viernes, 16 de febrero de 2018

Mi limón, mi limonero

Sí, el éxito del verano del 69, la que cantaba aquel venezolano llamado Henri Stephen (sus padres eran de Granada, el país antillano, no la capital nazarí). Llevo unos días que no se me va de la cabeza y no preciso psicoanalizarme para descubrir la causa: en estos últimos días estoy bastante dedicado a los limones. Resulta que desde el viernes pasado estoy pasando unos días de descanso en mi refugio rústico tacorontero. Poco antes de que arrancara la cabalgata del carnaval chicharrero escapaba yo de Santa Cruz y la locura de sus fiestas más populares. Hará ya veinte años –al menos– que no bajo al mogollón. Reconozco que en lejanos tiempos, y aun cuando nunca he sido amigo de aglomeraciones por muy festivas que sean, disfruté de unos cuantos momentos de diversión. Pero non ho l’età, no porque no llegue, como la Cinquetti, sino porque la he pasado de largo. El caso es que aquí, en mi finquita, tengo un bonito limonero. Nosotros, hace unos dos años, plantamos media docena, no demasiado lejos de la casa, justo debajo del gallinero. Pero claro, éstos son arbolitos jóvenes, que este año han empezado a dar fruto y en poca cantidad. En cambio el otro, al que me estoy refiriendo, es ya un señor árbol con una espectacular generosidad fructífera (y eso que no lo atendemos prácticamente nada y tiene bastantes ramas colonizadas por algún hongo). Este invierno el árbol estaba a rebosar. De modo que llevo ya más de un mes haciendo viajecitos de casa al limonero, me paso allí más de media hora seleccionando los más maduros y esforzándome en cogerlos, los más altos ayudado por un palo ad hoc (con cuchilla y cestita), y luego rehago cuesta arriba (con una pendiente del 18%) los trescientos metros de distancia cargado con dos bolsas de la compra llenas de limones (unos diez kilos cada una). A la fecha habré recolectado ya el 80% y, como puede verse en la foto, el árbol está bastante aligeradillo.


Tan abundante cosecha supera con creces nuestra capacidad de consumo. Les hemos dado unos cuantos limones a los vecinos y me he llevado para Santa Cruz, en bolsitas de un kilo, para regalar a los amigos y compañeros de trabajo. Pero aun así seguimos teniendo demasiados. Además, resulta que a K. la limonada le sienta mal, por lo que la misión de ingerir los limones .básicamente en forma líquida- recae íntegramente sobre mí. De modo que desde hace unas semanas, cuando me voy para Santa Cruz (donde resido durante la semana laboral), llevo tres o cuatro litros de limonada. Y esta semana que estoy en el campo, de rato en rato exprimo cuatro limones para obtener un vaso pequeño de jugo que mezclo con otros tres de agua y así tengo unos ochenta centilitros de limonada para beber recién hecha. Y como estoy dedicando no poco tiempo a la extracción del zumo, he aprendido algunos truquillos como, por ejemplo, que para obtener más cantidad de líquido por pieza conviene que el limón esté ligeramente calentado y conviene también cortarlo longitudinal y no transversalmente que es como solemos hacerlo casi todos. También, naturalmente, he actualizado los elogios al limón por ser tremendamente beneficioso para la salud (incluso hay quienes aseguran que es un anticancerígeno muy efectivo). No dudo que lo sea, aunque mi aparato digestivo ya no es el que fue y acusa la entrada del ácido cítrico (y eso que, como he dicho, mi limonada es una medida de limón por tres de agua; y sin azúcar, claro).


En fin, que en estos días me siento tentado de afirmar, como Meat Loaf, que la vida es un limón y que me devuelvan el dinero. Me refiero, claro, al tema Life is a Lemon (and I want my money back!) que forma parte de su LP de 1993, Bat out of Hell II, secuela del fantástico del 1977 Nunca segundas partes fueron buenas, dicen, y el dicho se cumple en este caso; aun así, como le guardo cariño al viejo “pastel de carne” (nostalgias adolescentes) no me resisto a enlazar un video en el que interpreta esta canción en directo. Pero quiero seguir dejando constancia de estas mis irrelevantes peripecias cotidianas y por eso señalaré que después de exprimir los cuatro limones, recojo los restos de pulpa con una cucharita, lo meto en una media cáscara vaciada y boto todo al cubo de la basura (orgánica). Y cada vez que lo hacía sentía una sutil punzada en el alma (cursilería metafórica no demasiado verídica) por desperdiciar un porcentaje tan elevado de la masa de los limones. Así que ayer decidí que iba a reservar cáscaras y pulpa sobrante con la intención de preparar algo. Tras las obligadas consultas en internet me decidí por intentar hacer mermelada y a ello me puse. En las recetas de las mermeladas de limón, pican los limones enteros, cáscara y pulpa; yo he cortado en trocitos las cáscaras vacías y añadido la pulpa semideshidratada. Todo ello lo he metido en una olla a la que he añadido dos vasos de agua para compensar. Cuando estaba hirviendo, he bajado el fuego y añadido azúcar. He estado cocinando el mejunje durante tres cuartos de hora, hasta que me ha parecido que tenía la consistencia característica de una mermelada. Entonces la he guardado en un frasco de cristal. La probaré mañana en el desayuno, cuando se haya enfriado; de momento lo único que puedo decir es que olía bien.



Ya acabando este post me acuerdo de dos canciones más. La primera era de aquel trío folk de los sesenta, Peter, Paul & Mary, los primeros que popularizaron el Blowin’ in the wind de Dylan. Me entero ahora de que el compositor, un tal Will Holt, se inspiró en un tema tradicional brasileño y que también la han interpretado otros cuantos, entre ellos nada menos que Bob Marley. Gracias a Youtube la escucho después de, probablemente, cuarenta años; la verdad es que no me dice gran cosa. La letra, por otra parte, es bastante tonta: compara el amor con el limonero, un árbol muy bonito, con flores preciosas, pero el fruto es incomestible … ¡¿incomestible?! Más conocido es otro tema dedicado también a un limonero, el éxito (prácticamente el único) de 1993 de la banda alemana Fools Garden. ¡Cómo pasa el tiempo! Veinticinco años nada menos, y me parece que fue hacia nada cuando salió esta canción, y la gracia que me hizo su letra, con un protagonista depre, aburrido y añorando a su novia, que no hace sino ver limoneros. Bueno, tampoco vaya a pensarse que llevo toda la semana limoneando. Qué va. He tenido tiempo para muchas más cosas. Entre otras, leer sobre la historia de del Noroeste del antiguo Virreinato de Nueva España en tiempo de los Borbones, que me está resultando apasionante. Algo de estas lecturas se reflejará en este blog, para poder seguir relatando (inventando) la biografía de José Joaquín Ticó. Pero mientras acumulo datos y construyo mi trama, gano tiempo publicando este post absurdo y amarillo. Mi limón, mi limonero, entero me gusta más …


7 comentarios:

  1. ¿Y qué tal la mermelada? Pues supongo que ya la habrás probado a estas horas (o cuando leas este comentario, en su defecto).

    De tanto en tanto, se pone de moda hacer manipulaciones (aún más) cómicas de Los Simpson y varias suelen girar en torno a los limones de cierto capítulo.
    https://www.vix.com/es/cultura-pop/173487/la-tendencia-son-los-memes-de-limones-en-los-simpson-porque-internet

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    1. La mermelada no estaba mal, pero es bastante mejorable. En todo caso, hice poca cantidad, a modo de experimento.

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  2. Me gusta el limón como aderezo para el pescado y, en general,acompañando sabores salados. Como dulce, en cambio, me atrae poquito, y eso que soy muy goloso. Hay cierta costumbre de añadirle un toque de limón al bizcocho, por ejemplo, que a mí me lo echa a perder. Creo que el único dulce de limón que me gusta es esa crema espesa y ligeramente grasa que hacen los ingleses, el lemon curd, que reconozco que está buenísima. Espero que tu mermelada se le parezca.

    El limón, limonero, que le gustaba más entero a Henry Stephen, creo recordar que era un horror, así por la letra como por la música. No he sido capaz de escuchar la versión que cuelgas, que no creo que sea mucho mejor que la que popularizó en España Palito Ortega y yo recuerdo como una pesadilla estival de mi infancia. En cambio me gustaba el Lemon Tree de Peter, Paul and Mary, como me gustaban todas las vulgarizaciones pseudo... ¿folk, country?, o no sé cómo clasificarlas, que hacía aquel grupo ingenuo y exitoso, y que fueron, junto con Pete Seeger, el camino por el que me llegaron algunos de los grandes temas americanos a los que, en general, he vivido bastante ajeno. Por ejemplo, ese que quería que le devolvieran el dinero no lo había oído nunca.

    Paseando por un parque andaluz un día de mucho calor y mucha sed, arranqué del arbol un limón verde y me lo fui comiendo a poquitos. Estaba horriblemente ácido y no era lo que se dice agradable de sabor, pero me quitó la sed mejor que medio litro de agua.

    En fin, que no te pase ná con tanto limón.

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    1. Meat Loaf es demasiado histriónico pero, como digo en el post, le tengo cariño. Te recomiendo que escuches el primer Bat out of Hell (si quieres, te lo hago llegar).

      Y sí. mucho limón :)

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  3. A mí el limón también me encanta, aunque creo que mi estómago empieza a quejarse.

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  4. Mi limonero no es urbano, sino bien campestre.

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  5. Yo también tengo un limonero en un cantero del patio de casa. Da una cosecha excelente y abundante. Cuidado con esa infección fúngica que dices que tiene el senior

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