Dylan en romance (9)
Catherine apareció en mi vida a finales del 79. Tenía 18 años, venía de haber cursado el último año de la secundaria en Francia, e ingresó de cachimba en la Facultad de arquitectura limeña en la que yo cursaba el cuarto año. El caso es que hubo flechazo y breve relación de “enamorados”. Aunque era peruana de nacimiento y crianza, sus antecedentes familiares y, sobre todo, la estancia del último año en una ciudad de la Provenza la convertían en un bicho raro, poco adaptada todavía a su ciudad natal. De hecho, probablemente esa “condición de foránea” tuvo bastante que ver en que yo le gustara, sobre todo en esos primeros tiempos de recién llegada. Lo cierto es que me tocó la lotería, porque la chica era un encanto y una verdadera preciosidad, bastante parecida a su tocaya la Deneuve de jovencita. Cuando unos cinco meses después rompió conmigo me dejó muy hecho polvo, aunque por suerte a los veinte años los desamores se curan rápida y fácilmente. No volví a verla hasta doce años después (entre medias acabé la carrera, regresé a España, me instalé en Tenerife) en un viaje con mi ex a Nueva York. Allí nos alojó una muy buena amiga de la universidad quien me hizo saber que Catherine vivía también en la Gran Manzana. Así que una tarde quedamos con ella y me sorprendió lo mucho que se había estropeado (la verdad es que me hizo quedar fatal con mi ex, a quien le había alabado la belleza de aquella novieta de juventud). En fin, una muestra más de la efímera transitoriedad de la belleza, que diría Francisco de Borja ante el cadáver de Isabel de Portugal.
Pero si he traído a colación a Catherine no es para relatar mis rollitos románticos, sino porque fue ella la que me hizo conocer a Francis Cabrel, un cantautor que prácticamente estaba empezando cuando ella vivió en Francia y que le había subyugado totalmente. Por entonces había publicado sólo dos elepés y el segundo –Les Chemins de traverse– lo escuché hasta la saciedad durante los escarceos románticos en su casa, en especial la canción que más había popularizado al joven trovador: Je l'aime à mourir. Algunos años después, él mismo la cantó en español y también fue un bombazo en los países con nuestra lengua, tanto que bastantes se animaron a hacer sus propias versiones. Ya de vuelta en España, me acuerdo de que a principios de los ochenta sonó bastante la de Manzanita (prolongando el éxito que había conseguido poco antes con el ramito de violetas de Cecilia). Hay más versiones: por ejemplo, la bilingüe de Shakira que interpretó en su gira europea de 2011; también la de Niña Pastori de su último disco (Ámame como soy); o, por citar la que más me gusta, la que hicieron a duo Pau Dones y Alejandro Sanz en su gira americana de 2011. Búsquense en Youtube si quieren empalagarse de balada romántica; yo pongo aquí la más rockera de las citadas.
A cambio de que me enseñara a Cabrel yo la empaché lo más que pude de Dylan. Para esas fechas yo ya estaba bastante al día en la discografía de Bobby, e incluso empezaba a adquirir un cierto bagaje sobre la vida y milagros del cantautor de Minnesota. Justamente, durante la relación con Catherine atravesé mi primera crisis amorosa con Dylan a consecuencia de la publicación de Slow Train Coming, el primero de los dos álbumes que corresponden a su etapa de "cristiano renacido". Pasados los años no voy a decir que esos discos sean mis preferidos, desde luego, pero lo cierto es que ya no me producen el intolerante rechazo de mis veinte años y aprecio (sobre todo en éste) la mucha calidad que tiene, incluyendo la participación de un Mark Knopfler que prácticamente estaba dándose a conocer con Dire Straits. Pero a lo que interesa: como de lo que se trataba era de impresionar al bomboncito con el que había ligado, el primer disco de Bob que le hice escuchar fue el mejor de esa década de los setenta que no es otro que el Blood on the Tracks. Recuerdo perfectamente la escena: estábamos al atardecer en mi volkswagen escarabajo de color butano aparcados frente al Pacífico, en el extremo de la bahía de Lima, ese disco de Dylan sonaba en el cassette. Empezó A simple twist of fate y Catherine me dijo: esta canción la canta también Cabrel.
.
.
Un simple coup du sort - Francis Cabrel (Vise le Ciel, 2012)
Me descolocó por un momento (todavía no me interesaban como ahora las versiones del repertorio dylaniano); pensé que ese "también" se debía a que ignoraba la autoría de la canción, pero no. Me explicó que, hacía unos meses, había ido a un concierto de su ídolo en un pequeño local tipo café-concierto. Por lo visto, en un intermedio, Cabrel se puso a conversar desenfadadamente con el público y uno del grupo de Catherine le pidió que tocara algún tema de Dylan porque sabía que era un gran admirador del americano. Y así, en su inglés afrancesado, interpretó el "simple giro del destino" haciendo que por primera vez esa colegiala franco-peruana escuchara una canción del norteamericano. La anécdota me llamó la atención e hizo que Cabrel, cuya música me agradaba, me resultara aún más interesante. De modo que, ya en España, durante los ochenta me hice algunos de los vinilos que publicaba y los escuchaba con frecuencia; digamos que era el representante de la música francesa (muy minoritaria frente a la anglosajona) en mis audiciones. En esos tres o cuatro discos de los ochenta nunca grabó una canción de Dylan, pero sí puede apreciar su influencia tanto en la composición como en algunos arreglos concretos. Quizá lo que me había contado Catherine no era cierto, pero encajaba, no se me antojaba inverosímil.
S'abriter de l'orage - Francis Cabrel (Les Beaux Dégâts, 2004)
Mucho después, ya en este siglo, vine a conocer un poquillo de la vida y milagros de este aquitano de orígenes friulianos y me enteré de que, en efecto, el tipo es uno de los muchos afectados por la música de Dylan. Parece que a los trece años escuchó en la radio Like a rolling stone (que entonces era un tema relativamente reciente) y quedó impactado; esas navidades le regalaron una guitarra y se puso como loco a componer tomando como referencia al que ya era su ídolo y también a Leonard Cohen, Neil Young (bastante previsible). Estamos hablando del 66-67, así que para entonces –como he he ido repasando en los últimos posts– ya una generación anterior a la de Francis había dejado en Francia sus ejercicios de dylanismo adaptado al francais. Luego, antes de que empezara su carrera profesional, saldría el LP monográfico de Kerval, complementando el canónico previo de Aufray. Es una suposición mía, claro, pero me da que si Francis, a sus veintitantos años estaba con ganas de grabar alguna versión de Dylan, el peso de sus mayores le inhibía; aunque también intuyo que sentía que él podía acercarse con su propio estilo al de Minnesota.
Elle m’appartient (C’est une artiste) - Francis Cabrel (Des Roses et des Orties, 2008)

Comme une femme - Francis Cabrel (Vise le Ciel, 2012)

Tout se finit là, bébé bleu - Francis Cabrel (Vise le Ciel, 20012)
Novena entrega: esto ya va dando para un librito, amigo Miroslav...
ResponderEliminarY todavía me quedan unas cuantas más: las lenguas de la península ibérica. La verdad es que, que yo sepa, no hay nada publicado específicamente sobre las adaptaciones de Dylan a los idiomas romances, así que sí, a lo mejor se podría plantear un librito. Pero no seré yo quien lo haga; me conformo con que estos posts le sirvan a otro en tal empeño.
EliminarAcompañado de un CD recopilatorio. Pues yo no veo por qué no puedas hacerlo tú mismo...
EliminarVaya, no tenía ni idea de la etapa moderna de Cabrel y que había hecho adaptaciones de Dylan. En mi caso fue el "Fragile" que escuché hasta la saciedad. Nos lo pasó la profe de francés. En mi top ten de temas indispensables en la vida está "Elle écoute pousser les fleurs". ¡Saludos!
ResponderEliminarEl Fragile fue el último disco que escuché de Cabrel hasta mi redescubrimiento en 2004, como cuento en el post. Y sí, me acuerdo de la canción que citas, muy bonita, pero de ese álbum a mí me gustaba más "L'encre de tes yeux".
EliminarComo casi todas mis aficiones, también mi francofilia es frívola, diletante y autodidacta, por lo que a este Cabrel lo desconocía casi por completo. No creo haberle oído más que la inevitable Je l'aime a mourir, y aún esa me suena más en sus versiones españolas (una de ellas suya, creo) que en la original francesa. De sus adaptaciones de Dylan, ni idea, claro.
ResponderEliminarComo te dice Lansky, esto lleva camino de ser una monografía bastante exhaustiva y francamente publicable. Plantéatelo, tendría su público, hay friquis para todo.
Sí, el primero que adaptó la canción al español fue él mismo. Pues no es malo el chico, sobre todo si te gustan los franchutes (a mí sí, pero en pequeñas dosis). Sí te interesa, no tienes más que pedirlo.
EliminarMe gustan mucho las versiones de Cabrel, aunque en general el rock francés me parece mucho mejor cuando parte de raíces autóctonas (Renaud, Benabar, Gerard Blanchard, Florent Pagny) que cuando mira hacia clásicos anglosajones. Las mejores versiones de canciones de Bob Dylan parece que las hubieran compuesto los músicos que las grabaron ("Nobody 'Cept You" por los Waterboys, "My Back Pages" por los Byrds, "Don't Think Twice It's Alrigth" por Joan Baez...), mientras que muchas de las que se hicieron en Francia no logran desprenderse de un aire de Dylan a la francesa que las limita bastante. De todas las que has puesto hasta ahora, las más logradas me parecen, como mucho, las de Cabrel y Aufray.
ResponderEliminarSí, estoy bastante de acuerdo. Fíjate que el propio Dylan dijo de las primeras adaptaciones de Aufray que pensó que él las había pasado al inglés. Y las de Cabrel también me gustan bastante, sobre todo en lo musical. Y conste que no soy demasiado francófilo musicalmente hablando.
Eliminar