viernes, 9 de marzo de 2018

Brecha salarial de género

Aprovechando que ayer fue el día de la mujer trabajadora y que en muchos países ha habido huelgas y movilizaciones para reclamar el fin de la discriminación contra la mujer, que se avance en la igualdad entre ambos sexos, entre muchos otros síntomas se ha repetido hasta la saciedad el asunto de la brecha salarial de género. Resulta además que la Unión Europea, a través de Eurostats (la oficina europea de estadística) acaba de publicar sus resultados sobre el estado de la Gender pay gap (lamentablemente la páginas sólo está en inglés). Así vemos que, la brecha salarial de género media para los 28 países UE es del 16,2% y en España del 14,2%. (estas cifras expresan el porcentaje menos que gana la mujer respecto del sueldo del hombre). Ha de aclararse que el dato anterior es una media para la economía en su conjunto, aunque Eurostats no incluye en ese conjunto la Administración Pública, lo cual no es nada irrelevante, primero porque los empleados públicos representamos un 13% del total de trabajadores españoles y, segundo, porque probablemente la Administración sea el sector con menor brecha salarial de género (si es que la hay). Por tanto, hay que entender que lo que ha hecho Eurostats para cada uno de los países es, diferenciadamente para cada sexo, dividir los ingresos totales provenientes del trabajo entre el número de horas trabajado. A la vista de este dato, El País, en un artículo de ayer, asegura que “la brecha salarial entre hombres y mujeres es innegable”.

Ahora bien, del dato de Eurostats no se deduce (y por tanto no es innegable en base al mismo) que en Europa y en España lo que cobra una mujer por hora es menos que lo que cobra un hombre haciendo el mismo trabajo. Señalo esto porque, aunque no es lo mismo la brecha salarial de género que el llamado principio de igual paga por igual trabajo, desde varias instancias oficiales (empezando por la Unión Europea) pareciera que fomentan, interesadamente o no, que ambas cosas se hagan equivalentes. Yo no voy a decir, desde luego, que sea falso que haya diferencias salariales entre sexos para trabajos iguales. Pero, el caso es que no conozco estudios estadísticos sobre este asunto. Serían complicados de hacer, además: medir las diferencias de sueldos horarios entre puestos de trabajo equivalentes y luego, no sé muy bien cómo, obtener indicadores medios expresivos de esas presuntas diferencias. Sí es verdad que he escuchado testimonios (nunca acompañados de cifras) de casos concretos, pero siempre en ocupaciones singulares o poco representativas. Por ejemplo, he oído que se paga más a un actor protagonista que a una actriz protagonista, o que cobra más un futbolista que una futbolista; es obvio que de estos casos no pueden extraerse conclusiones válidas de alcance general. En mi entorno laboral (la Administración Pública) es evidente que no hay la más mínima diferencia salarial por sexos entre puestos de trabajo iguales. Pero es que tampoco conozco a ninguna mujer que en su trabajo cobre un sueldo inferior al de sus compañeros varones en igualdad de condiciones. Y la verdad es que me cuesta creer que un empresario, pongamos el dueño de un bar, fuera tan idiota de contratar a dos camareros, chico y chica, y pagarle más a él que a ella; ¿para qué meterse en líos? A los dos les paga el mínimo legal y santas pascuas.

Sin negar que haya diferencias de sueldo en trabajos iguales (porque no tengo datos al respecto), estoy convencido de que cuantitativamente este factor es de los menos relevantes para explicar es 16 o 14% de brecha salarial de género. Mucho más lo son otros dos: (1) que las mujeres están más presentes en sectores de actividad con remuneraciones más bajas y (2) el famoso “techo de cristal”. En cuanto al primer factor: no en todos los oficios se paga lo mismo de media, de modo que si la distribución de las ocupaciones de los miembros de un colectivo (en este caso el de las mujeres) tiene más frecuencias en las de sueldos bajos que las de otro colectivo (los hombres), necesariamente las pagas medias horarias de las primeras será inferior a las de los segundos aunque no hubiera ninguna discriminación por sexo en los puestos de trabajo concretos. Lo que habría que explicar es por qué las distribuciones de la ocupación por sectores es favorable a los varones y si eso obedece –probablemente– a motivos discriminatorios. Hay profesiones de ingresos medios bajos de amplísimo predominio de las mujeres (por ejemplo, las empleadas de hogar); la cuestión sería determinar cuánto influye el que sea una ocupación tan “femenina” en que el bajo nivel de sus remuneraciones. Algo habrá influido; es decir, si tradicionalmente los servicios domésticos hubieran estado a cargo de hombres es probable que el precio medio por hora de este sector fuera algo más alto que el actual (aunque seguiría estando entre los inferiores de la distribución); no hay más que pensar que en épocas pretéritas el mayordomo cobraba más que el ama de llaves, el jardinero más que la doncella, etc. Pero, aunque el mayor o menor grado de “femenización” de los sectores de actividad puede obedecer (también en mayor o menor grado) a causas discriminatorias, éstas no deben confundirse ni significan que a igual trabajo se paga distinto.

De otra parte, el llamado “techo de cristal” alude a que hay unos límites no visibles, no explícitos, que impiden a las mujeres llegar a los puestos más altos de las distintas ocupaciones. El término, pese a su popularización, no es muy acertado, porque más que un techo yo diría que lo que hay es un mayor “rozamiento” en las carreras profesionales de las féminas que en las de los varones. Desde luego, el que haya muchas menos mujeres que hombres en los puestos de mayor nivel obedece en altísima proporción a motivos que se pueden calificar con toda justicia de machistas o discriminatorios. Ahora bien, de nuevo ha de quedar claro que, como en el primer factor, ello no supone que a igualdad de puesto de trabajo las mujeres cobren menos (aunque también he escuchado que, sobre todo en los puestos de mayor nivel, se da esta diferencia de retribuciones entre sexos; pero no he visto cifras que avalen esas afirmaciones). En resumen, creo que efectivamente sigue habiendo en el ámbito laboral (como en todos) factores discriminatorios contra la mujer, pero pienso que conviene distinguir unos de otros y no confundirlos en un mismo totum revolutum. Entre otras razones porque, haciéndolo, no se contribuye en nada a mejorar la situación, se hará muy difícil adoptar medidas eficaces contra ella. Por ejemplo, he oído a algún político proponer legislar para que se prohíba que a trabajos iguales haya sueldos distintos, medida que, aparte de redundante (ya está prohibido por la Constitución) sería, en mi opinión, contraproducente y ocultaría las verdaderas causas. Como casi siempre, será la educación y los cambios de mentalidad los que resolverán esta injusticia: a medida que vayamos dejando de ser machistas irá reduciéndose. Si bien es motivo de indignación que las mujeres europeas cobren por término medio un 16% menos que los hombres, piénsese que este porcentaje es bajísimo comparado con el que habría hace pocas décadas o con el que se da en otros ámbitos geográficos del planeta. Yo estoy convencido de que en pocos años la discriminación laboral por sexo será prácticamente inexistente (verdad es que lo veo, como ya he dicho, desde uno de los sectores en que menos existe).

En todo caso, para acabar este post, quiero mencionar que en la web de la Unión Europea dedicada a este asunto de la brecha de género se resalta que “el 90% de los europeos piensan que no es aceptable que las mujeres cobren menos que los hombres por el mismo trabajo”. Esta afirmación (como otras más que resultan de encuestas de opinión sobre el tema) la presentan, creo, como algo positivo. A mí, sin embargo, me parece preocupante que haya un 10% de europeos que no piensen así. Lo dicho, la discriminación contra la mujer no desaparecerá mientras no desaparezca el machismo de nuestros subconscientes.

9 comentarios:

  1. Sí, el de brecha salarial es un concepto francamente equívoco, un cajón enorme donde se echan, como si fueran el mismo, un montón de fenómenos distintos, con causas y procesos diferentes. Se tiende a confundirlo con el de la diferencia de salarios entre puestos iguales, cuando este es solo uno de los muchos que lo componen, y no el más importante -porque es el de más fácil solución-, aunque sí el más llamativamente hiriente.

    (Mi hijo acaba de conseguirse un estupendo curro a media jornada en una gran empresa. Me cuenta indignado que su jefa inmediata, que tiene el doble de trabajo y de responsabilidad que él, está contratada con su misma categoría laboral -la inferior del escalafón- y solo cobra más que él porque tiene jornada completa. La han contratado para sustituir a un varón incompetente, ese sí de categoría y sueldo muy superiores, cuya mala gestión dejó un montón de problemas; ella está resolviéndolos por la tercera parte del sueldo de su antecesor y con varios grados por debajo de él en el escalafón, pero con las mismas responsabilidades y cometidos. Esas cosas pasan, aunque a quienes, como tú y yo, trabajamos para la administración pública, donde los puestos están objetivamente tipificados y retribuidos, nos cueste creerlo).

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    1. Me cuesta creerlo sí. El caso que te cuenta tu hijo parece, desde luego, una flagrante discriminación machista. Ahora bien, esa mujer que está sustituyendo a un incompetente, ¿cobra menos porque es mujer? ¿No puede ser que el empresario explotador pagara lo mismo aunque fuera un hombre? Es decir, que hubiera contratado a alguien en la más baja categoría profesional (independientemente del sexo) y lo haga trabajar en tareas de mayor esfuerzo y responsabilidad.

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    2. Sí, claro que puede ser que el empresario explotara a un hombre del mismo modo que está explotando a una mujer. No creo que haya ningún caso de discriminación machista que no se limite a parecer un caso de discriminación machista, porque siempre cabe esa duda: ¿me putean por ser mujer, o me putearían igual si fuera varón? Gracias a la cual es como se producen los innumerables casos de discriminación machista. Un empresario tendría que ser verdaderamente torpe para discriminar a las mujeres de modo inequívoco e irrefutable, y los empresarios tienen muchos defectos, pero la torpeza no suele estar entre ellos. Si consideráramos casos de discriminación machista solo los que lo son de modo indudable e indiscutible, consideraríamos muy pocos casos de discriminación machista. Y no hay pocos, hay muchos. En todos ellos cabe esa duda tuya: ¿no puede ser que el empresario explotador pagara lo mismo aunque fuera a un hombre? La respuesta, también en todos ellos, es la misma: Sí, claro que puede ser. Pero, mire usted por dónde, es a una mujer a la que está pagando una miseria.

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  2. Muy buen análisis. Como bien dices, el actual análisis es gazpacho en el que no se criban factores tan importantes como las diversas ocupaciones. Y como anota Vanbrugh, el truco puede estar en triquiñuelas como darle más responsabilidad a un trabajador sin cambiar su puesto nominal. Habría que estudiar si esta situación se da en mayor medida con mujeres y cuáles causas las favorecen.

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    1. Hace falta un estudio sobre la discriminación a iguales trabajos, sí.

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  3. Estoy de acuerdo, la denominación ‘brecha salarial’ es un cajón de sastre donde confluyen circunstancias, fenómenos y procesos diferentes que deberían tratarse conceptual y estadísticamente bien diferenciados, pero hay algo en común en todos: discriminación por razón del sexo (o de género, como se dice ahora). En realidad esa llamada brecha salarial es un síntoma, como la fiebre, que esconde enfermedades diferentes: discriminación, falta de posibilidad de compatibilizar trabajo y maternidad, costumbres desiguales (la mujer sale a trabajar fuera de casa, pero los hombres no entran a trabajar dentro de casa, etc.). El debate feminista está siendo muy importante, de hecho, yo creo que es prácticamente la única revolución en marcha de éxito. Sin embargo, y aunque afecta a más del 50% de los humanos convendría repetir que es sólo un eje, importantísimo, pero solo uno de un espacio multidimensional que refleja un fenómeno más universal que es el de la desigualdad, la desigualdad en general, no sólo entre hombres y mujeres. Y aquí están los otros ejes: el de los pobres y ricos, el del capital frente al trabajo (confundido inevitablemente con el anterior) y el geopolítico, o Norte-Sur como se decía antes. Finalmente, si eres pobre, trabajadora, mujer y del Sur o Tercer Mundo vas aviado. Desde la última crisis mal llamada económica —en realidad el último episodio de la guerra de ricos contra pobres o capital contra trabajo que van ganando de sobra los primeros— los agravios de todos esos ejes de desigualdad menos el de las mujeres vs hombres se han agravado, señal de que, como señalo arriba, la lucha feminista va triunfando; menos mal. Pero no olvidemos el resto de luchas contra la desigualdad.

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    1. Eso que comentas lo pienso con frecuencia. De hecho, como bien dices, la lucha por la igualdad femenina es la única que parece que se saldará con victoria; de las otras, pareciera que ya se dan por perdidas.

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  4. El personal doméstico (muy mayoritariamente femenino) está bien jodido, y no parece que haya muchas ganas de resolver el problema. Para mí que, entre otras razones, da miedo abrir el debate del coste de los trabajos domésticos.

    En todo caso, la batalla está ganada, sí.

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