martes, 25 de septiembre de 2018

Pattie Boyd (1)

Estamos en marzo de 1964, estación londinense de Marylebone. Los Beatles están filmando A Hard Day’s Night, su primera peli (y la mejor). En una de las escenas del principio, dos colegialas se sientan a una mesita del vagón restaurante del tren en el que van los músicos. Una de esas chicas, la rubia, era Pattie Boyd, una preciosa muñequita que estaba a punto de cumplir veinte años pero ya llevaba un par de ellos como modelo de alta costura en pasarelas londinenses y neoyorkinas. Richard Lester la había dirigido recientemente en un anuncio televisivo y por eso la fichó para tan breve papel. Gracias a ese simple twist of fate que diría Dylan (aparecerá más adelante), George la conoce y cae fulminantemente asaeteado por Cupido para mayor gloria del rock. Cuenta la leyenda que ese mismo día, almorzando en el propio estudio, le pidió que se casara con él y ella, que salía con el fotógrafo Eric Swayne (muy metido en la movida musical británica de la época) dijo que no. Pero el Beatle insistió y la bella cedió (contó ella misma que le comentó a una amiga que lo había rechazado y ésta la tildó de idiota). Y se casaron, en efecto, el 21 de enero de 1966, veintidós y veintiún añitos los tortolitos. Era el tercer Beatle que cambiaba de estado civil; sólo quedaba Paul quien, en todo caso, estaba muy ennoviado con la actriz Jane Asher.



Desde luego se casaron completamente enamorados aunque, ya se sabe, el enamoramiento es estupidez transitoria … ¡y se pasa! Pero duró lo suficiente para que Pattie inspirara a George su primera aportación al cancionero de los Beatles: nada menos que Something. Bueno, al menos, eso fue lo que contó Pattie en su biografía –publicada en 2007–. Su ex para entonces no la podía contradecir, pero poco antes de su muerte –en 1996 –, sin negarlo expresamente, dijo que se pensó que el tema estaba escrito para Pattie simplemente porque en el video promocional sale cada Beatle con su esposa de entonces. Yo quiero creer que sí, que la musa de Something fue Pattie, entre otras cosas porque la empezó a escribir en septiembre del 68, antes de viajar junto a Estados Unidos, y por entonces la relación todavía no estaba deteriorada. Claro que siendo un Beatle era imposible serle siempre fiel a la pareja y podemos elucubrar que hubiera sido la manera de moverse de alguna amante ocasional la que le atrajera como ninguna otra lo había hecho (aunque ese verso inicial se lo apropió de una canción de James Taylor). Pero no, lo dicho, me inclino a que fue Pattie la responsable de que dispongamos de esta maravilla, que se publicaría en el LP Abbey Road (1969).



Y ahora hay que meter en el cuento a otro de los grandes-grandes, Eric Clapton. Si bien había conocido a Harrison (y había hecho buenas migas con él) en las navidades de 1964 cuando era guitarrista de los Yardbirds, no fue hasta marzo del 68 que empezó a fraguarse una verdadera e íntima amistad. Por esas fechas Clapton estaba harto de Cream y quería largarse de la banda, así que una mañana lluviosa (lo normal en Londres) se acercó a la oficina del australiano Robert Stigwood, el manager del grupo. Resulta que por entonces, unos meses después del suicidio de Brian Epstein, Stigwood estaba ocupándose también de los Beatles, de modo que Harrison andaba también por la oficina. Así que se produjo el reencuentro y esta vez tuvo continuidad. Clapton empezó a acudir asiduamente a Kinfauns, la casa de Harrison-Boyd en Esher, a 25 kilómetros al suroeste de Londres. Piénsese que en esos meses (hasta octubre, cuando Harrison viajaría a Estados Unidos) los Beatles andaban enfrascados en la grabación del Álbum Blanco, el doble LP que recogía la eclosión creativa posterior al retiro hindú con el Maharishi (por cierto, parece que quien introdujo a George en la meditación trascendental, para apartarle de las drogas, fue Pattie). De modo que las visitas de Clapton estaban monopolizadas por la compartida pasión musical; faltaba un tiempito para que Eric cayera también rendido ante los encantos de Pattie. Sin duda, el hecho más notable de esta primera fase de la amistad de esos dos genios fue que George le pidiera a Clapton que interpretara el solo de guitarra en la grabación, el 6 de septiembre, de While my guitar gently weeps.


Pero antes de asistir al enamoramiento de Clapton hemos de viajar a los USA con nuestra parejita. Recordemos que tras la muerte de Epstein los Beatles habían decidido crear su propio sello, Apple Records (que años después tendría un largo conflicto por el derecho de propiedad del nombre con la Apple Computer), para gestionar su propia obra y, de paso, promocionar a amiguetes. Uno de los “protegidos” fue Jackie Lomax, de Liverpool como ellos y que había compartido los duros tiempos anteriores a la fama. Harrison decidió producirle su primer disco como solista y, aunque las grabaciones empezaron en los estudio londinenses de EMI, después del verano decidieron irse a Los Ángeles para completar el que sería Is This What You Want?. Ese verano, el 29 de julio, Bob Dylan había sufrido su mítico accidente de moto y se había retirado de toda vida pública, recluido en su casa de Woodstock. Naturalmente, Dylan y los Beatles se conocían (desde aquella famosa reunión del 28 de agosto de 1964 en el neoyorkino Hotel Delmonico); de los cuatro británicos, con quien Bob sentía más empatía –sin que pudiera decirse que fueran amigos– era con George, probablemente porque ambos compartían caracteres un tanto huraños. George, por su parte, admiraba al de Minnesota (durante su retiro en la India el único disco “occidental” que había llevado consigo era el maravilloso Blonde on Blonde) y tenía mucho empeño en visitarlo y pasar un tiempo con él. De modo que Pattie y él volaron de costa a costa y desde Nueva York se acercaron hasta la granja de los Dylan y pasaron unos días con ellos, participando en la celebración familiar de Acción de Gracias (que ese año cayó el 28 de noviembre).



Contó Harrison que encontró a Bob bastante alicaído; durante un par de días casi ni hablaba, como si hubiera perdido la confianza en sí mismo. Por fin, Harrison le obligó a coger la guitarra y se pusieron a tocar juntos y poco a poco Dylan fue animándose. Y así, un poco en serio un poco en broma, empezaron a componer I'd Have You Anytime, que dos años después abriría el primer disco en solitario de Harrison, el excelente triple LP All Things Must Pass. Pero, en mi opinión, mucho más importante para la historia de la música popular fue que en esos días de noviembre Bob interpretó para George y Pattie la canción que acababa de componer: I Threw it all away (lo eché todo a perder, lo fastidié). El tema –que se publicaría en abril del año siguiente en el LP Nashville Skyline– es el lamento de un tipo que tuvo a una mujer que lo amaba pero fue cruel con ella y la perdió, lo fastidió todo. Tras un cántico al amor (love is all there is, it makes the world go ‘round) acaba aconsejando al oyente que si alguna vez encuentra a alguien que le dé su amor, no lo deje escapar porque estará jodido sin remedio si lo echa a perder. Se ha especulado mucho sobre si la letra es autobiográfica y, en ese caso, a que mujer se refería; hay para elegir, pero por esas fechas no cabe pensar que fuera Sara, su mujer, con la que se había refugiado en hogareña intimidad. Lo que sí se sabe es que George quedó muy impresionado y, de hecho, la interpretó en 1969 con los Beatles en las sesiones de Get Back (nunca se publicó oficialmente pero circula por internet una versión con un sonido pésimo) y en 1970 en unas sesiones en los estudios neoyorkinos de Columbia con el propio Bob. Me da por pensar que a lo mejor, más que en sí mismo, Dylan estaba pensando en el matrimonio Harrison-Boyd y le venía a advertir a su amigo que no lo echara a perder, que cuidara a su mujer. Y aunque no fuera esa la intención de Bob puede que George asumiera ese mensaje. En todo caso, lo que está claro es que el consejo no bastó.


1 comentario:

  1. Gracias por este interesante comentario y por permitirme publicarlo en mi blog, donde está teniendo una fabulosa acogida

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