martes, 19 de agosto de 2014

Planos y mapas (1)

A Judit y Juanka

Los planes de urbanismo expresan sus determinaciones gráficas en documentos que tradicionalmente se han venido llamando planos. Ya la primera Ley del Suelo española (1956) decía que los planes generales de ordenación urbana (municipales o comarcales) habían de contener planos de ordenación a escala variables entre 1:2.000 y 1:10.000, según la dimensión del territorio. Pero es que si nos retrotraemos a los orígenes del urbanismo actual como disciplina jurídica, encontramos que las necesidades de proyectar la reforma y extensión de la ciudad burguesa obligó a regular los que inicialmente (Orden de 25 de julio de 1846) se llamaron planos geométricos de las poblaciones y posteriormente planos de alineaciones. Pero al menos desde el siglo XVIII se usa en nuestro país la palabra plano con el significado actual, como puede comprobarse en el que reproduzco de Madrid, realizado en 1785 por Don Tomás López, geógrafo de las Reales Academias de la Historia, de San Fernando, de la de Buenas Letras de Sevilla, y de las Sociedades Bascongada y Asturias.


El DRAE define plano (en la acepción que nos interesa) como "representación esquemática, en dos dimensiones y a determinada escala, de un terreno, una población, una máquina, una construcción, etc". En la edición de 1791 se aportaba una definición más restringida demasiado que la actual ("el diseño, planta o descripción de alguna plaza, castillo, ciudad, campamento u otra cosa semejante, descrito o delineado en el papel"), ya que parece acotar los planos a la representación de lugares, desde una ciudad hasta un edificio. Pero el que se haya generalizado el significado del vocablo (y ahora se pueda hablar, por ejemplo, de los planos de una máquina) lo fundamental de la palabra desde su aparición en nuestro idioma es que alude a la representación de algo en dos dimensiones. Y en este punto es esclarecedor indagar mínimamente en las raíces etimológicas.

La procedencia es ciertamente latina, pero resulta que en la lengua de Cicerón encontramos dos vocablos madre, y de cada uno derivan distintas acepciones de nuestro término. De un lado está el adjetivo planus, a, um que se mantiene prácticamente idéntico en castellano (primera acepción del RAE) y que, mediante una evolución fonética característica de nuestro idioma (pl a ll ) se convierte en el más usual llano. Parece que el término latino deriva de la raíz indoeuropea pelǝ- que, efectivamente, remite a llano. Ahora bien, en varias referencias etimológicas (incluyendo mi preciado Corominas) encuentro que la acepción de plano que nos interesa tiene origen en otra palabra latina distinta, planta, que significa –como en nuestro idioma– la planta del pie y de ahí se aventura que pasaría a significar, ya en las lenguas romances, "el espacio que ocupa sobre el suelo un edificio". En este caso tendríamos otra raíz indoeuropea, *plat-, que aludiría a extender, esparcir.

Aunque sean dos raíces etimológicas distintas, las veo con fuertes vecindades semánticas, lo que explicaría la fijación del vocablo plano bebiendo de ambas fuentes. Al fin y al cabo, la planta de un edificio, aunque provenga metafóricamente de la planta del pie, se traduce en una proyección de éste sobre el plano horizontal que, como su propio nombre indica es plano (de planus). De hecho, en sentido estricto, podemos considerar que, en la acepción que nos interesa, planta y plano son sinónimos y no es incorrecto decir "la planta de una ciudad", aunque esté ya en desuso. Así, planta se restringe a la proyección sobre un plano horizontal, lo que ha permitido que plano se generalice a cualquier proyección en dos dimensiones. De hecho, los alzados de un edificio (proyecciones de éste sobre un plano vertical) también son planos de un proyecto arquitectónico, lo que lleva a que, por mor de la precisión, convendría decir planos de planta. Sin embargo, en urbanismo resulta innecesario pues todos los planos son proyecciones del territorio ordenado sobre el plano horizontal.

Si, como ya he dicho, la palabra plano tal como la usamos en la actualidad está consolidada en nuestro idioma desde hace ya bastante tiempo, la de plan, en el sentido que le damos en urbanismo, es sin duda más reciente. Que ambos vocablos sean tan parecidos (y, desde luego, los dos provienen de la misma palabra latina) se explica a mi modo de ver porque nacen como la misma palabra. Antes me refería a los orígenes jurídicos de los planos urbanísticos en España, hacia mediados del siglo XIX; pues bien, el antecedente de esa Orden es la ley napoleónica de 16 de septiembre de 1807, que obligaba a que todas las ciudades mayores de 2.000 habitantes elaboraran un plan d'alignement , que se traducirá años después a nuestra técnica urbanística como "plano de alineaciones". Pienso yo que la actividad de planeamiento (o de la planeación, como dicen en América) nace de la equivalencia inicial de hacer planos (planos de la ciudad futura, de la que se planifica, no de la existente). En francés, la misma palabra, plan, sirve para designar tanto al plano como al plan, mientras que en español se produciría una apócope que permitió un vocablo propio para cada significado. Esta distinción se consolida por las distintas plurales de cada palabra: siendo ambas masculinas, plano se hace planos y plan, por la regla general para las palabras terminadas en n, pasa a ser planes.

Resumiendo pues: el vocablo plano se asienta en nuestro idioma –a través de un recorrido etimológico algo sinuoso– para nombrar los dibujos que representan la proyección sobre el plano horizontal de edificios, ciudades e incluso territorios. A partir de mediados del XIX, la palabra plano designa ya el documento con alcance jurídico mediante el cual se establecen lo que hoy llamaríamos determinaciones urbanísticas. Estos planos son en sí mismos nuestros planes, no hay distinción ni conceptual ni terminológica. Sin embargo, a medida que los planes empiezan a requerir más contenidos, que ya no son sólo planos, se hace necesario que nazca un vocablo distintivo. Así, ahora, los planes constan de planos y de otros documentos, pero ello no debe hacernos olvidar que en su origen plan y plano era la misma cosa y que planificar, aunque hoy signifique hacer planes, era antes hacer planos.

¿Que a dónde quiero ir a parar? Pues a aclararme a mí mismo con motivo de una discusión vieja en mi entorno profesional. Todo se andará.

 
Planning and zoning - Melanie Hammet (Edifice Complex (and other urban plans), 2010)

5 comentarios:

  1. Me encantan estas reflexiones etimológicas, en serio. Bellísimas.

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  2. Me imagino que lo conoces sobradamente, pero en realidad después de muchos años no tenggo nada más que añadir, etimologías al margen:

    Del rigor en la ciencia


    En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.


    Suárez Miranda: Viajes de varones prudentes
    Libro Cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658




    De: El hacedor (1960) Jorge Luis Borges

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  3. Por cierto, se me olvidaba, a mí también, como a Ozanu, me encantan estas disquisiciones etimológicas. Por gratuitas, en las muchas acepciones de este termino; lae etimologías son como las estadísticas: prácticamente se puede demostrar casi todo (por ejemplo, que el lugar más peligroso del mundo es nuestra cama, porque es donde con más feecuencia morimos; bueno, antes, ahora es la cama del hospital)

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  4. Ozanu y Lansky: Me alegro de que os gusten las "disquisiciones etimológicas"; a mí, obviamente, también. Creo además que no son inútiles en asuntos como el de este post. Saber cómo y por qué han ido evolucionando los nombres que les damos a las cosas ayuda a entender la evolución de las cosas en sí.

    Lansky: en cuanto a tu primer comentario: "y tanto". Ese texto de Borges es, con casi absoluta seguridad, el más citado en cualquier escrito que trate sobre mapas. Yo mismo lo he hecho en más de una ocasión, pero ya he aprendido a contenerme.

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  5. Incontinente que soy, como tú con la expresión "para mí tengo" que tanto le gustaba a Benet y últimamente a tí te gusta incluir un post sí y otro también, para mí tengo.

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