lunes, 6 de mayo de 2013

Todos nos equivocamos

Manuel Chaves Nogales fue un hombre honesto, además de culto y suficientemente inteligente. Lamentablemente, la época que le tocó vivir no fue –acaso ninguna lo es– muy propicia para los de su tipo. En los últimos años su figura ha alcanzado una cierta "popularidad" debido sobre todo a la reimpresión de sus libros, así que supongo bastante sabido que fue periodista, en un tiempo en que declarar esta profesión no despertaba, imagino, las connotaciones vergonzosas actuales. Decía este hombre que "para ponerse a escribir en los periódicos hay que disculparse previamente por la petulancia que esto supone, y la única disculpa válida es la de contar, relatar, reseñar". ¿Qué opinaría Chaves Nogales de la mayoría de los que hoy así se titulan, leyendo sus escritos, oyendo sus intervenciones en tertulias mediáticas? Ese oficio de testigo de lo que ocurría en una Europa convulsa, la de los años veinte y treinta, lo ejerció con honestidad y sagacidad. Ciertamente no sólo relataba, como testigo autorizado, lo que veía (y que leído ahora resulta de un altísimo interés), sino que también vertía sus propias conclusiones, ofrecía al público sus opiniones, pero lo hacía, las más de las veces, con la educada humildad de quien respeta a sus lectores, evitando hasta dar la impresión de impositiva seguridad. Sospecho que algo habría de impostado en esa elegancia dialéctica (que, dicho sea de paso, expresaba con una exquisita prosa); quiero decir que se me antoja que, para sí, se sentiría más convencido de sus tesis de lo que parecía por sus escritos y que, pese a su modestia, se sabría más capaz que el común de sus lectores. Si no me engaño, que reprimiera cualquier tentación de la vanidad propia ineludible me parece un rasgo encomiable de carácter, un ejercicio permanente de voluntad: obligarse a ser como uno cree que debe ser (alerta para no dejarse seducir por la natural tendencia a justificar las inclinaciones de carácter que nos desvían). Y creo yo que lo que quería ser –y fue en alto grado– era, sobre todo, honesto y bueno. Los honestos y buenos, en este país nuestro, son los ciudadanos de la que se ha dado en llamar la "tercera España", un ente virtual porque nunca ha cuajado, abortados mil veces sus abundantes embriones. Todavía esperamos que se cumpla la profecía machadiana, que esta España de charanga y pandereta tenga su infalible mañana y su poeta, que llegue esa España que alborea, la de la rabia y de la idea. En cambio a Chaves Nogales le tocó vivir el atroz enfrentamiento de las dos Españas y aunque lo aguantó hasta el final (final oficial), hubo de irse a morir fuera pocos años después y demasiado joven.

   
Parábola - Joan Manuel Serrat (Dedicado a Antonio Machado, poeta, 1969)

De Chaves Nogales tenía leídas dos obras, una de ellas la más reconocida, A sangre y fuego nueve relatos de la guerra civil que, como advierte el propio autor, "a pesar de lo inverosímil de sus aventuras y de sus inconcebibles personajes, no son obra de imaginación y pura fantasía. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho rigurosamente verídico". Leyendo ese libro, además del valiosísimo testimonio de unos hechos cuya sombra aún no se ha desvanecido, uno se convence de la veracidad de lo que Chaves afirma en el prólogo: "mi única y humilde verdad, la cosa mínima que yo pretendía sacar adelante, merced a mi artesanía y a través de la anécdota de mis relatos vividos o imaginados, mi única y humilde verdad era un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad; es decir, una aversión natural al único pecado que para mí existe, el pecado contra la inteligencia". Hará medio año, me hice con un tercer librito, La vuelta a Europa en avión, pero lo he tenido apilado entre otros pendientes, demasiados, hasta este pasado fin de semana. No impacta tanto, desde luego, como el ya citado; ni siquiera como el otro que he leído, La agonía de Francia. Hay que tener en cuenta que, a diferencia de esos dos, este otro es de fecha anterior (1928), todavía en los alegres (aunque no lo fueron tanto) años veinte. Aún así, no deja de ser muy recomendable, en especial los capítulos dedicados a sus descripciones de la Rusia comunista, sólo diez años después de la revolución, con un Stalin que todavía no había desplegado del todo su satánica crueldad. Pero me apetece citar, en cambio, unos párrafos de su estancia en Berlín.
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Se llega a la conclusión de que la guerra no fue para Alemania más que un pequeño accidente fácilmente olvidado. Este pueblo joven se había puesto en marcha: erró el camino, sufrió la pena, rectificó su ruta y adelante. No habrá riada en el mundo capaz de contener esta fuerza expansiva de Alemania. No se trata de una política determinada, ni de una misión histórica, ni de un ideal; no. Es que esta gente tiene una vitalidad maravillosa.

Se han amputado –o les han amputado– el ideal imperialista y siguen adelante con el mismo empuje que antes, porque este espíritu ascensional de Alemania es una fuerza ideológica, no la resultante de unas lucubraciones ideales.

El mundo no cree que Alemania se haya puesto en marcha otra vez sin el oculto motor de su imperialismo. No se cree en la revolución, en aquella revolución incruenta que nadie ha considerado capaz de llegar a la entraña alemana. Pero en ese pueblo se ha dado un caso sorprendente. Primero hubo una revolución, una revolución que brotó por generación espontánea; luego hubo revolucionarios. Primero hubo una república y después ha habido republicanos. Hoy existe una Alemania republicana que impedirá siempre una recaída en el militarismo. ...

La rectificación fundamental operada en el espíritu alemán después de la guerra es ésta: haber pasado del nacionalismo al internacionalismo; del tipo castizo al cosmopolita; de la lucha a la compenetración. Este radical cambio de criterio es lo único verdaderamente revolucionario que ha habido en Alemania, lo que ha consolidado la República y ha hecho imposible la vuelta de la Monarquía. A los que desconfían de aquellas revolución que hizo Alemania para derribar el kaiserismo, nosotros le señalaríamos la figura de Stressemann, rodeado de periodistas en este jardín del Auswärtiges Amt, como el hecho más auténticamente revolucionario de Alemania.

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Está claro (desde nuestra posición ventajista) que se equivocó en sus predicciones. Y da que pensar que alguien inteligente y honesto errara tanto. Un año después, Stressemann moriría de un ataque cerebrovascular, dejando a la república de Weimar huérfana de su mejor sostén. Lo que vino después es historia muy sabida, que Chaves Nogales tuvo ocasión de conocer (leo que entrevistó al propio Goebbels, quien le pareció un impresentable ridículo) y quizá le diera la oportunidad de reflexionar sobre sus impresiones del año veintiocho. De lo que estoy casi seguro es que le reforzaría en sus convicciones sobre la necesaria humildad intelectual y también, de otra parte, le entristecería, primer anuncio de lo que había de ser un grande dolor por lo que le esperaba.

4 comentarios:

  1. ¿conoces a Cahes no Gaels, un escritor en gaélico maravilloso? Es broma, una broma privada con otro amigo de la que te hago partícipe: se trata del anagrama de Chaves Nogales. Hace ya dos décadas un amigo sevillano me regalo los cuatro tomazos que editó la Diputación de Sevilla con un comentario irónico del tipo de algo así como “toma, para que compruebes que el nuevo periodismo ese americano con el que estás tan tonto no lo inventaron ellos” Y en efecto, su obra periodística y de reportajes esta al mejor nivel de un Mailer, de un Capote de un Woolf o de un Kapuściński, pero medio siglo anterior. Su narrativa me gusta menos, pero en ‘no ficción’ es un grande y un secreto (¿a voces?). Creo que además de Renacimiento y alguna otra pequeña editorial la susodicha Diputación a la que supongo maltrecha económicamente está a punto de reeditarlos. Los tomazos son objeto de codicia de gentuzas como tú y yo.

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  2. Pues sí, mira:

    http://www.dipusevilla.es/galeriaFicheros/noticias/04-Ciudadania-Participacion-Cultura/Chaves_Nogales_reedicion_convocat.pdf

    Al parecer sólo reeditan los dos tomos de la obra periodística

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  3. En el catálogo de publicaciones de la Diputación todavía lo tienen "en preparación". Supongo que estará a punto de ponerse a la venta. Estaré atento, gracias.

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  4. Es casi imposible no equivocarse en las predicciones, por inteligente que se sea e informado que se esté. Felizmente, añado. Aunque en este caso la predicción fuera optimista y la realidad la desmintiera brutalmente, sigo prefiriendo que la realidad nos sorprenda siempre, y sigo considerando como una bendición nuestra incapacidad de imaginar el futuro, o más bien su inagotable capacidad de discurrir por donde no imaginábamos.

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