sábado, 8 de septiembre de 2012

Acosos telefónicos

Pocas cosas me resultan más irritantes que estar tranquilamente en casa, suene el teléfono y sea alguna llamada publicitaria. Yo he crecido en unos tiempos en el que el teléfono era un aparato casi reverencial, algo que había que usar con moderación y sólo cuando era realmente necesario. En mi niñez, teníamos que pedir permiso para hacer una llamada y cuando las recibíamos nos sentíamos un poco culpables y procurábamos que la conversación no se alargase. Era otra época, claro, y probablemente mi padre sobre ésta, como sobre otras tantas cosas, mostraba una severidad excesiva, pero esa "educación" ha dejado huella en mi actitud ante las comunicaciones telefónicas.

Así, a diferencia de generaciones más jóvenes, considero que llamar a alguien por teléfono exige unas mínimas condiciones de confianza. Supongo siempre que la persona con quien quiero hablar va a recibir con agrado mi llamada, tanto porque no le moleste hablar conmigo como porque lo que he de decirle justifique la comunicación. Si sospecho que esta condición puede no verificarse por regla general me abstengo de marcar su número. A la inversa, cuando suena mi teléfono presumo (evidente, y con frecuencia errónea, proyección de mis prejuicios) que quien está al otro lado piensa del mismo modo. Por eso me es muy difícil, casi imposible, no levantar el auricular; si suena es que quieren comunicarme algo importante. Para colmo, el teléfono fijo de mi casa no tiene pantallita en la que se vea el número que llama.

En estos meses de verano durante los que, a diferencia de lo habitual, he estado casi todo el tiempo en mi casa, prácticamente cada día he recibido alguna llamada con fines comerciales, la mayoría de compañías telefónicas. Al principio incluso escuchaba el rollo que me soltaba el tipo antes de decirle que no me interesaba, lo cual traía como respuesta que me preguntara que por qué no, que si acaso no quería yo ahorrar dinero. A medida que me iba cabreando con la insistencia de estos individuos, mis respuestas eran más cortantes y ya, desde hace unos días, en cuanto descuelgo y me dicen que llaman de la empresa que sea me limito a decirles que no quiero hablar y corto la comunicación sin darles opción a réplica. Lo cual, resabios también de mi opresiva educación, me deja mal cuerpo porque no me gusta ser grosero y, al fin y al cabo, la persona que intentaba venderme una tarifa nueva no es más que un empleadillo explotado que no tiene culpa de nada.

En algunas de estas estimulantes conversaciones le he dicho muy educadamente a mi interlocutor de turno que se ocupara de hacer constar en la empresa que yo no quería recibir llamadas telefónicas. Vano intento, desde luego, porque al cabo de pocos días recibía una nueva llamada de la misma compañía. El miércoles, almorzando con unos amigos, me han comentado que según la Ley de Protección de Datos estas campañas telefónicas no son admisibles y que lo que tengo que hacer la próxima vez es pedirle al vendedor que se identifique y preguntarle cómo han conseguido mi nombre (porque me llaman por mi nombre) y teléfono, advirtiéndole que voy a denunciar a la empresa. Lo haré, desde luego, no porque crea que vaya a servir para algo pero, al menos, pasaré un buen rato.

Sin embargo, no tengo tan claro que las compañías que me molestan telefónicamente estén incumpliendo la normativa legal o, al menos, lo hagan tan flagrantemente que sea fácil denunciarles. Presumo que mis datos personales los han obtenido con mi consentimiento, aunque yo no haya sido del todo consciente de que les estaba autorizando a "informarme" per saecula saeculorum de sus promociones comerciales; al firmar un contrato con Telefónica, por ejemplo, habré "aceptado" que dispongan de mis datos para estos fines. Aunque intuyo que no serán muy escrupulosos en el cumplimiento de la exigencia del artículo 15 del Reglamento que dice que cuando se solicite el consentimiento durante la formación de un contrato para finalidades que no guarden relación directa con el mantenimiento, desarrollo o control de la relación contractual, deberá permitir al afectado que manifieste expresamente su negativa al tratamiento o comunicación de datos. En todo caso, lo que desde luego no respetan como debieran es el artículo 17 que señala que el afectado podrá revocar su consentimiento a través de un medio sencillo y gratuito. Hace un momento he entrado en la web de Vodafone (otra de las que me agobian) y lo único que he encontrado al respecto (en letra muy pequeña al final de la página) es un enlace a "Política de Privacidad" en donde se refocilan asegurando lo respetuosos que son con mi privacidad y con el tratamiento de mis datos. Sin embargo, no nos dicen expresamente cómo suprimirlos de sus ficheros o limitar el uso que les permitimos hacer de ellos, y sólo dan la oportunidad de mandarles un correo postal adjuntando copia del DNI para "obtener detalles sobre la información personal que en ese momento tengamos sobre ti ". Sin duda un "medio sencillo y gratuito".

La normativa vigente nos da a todos el derecho de acceder a nuestros datos para conocer para qué los usan, rectificarlos o incluso cancelarlos. El problema es que hay que dirigirse al responsable de cada uno de los ficheros, lo cual en principio (véase ejemplo de Vodafone) no es algo inmediato y sencillo. Justamente para evitar esos esfuerzos al afectado, el Reglamento de la Ley de Protección de Datos permite en su artículo 49 que se creen ficheros comunes en los que se inscriban a quienes manifiesten su oposición a recibir publicidad. Pues bien, en julio de 2009 la Agencia Española de Protección de Datos creó dicho Fichero que se conoce como Lista Robinson cuyo nombre, creo, alude al náufrago de Defoe, referencia a mi juicio muy poco adecuada pues parece insinuar que quienes deseemos excluirnos del bombardeo publicitario renunciáramos voluntariamente a la civilización y a la sociedad. En fin, aunque sólo sea por probar, me he apuntado en dicha Lista: a ver si es efectiva.

De entrada mucho no te garantiza porque parece que esta lista vale sólo para las "entidades usuarias del servicio" y no todas las empresas lo son (por ejemplo, Vodafone no aparece). Sin embargo, el artículo antes citado obliga a todos los que pretendan manejar datos personales con fines publicitarios a consultar previamente estos ficheros comunes para evitar incluir en sus campañas a quienes hubieran manifestado su oposición a ese tratamiento.

Pero, por otro lado, que el ciudadano haya de inscribirse en una lista para no recibir publicidad supone, a mi juicio, un error (o, mejor, un abuso) de partida. Me parece evidente que el manejo de tus datos con fines publicitarios y que te llamen a tu casa para darte el coñazo deben presumirse per se actos contrarios a los derechos individuales y, por tanto, la Ley tendría que haberlos prohibido de forma genérica, salvo que el ciudadano lo autorizara a la empresa concreta y en respuesta a su solicitud específica e independiente de otras. Naturalmente, esto no es así por las presiones de las compañías que no están dispuestas a renunciar a la técnica promocional del marketing directo, como lo prueba el que la FECEMD (Federación de Comercio Electrónico y Marketing Directo) presentara un recurso contencioso-administrativo en el Tribunal Supremo contra el texto por considerar que el Reglamento viola la directiva comunitaria de libre circulación de datos. Pero es que, aún cuando las empresas protesten por las nimias cortapisas a su actividad publicitaria, la verdad es que el legislador español legitima la mercantilización de los datos personales.

En fin, aún con reservas, me he apuntado a la Lista Robinson y ya veré si vale para que dejen de darme el coñazo. En todo caso, a partir de ahora voy a ocuparme de que mis datos no sean materia prima para ninguna campaña publicitaria. Al fin y al cabo, se supone que somos titulares del derecho a decidir el empleo que se puede hacer de ellos y, como es sabido, para que cualquier derecho sea efectivo hay que exigir que se cumpla.

Suite for 20G - James Taylor (Sweet Baby James, 1970)

7 comentarios:

  1. Hola, Miroslav. Muchísimas gracias por tu post. Te explico. No solo me siento identificada punto por punto con lo que contás (incluído mi transición entre una negativa cortés y mi actual "no me interesa. Adiós" y corte inmediato seguido de cierta culpa, sino que en Buenos Aires también existe un registro para no recibir llamadas de telemarketing. Su nombre es menos imaginativo que la Lista Robinson. Se llama simplemente "No llame". Hace mucho que quería anotarme, pero requería un sinfín papeles para demostrar la titularidad de la línea y completar el trámite en forma personal en horario laboral.
    Gracias a tu post volví a mirar los requisitos en la página de la ciudad y para mi alegría, ahora se puede efectuar con un simple llamado telefónico.
    Colgué con la promesa de que en 15 días ya no me puede llamar ninguna empresa de telemarketing. Vamos a ver que pasa...

    Éxitos para los dos :)
    Un beso

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  2. ¡Y yo que iba a hablarte de la Lista Robinson!

    Me apunté hace un par de años y la verdad es que no recibo demasiadas ofertas telefónicas.

    Cuando cae alguna llamada, a los vendedores, aún a riesgo de ser maleducado, cosa que por otra parte detesto, no les dejo terminar y siempre les digo lo mismo.

    1. No contrato por teléfono. Y me engañaron una vez y no voy a consentir que lo hagan de nuevo.

    2. Les pido que no vuelvan a llamarme y que me borren de su lista.

    3. Les doy las gracias, las buenas tardes y, directamente, les cuelgo.


    Eso si, te recomiendo comprarte un teléfono con identificador de llamas y que no respondas a las llamadas ocultas.

    Para terminar, como tú, ya lo hemos hablado algunas veces, también crecí en un ambiente, supongo que sería la época, donde el teléfono era algo casi reverenciado y si sonaba había que dejar lo que se estuviese haciendo para contestar rápidamente. (Algún día contaré una anécdota al respecto)

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  3. Es verdad, qué rápido ha pasado el año entre tus cumples. ¡Felicidades! Recién salido del "taller", seguro que funcionarás muy bien y seguirás entreteniéndo nos con tus posts. Beso.
    Ah, y con una simple nota a Teléfonica por correo postal te librarás de las llamadas pesadas. Por lo menos, tú no tendrás dificultad en entender a los que te llaman desde los callcenters sudamericanos. Yo sí, así que se lo digo y cuelgo.

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  4. Me alegro de que hayas salido con bien de este "empedrado" verano que nos cuentas has tenido que recorrer descalzo. Y de que de nuevo nos regales tus siempre intensos devaneos. En cuanto a lo de la telefonía andante, yo afortunadamente no dependo para nada de los teléfonos. El fijo sólo lo descuelgo cuando conozco el número. Y quienes quieren ponerse en contacto conmigo en números desconocidos deben mandarme previamente un toque al móvil. Lo llevo haciendo desde siempre pero es que además he notado últimamente que me llaman números muy extraños a lo largo de todo el día. He preguntado y me han dicho que se trata de un robot que llama para comprobar cuándo hay alguien en esa línea y hacer estadísticas para perfeccionar la puntería de la agresión.

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  5. Alicia: Ciertamente no somos los únicos que odiamos esta técnica publicitaria. Confío en que ambos tengamos éxito; ya nos contaremos. Un beso.

    Números: Parece, por lo que dices, que la lista Robinson funciona aceptablemente. Quedo a la espera de leer tu anécdota sobre la reverencia al teléfono.

    C.C.: Gracias por las felicitaciones y sí, procuraré seguir escribiendo en el blog, que es una de mis más eficaces "evasiones". En cuanto a lo de "simple nota" a Telefónica dos objeciones. La primera, que no me da la gana tener que recurrir al correo postal. La segunda, que no es Telefónica la única que me agobia. Por eso entiendo, como digo en el post, que la Ley debería haber prohibido genéricamente el "tele-marketing" y requerir a las empresas contar con la autorización expresa del afectado para sufrir tan odioso acoso (en este mundo hay de todo, también masoquistas que disfrutan con tan "jugosas" conversaciones). Un beso.

    Harazem: Debería hacer lo mismo que tú pero, como cuento en el post, son demasiado fuertes los condicionantes de mi educación infantil. En todo caso, un primer paso que debería dar es, como ya me recomiendo Números, conseguirme un teléfono con pantallita identificadora de número entrante. Aún así, dudo que el ver uno desconocido fuera capaz de no descolgar (ya me ocurre con el móvil).

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  6. Me alegro de que todo se haya tranquilizado en tu entorno.

    Un beso.

    Amaranta.

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