Gerhard Kretschmar (III)
Miércoles, 5 de abril de 1939. Berlin 7115-SS
El SS-Obergruppenführer Bouhler salió a las 11:27 de la Cancillería por la puerta principal. Al bajar la escalinata, se detuvo durante unos momentos mirando la Voss-strasse en ambas direcciones (no identificó a este agente). Luego inició el camino en dirección oeste, con zancadas largas pero sin prisa. A unos metros le seguían dos funcionarios de paisano. Dobló hacia el norte por la Fiedrich Ebert-strasse. Al llegar a la esquina con el Tiergarten, en vez de girar por la Lenne-strasse, tomó la Baumschulen-Allee y siguió a través de los árboles hasta los pabellones hortícolas del parque. Volvió a detenerse y a mirar en derredor suyo, al tiempo que hacía un gesto a sus guardaespaldas de que esperasen. Abrió la puerta de un cobertizo aparentemente abandonado y ruinoso y permaneció dentro durante unos cinco minutos. Al salir, cerró la puerta y caminó en dirección sur por la Grosse Quer-Allee. Al llegar a la Tiergarten-strasse giró hacia el oeste y aceleró el ritmo de sus pasos. A las 12:08 cruzó hasta la fuente Roland en la Skagerakplatz (antigua Kemperplatz). A las 12:15 el Borgward-2300 del Reichsführer-SS se detuvo brevemente junto a la fuente y el SS- Obergruppenführer Bouhler subió al vehículo por la portezuela trasera derecha.
Extracto del diario de Heinrich Himmler (5 de abril de 1939)
Bouhler llamó ayer (teléfono directo) 13 horas. Inusitadamente franco: sabe que Brack me ha informado asunto Kretschmar y quiere que hablemos. Obvia exhibición de fuerza: domina su territorio; si quiero entrar, ha de autorizarme. Vale. Hitler todavía no sabe nada. Insinúa que ahí estaría el acuerdo.
Quedamos para hoy en Kemperplatz. Le mando seguir desde la Cancillería. Estuvo cinco minutos en un cobertizo en el Tiergarten. Una vez registrado, bajo una loseta del pavimento, aparecen copias mimeografiadas de expedientes confidenciales de Brack; el asunto aquel tan desagradable de las putillas judías de Munich y algún otro. Pero Bouhler no llevaba nada cuando salió de la Cancillería ni tampoco salió del cobertizo con nada. Ergo, su visita allí era sólo para que yo sepa que cuenta con esa información. Vale. Por supuesto, cuando esta tarde estuve comprobando lo que allí había lo dejé todo como lo encontré.
En el coche me pidió que diéramos un paseo sin testigos. Bajamos a la altura de la iglesia de San Matías y nos internamos en el parque, seguidos por dos de mis hombres. Empezó a tutearme, alusión clara a los tiempos de Munich. Sabe de mi interés en el programa de eutanasia y quiere subir a ese carro. Que permita que sea él quien presente el caso Kretschmar a Hitler este domingo, en el almuerzo. Luego, en la sobremesa, con el Führer interesado, nos acercaríamos juntos para precisar detalles. Me garantiza su apoyo a Brack (lo que, tras descubrir sus datos, se traduce en que me garantiza acabar con Brack si no acepto).; a cambio él quiere meter a Hefelmann. Por supuesto, todo son muestras de afecto y medias palabras.
No le concreto nada, pero sigo su juego de zalemas. En realidad, no tengo nada que perder. Bouhler es un tipo valioso y tiene la confianza del Führer; más vale que esté de mi lado. En todo caso, ambos seguiremos desconfiando mutuamente. La conversación derivó hacia temas genéricos, incluso familiares. El rato pasó agradablemente. Hacia las 13:00 salimos de nuevo a la Tiergarten-strasse. En el número 4 hay un palacete de dos plantas que parecía cerrado. Se lo señalé: ¿Qué te parece, Philipp? ¿Por qué? Repreguntó. La futura organización necesitará una sede, ¿no es así? Sonrió (es inteligente pero también vanidoso; en fin, todos lo somos).
Avisar a Brack que no haga nada con el asunto Kretschmar hasta que se lo indique. Elisabeth Morgenstern, una dactilógrafa de la oficina de Bouhler. A Brack le gusta y por eso confía en ella. Me pide Bouhler que no la delate. Estoy de acuerdo, que la chica siga pasando información de mi hombre. Le sugiero a Bouhler que quizá conviniera que la chica fuera amable con Viktor. Vuelve a sonreir. Cuando nos despedimos, me ofrezco a acercarle con el coche hasta la Cancillería, pero me dice que prefiere ir andando.
Bouhler llamó ayer (teléfono directo) 13 horas. Inusitadamente franco: sabe que Brack me ha informado asunto Kretschmar y quiere que hablemos. Obvia exhibición de fuerza: domina su territorio; si quiero entrar, ha de autorizarme. Vale. Hitler todavía no sabe nada. Insinúa que ahí estaría el acuerdo.
Quedamos para hoy en Kemperplatz. Le mando seguir desde la Cancillería. Estuvo cinco minutos en un cobertizo en el Tiergarten. Una vez registrado, bajo una loseta del pavimento, aparecen copias mimeografiadas de expedientes confidenciales de Brack; el asunto aquel tan desagradable de las putillas judías de Munich y algún otro. Pero Bouhler no llevaba nada cuando salió de la Cancillería ni tampoco salió del cobertizo con nada. Ergo, su visita allí era sólo para que yo sepa que cuenta con esa información. Vale. Por supuesto, cuando esta tarde estuve comprobando lo que allí había lo dejé todo como lo encontré.
En el coche me pidió que diéramos un paseo sin testigos. Bajamos a la altura de la iglesia de San Matías y nos internamos en el parque, seguidos por dos de mis hombres. Empezó a tutearme, alusión clara a los tiempos de Munich. Sabe de mi interés en el programa de eutanasia y quiere subir a ese carro. Que permita que sea él quien presente el caso Kretschmar a Hitler este domingo, en el almuerzo. Luego, en la sobremesa, con el Führer interesado, nos acercaríamos juntos para precisar detalles. Me garantiza su apoyo a Brack (lo que, tras descubrir sus datos, se traduce en que me garantiza acabar con Brack si no acepto).; a cambio él quiere meter a Hefelmann. Por supuesto, todo son muestras de afecto y medias palabras.
No le concreto nada, pero sigo su juego de zalemas. En realidad, no tengo nada que perder. Bouhler es un tipo valioso y tiene la confianza del Führer; más vale que esté de mi lado. En todo caso, ambos seguiremos desconfiando mutuamente. La conversación derivó hacia temas genéricos, incluso familiares. El rato pasó agradablemente. Hacia las 13:00 salimos de nuevo a la Tiergarten-strasse. En el número 4 hay un palacete de dos plantas que parecía cerrado. Se lo señalé: ¿Qué te parece, Philipp? ¿Por qué? Repreguntó. La futura organización necesitará una sede, ¿no es así? Sonrió (es inteligente pero también vanidoso; en fin, todos lo somos).
Avisar a Brack que no haga nada con el asunto Kretschmar hasta que se lo indique. Elisabeth Morgenstern, una dactilógrafa de la oficina de Bouhler. A Brack le gusta y por eso confía en ella. Me pide Bouhler que no la delate. Estoy de acuerdo, que la chica siga pasando información de mi hombre. Le sugiero a Bouhler que quizá conviniera que la chica fuera amable con Viktor. Vuelve a sonreir. Cuando nos despedimos, me ofrezco a acercarle con el coche hasta la Cancillería, pero me dice que prefiere ir andando.
Notas: La primera foto es una vista de la Kemperplatz con la Rolandbrunnen de unos años antes a la narración (de 1926); no encontré ninguna contemporánea. La segunda foto es el Borgward-2300, en su presentación en la Feria del automóvil de Berlín de 1939; por lo visto, muchos jerarcas nazis usaron ese modelo, aunque quizá que lo tuviera Himmler a principios de abril de 1939 sea una hipótesis algo prematura. La tercera foto es una visión actual de la St. Matthäuskirche, en el barrio del Tiergarten. La cuarta y última foto es, efectivamente, del palacete que fue convertido por los nazis en la sede del Programa Aktion T-4. La banda sonora de este post es la continuación de la canción para los niños muertos de Mahler (creo que resulta indicada al "asunto Kretschmar").
CATEGORÍA: Personas y personajes
Me están gustando estas escenas noveladas de hechos históricos. Veo que te documentas a fondo; por ejemplo, ese paseo por Berlín debes haberlo reconstruido sobre un plano de la época. Sin embargo, me pregunto si no te estás encorsetando demasiado en los datos reales a costa de la historia de ficción. O si, por el contrario, lo que pretendes es hacer creíble la historia introduciendo, como excusa, algunas notas de ficción. Pero vamos, que me gusta y me despierta el interés por esa historia que desconocía (gracias por los links, auqnue seguro que hay muchos que has consultado que no nos dices :)
ResponderEliminarAunque ya sé como acabó la historia real, la oficial de destrucción de cualquiera que no fuera "perfecto" estoy impaciente para saber cómo acaba tu relato.
ResponderEliminarYa recordarás el diálogo en Casablanca entre Bogarth y Bergman: "Recuerdas París", "Claro, tu ibas de azul y los nazis de gris". Pues eso, me aburren las historias de nazis (de hecho, ellos eran además demalvados, imbéciles: la banalidad del mal de Harendt), pero debo reconocer que era una época muy "glamurosa" en caunto a uniformes y "atrezzo"
ResponderEliminarHoy te he dedicado un post en todossomosdios
ResponderEliminar¡Amor...Amor...Amor! Happy day!
ResponderEliminarVeo que tengo nada más y nada menos que cinco posts por leer... uf... con permiso no comento y paso a leerlos detenidamente :)
ResponderEliminarBesos