La iglesia de ladrillo
Sigo aquí, en la esquina entre Union St. y Main, espacio de césped que permite una buena panorámica del lateral de la nave de ladrillo de la que fue, hasta 1995, la Iglesia unitariana de Bangor. Ahora, al escribir, puedo sostener la ficción de que estas dos semanas que he dedicado a enterarme de qué es y cómo ha evolucionado esta curiosa religión no han pasado, que sigo en el primer día de mi llegada a la Queen city de Maine, que son casi las nueve de la noche (ya ha oscurecido) y que debo llegar de una vez a mi hotel para descansar de una jornada más que suficientemente rica en vivencias. Pero puestos a ejercer este derecho omnímodo del narrador, detengo nuevamente el tiempo para conocer y contar la historia de este edificio y de paso la del unitarianismo (y del universalismo) en esta ciudad.
El unitarianismo llegó a Bangor poco después de la bronca de los trinitarios contra los liberales liderados por Channing. Hacia 1818 se fundó en Bangor –siguiendo la estela de los que estaba ocurriendo en varias localidades de Massachusetts (téngase en cuenta que Maine aún no era un estado independiente)– la Sociedad Congregacional Independiente que, sin llamarse aún unitariana, defendía las posturas liberales de la época, que ya he contado. De esos primeros años hay que destacar que en 1834 fue ministro de esa iglesia nada menos que Ralph Waldo Emerson, la figura clave en la creación del trascendentalismo que tanta importancia tendría en la evolución del unitarianismo durante la segunda mitad del XIX. A Emerson le sucedió en el púlpito (entre 1835 y 1850) un buen amigo de Harvard que también fue otro personaje de peso en la historia cultural estadounidense, Frederick Henry Hedge, quien durante su largo ministerio colocó la sede unitariana de Bangor entre las más prestigiosas de Nueva Inglaterra. Debió ser en los últimos tiempos de Hedge o quizá en los primeros de su sucesor, Joseph Henry Allen, cuando en respuesta a un apasionado sermón antiesclavista, fue incendiada la iglesia que previamente existía en esta misma parcela (no sé si existía previa al cisma o fue erigida por los pre-unitarianos); ciertamente, desde el principio, los ministros y feligreses de la nueva religión tenían entre sus objetivos la lucha contra la esclavitud, aunque ello supusiera no pocos disgustos. Así que hubo que construir un nuevo templo (el que tengo ante mí) que fue inaugurado en 1853. El edificio, de estilo ecléctico italianizante, fue proyectado por el arquitecto bostoniano John D. Towle, que hizo un buen número de iglesias (tenía oficio, desde luego, pero no puede decirse que sea un nombre relevante en la historia de la arquitectura).
De otra parte, unos años después de que el cristianismo unitariano empezara a expandirse en Bangor, hacia los treinta del XIX, se fundó en la ciudad The First Universalist Society. El universalismo era otra corriente más o menos liberal que se escindía de metodistas y baptistas (que, a su vez, eran también escisiones del calvinismo). Pero no voy ahora, después del ejercicio de autoaprendizaje con el unitarianismo, a repetirlo para el universalismo, que ya no me quedan ganas (ni tampoco quiero ahuyentar definitivamente a mis pocos lectores). Digamos simplemente que esta gente, bajo la guía del reverendo Amory Battles, un apasionado defensor del abolicionismo (se cuenta que acabó siendo cesado porque se negaba a aceptar la constitución americana que permitía la esclavitud), llevó una vida tranquila reuniéndose en diversos lugares hasta que, en 1852, pudieron inaugurar su propia iglesia en Park Street. La segunda mitad del XIX permitió la consolidación de esta corriente religiosa –aunque siempre minoritaria– gracias, entre otras razones, a la protección de Samuel Hersey, un importante comerciante de la madera en los años dorados de este negocio. Hersey es una de las figuras importantes de Bangor, tanto por lo que hizo en vida como por donar su fortuna a la ciudad, gracias a la cual se construyó la Biblioteca Pública, otro de los edificios de valor arquitectónico que sucumbió víctima de la fiebre renovadora de los sesenta. Antes, en el Gran Incendio de 1911 al cual me he referido ya en más de una ocasión, se destruyó la iglesia universalista.
Tengo la impresión que hacia inicios del pasado siglo los feligreses de las iglesias uniatariana y universalista de Bangor (y de otros sitios) tenían que sentirse bastante cercanos, tanto en la doctrina (laxa a más no poder) como, sobre todo, en sus objetivos prácticos, lo que los movilizaba como comunidades religiosas. Lo cierto es que en los dos años que tardaron los universalistas en reconstruir su templo celebraron los oficios en esta iglesia de ladrillo de los unitarianos. Esa confluencia casi inevitable se confirmó en 1961 cuando la American Unitarian Association se fusionó con la Universalist Church of America. Sin embargo, todavía pasarían algunas décadas durante las cuales ambas denominaciones (y congregaciones locales) siguieron existiendo con relativa independencia. En Bangor la unión completa y definitiva se llevó a cabo en 1995, cuando ambas comunidades decidieron quedarse juntas en la iglesia de Park St., que de ser la universalista pasó a ser (y lo sigue siendo) la sede de la Unitarian UniversalistSociety of Bangor. La vieja iglesia de ladrillo quedó vacía a partir de esa fecha y fue puesta a la venta.
En 1998 la compró por 125.000 dólares Leland Witting, quien en esa fecha todavía era un estudiante en el Seminario Teológico de Bangor. Pero este Witting no era un chaval universitario sino ya un hombre mayor que, con una vida a las espaldas (estuvo en Vietnam entre otras aventuras) y cuando la mayoría está pensando en la jubilación, decidió dedicarse al oficio de ministro religioso de su propia corriente cristiana. Eso explica que pudiera adquirir nada menos que toda una iglesia, aunque bien es verdad que el precio me parece un chollo (a lo mejor los unitarianos se la vendieron barata porque les gustó su propuesta apostólica). Witting convirtió enseguida esta iglesia en un espacio para la expresión y experimentación artística: versiones libres de la Pasión, recitales de poesía, actuaciones de rock, representaciones teatrales, danza ... También realiza oficios religiosos y pronuncia sermones, pero desde luego, esto no es lo relevante. El pastor Lee, como gusta que lo llamen, entiende que la iglesia debe tener como cometido ayudar a los feligreses a desarrollar todos sus potenciales. Por lo visto, el original planteamiento de Witting supuso una pequeña revolución en el ambiente religioso de esta ciudad (la verdad, a mí me parece un paso evolutivo lógico para un templo unitariano). Ahora bien, no sé si todavía esta iglesia que ahora está cerrada (ya es de noche) sigue funcionando. He consultado la web de The Union Street Brick Church y las últimas actividades que constan se remontan a 2012, lo cual es sospechoso. Además, el pastor Witting debe ser ya un hombre bastante anciano. A ver si durante mi estancia en la ciudad averiguo algo más sobre esta iglesia de ladrillo.
De otra parte, unos años después de que el cristianismo unitariano empezara a expandirse en Bangor, hacia los treinta del XIX, se fundó en la ciudad The First Universalist Society. El universalismo era otra corriente más o menos liberal que se escindía de metodistas y baptistas (que, a su vez, eran también escisiones del calvinismo). Pero no voy ahora, después del ejercicio de autoaprendizaje con el unitarianismo, a repetirlo para el universalismo, que ya no me quedan ganas (ni tampoco quiero ahuyentar definitivamente a mis pocos lectores). Digamos simplemente que esta gente, bajo la guía del reverendo Amory Battles, un apasionado defensor del abolicionismo (se cuenta que acabó siendo cesado porque se negaba a aceptar la constitución americana que permitía la esclavitud), llevó una vida tranquila reuniéndose en diversos lugares hasta que, en 1852, pudieron inaugurar su propia iglesia en Park Street. La segunda mitad del XIX permitió la consolidación de esta corriente religiosa –aunque siempre minoritaria– gracias, entre otras razones, a la protección de Samuel Hersey, un importante comerciante de la madera en los años dorados de este negocio. Hersey es una de las figuras importantes de Bangor, tanto por lo que hizo en vida como por donar su fortuna a la ciudad, gracias a la cual se construyó la Biblioteca Pública, otro de los edificios de valor arquitectónico que sucumbió víctima de la fiebre renovadora de los sesenta. Antes, en el Gran Incendio de 1911 al cual me he referido ya en más de una ocasión, se destruyó la iglesia universalista.
Tengo la impresión que hacia inicios del pasado siglo los feligreses de las iglesias uniatariana y universalista de Bangor (y de otros sitios) tenían que sentirse bastante cercanos, tanto en la doctrina (laxa a más no poder) como, sobre todo, en sus objetivos prácticos, lo que los movilizaba como comunidades religiosas. Lo cierto es que en los dos años que tardaron los universalistas en reconstruir su templo celebraron los oficios en esta iglesia de ladrillo de los unitarianos. Esa confluencia casi inevitable se confirmó en 1961 cuando la American Unitarian Association se fusionó con la Universalist Church of America. Sin embargo, todavía pasarían algunas décadas durante las cuales ambas denominaciones (y congregaciones locales) siguieron existiendo con relativa independencia. En Bangor la unión completa y definitiva se llevó a cabo en 1995, cuando ambas comunidades decidieron quedarse juntas en la iglesia de Park St., que de ser la universalista pasó a ser (y lo sigue siendo) la sede de la Unitarian UniversalistSociety of Bangor. La vieja iglesia de ladrillo quedó vacía a partir de esa fecha y fue puesta a la venta.
En 1998 la compró por 125.000 dólares Leland Witting, quien en esa fecha todavía era un estudiante en el Seminario Teológico de Bangor. Pero este Witting no era un chaval universitario sino ya un hombre mayor que, con una vida a las espaldas (estuvo en Vietnam entre otras aventuras) y cuando la mayoría está pensando en la jubilación, decidió dedicarse al oficio de ministro religioso de su propia corriente cristiana. Eso explica que pudiera adquirir nada menos que toda una iglesia, aunque bien es verdad que el precio me parece un chollo (a lo mejor los unitarianos se la vendieron barata porque les gustó su propuesta apostólica). Witting convirtió enseguida esta iglesia en un espacio para la expresión y experimentación artística: versiones libres de la Pasión, recitales de poesía, actuaciones de rock, representaciones teatrales, danza ... También realiza oficios religiosos y pronuncia sermones, pero desde luego, esto no es lo relevante. El pastor Lee, como gusta que lo llamen, entiende que la iglesia debe tener como cometido ayudar a los feligreses a desarrollar todos sus potenciales. Por lo visto, el original planteamiento de Witting supuso una pequeña revolución en el ambiente religioso de esta ciudad (la verdad, a mí me parece un paso evolutivo lógico para un templo unitariano). Ahora bien, no sé si todavía esta iglesia que ahora está cerrada (ya es de noche) sigue funcionando. He consultado la web de The Union Street Brick Church y las últimas actividades que constan se remontan a 2012, lo cual es sospechoso. Además, el pastor Witting debe ser ya un hombre bastante anciano. A ver si durante mi estancia en la ciudad averiguo algo más sobre esta iglesia de ladrillo.
Los universalistas suelen tomar la parte por el todo. O sea que si no tienes sus propios rasgos idiolecticos no formas parte de ese 'universalismo'. El debate entre éstos y los comunitaristas es a mi juicio, más jugoso q la técnica aplicada a la colocación del ladrillo: si está a soga a tizón o a hueso o espiguilla. :-) Joaquín desde una playa...
ResponderEliminarSe nota que estás en una playa :)
EliminarEs una historia muy accidentada y me pregunto qué habrá pasado para que la Iglesia interrumpiera sus actividades hace cinco años. Ya veremos.
ResponderEliminarTengo una fúnebre sospecha. Veremos si la puedo confirmar, pero no confíes demasiado en ello: la vida está llena de interrogantes que nunca llegan a despejarse.
EliminarYo, aunque arquitecto, hace muchos años que abandoné el mundo de la construcción en el que, para serte honesto, tampoco profundicé demasiado. Así que me admiras con tus observaciones al respecto sin que tenga nada que objetarte. Seguro que tienes razón porque la iglesia que se quemó (que era la de los universalistas, no la que es objeto de este post) se reconstruyó aprovechando esos mismos muros del dibujo que pongo.
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