viernes, 30 de mayo de 2014

Ana Popovic (los orígenes)

Ana Popovic con su grupo en 1998
El 13 de mayo de 1976 Milutin y Vesna Popovic tuvieron su primera hija, a la que llamaron Ana. Residían en la parte vieja de Belgrado, la ciudad blanca, todavía vivía un tal Josip Broz y el país se llamaba Yugoslavia. Milutin era un enamorado del blues y el soul americanos, al que se aficionaría a caballo entre los sesenta y los setenta, a través de las transmisiones de Radio Luxemburgo sintonizadas por los serbios. Para esas fechas Tito ya había roto con la URSS y abierto con cautelas las fronteras yugoslavas; aún así supongo que los discos de rock serían escasos en las tiendas del país. Me imagino a Milutin en la universidad de Belgrado juntándose con otros jóvenes para emular a su adorado Ray Charles, practicando con guitarras y bajos hasta dominar la técnica, acumulando vinilos hasta formar una nada desdeñable colección ... Luego, ya casado, los coleguillas se empezaron a juntar los domingos en casa de los Popovic para divertirse en nocturnas jam sessions. Y ahí, entre ellos, correteaba la pequeña Ana, fascinada por los ritmos sincopados del blues y los lloros de las guitarras eléctricas. Parece que hay una foto de la cría con dos añitos y cara de felicidad abrazando un guitarrón más grande que ella. Fue amor a primera vista, ha dicho la Popovic en alguna entrevista. Una niña que creció oyendo a los grandes del Delta, de Chicago, de Texas –Elmore James, Sonny Landreth, B.B. King, Buddy Guy, Junior Wells, Stevie Ray Vaughan ...– en una familia de clase media (ambos padres profesionales: él diseñador gráfico, ella arquitecta; una hermana cinco años menor) en un lugar y una época difíciles.

La infancia y adolescencia de Ana transcurrió durante los años convulsos del desmembramiento yugoslavo, aunque la guerra no llegó a Belgrado. En la biografía de su web alude a su rebeldía adolescente durante el régimen nacionalista de Milosevic, un simple guiño poco creíble. Sería una chica normal de instituto, seguro que de las más populares –guapa y virguera con la guitarra–. Milutin se entusiasma con las dotes de su niña a la que en poco tiempo ya no es capaz de enseñarle nada y le pone un profesor particular: la chiquilla apunta maneras, va haciéndose su propio estilo. A los dieciocho entra a estudiar diseño gráfico (como su padre), cuando el país en que nació ya prácticamente no existe. Y en la universidad se vuelca hacia la música. Con 19 añitos se junta con tres amigos (otro guitarrista, bajo y batería) para formar un grupo de rhythm&blues. La llamaron Hush, me pregunto por qué. Hush es una canción de finales de los sesenta, con reminiscencias gospel evolucionadas hacia un estilo flower power de los años dorados hippies, o sea que no les pegaba nada. Los Deep Purple la interpretaron en su primer disco (1968) en una versión bastante más potente, pero tampoco creo que los británicos fueran el modelo para estos chavales de Belgrado (aunque quizá, porque me entero de que en la segunda mitad de los noventa entre los jóvenes serbios arrasaban los Whitesnake, la banda de Coverdale, que fue vocalista de los Purple). También descubro ahora que durante los setenta hubo una banda australiana que también se llamó así: estética y sonido glam, no suenan mal, pero un rock bastante elemental y del que hay demasiados ejemplos mucho mejores; apostaría a que nuestros serbios en el 95 tampoco conocían de su existencia.


En fin, que ni idea de por qué el nombrecito, pero el caso es que los chicos se lo toman en serio y se van haciendo conocidos en los antros rockeros de Belgrado apareciendo con cierta frecuencia en la televisión serbia. Al principio Ana es segunda guitarra y segunda voz, detrás del que ejerce de líder, Rade Popovic (no, no es familiar, se trata de un apellido habitual en esas tierras), pero enseguida sobresale como la mejor de los cuatro. Tras mucho buscar, he encontrado un video, mal filmado y de pobre sonido, de una actuación del grupo en Velika Plana (una pequeña ciudad a unos noventa kilómetros de Belgrado): dejan mucho que desear pero la chica ya destaca claramente, aunque la voz la tiene aún poco educada . Graban sus maquetas, claro, y en el 98 el cuarteto consigue que el sello discográfico de la radiotelevisión serbia les publique su primer (y único) LP, Hometown, que me ha costado bastante esfuerzo conseguir. El grueso del contenido consiste en clásicos del blues eléctrico (de Ike&Tina, Buddy Guy, Albert King, Magic Sam), pero hasta se atreven a versionar nada menos que el Statesboro Blues del gran Blind Willie McTell (que después de la maravilla que hicieron con él los Allman Brothers hay que tener valor). Pero además este álbum de debut incluye tres canciones compuestas por Ana y Rade, la primera de ellas la que da título al disco y que será interpretada de nuevo por la Popovic en su primera grabación en solitario tres años después (justamente llamada Hush!, en homenaje a su grupo serbio). Durante ese periodo, los muchachos se convierten en referentes del rock balcánico, actúan como teloneros en un concierto en Belgrado del mítico Junior Wells poco antes de su muerte e incluso cruzan las fronteras yugoslavas para actuar en festivales en Grecia y en Hungría, pero lo que sonara por esos rincones de Europa no trascendía mucho más allá.

Ana Popovic en 2000
Entonces viene el salto, Ana quiere salir de Serbia, y pide el traslado a la Universidad de Utrecht para seguir allí sus estudios de diseño gráfico. ¿Va a centrarse en los estudios y abandonar las veleidades rockeras? No, poco antes de que empiece el curso 98-99, envía una cinta al Conservatorio de Utrecht y la admiten en la carrera de guitarra de jazz y world music. Así que en Holanda desembarca una jovencita tímida de 22 añitos, todavía insegura e imagino que algo asustada en un entorno desconocido, sin su familia, sin amigos. Haría sus primeros contactos; digo yo que sus habilidades guitarreras, unido al relativo exotismo de sus orígenes, sorprenderían a algunos del mundillo musical holandés. Lo cierto es que, unos seis meses después de su llegada, la invitan a asistir a una actuación de Bernard Allison, en la cercana ciudad alemana de Rheinberg, apenas a hora y media de Utrecht. Bernard es el hijo de Luther Allison, uno de los nombres destacables entre los bluesmen de Chicago en los 50 y 60 y que, ya en los setenta, decidió instalarse en Francia. Así que Bernard se hizo profesional en Europa, como miembro de la banda de su padre hasta que éste murió en 1997. Para esas fechas, en los primeros años de la treintena, el tipo ya se había ganado su prestigio como bluesman de la nueva generación –a caballo entre Estados Unidos y el viejo continente– y entre sus fans estaba la Popovic, así que cabe imaginar que estaría encantada e ilusionada de poder conocerlo en persona. Una noche del 99, de la que no he podido averiguar la fecha exacta, se produce el encuentro en el Schwarzer Adler de Rheinberg, una de las salas de más caché en los circuitos de blues centroeuropeos. Ana pasa al backstage y conversa con Allison y algo le haría tilín de la serbia porque la invita a tocar con él sobre la marcha: come on, let's jam together on stage. Tocan dos o tres temas, un duelo de slide guitar en el que ambos y el público disfrutan de lo lindo. Bernard se queda impresionado, tenemos que hacer cosas juntos, le dice, déjame tu CD que ya pensaré algo. Una semana después recibe un mail de Thomas Ruf, el propietario de Ruf Records, sello discográfico independiente creado por ese alemán cinco años antes para promover a Luther Allison y el blues. De ahí saldría un contrato para tres discos y en 2000 se publica su primer álbum solista (Hush!): la chica ya ha pasado al siguiente nivel.

 
Learn to treat me right - Hush (Hometown, 1998)

PS: Que yo sepa, Ana Popovic es casi desconocida en nuestro país. Repasando su web compruebo que no ha actuado en España (el verano pasado lo hizo en Azores; habría sido una buena oportunidad y de paso conocer esas islas que hace tiempo que les tengo ganas) y tampoco he escuchado su música en la radio. La he descubierto gracias a un amigo, gran aficionado al blues rock y que no lo hace nada mal cuando se pone a ello con su guitarra eléctrica. Confieso que en las últimas dos semanas es su música la que llevo mientras camino y ya me he repasado toda su discografía. Me parece muy buena y por eso la recomiendo.

3 comentarios:

  1. Tomo nota, y me pregunto dos cosas: la una, si podríamos considerar el blues como una suerte de lenguaje universal, en vista de las gentes tan variadas que lo practican o lo han practicado (de los clásicos a Bob Dylan, de un Jimmi Rodgers a un Antonio Vega, que aprendió a tocar la guitarra reproduciendo viejos temas de Muddy Waters); y la otra, por qué en la universidad de La Coruña, al menos cuando estudie yo, la vida cultural brillaba por su ausencia: a nadie le importaba un carajo quiénes eran cualquiera de los mencionados antes, si alguien había escuchado algo de Dylan o de Lou Reed era lo justo para poder pasar por un enterado en los baretos de copas los jueves por la noche, y que un grupo de amigos se reunieran para escuchar blues o soul era tan improbable como que se reunieran para sobrevolar la ciudad dándole a las alas tras despegar desde la torre de Hércules, por ejemplo.

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  2. Suena de lujo, no la conocía.
    Gracias, otro grupo que diseccionar.
    Un saludo,

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  3. La ví hace hace ya unos años en A Coruña y dio un concierto muy bueno...y sexy! no lo voy a negar jeje

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