sábado, 19 de octubre de 2013

Traumas infantiles (del manual de autoayuda de JL)

El niño que fui, que todos fuimos, es agredido. Nuestro padres nos causan un terrible dolor que reprimimos, que guardamos en lo más profundo y que es la raíz de nuestra infelicidad adulta. Hemos de traer ese dolor primigenio a la conciencia, revivirlo en toda su intensidad y entonces expresarlo: llorar lo que no lloramos, que a través del grito liberador se deshaga la pena enquistada.

Mother fue mi grito. La compuse en Tittenhurst Park durante la terapia con el doctor Janov. Se abre con campanas de duelo. Demasiado explícito, sí, pero así había de ser. Madre, me tuviste pero yo nunca te tuve, te quise pero tú no me quisiste. Así que tengo que decirte adiós. Adiós. Padre, me dejaste pero yo nunca te dejé, te necesitaba pero tú no me necesitaste. Así que tengo que decirte adiós. Adiós.

Adiós. Adiós a ese dolor, adiós a quienes fueron mis padres, matarlos para ser por fin yo, John. Quise acabar la canción con los gritos del niño sufriente (mamá, no te vayas; papá, vuelve a casa), que se difuminan, como se fue apagando el dolor. El dolor de mis cinco años, el de Blackpool con Julia y Alf discutiendo por mí, el de mi padre obligándome a elegir entre ellos, el de mi madre alejándose derrotada y yo, cambiando de idea, yendo tras ella, llorando.

¿Condenados a hacer lo mismo con nuestros hijos? Sólo pude cantar: hijos, no hagáis lo que yo hice, no pude caminar y por eso hube de escapar. Así que tengo que deciros adiós. Adiós. Julian tenía entonces siete años y ya lo había abandonado. Así que adiós, un adiós liberado de culpas mas con la confianza de recuperarnos mutuamente. Pero me faltó tiempo.

   
Mother - John Lennon (John Lennon/Plastic Ono Band, 1970)

5 comentarios:

  1. El artista como eterno adolescente. Lo cierto es que un síntoma de inmadurez es la propensión juvenil a reclamar derechos sin reparar en parejos deberes. El sentimiento de permanente agravio del adolescente que cuando madura se convierte en comprensión hacia aquellos padres.

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  2. No voy a quitar ni una coma de lo que Lansky dice, pero qué hay de esos traumas reales que sí causan los padres (y las madres).

    Estoy seguro que daría para más de un post describir los efectos que causan en todos los hijos y como afectan de manera diferente a cada uno y a las relaciones entre ellos.

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  3. Obviamente, los casos extremos de maltrato y abandono parental no cuentan en este aspecto. Por otra parte, la neurobiología moderna y la neuropsiclogía evolutiva (Pinker et al.) está demostrando que son más relevantes a partir de cierta edad 'los igiuales', esto es, los colegas de tu generación a la hora de forjar personalidades (no hay más que ver los sucidioos inducidos en adolescentes por acoso), en tanto que la opinión de los padres cuenta menos

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  4. Debí de tener mucha suerte con mis padres, porque ni en mi infancia ni en mi adolescencia ni ahora encontré ni encuentro que me causaran nunca ninguna clase de dolor. Si me produjeron traumas debo de tenerlos tan ocultos que no me descubro ni sospecha de ellos. Al contrario, la imagen de mis padres, ambos muertos desde hace años, no me despierta más que sentimientos de alegría y de seguridad. En todo caso, un cierto pesar por el daño que sin duda, pero también sin propósito ni, creo, mucha culpa, causé yo a mi padre por circunstancias que no hacen al caso. Y, como apunta Lansky, una comprensión y una especie de "comunión" con ellos que enriquece y profundiza el cariño de siempre.

    Así que, de los traumas que causan los padres, la verdad es que me preocupan bastante más los que pueda yo haberle causado y seguirle causando a mi hijo -no da muchas muestras, la verdad: se le ve bastante feliz- que los ignorados que dudo mucho que me causaran a mi los míos.

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  5. Buenooo, Vanbrug, soportar el peremne júbilo matinal de un padre, sobre todo en domingo y con resaca, debe ser duro ¡pobre buen muchacho!

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