salga ningún caso de asesinas en serie, o puede ser curioso el hecho de que las mujeres no se vean en la situación de cometer este tipo de delitos y si tiene que ver algo la diferente decoración que la biología ha escogido para amueblar nuestro cerebro.

    No obstante las cárceles del franquismo estaban llenas de rojos ¿significaba eso que los nacionales no delinquían? Pues tu pregunta con respecto a las clases menos privilegiadas (si están compuestas en su mayoría por negros e hispanos es otra cosa) dentro de las cárceles estadounidenses es algo muy similar que el anterior caso que he puesto de España.

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  8. no, Amaranta, yo no creo que sea tan similar salvo que consideres -enfoque bien interesado- que en EEUU han dado un golpe de estado, como en España en el 36, las clases privilegiadas (de alguna forma es así)

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  9. Yo creo que las clases privilegiadas siempre están en una posición mejor, con o sin golpe de estado, donde hay mayores probabilidades de delinquir sin soportar las consecuencias. Por mucha igualda jurídica que "recen" los estados de derecho. Y eso sin contar con que suelen ser menos numerosos que el pobrecito populacho. El poder no creo que cambie mucho de una dictadura a un estado de derecho para quien lo posee claro está. Para quienes no lo poseemos está claro que mucho mejor un estado de derecho que una dictadura, para poder defendernos de nuestros iguales. En el caso que relata Miraslov esa pobre niña se hubiera podido defender de sus iguales, al fin y al cabo esos pobres falangistas no es que tuvieran mucho poder, pero podían ensuciar el buen nombre de quienes sí tenían el poder y por eso se libraron. Pero en un estado de derecho nos costaría un esfuerzo inútil defendernos de los que sí que tienen poder. Vamos creo yo, que es muy posible que ande equivocada.

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  10. no creo que estés equivocada, estamos de acuerdo, sólo que creo que nos hemos apartado, algo, del tema.

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