lunes, 6 de octubre de 2014

Honestidad tarjeta negra

El escándalo de la semana han sido las black cards de Caja Madrid - Bankia. Una maravilla, oye. Una tarjeta a nombre de la entidad con la que el afortunado poseedor podía pagar cualquier cosa sin ninguna constancia fiscal, de ahí lo de negras. Desde el año 2003 hasta el 2012 el total de gastos con cargo a la propia entidad financiera (que se ocupaba de disimularlos en su contabilidad) ascendió a más de 15 millones de euros. Parece que 86 directivos fueron agraciados con la mágica tarjeta y de ellos sólo 3 nunca la utilizaron.

Muchos de los implicados eran consejeros de la entidad a propuesta de los partidos políticos; los había del PP, del PSOE y de Izquierda Unida. Naturalmente, y más con los tiempos que corren, descubierto el pastel los partidos políticos se han apresurado a expulsar a estos sinvergüenzas y a manifestar su rechazo a voces estentóreas, prometiendo que tomarán las medidas para que esto no vuelva a ocurrir. Por supuesto, se han cuidado de añadir, casi unánimemente, que el que esos señores que ellos propusieron resultaran ser unos chorizos no afecta a la honorabilidad de cada partido ya que, en su gran mayoría, está formado por gente honesta.

Es abusivo, en efecto, deducir que por que haya unos cuantos políticos corruptos, toda la clase (casi digo casta) política lo es. Sin embargo, ese apresurado apartar a los antiguos compañeros como si de pronto fueran totalmente ajenos al partido, como si el partido no tuviera nada que ver con sus choriceos, me parece un patético intento de evitar las salpicaduras de mierda. El mensaje implícito viene a ser algo así como que nunca pudimos imaginar que ése que estaba entre nosotros fuera un chorizo. Poco más o menos, de nuevo, que lo que dicen los dirigentes del PP de un tal Bárcenas.

Poco creíble que ningún partido supiera que los tipos que proponían para ocupar los sillones del consejo de administración eran ladrones. Pero también es difícil de tragar que tampoco se enteraran de sus fechorías durante todos esos años. En fin, así habrá de ser porque, en caso contrario, tendríamos que aceptar la opinión de una de UPyD (partido, por cierto, que no tuvo consejeros en Caja Madrid): que se trataba de una trama organizada para delinquir. Y no, eso no: ¿acaso pretenden que comulguemos con tamaña barbaridad?

Ahora bien, resulta inquietante que casi la totalidad de ellos cayeran en la tentación. Tan alta proporción de corrompidos sólo deja dos explicaciones. Una, que ya eran corruptos antes, en cuyo caso muy mal quedan los partidos que designaron sólo a corruptos (eran tontos por no darse cuenta o es que la corrupción era lo normal entre sus miembros). Dos, que siendo honrados hasta entonces se dejaron corromper.

Y esta segunda opción, que nadie mencionó en el debate televisivo que vi el sábado, es casi más preocupante. Porque significaría que cualquiera puede ser corrompido; es más, que ante "oportunidades" como las que les ofreció Caja Madrid, lo que cabe esperar (con una probabilidad del 97%) es que todo político se deje corromper. En tiempos de tan baja credibilidad de la clase política, esta conclusión no es políticamente correcta.

Sin embargo, el escándalo debería al menos de servirles de cura de humildad y, si tuvieran algún pudor, callarse en vez de declarar ofendidos que la gran mayoría, el que lo dice también, son honestos y honorables. De momento, de 86 que fueron puestos a prueba, sólo 3 pueden decirlo. Que nadie farde de incorruptible sin haberse puesto a prueba; ni siquiera quienes no nos dedicamos a la política.

 
Credit card blues - Packrat's Smokehouse (Edge of the Swamp, 1998)

7 comentarios:

  1. Por lo menos hay tres directivos que no la usaron, de 86, no está mal...todavía podemos creer en el género humano.
    No conocía a Packrat´s Smokehouse, sólo tienen un disco, curioso...suenan muy muy bien.
    Saludos,:)

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  2. Incluso a los tres que no llegaron a usarla alguien les tuvo que explicar cómo funcionaba aquello de la tarjeta mágica. Les parecería tan sorprendentemente mal como a cualquier persona decente, y decidieron no participar de semejante mecanismo de choriceo. Pero ni uno solo lo denunció, como era su obligación, ni pidió explicaciones, como consejeros o directivos que todos eran de la entidad. Hasta los tres que no robaron decidieron consentir que el robo siguiera, sin decir ni mú y mirando cortésmente para otro lado. Desde luego es más grave robar que consentir y encubrir un robo, pero también esto es delito.

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  3. Parece que en política todo el mundo tiene un precio, digo un límite de gasto con tarjeta

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  4. ¿Y qué podemos hacer? Lo que podemos hacer es cambiar nuestro voto. Yo lo voy a hacer y todos podemos. Porque ya que podemos, deberíamos intentarlo.

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  5. Babe: Suenan muy bien, sí. Son de Florida y, a mi juicio, buenos representantes del blues sureño, componiendo la mayoría de sus canciones. Tienen más discos, lo que pasa es que la banda pasó a llamarse Smokehouse a secas. Aún así, no son ciertamente muy conocidos: Yo los descubrí por casualidad, pero es que suelo estar atento a los bluesmen.

    Vanbrugh: Sí, también es delito, pero como dices no son comparables. Reconozco que siento comprensión hacia esos tres y hasta admiración. La primera porque he conocido personalmente más de un caso de corrupción (no es que tuviera pruebas materiales pero sí la absoluta convicción) y he callado. La segunda porque no estoy seguro de si yo me habría resistido a usar tan fantástico regalo (quiero creer que sí, pero ...)

    Jesús: Todos tenemos un precio, aseguran muchos, y tiendo a creer que es verdad (hasta me dan miedo los que están convencidos de ser insobornables). También, claro, un límite de gasto con tarjeta, salvo que nos pasen una negra de esas.

    Atman: No iba tanto el post de lo que podamos hacer. No votar a quienes han demostrado ser corruptos parece de sentido común, pero los que no todavía no han sido corruptos (fundamentalmente porque no han tenido ocasión para serlo) no son garantía de que no lo vayan a ser. Por eso, más que confiar en la tan autoproclamada honestidad de los políticos, habría que requerir mecanismos que dificulten (porque imposibilitar lo veo muy difícil) que ésta se produzca.

    PS: En correo aparte te paso mis tarifas para usar este blog como soporte de publicidad política encubierta.

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  7. Ya, pero una cosa es callar sobre algo que Fulano y Mengano están haciendo mal; y otra muy distinta enterarte de que en la entidad de la que eres directivo o consejero hay previsto y funcionando un mecanismo irregular de pagos en negro y no investigarlo, ni corregirlo, ni intentar que se suprima. Sobre lo primero cabe argüir que no es asunto tuyo, y que más importante que la obligación 'pública' de denunciar los delitos es la obligación 'privada' de no ser un delator. Sobre lo segundo no se me ocurre qué argüir, la verdad. Entre los cometidos profesionales ineludibles de un directivo de una entidad pública está el velar por que estas cosas no puedan ocurrir. Enterarse de que ocurren y no hacer nada por evitarlo no me parece defendible desde ningún punto de vista.

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