martes, 30 de abril de 2013

Pubertad (apostillas)

A la vista de los comentarios a los dos últimos posts, parece que todos los que pasan por aquí –y me incluyo– creen que si existe un Dios personal y que además se preocupa por nosotros hasta el punto de decidir si hemos de tener una vida eterna gloriosa o atormentada, ese Dios no le da ninguna importancia a las pajillas de los chavales púberes. Cuestión distinta es cómo y cuándo llegó cada uno a esa conclusión y en ello –supongo que estaremos de acuerdo– alguna (mucha) influencia tiene los "mentores religiosos" que le tocaron en suerte a esas edades. Porque todo lo relacionado con el sexo ha sido desde siempre en Occidente una cuestión moral y, desde luego, asunto sobre el que la Iglesia Católica ha querido ejercer el control de las conductas y la imposición de normas de comportamiento, pese a que, que recuerde ahora, su "magisterio" en esta materia no tiene excesivos apoyos en los Evangelios. En todo caso, justificadamente o no, en la educación moral de los críos (que en este país y durante muchos años se integraba indisolublemente con la religiosa) se transmitía una idea del sexo en general como malo o sucio en sí mismo, si bien podía convertirse bajo condiciones y con finalidades muy específicas en algo bueno. Pero en tanto la persona no se encontrara en esas circunstancias, en las que evidentemente era imposible estar a los catorce años, el sexo, fuera de pensamiento o comisión, era pecaminoso. No hacía falta mencionar expresamente la masturbación ni cualquier otra práctica; se daba por sobreentendido. De hecho, como he contado en estos posts, yo no recuerdo que en el colegio (ni siquiera en mi casa) se me hablara explícitamente sobre sexo, lo cual, dicho sea de paso, no habría estado nada mal para que paliáramos mínimamente nuestras espléndidas ignorancias que procurábamos cubrir a través de las fuentes que tuviéramos a mano (nunca mejor dicho), por muy disparatadas que fueran. Sin embargo, en lo que sí se nos insistía era en la maravillosa virtud de la castidad, en lo importante que era resistir las tentaciones del Maligno (¿y qué tentaciones había aparte de las de "la carne"?), en la pureza de la Santísima Virgen como modelo a seguir ... En fin, que estoy convencido de que todo chaval de esa época (y anteriores) tenía claro que hacerse pajas era pecado, una transgresión de los mandamientos y, como tal, contraria a la conducta que debía observar un cristiano.

Ahora bien, que sea pecado cada uno lo podía "procesar" de muy distinta forma. Por ejemplo, cabe admitir que había chavalillos que, como Lansky, eran ya desde tan temprana edad inmunes a todo ese rollo y, simplemente, por usar una expresión suya, se la sudaba y, consecuentemente, no le producía ningún conflicto anímico, ni angustias ni otras zarandajas, el "caer en la tentación" porque simplemente no se creía que estuviera ofendiendo a Dios, cuya existencia es posible que ya por entonces negara. A mi modo de ver, esos críos fueron, al menos en lo que a su relación mental con el sexo se refiere, los más afortunados. Supongo que la inmunidad que lograron tenía su origen en una combinación de cualidades innatas ("de fábrica"), una sana educación familiar y que no cayeran en manos de profesores bien preparados en las técnicas de manipulación mental. Tengo para mí que este grupo de chavales tuvieron que ser la más exigua de las minorías en la España franquista pero, pese a la bajísima probabilidad estadística dado el corto número de mis lectores, contamos en este blog con uno de tales ejemplares.

Tengo la impresión de que la mayoría de los adolescentes de esos años asumirían respecto del binomio sexo (masturbación) – pecado un comportamiento, tanto fáctico como mental, como el que tan graciosamente describe Grillo. Es decir, sabían que lo que hacían era algo contrario al comportamiento que debían tener, pero las "comeduras de coco" tampoco eran demasiado pesadas. En realidad, creo yo, esos chicos iniciaban un proceso que les llevaría a ser como son la mayoría de los católicos adultos; que creen "vagamente" en los fundamentos de la fe y aceptan en términos genéricos la autoridad de la Iglesia, pero adaptan sus comportamientos a una moral que dista en muchísimos aspectos prácticos de lo que predica el magisterio eclesiástico. El "truco" es no pensar sobre estos asuntos, eludiendo con habilidad ni siquiera consciente las incongruencias de sus particulares éticas. De hecho, suelen sentirse incómodos, si no irritados, cuando una conversación deriva por esos lares.

Molón Suave dice en alguno de sus comentarios que mucho tenían que ver los efectos de esa educación con la sensibilidad del chaval. Estoy de acuerdo, si entendemos este término como la capacidad de dejarse impresionar por las prácticas "pedagógicas" que a algunos nos tocó sufrir. Los dos grupos de personas a que me he referido en los párrafos precedentes eran obviamente poco o nada sensibles en este sentido o, si se prefiere, quienes fuimos afectados tan negativamente por las "manipulaciones religiosas" adolecíamos de una sensibilidad enfermiza. Claro que la intensidad de esa afección negativa en un chaval dependía de la suma ponderada de su grado de sensibilidad y de la eficacia de la prédica. Estoy seguro de que no todas las "educaciones morales" eran igualmente eficaces. De entrada, se fueron "relajando" a medida que se acercaba el fin del franquismo. Y, de otra parte, había quienes insistían mucho más que otros en convencer a los niños de las gravísimas e irrevocables consecuencias de sus actos. Para mi mala suerte, a mí me tocaron unos de los más "eficaces" en tales empeños, mientras que a Vanbrugh (y a El Búcaro y a Números) otros que probablemente minimizarían esos pecadillos y, en cambio, "vendían" (perdóneseme el término) un Dios que era fundamentalmente bondadoso.

Sin duda, este último tipo de educadores (que se me antojan minoría en aquella época) eran los que más inteligentemente jugaban, a mi modo de ver, las bazas para lograr que incluso chavales sensibles afianzaran la fe que habían recibido por mera tradición familiar. Aunque, la verdad, para construirse una moral consecuente a veces me parezca que se están obviando (cuando no negando) varias partes de la doctrina católica, incluso algún que otro dogma. Por ejemplo, la conclusión a la que llegó un Vanbrugh adolescente de que "la bondad y la misericordia de Dios era absolutamente incompatible con que fuera a imponerme castigos eternos por hacerme unas cuantas pajas con las que no molestaba a nadie" me genera varias dudas. Esa conclusión personal, ¿le fue corroborada expresamente por sus "mentores espirituales"? ¿No cabe, por el mismo razonamiento, concluir que la bondad y misericordia de Dios es incompatible con la imposición de castigos eternos? Pero no pretendo ahora enzarzarme en estos asuntos.

En todo caso, lo que sí me parece bastante probable es que la pedagogía moral basada en la asociación entre masturbación y pecado no contribuyó en modo alguno a que quienes la vivieron tuvieran una mejor preparación para su vida sexual. En sentido inverso, y dada la relevancia de las hormonas a esas edades, esa asociación también tuvo que tener efectos (aunque sólo fueran como catalizadores) en la futura evolución de las creencias y comportamientos religiosos de los adolescentes. Pero, al fin y al cabo, tampoco es para tanto. Por muy mal o menos mal (o incluso bien) que lo pasáramos cada uno en esa etapa turbulenta, casi todos hemos podido salir razonablemente ilesos.



Como epílogo, acompaño una breve escena de la película Il Marchese del Grillo que dirigió el gran Monicelli en 1983. Ambientada en la Roma de principios del XIX, vemos que también por entonces los adolescentes pecaban de los mismo, aunque ni el cura ni el tío del chaval (el genial Alberto Sordi) se lo tomaban demasiado en serio.


13 comentarios:

  1. Por alusiones: mi conclusión personal sobre la incompatibilidad entre la misericordia divina y los castigos eternos me fue, y me ha seguido siendo, confirmada por mis 'mentores espirituales', por todos ellos sin excepción. La posible existencia de un infierno, es decir, de una eternidad -que, nunca se recordará lo suficiente, no es una cantidad inagotable de tiempo, sino un modo de existencia al que el tiempo no afecta, fuera del tiempo- alejado de Dios, no ha jugado nunca el menor papel en mi fe religiosa, y es asunto que no me preocupa. Personalmente no creo que un Dios infinitamente amoroso y misericordioso desee alejar eternamente de sí a ninguna de sus criaturas; pero creo que, además de misericordioso, es respetuoso de la libertad humana, y no puede por ello impedir que alguien opte libremente por permanecer eternamente alejado de Él. En eso consiste para mí lo que tradicionalmente se ha llamado la condenación eterna, es decir, el infierno: en que alguien orienta y conduce su vida, libre y conscientemente, de un modo tal que lo aleja definitiva e irremisiblemente de Dios. Nunca ninguno de mis 'mentores religiosos' ha hecho otra cosa que confirmarme esta idea; y parece evidente que, así entendido el Infierno, no es una paja ni un millón de ellas lo que ha de conducirte a él, caso de que exista. Es cuestión que dejo tranquilamente y sin la menor preocupación en manos de Dios.

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  2. Y, ya que estamos de apostillas, aporto la mía: no me parece que nada en esta forma mía de entender el asunto obvie ni niegue ninguna parte de la doctrina católica. Como cualquier otro creyente adulto me he construido, efectivamente, no una moral -la insistencia, tanto de creyentes como de no creyentes, en identificar 'fe' con 'moral' me irrita considerablemente: la fe en Dios es algo mucho más grande e importante que una moral determinada, y la 'moral católica' es solo una pequeña parte, secundaria y adventicia, del hecho fundamental de creer en Dios y de orientar hacia Él la propia vida- sino una fe que pretendo consecuente. (No hay, creo, posible fe adulta sin esta construcción personal e ineludible). Y no advierto nada en ella que obvie ni mucho menos niegue nada de la doctrina católica.

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  3. Teníamos, algunos, una sensibilidad enfermiza. Sin duda. Una sensibilidad hecha a base de miedos, muchos de ellos adquiridos en la propia casa y seguramente en edades muy, muy tempranas. Ahora bien, además, a mí me dieron caña de la güena y me mintieron como bellacos en cosas verdaderamente nimias. Por ejemplo: el tópico de que se me (se nos puesto que solían hablar en grupo) secaría la columna vertebral y me (nos) quedaría ciego. Otro sí: por la puerta del colegio andaba un muchachote de veintitantos años que era retrasado mental, de nombre Joaquinito. Ni veces que habré oído yo con estos oídos que se ha de comer el fuego que como siguíéramos haciendo "marranerías" (así, con esta palabra y dirigiéndose a un grupo, debían saber por el confesionario que todos hacíamos lo mismo) nos íbamos a quedar como el Joaquinito.
    Bien, estas mentiras contribuyeron poderosamente a mi pérdida de la fe, si es que alguna vez la tuve. A mí me parece muy bien que cada cual crea lo que le parezca. Ahora bien, hay un par de cosas que no logro entender: 1.- El empecinamiento de los creyentes en afirmar que Dios es bueno. ¿Cómo puede ser, si los teólogos nos dicen que es, en último término, incognoscible? Algunos afirman que se le puede llegar, si no a conocer, a percibir, a través de su obra. Perdónenme los creyentes, pero yo por más que miro no acierto a ver demasiada bondad en este mundo ni demasiada perfección. Y hago abastracción expresa del ser humano y de su manida libertad. 2.- Bien está, créase en Dios y, más todavía, en un Dios todo bondad y misericordia. ¿Pero eso que tiene que ver con la Iglesia Católica. Cuando se mira la historia sin pasión se ve que el cristianismo y especificamente la Iglesia Católica ha sido un instrumento de poder, de control y de retraso del progreso humano, en prácticamente todos los sentidos, no digo sólo en el material, que también. Hágase uno esta pregunta: ¿Por qué Roma el centro de la cristiandad y no Jerusalén? Y que cada cual busque la respuesta con la mano en el pecho.
    Una sola apostilla: Cuando digo Iglesia Católica quiero decir papa, cardenales, obispos, canónigos, abades y priores. Los demás, los sacerdotes, monjes, frailes de base y las monjas, así como los seglares son simples peones que, dentro de la institución, no pueden más que acatar las normas. La historia está llena de ejemplos de lo que le ocurrió a quien intentó interpretar o vivir las normas a su modo. Hoy con la libertad conseguida, en muchos casos contra la Iglesia, los católicos viven como quieren, pero hace algunos siglos hubiera querido verlos yo, especialmente en España. Por supuesto, nada de esto tiene que ver con la fe sincera.

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  4. Molón, esa abstracción expresa del ser humano y de su manida libertad resulta un poco complicada de hacer, a mi juicio; y, una vez hecha, te deja este mundo reducido a bien poca cosa. Quiero decir que este mundo es, en la práctica, obra prácticamente al 90% del ser humano, y el ser humano es, desde el punto de vista de los creyentes, efectivamente libre -no entiendo muy bien a qué te refieres, exactamente, cuando calificas de 'manida' su libertad-. Es decir, que la falta de bondad y perfección de este mundo nos dice mucho, a mi juicio, sobre la falta de perfección y de bondad de su autor: el ser humano.

    Por lo demás, totalmente de acuerdo con el resto de tus consideraciones, especialmente con tu frase final:por supuesto, nada de esto tiene que ver con la fe sincera.

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  5. Recuerdo que en mis últimas confesiones formales cuando tenía 12 o 13 años le decía al confesor que estaba perdiendo la fe en Dios a pasos agigantedos y me respondía - Rézale más pidiéndole que te devuelva esa virtud...
    Salía de la iglesia pensando que el cura era un poco simplón, lerdo. Ahora entiendo que era una tomadura de pelo y una tremenda falta de respeto.

    Habla miros de la castidad y la pureza y recuerdo un documental del canal Plus que vi la otra noche. Se trata de una comunidad estadounidense, bastante numerosa para lo que es, en la que las familias inculcan a los hijos, desde chiquitos la necesidad de la pureza y la castidad hasta el matrimonio. Se veían ahí a tres rubias lacias contando su experiencia. La noche de bodas fue un petardazo, no sintieron nada sexualmente, tampoco les gustabn sus maridos pero los amaban y respetaban porque era lo que los padres les habían recomendado. Todos tenían que tener 3 hijos, como sus padres, con un año de diferencia en las edades.

    Confiaban mucho en el cielo y en la compañía de Dios, pero no espondían al periodista si, una vez allí, ya valía el sexo guarrete y el despitorre.

    Ah; paralelamente a esa castidad cerrada y mística todos iban armados, disparaban desde niños y no dudarían en matar si notaban que eso era la voluntad de Dios.

    ¿Crecerá ese grupo o reventarán en comandita por lo de 'semen retentum venenum est'?

    Grillo

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  6. Yo creo, como Freud, que a mayor represión mayor cultura. Qué grandísima monotonía sería lo sexual sin la sal y la pimienta de lo prohibido, pecaminoso, velado. Mi represión no tuvo nada que ver con curas pues no practico ninguna fe, pero sí la he notado desde mi propio entorno familiar y desde el de la sociedad que me ha rodeado, y he de reiterar que me parece algo de agradecer. Por supuesto que hay maneras y maneras, la agresión física o emocional deberían descartarse, el buen educador convence y no impone, y para eso da igual que se sea un cura o un laico.

    http://youtu.be/m4kXF7RjsJE

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  7. [Probando. A ver si encuentro mi 'personalidad' perdida y mi avatar. ¡¡ Mecachisss !!!]

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  8. En el caso de mi generación, esa influencia fue un eco de décadas anteriores porque nosotros no tuvimos una educación religiosa, yo debí de ir a misa en mi vida tres o cuatro veces. Creo que en quinto de EGB un profesor intentó un tímido amago de clases de educación sexual con unos libros que se editaban entonces (recuerdo el dibujo de un chaval en una piscina con una gran erección), intento que no prosperó porque aquello provocaba carcajadas, y quizá también porque alguien lo comentó en su casa y acabaron llamando al orden al profesor gentes que sí habían tenido esa educación religiosa. En cuanto a Dios, yo aún tardé unos años no tanto en no creer como en no preocuparme por Él. Pero la tranquilidad que sentí al convencerme de que no nos iba a condenar por aquello fue tal que, sumada al gran descubrimiento que supusieron las pajas en cuestión, me hizo pensar que a Dios no sólo no le molestaba que nos la peláramos, sino que, de poder preguntarle, diría que nos hiciéramos todas las que pudiéramos.

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  9. Vanbrug (con perdón de Miroslav): No, perdona, hago no creo en absoluto que el mundo sea creáción humana y pienso que los creyentes en Dios tan poco lo creen. Yo sólo digo una cosa: si para vivir es necesario que nos matemos unos matemos y nos devoremos unos a otros (unas especies a otras), sin tener en cuenta siquiera al ser humano, que también, en qué clase de mundo vivimos, haga lo que haga este ser humano. y esa necesidad de alimentarnos de esta forma no la ha hemos "inventado los seres humanos".
    En otro orden de cosas, desde el momento en que a mí me han traído aquí,a este mundo, sin pedirme previamente mi opinión, ¿de qué libertad estamos hablando?

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  10. Por fortuna para él y para los creyentes de buena fe o sinceros, es prácticamente imposible discutir con Vanbrug sobre Dios - a menos que se sea un cosumado teólogo, en cuyo caso solo se alargaría más la discusión - porque Vanb, además de ser buena persona y de hábil verbo, cree en Dios de tal modo que ni siquiera necesita aferrarse a la fe como una roca. Vanb lo siente desde lo más profundo y eso es fortísimo, inapelable.

    Es más, si mañana se levantara el Papa y dijera que ha llegado a la conclusión de que no hay Dios - cosa que jamás diría en 'virtud' del cargo que ostenta - el querido Vanb seguiría firme en su idea: como fe del carbonero por un lado y de razonamiento culto y dialéctico por otro.

    No le envidio porque mi no-fe funciona de un modo parecido, pero tiene que ser envidiable porque me parece un hombre tranquilo, ponderado y satisfecho en ese y en otros sentidos.
    Sigo estos 'debates' interesado y con la seguridad de que nadie va a convencer a nadie en lo fundamental. Como mucho, nos reafirmaremos en ciertas maldades o fechorías de tantos Papas, cardenales, obispos, canónigos, prelados y curas como menciona Molón.
    Creo, además, que Vanbrugh tampoco va a retorcer ningún brazo tratando de catequizar al 'infiel'.
    Y le gusta, le va el rollo. Aquí esta en inferioridad numérica (creyentes 1 - incrédulos 5) pero no deja de acudir a todas las llamadas.

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  11. Grillo La clave radica en que, para un teísta, la opinión del papa respecto a la existencia de Dios es del todo irrelevante. Dios existirá, o no, con independencia de nuestras creencias.

    En mi opinión, la fe (ver sin creer, sin tener pruebas físicas de lo que afirmamos) está grabada a fuego en nuestro ADN. Todos tenemos fe, aunque no tengamos fe en las mismas cosas.

    Y ya puestos, en la encuesta le agradeceré que apunte a los indecisos ;-).

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  12. Es cierto, numeros. Supongo que el ser humano tenía fe desde tiempos ancestrales... en tótems, en la lluvia, cualquier montaña o lo que fuese.
    Con el tiempo (quiero decir con más tiempo) tuvieron oportunidad de desmenuzar su fe en conceptos más hilados... y de ahí la carrerilla de distintas religiones, creencias, sectas et.

    No le puedo apuntar los indecisos porque hay pocos o no los distingo a través de un blog ¿Tal vez lo es usted?
    Personalmente ya habrá visto que no tengo el menor sentido o sentimiento ni necesidad de transcendentalidad. No me iporta un rábano después de pasar por crisis de fe y de duda que no me inquietó desde bastante pronto, a los veinte o algo más.

    Si acaso, pensé a veces que lo que se pudiera especular para después de la muerte no tendría que ser muy distinto de lo que fuera de nosotros antes de nacer, es decir NADA. ¿Tiene usted alguna vibración de antes de haber sido un feto o un espermatozoide?
    LO CIERTO ES QUE ME GUSTA LA VIDA a pesar de sus pesares. Me sale un balance positivo y voy que hago palmas con las orejas.

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  13. Siento haber decepcionado la fe en mí de Grillo y no haber acudido antes a esta llamada, pero me fui de puente. Acudo ahora, pero en realidad no parece que haya mucho más que decir. Solo que yo, que soy creyente, y conmigo muchos otros que también lo son, sí creemos que el mundo es, en lo fundamental, obra de los hombres. Dios lo "puso en marcha" y nos lo entregó, y lo que en el mundo pasa es, desde ese momento, responsabilidad nuestra, eso creemos. ("Dios crea el mundo como el mar la playa, retirándose", decía Holderlin). Su única presencia y actividad en el mundo tiene lugar a través de nuestra relación personal con él, de modo que en realidad son nuestra presencia en el mundo y nuestra actividad en él las responsables de hacer a Dios más o menos presente y activo en el mundo. Eso creemos. O, al menos, eso creo yo. Un saludo.

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